Mi corazón es un sabañón dentro del tronco del árbol de mis huesos. Sepan, hijos de la lógica arcaica que pasa por moderna, herederos del lenguaje refinado, científicos que aparcelan al soluto, adviertan de una vez y por todas que soy la yerba mala que no crece en el limbo.
Ahí no crecemos, no. En Haití como un tambor hablamos, gritamos libertad. Ni en las regularidades se detiene el impulso salvaje que traemos. Que el vudú más natural y primiginio sea quien hable por nosotros.
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