Friday, February 28, 2014

PREPARATE PARA MORIR EN GLORIA / cuento

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PREPÁRATE PARA MORIR EN GLORIA / CUENTO

Después de la muerte de su hijo Willie, se efectuaron consultas con el Más Allá en la casa de Abraham y se hizo, pese al hecho de que a Doña Mary Todd, su esposa, le asusta la posibilidad de que se pongan a danzar las mesas. Mas es entusiasta de «tan poderosa energía y la curiosidad» por saber del muerto, oír noticias provenientes de donde él / el amado Willie / está.

Unas de los que asiste a ver si de veras brincotean las mesas y crujen, como en taconeo sobre el piso de madera en que se apoyan, es Cora Maynard y Nettie Colburn, quienes por mayor mérito tienen sus luchas emprendidas por la declaración de la independencia americana. Y Maynard atribuye la belleza de los discursos de Abraham a consejitos que, al oído, espíritus le han dictado a Abraham. Y eso es mérito adicional para Madame Colburn, quien entra en trance en su casa y, desde las comunicaciones, ilumina la mente de un Jefe de Estado, Abraham Lincoln, cuando se aproxima sin saberlo, a vivir el cisma terrible y sangriento de la Guerra Civil americana y que, a final de cuentas, es lo que  producirá la liberación de los esclavos del sur, «si bien será con doloroso parto», dice Madame Colburn. 

Y antes de la reelección en 1860, como preludio a sueños tenidos por el propio Abraham, ella reenviaba mediuní-micamente imágenes hacia los espejos de los dormitorios presidenciales, utilizando esencias plasmáticas del Tribunal de la Piña, o lo profundo de las retinas que comunican a sendas de espíritu,  en la sede cartesiana del Alma, la Pineal. Confesaba el mandatario que podía ver su propia imagen en varios espejos de la casa y cada una era distinta. Según se movía de un lugar a otro, se asombraría de que vestía ropa distinta, aunque no se le hubiese cambiado. En una de las imágenes del espejo aparecía muy pálido y desaparecía si fijaba su mirada en sus detalles. Y, al consultar con su esposa, acerca de la imagen. ella se entristecía, Mary Todd intuyó que él no sobreviviría a su segundo mandato.


Y Madame Colburn tenía ya miedo de ir a la casa de la Familia Presidencial. Tenía, según lo comprobó similares sueños que Lincoln. Y compartía la intensa la angustia, que se acrecentó la noche antes del asesinato. Por no querer verlo le enviaba sonidos e imágenes. Lo hizo tres noches seguidas, a tal grado que miembros de su Gabinete, aún los incrédulos, le pedían: «Estás pálido como si hubieses visto un fantasma. Suspende algunos de tus compromisos, toma aire fresco y reposa en tu casa»

Y hasta su mismo guardaespaldas, Crook le suplicó: «No vayas al Teatro Fox esta noche. No sé por qué te lo digo». Signo premonitorio. Abraham le había contado el primero de sus sueños de tres noches anteriores: «Me soné en la oficina y en profunda calma, y escuché sollozos en alguna de las habitaciones y salones aledaños. Busqué y busqué, pero no vi a nadie, a pesar de que el llanto seguía. Y llegué a cierto salón de la Zona Este, donde una veintena de soldados hacía guardia. En el fondo, cuando entré, vi a personas llorando ante un ataúd en medio del salón».


«¿Y a quienes velaban en tu sueño?», preguntó Crook.

«Me acercó; hasta el ataúd y vi el rostro cubierto del muerto y pregunté de quien se trataba, sin atreverme descorrer el velo. Uno de los soldados contestó que aquel cuerpo era el del Presidente de los Estados Unidos, que había sido asesinado».

«No sé... se lo suplicó... no vaya al Teatro Ford, esta noche».

«Iré. Lo prometí a mi esposa y, tras este evento, descansaré como me ha pedido».

Esa noche murió de un disparo.

CARLOS LOPEZ DZUR

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