Wednesday, March 16, 2011

Del desasosiego de mi hermano Fernando / Estéticas mostrencas y vitales


Del desasosiego de mi hermano Fernando

«Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, investida de la música que le es propia, puse en Alvaro de Campos toda la emoción que no debo ni a mí ni a la vida (...)»: Fernando Pessoa

1.

Yo quiero algo de mí, mi fondo, Fernando,
mi mismidad, aunque no me guste,
mi dolor, si es preciso.
No quiero otros nombres,
nombres diferentes a mi misma persona.
El nominalismo no me aporta nada
ni otros personajes cosa alguna
si no arranco de cuajo con mis propias uñas
lo que tienen mío y les doy en desafío
mi propia cara.

Yo no me educaría con el «saepe noster»
si «a menudo, uno de los nuestros» es el pasado
con aquellos padres antiguos que no soy,
que ya no vale ser pues nada dieron
ni con aquellas doctrina de élites
que se volvieron rígidas, envaradas,
con estoicismo tal que intensificaron
la perturbación de mi dolor y mi psiquis,
¿para qué me engaño yo
pretendiendo ser alguno que no soy
o alguno de ellos?

Fernando, la heteronimia no funciona conmigo
por más que quiera vestirme con el karma.
Me molesta el alma que no rasca el presente.
No puedo yacerne en la «Stóa poikilé» de Crisipo
ni alojarme en Pórticos pintados del ágora de Atenas.
Quiero este fango raigal de mis huesos primarios,
no heteronimos, quiero un ángel que me tuerza
el muslo y yo aferrado a él, evitaría
que me detenga el paso, o me prohíba el equívoco
de mí, si es que yo soy el equívoco...
y yo sé que no soy Lord Byron ni nada inusual
me origina aventuras; pero esta mediocre mierda
de mi vida es la mía y sin adorno la quiero
hasta que aprenda a aborrecerla
o amarla. Antes no, Fernando.

2.

Despersonalizarme no,
un cosmos ficticio que sea mi eje
no quiero y todas mis sensaciones que sean
mi inquitud si estoy perdido y no valgo.
Ciudades inventadas no quiero.
Que sufra yo con mi geografía
lo prefiero, desarraigo no ni nihilismo...
aunque me sobreabunde la histeria
y las neuras y el carajo, misántropo no,
aunque no ame lo suficiente y me coman
los odios, porque alguno tengo.

No puedo ser Diógenes Laercio, el cínico.
Puede que no ofrezca a nadie ningún programa
de vida válido; pero husmeo en mis fondos
y a mi fondo lo quiero, aunque no sea claro.
Toda mi inteligencia selectiva es para el hallazgo
y no sé si habré de construir una verdad
de mí, la vida es sólo mi tanteo
con mucho de incertidumbre y caos,
pero así somos todos... y nos asusta a menudo
«a estreiteza de una só personalidade,
de uma só naçao, de uma só fé».

Y toda constante recepción de lo nuevo
y todo asombro ante el acto
de tener que empezar, sin garantías..

3.

Y puede, lo sospecho, que exista un más allá
(el absoluto) que hoy es ajeno,
y una aparición de la otredad que nos convoca,
seguro que la hay, pero en mí no es Caeiro
ni Reis ni Campos ni Bernardo Soares
ni puede ser otro hombre, si no el que soy
y no una máscara que se me pega
a la cara, aunque no quiero...
a ninguno que no sea yo querré
ir a confirmarlo, diluyendo mi yo
o la identidad que tengo.

Fingir no conocerme, ser otro, no puedo.
Disgregado no me quiero,
ni por un gran Yo filosófico-uniabarcador,
totalizador, impersonal y supremo
aunque tal vez, como tú, vivo dialógicamente
hablanndo con los otros, con Nietzsche, ¿sabes?
con Schopenhauer o Kierkegaard,
con todos los adoloridos, los solos,
hasta contigo, Fernando.
pero no son heterónimos de mí
ni enigmáticas máscaras.
Los siento tan humanos, conmovidos
hermanos míos.

Como tú, cuando dices:
«Tenho neste momento tantos pensamentos fundamentais,
tantas coisas verdadeiramente metafísicas que dizer,
que me canso de repente, e decido nao escribir,
nao pensar mais, mais deixar que a febre de dizer
me de sono, e eu faça festas con os olhos fechados»;

pero yo no creo en el absurdo de la nada,
ni que la verdad sea incognoscible
ni que le deba al mundo, indiferencia.

¡Oh, yo no soy Diógenes Laercio!
Ni Zenón de Citio... ni son mis alter egos
quienes anhelan la vida sencilla,
sobria vida, soy yo... aún en el tormento.
Calma, serenidad, sí la quiero, pero sé que no siempre
se puede. Como Séneca ante Nerón no puedo.
Con fortaleza se puede funcionar,
pero con pasiva aceptación ante canallas
no me muerdo los güevos, no si me emputan, Fernando.

Sólo así me invento egos salvajes, saco heterónimos,
aquellos que realmente puedo ser, inspiradores egos,
porque hay muchos de esos diablos o ángeles
que, dicho sea de paso, no soy máscaras
ni han vivido en países inventados.
¡Ay, tú sabes eso!
Un conocimiento hipersensible
del mundo jode. Lo muy intelectualizado,
abstracto, a priori, se transforma en tristeza,
en ideales imposibles... es mejor sentirse un poco,
no mucho, como Ricardo Reis, un poco flor
o sensación de luna, no siempre con belleza
para Alberto Caeiro... hay que ser incrédulo,
pero no en total desconocimiento,
no en estoicismo puro que es tu inconsciencia
dada como el fundamento de la vida
como tú la defines, perdidos en tu legión de egos..

4.

«Ser poeta no es una ambición mía,
es mi manera de estar solo»:
Fernando Pessoa

No hay ninguna soledad en la poesía.
Soledad sería que no tengas a quien escribir un pensamiento.
Mira, cabrón, que hablas conmigo, sea que fingas
un nombre, o me des el realmente tuyo.
Yo te leo y te escribo.
Y es cierto la vida no es siempre para comprenderla
pero tampoco para tocarla a gusto, ella nos toca
aunque no la veamos. Por eso existe la muerte
cuando se retira el aliento, por eso existe el dolor
cuando no la comprendemos.

Si la función natural de la crítica es desdeñar
y dar la buena higiene del espíritu, mira que desdeño
tus nombres y lo hago porque eres, después de todo,
lo que es un portugués, hasta donde lo has comprendido,
un hombre tierno y poco intenso, alguien que habla
con demasiada consideración con los ajenos.
Hablas demás y no temes morir por la boca
como el pez y amar como ama el amor
«¿Qué quieres que te diga además de que te amo?»
Nada, Fernando, eso es suficiente
Lo que quiero decirte es que te amo
y cuando te critico, por tu bien, te desdeño.

Del libro «Estéticas mostrenca y vitales».


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