Wednesday, April 13, 2005

De «El libro de las generaciones»


1. Transformación infantil

Más frágil que tú,
pedacito feliz de biología,
mucho más acosado
—ya que otros traen ojos abiertos—
uno hay que se encarnó
con su desgracia
y ha cavado sus años en la vida
y queriendo vivir, muere.

Tú, que tienes raíces y lo admito,
apenas con tu propia boca succionas alimento,
a tiempo estás de volver a tu estrella.

Aún no sabes que la tierra es el yermo:
—con poco amor se seca.
Ni sabes que hay violentas lluvias y deslaves
y soles que devoran y queman
y hambrunas, con saldo de cadáveres, zómbies,
y crepúsculos incrustados en agobios y grietas
y enfermos que agonizan, sin morir,
que están en danza amarga,
en bulerías de penas
y que más vale ser óvulo ignoto
que árbol sin fruto en la primavera.

Más frágil que tú,
el feto del azar en duermevela,
el peor amado muere por pistola de pandilla.

Entonces que no nazca
en ronda de desilusión y vituperio,
en basurales de parques y agujas sucias
y en impostura y heroína.
¡Que no nazcan, que no nazcan!

Observa a estos niños subgeneracionales,
a pequeños del aquí y ahora,
se madrugaron por alimento sólido
y su más triste escuela
—no es la vida, subvida.

Míralos con el trasgo
más fodongo del ropaje,
ojerosos, tatuados, sin donaire,
reclutados en el residuo del abrazo,
vinculados al credo pasajero
y la infancia en cuitas.

*
He visto a los ángeles



Para no nacer...

No nazcas, ángel mío.
Quédate en las aguas de las ninfas.
Aquí te esperan hólas que son adioses
y sepelios anónimos
y dichas de metanfetaminas
y padres que se orientan por el lucro —$$$
y otros, en desaliento ante tí,
su propio amor y el tuyo olvidan.

Y muchas puertas hay,
aparentemente abiertas,
para que nazcas, con moral de sabihondez,
con rotundas consignas, pamplinas,
pero a quien sólo llama el trámite de banco,
lujuria de sobrevivir, ganar la vida,
el logro y la desidia lo citan.

Cachito a chachito, se te dará la espalda,
sin tiempo para tí, no hay tiempo para nada,
en vida dura, cuchillo en boca,
y corazón de palo.

No busques más.
En vano, será nacer
y comprender los pesares
de trayectorias de vida.

9-11-97

*

Para no nacer, nacido

Tú, pequeñita estrella,
concluye antes de que yo te diga:
—No te amo menos,
pero pón olfato vital ante estas huellas
y no nazcas
en presagio de amargura;
háznos honestos
cuando ya no lo somos.
Haz tu justicia, desapareciendo,
no nazcas...

No te ubiques en lástima logrera;
cierra la matriz del sicópata y del incompasivo,
no hijifiques ilusión en el desmadre.

Sé, por tu gracia, un mineral de sol
en la fragua misteriosa,
esconde tu espíritu de la orfandad,
antes que un gusano de lujuria pretenciosamente
te llame hijo y te suma en su cloaca.
¡Que no te reclamen, que no seas retoño,
en la escoria de lo in-mundus!

9-12-97

*

Abandono

Más frágil que tú
que bebes el agua de los loquios
y navegas en tu barquilla
en la profundidad de los vientres benditos,
un niño que nació primero está solo.
Otros en algún asilo se oscurecen.
Y soles negros en la cárcel arrullan el pan
de sus delitos y hay padres que olvidaron
que existe una corona
de pequeños rayos y resortes que,
en la cama, formará calidez
para el el hijo venidero
cuando vengan a fríos enormes
a burlar el descanso.

Aquí, materializados
en el deshielo de los días,
todo tiene un costo de trámite
y no sólo de placer
(ni aún en lecho de quebranto
— que sea también el placer
para el reposo, el plan perspicuidante).

Que no se enfríe la esperanza entre mil voces
que no tienen control de su mañana
ni habilidad para aplacar
la crisis de los desalientos.

El corazón arde a veces
sin extensión de alevosía;
pero dad a él ventajas, repasad lo aprendido.
Tened un pezón para el contento
y otro para echar besos y lamidas
y amar a esa mujer, la madre...

9-12-97

*

Observancia

A mi esposa Norma — de México

Dentro del corazón están todas las cosas,
la riqueza soñada, la cosecha infinita,
la ciudad de doce puertas hormonales,
la Sión descendida con luz
del sol humano en el árbol del cuerpo
y en la piel de la dicha.

Por esto tienen prisa de belleza
los que saben cargarse de amor
para hallar en su núcleo
su leptón de fondo,
su verdad de quarkonio.

Otros ni esperan.
¡Los más tontos, Norma!
Se dan el revolcón con la fatiga,
pero en caducidad de símbolos,
cosiendo en balde y poniendo el hilo
y entran por ventanas estrechas,
con el corazón en vilo,
a la piel de salagón,
a las blandas texturas de la biología
y se pintan solos
y se visten de salamandras
y camuflaje (en el nombre
de ternuras falsas
y detalles siniestros)
y se leen en colores y figuras
para falsos sueños y caprichos
y no se aman a sí, ni te aman,
ni te amarán.

Dan palabras fáciles y a la postre crueles
y forjan tristes horizontes de hogar y niños
sin dicha ni progreso ni Sueño Americano.

*

En fiesta en Nuestra Luna de Miel

Ante un cuadro de Antonello de Messina
y en plática en Cuba tras un regreso de Italia
por la Luna de Miel


El tatuaje es un mero simulacro.
Es una llaga de linfa,
el agua dulce y fluyente de Zaza
detenida entre alcorques y represas,
lejos de las alturas de Banao,
el sanctus spiritu mirándose
en las láminas de tinta y los carteles,
la charca en los puertos olvidada,
Venecia en qualia,
en semiolvido y el ave zonza
en abrojos, sin nido.

Tendremos que buscar una casa
y elegir un porvenir, Norma.
¡mas recordemos este amor y sus detalles!
y que no importe otra cosa
ni miserias de luces ni las sombras...
El corazón verdadero no se pinta ni hiere
al aire con cualquier lamento
ni a los paisajes ni a México ni a Italia
ni a Sión ni a mínimos petardos subjetivos.

Cada día que sea nuevo.
Viajas conmigo que soy todo ojos y todo piel
y todo amor —según me abro
como un dios a saberlo.

*

Homenaje a Pan



Ante los sueños

¡Sólo que estoy ante los sueños,
en medio de la mugre,
ante un cuadro exquisito
lo mismo que ante nada:
el proceso de la historia,
su miseria, su destino irresuelto,
su gente pobre y sus canallas,
niños en la calle, enfermos, tristes,
anónimos y eufóricos,
extranjeros desobortados en turismo,
los que cuentan su feria, como somos,
y se divierten, en andanzas
por cualquier motivo;
los que ganan el pan
y están jodidos, pero quieren vivir,
después de todo...

Y nosotros, en medio, vamos
a los museos, a Las Pulgas,
a las barras, a las fiestas, a los sacros domingos,
y te antojas —tú porque me amas—
de tatuajes, de circos, de memorabilia...
y querrás saber, si lo permito:
—Píntate sobre el busto lo quieras,
maquíllate en los puertos, si es tu gusto,
pero escucha...
ojalá que algún día sobreviva
para los niños azules lo que digo—.

*

La Vírgen de Palermo

¡Bien lo supíste, Antonello!
y por eso se me graba este rostro.
Tu retrato de una vírgen de Palermo.
En sus entrañas de silencio puro
es una cima de abanico abierto.
Hay un paisaje con rosetones
de claros ribosomas.

Hay memorias marcadas de glucosa,
sin nada que provenga de un mercado...
la epinefrina más pura—
con abrir los ojos fluye,
llega a las manos como cofre,
sin saquilladas
ni cestos de llevanza
al filo de la noche.

En el templo de este lugar,
tan alto como el amor posible,
qué transparentemente habla la piel vacía
de todo atuendo, de toda pose.
Aquí no irrumpen ladrones publicitarios,
hedientes de carroña, infames de costumbres.
No vuelan buitres que te digan:
—Corazón, te veo—, una vez se deciden al zarpaso.


*

Artefactos

Y, tú, Norma, a veces,
te maquillas demasiado de artefactos,
te complaces con palabras de Don Nadie.
¡Es tan triste descubrirlo con el día
y debajo de las noches!
¡En los días de miel y luna,
de hambre plena por tu cuerpo!
¡De sed profunda por tu alma!

Al mirarte desnuda, sin imitar los ojos crueles,
¿qué necesidad hay de ver el beso externo
del mundo, marcándote el paisaje de los senos?

El Sastre del Cantillo
que te víste la forma
deja su marca como beso
y menos cuando nadie comprende...
que nada debe añadir, sin con amor tienes todo.
En tu piel se canta la verdad desnuda
y nada falta. Todo es anhelado,
¿por qué te marcas para ALGO
que no sea mi beso?

Palermo, Italia.

*
Estéticas mostrencas y vitales



El tatuaje (1)

El cuerpo, sin tatuaje,
a su propio misterio canta.
Lo más profundo del ser es profecía.
Una etiqueta en la piel es artificio.
El amor —con su ritmo— decora.

El ornato más íntimo no se deja a miradas
por las calles, en zapa,
ni se arrolla a cualquier argumento.

El corazón es el rey de la banda
y él, sólo él, conoce sus alturas
y maneja en la piel sus golondrinas.
Pero, ¿quién ha llegado a ti, mujer marcada?

*

Yo, el destatuador (1)

¡Yo he llegado y digo que aún marcada
o sin marcar, te quiero!
y voy a limpiar la parva de las eras
y te hablaré sobre adornos siderales,
y del origen del ser y la sed infinita.

Estaré en contra de urbanos vaniloquios,
aunque te duela, ¡contra hojarasca seca!
¡yo soy quien te quiero
y el mundo me vale cuatro cuartos,
aunque tu piel sea mi delirio!

El pincel de los otros es rastrillo
que te malogra y aguja que es puñal y carimbo
y te pinta, en juicio de lo que no conocerte,
porque no te besa ni anhela ni cautivas;
pero no me usurpará tu corazón ningún tatuaje.
Soy el destatuador de tus caminos.

2.

¡Te llegó el borrador del quinto cielo!
Se formó mi dibujo de beso con mis ansias!
Te daré tu matiz verdadero, a ratos perdidos,
¡cómo te amo! del cuello suave
al sol en tus miradas;
de tus pies fijos y nerviosos que danzan,
al trémulo despertar, en tu mañana!

Pero —¿quieres oir, sea hoy o más tarde,
este dulce reproche
que se advierte de estampia
cuando mi boca se sorprende en tus pechos?

¡Odio esos ocres de la sangre ahumada,
a la salamandra maculosa,
al signo draculesco!

*

Yo, el destatuador (2)

Yo tengo la red, el cesto
de los peces más ágiles del Artha!
La flor profundamente perfumada
aroma para tí.

La caricia fija la infinitud a tu ternura.
El garbo de una mariposa que aún no descrifra
los pinceles de Don Nadie, soy. yo

El fiel estigma
que borra soledad a tu epidermis
nace esta mañana cuando como graffiti
en tu piel te pintaron
los truhuanes de la noche,
intrusos en tu carne.

¡Apartaré de tí la flor de la antociana,
dejaré tu piel limpia con mis besos!
Voy al paso de tu coquetería.

*

El ángel del mercurio

Hay quien sale de una casa
que es corazón vacío,
¡oye niña — tú sales de mi casa,
que está llena de jardines
y un sol está añadido,
tú lo eres porque te quiero.

No pintes más alma
que la que ya han descubierto
mis ojos que te escarban,
no tengas más mandalas
que los que fundamos
con los ígneos vuelos mutuos
de mi ángel de Mercurio
y tu nínfica piel,
tu cuerpo mío!

*
Lope de Aguirre y los paraísos soñados



Habitación del corazón

Los obsequiosos entran a las habitaciones
de la mujer desnuda
(del mismo modo que a los campos del valle del oprobio)
y le dicen, cuando pintan sus íncubos y súcubos
como si fueran tan obvios y sinceros
sus presuntos motivos, sus voces en las noches,
—te conozco en la cumbre y en los abismos—,
pero mienten, y dejan sus imágenes en duda,
en simulacro de consuelos,
migaja de tinta amarga.

¿Qué dejaría a tu piel
quien llevó el placer oscuro de sus callejones
y te marcó, en lugar de bien iluminarte
impregnando en tí sus propias cuitas?

Por esto
el corazón no quiere verse,
se queda a oscuras, aunque todos lo invocan,
como si fueran tan obvios sus profundos latidos.

Y la mujer
a que quiso alzarse en nubes por los cielos
se pintó un cuerpo de alas, una harpía,
y el gesto arruflanado de los hombres
se congela en los hombros,
no en las alas.

A salta mata, se decora el demonio.
Huye mientras gime sus puros alaridos
de vitrina.

1982

*

Los tatuajes (2)

El tatuaje es un emblema pasajero,
ornato de lo breve y de lo estacionario.
Y símbolos ocultos que no expresarían
mejor lo que el corazón reclama.

No dan abasto con lo mucho que exige
cuando otros ojos se refulgen en ausencia.

¿Qué dirás, corazón, cuando falta sonrisa
y a la boca su beso de nobleza,
tu propia sombra de ternura?
¡Nada dibuja mejor que tu boca
que da humedad de océano,
tranquilamente fiel a los orígenes
de la estrella que vino primero
a raptarte in profundis?

¿Quién te pintará, mujer, como Messina
convertida en la vírgen de Palermo,
dulcemente pulcra de gestos,
incontaminada por la Anunciación
que circula su auxina de futuro
y porvenir en agua viva?

Palermo, Italia, 1982

*

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