Saturday, March 19, 2011

Una interpretación general de «Estéticas mostrencas y vitales»

Por Frederick Alberto Higgs, Ph D. / Universidad de California

El libro Estéticas mostrencas y vitales comienza con una dedicatoria que indica para qué es y lo que será su propósito político: abrir los ojos de sus lectores al hecho de que en cada país, como en el mundo, «hay un capital económico y riqueza humana, pero si no hay cultura no se sabe qué defender y cómo organizar ni tal capital ni su gente». El tono político de su autor Carlos López Dzur (CLD) no puede ser más evidente cuando introduce sus dos primeros poemas en el libro: «Como Alianza del subyugo» y «Montanistas».

El primero es también claro en el epígrafe que lo introduce: «La Santa Alianza fue concertada en París en 1815 entre Rusia, Austria y Prusia, para sofocar las aspiraciones nacionalistas de las pequeñas naciones subyugadas». Una denuncia anti-imperialista sobre cómo el pez grande se come al pequeño y cómo se juntan las grandes potencias para lograrlo. La perversidad es que llaman santa a su alianza depredatoria, de explotación y lucro. El segundo texto no es diferente: CLD la emprende contra el montanismo. Ahora su crítica se concentra en las excusas y máscaras religiosas de los depredadores.

«El montanismo es una ideología tóxica, un opio», nos conversó el poeta en aras de clarificar porqué utiliza tan acerbamente este tópico que, como movimiento, se infiltró en el interior de las comunidades cristianas primitivas. El montanismo se convirtió en lo que suele ser llamado, posteriormente, un «movimiento reavivador», y López Dzur se pregunta: «¿Reavivador de qué? si las comunidades cristianas primitivas no lo necesitaban para nada. Montano no tuvo nada que enseñarles, sino falsear con sus propias visiones tóxicas y escatológicas lo que ellos sabían sobre el espíritu y su estilo comunalista de vida y virtud cívica». Utilizo yo como referencias a sus comentarios los diálogos ofrecidos ya grabados y las conferencias del poeta ante estudiantes graduados en las universidades de Chapman y UCI, así como entrevistas personales y charlas informales con grupos judíos en Talleres de Estudios de Agenda Social, Tikkum, durante el periodo de su adscripción de 2005 al 2009.

López Dzur alega que las prédicas montanistas de apocalípsis (fin de los tiempos que se acerca, en un plazo muy breve, en espera de la parusía) es la predicación de la Divinidad como Hacha heridora y segadora y que esa doctrina es «la voz (...) que mata al Cristo ultramontano» y «hiere» geometrías sociales «con su homicida alarde». En textos como «El hacha del No», tal como en «Montanismo» y «El terror viene», propone:

Que no escuchen la gallunga
y su gente que asesina,
que a martinistas digan NO
y otro NO a la caterva ultramontana.

[«El hacha del No»]

Que se ofrezca rotundo rechazo a la idea del que «el Lobo viene y morderá a corderillos», rechazo al frigio Montano que «insiste» en que:

el Reino viene y su Terror en chinga,
el Señor de la Siega se apresura.

un NO a punto caramelo
asalta a Tertuliano
y dice a Martínez Pascual,
judío y mentiroso, su adiós
y Port-au-Prince apesta demasiado
porque él es la pestilencia en bruto
y la ausencia de lamento
y de vela del temor honesto.

[«El terror viene»]

Para explicar ese No que él solicita, su mención de Tertuliano, Martínez Pascual y Haití, nos explica:

«Es importante esa mención en mi contexto de la toxicidad de la ideología montanista otra que es más o menos similar, el martinismo. Son doctrinas que se utilizan con el mismo propósito disuasivo contra las ideas de libertad y bienestar... En los días de la Revolución Francesa, fechas de influencia del enciclopedismo y de la formación de la primera colonia americana. los EE.UU. y sucesivamente de la independencia de Haití, individuos como Joachim Martinez Pasqually se yerguen como ideólogos contrarrevolucionarios... La manera martinista, la de Joachim, es mucho más refinada porque se trata de un cabalista, místico, que conoce los pros y los contras del enciclopedismo y del materialismo vulgar de la Europa decadente y de la caza inmisericorde y represiva del blanco, aquellos que sofocaron la Comuna de París, que fue una verdadera democracia, y aquellos que, con el pretexto de la Revolución francesa y los malos líderes haitianos, se emborracharon de lujuria anticívica y ajusticiaron en las guillotinas, o en barbarie caribeña, a quien les dio la gana y a gente que no lo merecía... pero, la influencia del Tratado de reintegración de los seres, de J. Martínez que sirvió de inspiración a la masonería escocesa, es cuasi tan peligrosa como el profetismo montanista... Los cristianos de la tradición primitiva no se consideraban receptáculos de la divinidad... Eran sencillos y humildes, como digo en mi poema, querían «extender el alma / y alargar la razón de (su) ser y aceitar la mañana», esto es, querían vivir. Quisieron su comunidad de mundo, no que viniese otro a aterrorizarlos con «el fin del hombre sobre el mundo» y, seguramente, ante esos místicos transmundanos como Joachim Martínez, preguntarían, como yo....¿con qué carcoma santa rechazarán «las nupcias de la sustancia con los cielos, de qué verdad o torpe vademécum leyeron su mentira?» ¿O esperan echarnos de mis montes, si ya nos sentimos trascendentes?... La respuesta es cierto super-elitismo... ¡Ah, yo soy el nuevo Paráclito! así se alegaba Montano, yo tengo la verdad por el mango. Soy un iluminado. En mí están reveladas todas las iluminaciones y secretos... y, si no hacen lo que yo les digo, la Ira Santa viene más pronto... Ese tipo de doctrina mete-miedo data del año 177, vino de Lyon (Francia) y la había en Roma y en África, hacia el año 205 después de JC y es tan estúpida que todavía estamos esperando la llegada de la Parusía y el fin del mundo... aún hoy están las adventistas y los pentecostales, herederos de esas doctrinas, se las gastan predicando miedo por el inminente Acabóse del Mundo, las disciplinas penitenciales y no se van por la acción de justicia social, a menos que no sea la ultraderecha cristiana y el sionismo de factura estadounidense.... Todavía están las modernas Maximilla y Priscilla, beatonas, en pululeo y observas a niñas que no enseñan piernas ni se ponen color labial por causa de estas mañosas represiones sexuales, religiosas y políticas, instructoras de una preparación auto-martirizante para ganar más méritos antes que Dios venga sentado en su nube de polvo sideral... El montanismo instruía enfáticamente en darse a los ayunos, la xerofagia (abstención de alimentos húmedos), la castidad dentro del matrimonio, no casarse por segunda vez, no dar el perdón a un cristiano rebautizado y al que no lo fue alguna vez, o al que lo fue y abandonó la fe y, más herejéticamente, la Iglesia Católica los condenó por negar la naturaleza divina de las jerarquías y las ortodoxias dentro de la institución... Tertuliano fue uno de esos que se adhirió al movimiento, al final de su vida, después que escupió tanto contra ellos... pero, dejáme apuntar algo sobre las versiones neomontanistas, como el martinismo es una... Quieren lo mismo: un foro exotérico para gesticular como 'iluminados', hacer creer que se comunican con seres invisibles que les dotan de santidad suprema y los capacitan para un estado de perfección. Dicho así, su autoridad como personas será incuestionable porque son regenerados por esas Super-Potencias invisibles... Lo terrenal no sirve. Es un exilio del Estado Original; por lo que hay que liberarse de lo terrenal y seguir a quien tiene las técnicas regeneradoras del hombre carnal. Ahora el 'iluminati' es el dueño de la Logia y el custodio de ciertos rituales... o Nuevos Templos... En fin, hay algo que intuitivamente me lleva a considerar a Martínez, su misteriosa vida y viajes, un megalomaníaco que se placía en llamarse «Gran Soberano o Soberano de los Soberanos», y mi pregunta es ¿de qué y para qué? Seguramente, si fue a Haití, no fue para nada bueno... o el proyecto sería el mismo para el que Montano infiltraba comunidades religiosas: neutralizarlas y alienarlas políticamente».
En este libro a López Dzur le obsede metafóricamente el motivo de Hacha y pienso que tal hacha es algo más que un utensilio para destasajar maderas, o cortar árboles. Es un hacha ideológica. Un hacha que, en ciertos casos hay que detener. Lo que es el hacha y en manos de quiénes está es lo que CLD explica en los poemas sucesivos: «Detén el hacha», «El padre y el hacha», «El sacrificador y la ofrenda», «El hacha del No» y, en su posesión, la propia, «El hacha de Carlos Abram». Abram no es parte de su nombre de pila, sino una adopción simbólica para su hablante en los textos.

Respecto a esta última cuestión de lo abrahámico, su libro se atañe con el reino referencial y bíblico de Abram, el padre que, por un mandato de fe, levanta un hacha para sacrificar a su primogénito Isaak en las alturas del Monte Moriah. Con su artesanía de reelaboración imaginativa y expresión poética, Carlos López Dzur comienza a desentrañar las implicaciones del acto, o tentativa de asesinato y sus motivaciones. Este quehacer con la palabra es filosófico en tanto que va a la relación entre lo ontológico y lo verdadero, del significado de la vida y su específico marco natural en la existencia humana y en los sistemas de valores que pretenden su protección.

El libro no es el enjuiciamiento del profeta Abram porque este intento de homicidio ritual es sólo una metáfora que se preserva en el Génesis y, en cuanto tal, es que CLD revelará su riqueza. Principalmente, el contenido del poemario es el examen lopezuriano de algunos sistemas de valores, según se van mostrando internamente inconsistentes para la tarea por la que se alega que éstos han sido creados. Vista esa primera parte del libro, que ha titulado las «Memorias de la Caverna», el enjuiciamiento crítico incluye: la ilegitimidad del oblata / sacrificio / y los absolutos omniconclusivos [sea ya «por obligación civil, ya admitida y declarada»).

En el poema 'El padre y el hacha', se enuncia que «El bien no es un valor absoluto». En el texto 'El sacrificador y la ofrenda', la crítica se dirije hacia el nominalismo, el sensualismo y todo que se toma «in desperadum», apriorísticamente, como capricho.

Hay una crítica a «la mala sombra / de lo humano» que permea tales ideologías, a los admiradores ciegos de Trasímaco, a ultramontanos, integristas, martinistas, a quienes en conjunto CLD llama los burladores de la sombra. O también buitres, hienas y alianza de subyugamiento, cuando se agrupan como dirigencias de naciones. Estos sistemas de valores convierten al hablante de los textos en la Voz del No legítimo que pide que el hacha se detenga y se dirija hacia otra víctima.

Cuando el hacha del sacrificio pasa de mano, CLD se identifica con el Abram que sufre por la petición que Jehová le hiciera. La identificación es profunda y la prueba es el texto 'El hacha de Carlos Abram'. Mientras Abram obedeció sin chistar el mandato de su fe, Carlos Abram hace sus pertinentes solicitudes de negociación. «El Hacha que Carlos Abram propuso como útil, preparada a-la-mano, / presente, como su objeto dado, / Carlos sabrá retirarla de tu lonco / cuando seas-en-común, / el hijo de mi sueño, / el Deseado». Lo que se negocia es una bendición a los hijos,
siendo que el Carlos Abram de los textos no es un padre perfecto.

Con ironía se presta a contar su propia historia, su personal ofrenda en el Monte del Moriah y utilizando su propia hacha. Hacha que ahora es símbolo de un instrumento de entendimiento y limpieza conceptual. «Con santurronas, legalistas, / de lógica formal o moral judeo-cristiana, / me acosté en bandidaje; / pero ví el porvenir, yo ví / los hijos perfectos que ya no entran a revolcarse en el limo / ni en desajustes de identidad / se dan cimientos; yo los bendigo / y les cuento el pasado / (la hora del Hacha / y la cima de Moriah) / con un poco de futuro».

De modo que al contar su propia historia como padre, en fuga, en bandidaje, la disolución del matrimonio por ser con una mujer equivocada y la incompatibilidad entre ellos, CLD concluye que, pese a ésto, la visión de lo deseado es posible. Es posible el espíritu de profecía que visualiza los hijos perfectos, gozosos y sin desajustes; los hijos bien cimentados, que pueden entender sus antecedentes, perdonar y convivir el presente, con su «poco de futuro». Después de proferir contra la lógica formal, el legalismo y la moral judeo-cristiano, lo que se infiere de este padre es su naturaleza contracultural y protestaria. No es al Abram dogmático al que Carlos adjunta su nombre. Es un típico padre de la Generación de los Baby Boomers.

El libro está dividido en cuatro partes: (1) Memorias de la caverna, (2) Nos cayó la macacoa, (3) Tránsito entre hienas y (4) Consolaciones de Agar.

Para López Dzur, la criatura humana tiene un apetito de infinitud y luz, visión que traiciona por las limitaciones de su naturaleza física y las presiones de la necesidad. Este Abram genérico de su libro ama a su hijo, a sus mujeres, a su comunidad, pero habita en «la cueva de roca de mí mismo». Esto puede ser referencia a la carne, a la terrenalidad, a la dependencia de lo denso u onticidad en general. La carne es el reino de la necesidad y de la desorientación, individual y colectiva. Este hombre quiere una «casa de certidumbre» para su hijo, o para construir la ideología de la esperanza; pero, dada su condición, no la tiene. De los poemas que hablan claramente sobre ésto destacamos:
«Caverna del mutatis mutandi», «Bendición de los hijos» y «Las cavernas de la creencia».

La Cueva de roca / la caverna / habla de miseria histórica y dura circunstancialidad. Las cuevas fueron la primera casa / vivienda o albergue / de la humanidad primitiva. La cueva está «ahíta aún con simulacros / y dolores suyos y dolores míos». Esta es la descripción de la naturaleza humana en su ambiente. Es por lo que Abram descubre que a su hijo Isaak lo hereda con su insuficiencia, no con la abundancia y plenitud que desea darle. «Descubrí / que no pude dar lo que él merece / y sufrí como nadie».

El libro da una memoria de lo que es vivir en un mundo cavernario, donde el hombre dizque moderno sigue con una instintividad arcaica y con problemas de adaptación y aprendizaje. El individuo del presente es instruído en ideologías de fuerza y deshumanización. CLD nos habla sobre el origen de la civilización, de la historia de lo pasado, pero las cavernas están presentes espiritualmnmte todavía y las convivencias forzadas del colonialismo y el etnocidio cultural no pasan de moda.

Pero, por decir que se nos da una memoria, se implica que hay una voz principal o relator que la da. Ese es Carlos Abram; cuya voz silenciosa es el Abram inicial-bíblico. Este es el referente del asesinato ritual que no se concretó. Carlos Abram es quien da una interpretación al hecho. Abram es un neófito que entra, sin saberlo, a un proceso mágico. CDL, a través de Carlos Abram, un abraham en el Monte Moriah contemporáneo, que representa el hablante del texto «El secreto de la Fortuna». O el hablante de Blaise Pascal.

El clamor que se contiene en el primer poema es la revelación de la Libertad y el Orden; en segunda lugar, «mi homenaje a Blaise Pascal, el mensaje es que no hay que buscar a un dios conceptual, ni profetas que convocan a tener un hacha en la mano, o sustentar un sistema de holocaustos. En cambio, el dios vivo inspira una estética de magia y esplendor. La fe es la visión de una Zarza ardiente, una experiencia viva que se puede revelar. No un enigma que nos quiebra los sesos, dios teorético y logificante»:

Yo, Eleutherio el Liberador, te daré fortuna.
Hijo de la promesa, entonces, elabora pues
la palabra persuasiva.
Defiende la Eunomía cuando vayas a tierra
porque hay demonios duros y siniestros,
hombres bestiales, a donde vas llegando.
Tú sé heroico en cuanto puedas.
No te pido que cortes cabezas,
que seas la guillotina, cámara ardente,
horca, cadalso, silla eléctrica.
No inventes otros aparatos represivos
ni el policía, el soldado, el vengador milico.
No urdas violencia contra el prójimo.
No seas falange ni tortura ni guerrilla.
Solamente, sé eunómico porque existe el Orden.

[El secreto de la Fortuna]

Entendido ésto, del libro en su totalidad vemos que se concierne con la ética política [lo eunómico] y, al mismo tiempo, con la estética. Es curioso que un comentario de CLD sobre qué es más importante al juzgar el mito del Sacrificio de Isaak por Abraham, si lo ético o lo estético, él observe:

«El acto que Abram pretendía realizar es estético. Es un drama del Eleutherio Liberador con su prójimo, alguien amado, a quien trata como un hijo. Eleutherio es Tiké / la Fortuna, o el portavoz de magia. Se suele reperesentar como mujer y con muchos nombres... Así que Tiké puede ser el Padre, o la Voz que prueba la obediencia de Abram... En el poema El secreto de la Fortuna se dice: 'Yo soy el padre, Kéter-zeus-júpiter, pero, en fin, más que nominalismo'. El Padre Arquetípico le habla al hijo para darle fortuna, orden y bendición. Le pide que defienda la Eunomía, que es asunto de ética y política; pero, además de que se apartarte de lo bestial y los ciegos automatismos, le revela una salvación, a la que llama el primer regalo y salvación... El poema dice: 'Identifícala. Vive en jardines. Llámala Tyche Soteira, Salvadora, o Agathe Tyche, Buena Fortuna. Es el primer regalo que te haré por llegar a la tierra y flotar en mis lotos'. Esto es ya estética y magia... ¿Qué es realmente lo que hay que matar, si algo? ¿Al niño Isaak, que tan amado ha sido de su padre? El símbolo de la ofrenda es siempre algo que es muy querido por el sacrificador. ¿Qué realmente significa que un Libertador, padre de la envergadura de Kéter Jehová, Zeus o Júpiter, pida la cabeza o la muerte de su criatura. ¿Qué sentido tiene? En las Estéticas mostrencas, sí, la idea es glosar sobre la fe y el valor de una obediencia armonizadora, pero en un sentido mágico, es decir, más allá de todo literalismo y nominalismo. La fe no es ingenuidad y reacción automática. Es una comprensión».

Ahora entra en juego el tercer personaje, el Dios que le pidiera el sacrificio. CLD alude: «Entonces, vino mi Padre, / padre de todos los prójimos posibles / y me pidió su sangre, las tinieblas mías, / y que lo sacara de la cueva / y que trajera su urna cineraria / y que lo matara en el monte Moriah / oculto en lo más solitario de la cima». Este es un Padre Social. El Estado. El hombre que diviniza el Estado, o al Ancestro, es quien da ese tipo de consejo: «Obedéceme y mata».

Sucesivamente, descubrimos que Isaak, la ofrenda de sacrificio, «la dulce y suave cría», es símbolo del alma: «Si el alma es mucho más, / ¿cómo saberlo? / ¿cómo aducirlo / con estas semejanzas, / metáforas del amor al hijo?» En otros poemas, él habla del alma como «lo hijificado», en la historia y en el ser íntimo.

Es interesante cómo CLD utiliza la historia de Abram, contextualizándola filosóficamente en el mito platónico de Las Cavernas. Platón utiliza la caverna para hablar sobre la libertad y las ideas incipientes en la psiquis humana.

Pese a estas fuertes críticas al montanismo y martinismo, CLD no siente que haya el mínimo tinte de ateísmo o anti-cristianismo en su visión. Es sólo una interpretación personal, aunque paradójico y frontal ante, mucha gente que propone un Dios personal, una salvación, el fin de las contingencias, con la intención de hacer su bien, y es quien más daño hace, al tornarse más fanática y perseguidora. Esto es lo que hace mostrenco a sus estéticas y un tema que le propongo que comente, siendo tan central en su libro. ¿Qué es lo mostrenco? Descubro que la respuesta deseada la había dado en un comentario que sobre él publiqué en la edición del primero de julio dee 2010 de la revista Sequoyah 63. Entonces dijo:

«Acerca de la percepción metafórica que yo tengo de lo mostrenco... En cuanto al trópos predominante en este libro, habrás notado la ironía. Estas cagazones de la changa, o embarres en la macacoa, es estética irónica y el uso caraterístico en el título no es mentar a lo bruto, lo rudo e ignorante, de personajes inspiradores de los textos. Mostrenco es un adjetivo para referir cualidades de la gente zafia, zoquetera y majadera. Mas, yo quiero hablar con cierta majadería del majadero, o si acaso mis estéticas son majaderas, es como forma de aquilatar y valorar más lo que es vital... Me gusta el fondo vital de la Existencia, que no es lo bruto ni lo ignorante, implícitos en la palabra 'mostrenco'... me gusta la palabra 'mostrenco' por su cercanía sonora con 'monstruo'... En la existencia cotidiana, más que monstruos teratológicos, o monstruos como los de la ciencia ficción, de King Kong a Frankenstein, lo que hay son montruosidades morales... A la gente ignorante, le gusta 'entretenerse' con el ser desfigurado, velado, el monstruo como ente feo, como algo temible a sus estéticas de normalidad. Para mí, eso es deprimente.

Me gusta la vitalidad que enaltece, que curiosea, pero se atreve a convivir con lo aparentemente temible... no me interesan más monstruos que aquellos que vaticinara Victor Hugo cuando dijo que la prosperidad crea monstruos y, bien... me interesan monstruos, que no parecen tales, pero hablan como tales... pienso en Jerry Falwell, el evangelista de lengua de sierpe, cuando dice: «Esos fundamentalistas islámicos, esos terroristas radicales, esos monstruos del Mediano Oriente, están empeñados en destruir las nación judía, hundiéndola en el Mediterráneo, conquistando el mundo». Falwell es un monstruo moral del fanatismo y la desmesura. Es un montanista inconfeso. Habla como uno...

Francisco de Goya decía que la fantasía, abandonada por la razón, es la que produce los monstruos inverosímiles; que el sueño de la Razón produce monstruos, pero, unida a la razón, la fantasía (y ésto si lo recuerdo literalmente) es «madre de las artes y el origen de maravillas». Lo grandioso de esta reflexión de Goya es que razón y fantasía deben funcionar unidas. El monstruo se forma de la desunión, sea la razón o la fantasía. Entonces, las dos son culpables de forjar lo monstruoso, esto es, lo mostrenco... Uno tiene que apartarse de lo que se vuelve extremo en sus formas habituales de mayoría, orden como status quo y mero espejo de lo existente.

Tengo un extraño poema que lo inspira la fealdad del sapo y, en cierto modo, esa fábula que dice una princesa le da un beso al sapo encantado, que en el fondo es un príncipe, y le devuelve su belleza. Eso es lo que yo pienso que el hombre debe ser: un príncipe besado, amado, para su desencantamiento... Y Sapo de otro pozo, el de mi poema en este libro, para merecer «la mansa factura de las niñas, gemido más melódico / del arpa y lo más noble del deseo», para no croar feamente, o el hombre para no reirse como una hiena, sino para dar sonido melodioso de arpa, debe desagradar, combatiendo, la hipocresía y mentira de los espejos en que él se mira y desde el que las mayorías lo juzgan zafio, asqueroso e indeseable, y que no es otra cosa que 5,000 años en la «cuna de varones / con hacha, transgresores», la historia de los pozos violentos... Debe decir un NO a los extremos y, en particular, a los falsos «purificadores morales», que representan:

... el crimen y flagelo
provisto por los inquisidores,
sabelotodos embaucadores,
agarrapendejos, blasfemos.
Un NO que proteja de la burla
el misterio
y lo santo
y lo puro.
De la primera parte, hay un poema titulado La casa de las lujurias, creo que el poema final, que dice:

Estás a tiempo aún, Amante mío.
El ciclo de penumbas perdura.
La caverna es esta casa
de la infiel lujuria.

Llámame perra y casa-vulva
del Asia proconsular de los tiranos.
Como tres y dos son cinco,
me cayó el chahuistle
y me cagó la changa.


Como botín, han tomado
mi cuerpo los árabes y turcos
y no acertan a dar conmigo
sus últimas boqueadas.
Me recuerdan las espinas
cada uno de ellos, menos tú;
yo, para tí, fui una rosa.

En las hebras de plata,
se derriten mis lunas
y, contra los años, tuyos-míos,
han surgido sinfín de satrapías
y sus nuevos relojes
y exorcismos.

Ellos han marcado mis pasos
de cadáveres, se inventaron
discursos de poder para ultrajarme.
En vehículos de ruedas
irrumpieron los romanos
y ya se han ido, me olvidaron.

Las cavernas también son
los lupanares, objetos sin memoria,
rincones de otros perros flacos,
pulgosos turbios, físico-perceptuales

[La casa de las lujurias]

En la sección Nos cayó la macacoa, se observa cómo López Dzur toma muy sensiblemente el impacto sicológico y emocional de los discursos de poder y las invasiones ultrajantes y las data en la historia, en periodos que van desde el «Asia proconsular de los tiranos», pasando por árabes, turcos y romanos, hasta el presente. Ahí es que el hombre social comienza a decir: «me cayó el chahuistle / y me cagó la changa».

Como parte del elemento 'mostrenco', no me sorprende la coincidencia lo que López Dzur dice en torno a la lujuria. «Que apesta y es lo que nos exhorta a volvernos a apropiar del olfato, a cambiar las pestes por aromas, la descomposición de la carroña, por verdaderas preferencias espirituales. No es una casualidad que este texto sobre la lujuria cavernícola me obseda que preceda a Dueño de mi olfato, ¿te fijaste? Cambio el orden de los poemas en mis libros, una y otra vez, aún cuando ya los tengo organizados en índices; pero éstos dos van juntos. No puedo mentar la lujuria sin una cautela olfatoria prioritaria y la resignificación de lo que es 'aroma grato'. El hombre es un animal que ofrenda. Esto es esperanzador, significa que ama y teme; pero no siempre lo que ofrenda es puro... Digo que el humo de los hipócritas civilizados, sus hedientes sahumerios, «incomoda mis zorreras... Habitan cerca de mí / y a su aroma nauseabundo / yo detesto».

Asimismo le observo que los símbolos metafóricos de peste, macacoa o cagadas de changa que permean en el libro, en esa misma sección, mientan ia necesidad de higiene que se origina por el lavado. La sección cierra con los textos «Como una lavandera» y «Como un expiador». Mucho de lo que se lava, se hace como expiación, por haber vivido en complicidad con la peste, las lujurias y las epidemias. El olor a sangre parasitaria. «Expiar es una forma de lavado interior. El lavado exterior, como el de la ropa o los genitales, es otro ritual que exorcisa lo inmundo», sugiere CLD.

En sus reflexiones sobre lo que entiende por inmundicia, hay visos heideggerianos. El hombre tiene mucho olor inmundo de pasado, o «de la facticidad de lo ya sido que engloba el futuro, sin embargo, no aprende a vivirlo sin angustia». La tendencia equívoco es rehuir como expiación; pero la expiación «no un voluntario torturarse, sino un lavarse práctico; por es que digo que no necesitamos doctrinas montanistas de final de mundo ni de quehaceres martirizantes. La mejor manera de vivir el presente es sustentando la esperanza, no de un más allá transmundano, sino de convivencia en que concurran el pasado y el futuro hacia nuestro presente. No se hizo el pasado para repetirlo, sino para quitárnoslo en cuanto ha sido perversode nuestras vidas. Al pasado que nos duele y frena es al que debemos despercudir, quitarle la mugre, porque hay ideólogos de lo arcaizante que nos decora su repetición y nos la vende».

CLD dice que la vida humana de cada sujeto es una vivencia del sacrificador y la ofrenda; la sociedad o su modelo de civillización son nuestras alturas del Monte Moriah y, de muchas formas, se nos emplaza por algún mandato a levantar un hacha de sacrificio. «En cada familia, se nos pide (por razón del servicio a la patria) dar un hijo a la guerra y dizque por 'la democracia y la libertad'. Eso no es muy diferente al derramamiento de sangre sobre pira de leña que se cuenta en el mito bíblico de Abram, el padre. Ese es el Arquetipo de mi Estética. Jehová pidió el Sacrificio y hoy lo piden hombres que ni siquiera creen en Jehová...»

Con el Patriarca Abram, el poeta representa el futuro de la existencia auténtica, superada la tensión y lo que preocupa, la desasosiego. El Carlos-Abram se reniega a aceptar un destino irremediable como ser finito, y aprende el proceso de su historicidad. Esto es lo que vehiculiza el proceso de lavar como expiación, lavar para despercudir y purificar hasta ver y experimentar «aquello que es», lo que Platón llamara lo Bello-en-sí y lo Bueno-en-sí, «esto es «todas aquellas cosas que postulábamos como múltiples», ahora «las postulamos como siendo una unidad, de acuerdo con una Idea única, y llamamos a cada una lo que es» [ VI, 507b]. Como Heidegger, el poeta concluye que el ideal de lo Bello-en-sí y lo Bueno-en-sí, como lo verdadero, lo que es, tiene un precio. No está obsequiado de buenas a primeras. «Y la primera impureza a vencer», alega Carlos, es el temor al «fundamento oculto de la historicidad del ser-ahí, que es la finitud, el ser-para-la muerte».

Lo Bello-en-sí y lo Bueno-en-sí ews para los que lavan y creen que la existencia auténtica es la resolución de la finitud de la existencia al poder-ser, no sólo como libertad, sino un poder-ser platónico, en que verse libre de trivialidades o brutalidades de la vida cotidiana, es es el ideal mismo de lo Bello-en-sí y lo Bueno-en-sí. «No hay nada gratis en la vida cotidiana, hay que pasar por la angustia, a veces el peor de los maestros, pero maestro al fin. La angustia es la condición implicada por temple de animo radical que es la angustia… Hay que beber de esas copas de amargura antes que la dicha sea el futuro. En el presente a lavar, no hay capricho sino un deber autoconscientivo del sacrificador... En los poemas sobre las hachas, hay alguno en que dije:

El hacha incondicional dijo
de pronto a la ofrenda de holocausto:
no es igualdad absoluta que te ultraje;
yo sufro y no lo sabes; soy humano,
pero voy a fundar la libertad
más allá de tu muerte...

Voy a darte el placer eterno
de la obediencia que trasciende,
el amor de los dioses
fuera de la cueva
egoica, vocinglera;
así la mala sombra
de lo humano
no será ya
capricho».

En «Memorias de la carverna», medita sobre el paso de lo mágico-estético a lo político-eunómico, a una comprensión de la ética. El hombre natural, en ciertos entornos y situaciones, que podríamos llamar «primitivas», fue capaz de sacrificios inhumanos, sólo concebibles en bestias. Las memorias cavernarias reflejan la ausencia de belleza en la percepción de las relaciones, o el momento de su indeterminación. No hay una comprensión de unidad, o como escribía Diderot en sus Investigaciones sobre el Origen y la Naturaleza de lo Bello, de que el alma puede unir las ideas que ha recibido separadamente. Sin embargo, CLD analiza que, «tras la gran pantalla de la indiscernibilidad causal, se explica por los diversos grados de similitud en el nivel micro... también hay realidades veladas, lo oculto, hay direcciones y nuevas fundaciones de posibilidad...

«El poeta (en cuanto fundador por la palabra) utiliza el trópos, o «dirección» como la redireccionalización de una expresión o de su contenido original para adoptar otro contenido. Este proceso es válido en el lenguaje, en las ciencias y en la existencia. Abram es un trópos viviente. Una vez estuvo en la cueva, ya festeja fuera de ella, porque los trópos implican movimiento, cambio, recombinaciones y adopciones de contenidos nuevos que no eran los originales, como cuando los elementos más primitivos la química se transmutan para darse entidad nueva en la física… Y, cuando hablamos de existencialidad y de seres humanos, este proceso de recurrencia troplógica no se da sin dolor y sin anulación de otra cosa… Acuérdate que el hombre es un ser mixto. Su mente es un cristal que recibe muchas luces e imágenes. El hombre siente miedo de entrar en lo oculto y dejar la seguridad de lo conocido... Lo esperanzador es que, aunque no hay voluntad política, sí hay el conocimiento de la ética... Sabes que la prostitución, la confección de armas, las guerras religiosas y tribales, las epidemias y la progresiva pérdida de libertad individual e introspección, son malas y constituyen la Gran Bancarrota. El infortunio del Ser humano de las que hablo en este libro» (cf. vid «Conversando», con Carlos López en «El Librepensador»).
CONTINUA
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Los poderes interventores / Poemario / Conclusiones: Del Yo vital y altruísta al yo social / Lo mostrenco y lo vital en «Estéticas mostrencas y vitales» / Del Yo vital y altruista al yo social / En El Librepensaodr / Las hienas en «Estéticas mostrencas y vitales» de Carlos López Dzur/ Conversando sobre las «Estéticas mostrencas y vitales» de Carlos López Dzur (2) / iNDICE / Conversando sobre las «Estéticas mostrencas y vitales» de Carlos López Dzur (1) / Tercera Parte: Tránsito entre hienas / Carlos López Dzur / Estéticas mostrencas / Crítica / El ¡ay! del yo lírico-amatorio


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