Thursday, September 02, 2010

Gustavo el maestro / 59


50. Conocer lo que se quiere

Un día el maestro condujo a una de sus clases en Santa Ana HS a su primera experiencia en un laboratorio computarizado de lenguaje. A todos les instruyó sobre cómo teclear y guardar sus composiciones en un ordenador. Y el entusiasmo con la nueva experiencia fue mágico. Los niños de la Era Tecnológica están frente a pantallas que le retan pensamientos.

Al cabo de 10 minutos, tras encender sus ordenadores, el silencio es casi mágico. Están reconcentrados y un extraño desafía se les tornó poesía. Escriben sobre amoríos, o sus familias. Y se ha dado cuenta que el tema del abuelo predomina. Muchos nunca conocieron a sus padres. Son hijos de madres solteras, abandonadas... y el abuelo los cuida. El mismo escribía un poema sobre el grupo. Pensaba en cada uno de esos jovenzuelos. En la niña que inició su composición:

«Esta es mi mejor amiga. Le gustan las Mikis. (cervezas Michelaud) El fin de semana se puso peda (ebria) y no me gustaba que se me arrimara. Le hiede la panocha».

Se ha reído y se pregunta, en este Journal escrito ya en un teclado, ¿cuál será su tema? La ha visto inspirada, teclea que teclea... Allá está otra niña de sangre liviana. Ha de escribir de seguro de amores fantasiosos... Allá La Shakira, afeminado. ¿Contará todas las veces que se perfuma en el día, o se mira al espejo, vestido como mujer, o en su defecto redescubriendo la silueta de su desnudez o su uso de pantaletas? ¿Qué tiene en su mente esta juventud, todos nacidos a mediado del '80. para quienes hablar sobre lo sucedido diez años antes de sus vidas equivale a remontarse a la Prehistoria?

En la noche no resistió ir donde un poeta y enseñar su texto y era mágico. Ell también estuvo obsesionado con el texto de Abuelo arquetípico, rodeado de nietos y sus padres, hijos suyos, a los que llamara Carniceros, o cómplices de los cuchilleros... Entonces, Gustavo prefirió esperar.

«Háblame sobre esa historia de abuelos», le dijo. «Díme cómo se relacionaría a mis estudiantes, si acaso».

Si algo le gusta a Gustavo de sus alumnos ideales, aquellos que se merecen la designación, y se transforman por curiosidad en el serlo, se resume con una frase de Sidney Howard que su amigo filósofo, uno cubanorriqueño en el Condado de La Naranja, utiliza para describir a los pioneros, cualquier tipo: «They knew what they wanted», decía Howard; pero el filósofo contemporáneo, al que apela El Heideggeriano, añadía y lo triste que el sistema de propaganda y de ilusiones de hoy ha cumplido para dañar la juventud, las generaciones, es que abocarlo a que apenas identifique, o discierna lo que quiere.

«¡Con tanta promesa nació el siglo XX! y, cuán rápidamente, se movieron las fuerzas más funestas para oscurecer el horizonte y asesinar la esperanza!», decía El Heideggeriano, su amigo entrañable.

Conversa de unos hombres que pasaron de las haciendas a talleres fabriles, gente que estuvo incomunicada, pero de repente vio el teléfono transcontinental (de Graham Bell y Watson); Gustavo piensa que El Heideggeriano está evocando a sus abuelos en los días de la Guerra de 1915 y a los perros de guerra, en pública voz, sueltas jaurías arengadas por los periódicos de Hearst.

Se emperraron, con colmillos, Austria est imperare orbe universum. A Gustavo le parece que su amigo, con colmillos de lenguaje poético, metaforiza a lo Nietzsche, con respiros de expansión que recuerdan más a su Abuelo, el Viejo Walt que a los aullidos de Allen Gingberg. Observa, como si mirara en retrospectiva la historia del siglo, que ha nacido el corporativismo más feroz. Describe que ha visto los submarinos alemanes atacando La Habra, bloquando a Inglaterra, hundiendo el Lusitania...

Entre 1905 y 1914, El Heideggeriano ha visto que 16.5 millones de europeos orientales entran a Norteamérica y pudieran enriquecer al país, en términos de ideas; pero les llaman anarquistas, eslavos, gitanos, e «hicieron lo que Pete Wilson, los hijos cuchilleros, linchadores, defensores del 1% de las familias spencerianas, crean trabas para que no sigan llegando». Son torpes. Hay que crear leyes antimigratorias para que no vengan.

Los asocian a los wobblies. Al Bloody Sunday de 1905. Un profesor de Cornell University, colocó una bomba que con éxito, si hubiese estallado, habría destruído la Sala de Recepciones del Senado Americano. Debe ser otro eslovaco. Es cosa del anarquismo que sacude a Europa.

«Entonces, Norteamérica era la envidia del mundo, porque tenía Abuelos. En medio de la Venecia del Norte había un prestigio de trascendentalistas emersonianos, Abuelos whitmanianos, inventores de nostalgia democratizadora». El filósofo, asegura Gustavo, algún lejano familiar evoca. Algún cubano ha de ser, entre los primeros, en subir a un taxi motorizados. Uno que vino a buscar tractores para una hacienda en Matanza y quería conocer a Henry Ford. Uno que tendría un hijo en Cornell, en los días de la bomba en el Senado... entonces, años después de la muerte en Dos Ríos de Martí, percibió que los perros de la guerra se desataron desde Babel para quedarse con Cuba, las Filipinas, el Desastre, el Canal... y vio a sus hijos, reclutados para la Batalla de Verdún y comenzó a llorar, hacerse el más solitario de los Abuelos.

«¿Hablas de alguien que conocíste?»

«No acerca de uno que ví; pero mi padre lo vio».

«¿Quién fue?»

«Un Abuelo bueno. Un abuelo de mi padre que vio nacer el siglo y creyó, aunque haya sido breve su presencia, que el siglo XX fue el siglo de la Ciencia, la Bondad y el Progreso. Uno creyó que la radio y los ferrocarriles salvarían el mundo y que Benjamin Franklyn era Prometeo, robándose el Rayo de Zeus. ¡Qué decepción, Gustavo!».

En la Edad del Hijo, las palabras del Abuelo ya no tenían la ilusión de los pioneros del progreso.

«Los pioneros no son como loros en las estacas. Son callados, tesoneros, incrédulos sin fragilidad. De su no creer no forjan el aboroto, sino la cautela. Hoy el que no cree salta a promulgarlo como un macho, rompe-esquinas, a decir su 'No creo' con jactancia de provocador. Los pioneros, aquellos que se asomaron al siglo XX con esperanza, eran optimistas y amistosos, aunque los había unos que eran tantico mollejonesl; pero de pendejos nada tenían... Tenían el justo tino. Emitían muy pocos juicios, sólo aquellos a los que podían darse la confianza de que, tarde o temprano, se convalidarían con los hechos... Por eso eran callados, por no querer opinar sobre las cosas aún improbables. Saber muy pocas cosas a cabalidad vale más que apretar muchos conocimientos de los que se sabe poco. Mas vale un pájaro en ma no que cien volando... aquellos, nuestros Abuelos / Pioneros / los de Nuestro Siglo, Gustavo, daban una tertulia fabuloso. Desde que se inventó el weekend y el Saturday Night, lo que se comulga en grupo con la palomilla, no se podrá volver a llamar bohemia / ni tertulia / ni juerga productiva... Ya no somos como aquellos. El consumismo nos ha cambiado; hoy al estar juntos, con amigos, lo que queremos es caer pedos, muy ebrios sin decirnos nada, muy cogidos y satisfechos con las chamacas que decimos que amamos, con la punta de la verga», se explicaba él.

El hombre de hoy es más supersticioso que nunca.
Varoncito de Kali-Yuga.
Niñita heboide de Haskaláh.
Hijos de carniceros.
Gente muda por cómplice de 1925 a 1981.
Generación silenciosa, nuestros padres.


Gustavo, por el lenguaje de El Heideggeriano, le percibía su aire dionisíaco. Sus palabras que filosofaban a martillazos, sabiendo que dejaba muchas Tablas de Valores destrozadas al golpe de su martillo, su lengua con mucho látigo y fuste. «Aquellos pioneros, Gustavo ---continuaba el otro, su amigo--- habían sepultado tras sus espaldas, ya sin querer cargarlo, el peso de muchas tiranías. Estaban decepcionados del absolutismo. Querían ser genuinos demócratas, como el Abuelo Walt (Whitman); pero, él era un abuelillo errante y con barbas de pordiosero. A él había que darlo por incorregible. En quienes se concentrarían los charlatanes a sueldo, los manipuladores a sotta-voce, chingaqueditos del privilegio y el absolutismo siquitrillado, es el abuelo de las ciudades, al que mejor se pueda vigilar, cortarle el paso el calle, seducirlo para que no piense del modo que lo revela pionero, aspirante a un nuevo orden y cosmovisión».

Cuando el Padre Cómplice viajaba vio los motines de Chicago. La hostilidad hitleriana y su S. A., reprimiendo la oposición y el compromiso en lo oscuro. Las metralletas vomitaban fuego y el llanto se oía por doquier, entraba a las radio de la KDKA, comentándose desde Pittsburg por una garganta invisible, hecha de alambres y pilas. Dijo que en tiempos de Hoover se teorizó un futuro de invidualismo americano. «Nadie es moralmente responsable por la vida ajena, su binestar y su felicidad»: ésta sería la premisa de ahora en adelante. El vio a los hijos de su sangre convertirse en ingenieros de minas, lo mismo que Hebert Clark, y vio cómo se votó por Harding y luego por Cal el Silencioso, el más mudo de los cómplices y el más radial de los mentirosos.

El Abuelo todavía creía: El individualismo es bueno si está libre de envidia. Si anima ideales para sí y da voz al mudo, si edifica armonía con otros. El individualismo es bueno si dejan que los héroes existan, si promocionan la riqueza y obra buena, con conceptos raciales y laicos. Si se entierran para siempre los non-sequiturs. Mas el individualismo de los ladrones y parásitos sólo educa a cuchilleros, a inmorales, a soberbios, a decadentes y lo dijo cuando la Gran Depresión se iniciara, antes de morir en 1929.

«Ahí tienes Tu Obra, Heberto Hoover. No valoraste el tiempo eficiente el que puede ser oro para odos. La economía no se regenera espontáneamente. No crece si no hay propósito raciona. Enfócate en lo real, Hoover. Examina los hechos en su completo contexto, entendiéndolos antes de juzgar. Estudia antes de juzgar. Para querer, conoce. Sí, conoce lo que has de querer con corazón benévolo, íntegro, sin especular, sin tantear caprichos por no conocer y no ser perseverante. Los pioneros saben lo que quieren; pero verdes y biliosos son los mayorías de esta era hecha de radio que, pese a todo, es la más muda e impura, Una fisga, una burla. Han metido la uña en los corazones de los esperanzados y mano completa de ladrón en la cotama de los indios y los negros. Con la Democracia alimentaron a esa Mesalina cruel que morirá de una patada, por puta, democracia puta, la mujer del Emperador, primera Dama de un Imperio que ha querido coger el cielo con la mano... Cotorrera la democracia de los mudos, ramera de los cotarros, toda chunga y burla del cotarro de los charlatanes... Eso eres, América».

«¿Pensó así el abuelo de tu padre?»

«Y mi padre y yo, Gustavo... Claro, estos abuelos, que dije pioneros. fueron buscados hasta por los Illuminati, gente que se goza en decir 'Conspiremos', sin explicar para qué, en favor de quién, en que consistirá la resistencia. Los pioneros, por lo general, creen que la vanguardia es la Ciencia y que la ética más beneficiosa es la que consolida la salud. Sí. Salud del cuerpo y de la mente humana... En 1915, el tétano adquirió sus rangos de epidemia. Fue que, en Europa como en los EE.UU., nació una Babel de Hierro. A ese mundo post-industrial, si algo lo hiriera, sería una chirla de hierro, incicatrizada apertura para el tétano»...

Los hijos del Abuelo ya no quisieron ser peludos. Se afeitaron con Gilletes, se perfumaron la tez. Quisieron ser exquisitos. Brusco y barbado que fuese el Abuelo Walt; de un tiempo acá, ya se fabrican navajas finas, afeitarse en la noche o en el día es posible, hay luz eléctrica, bombillos suficiente en las barberías... fíjate, Gustavo, cómo la vanidad nace según avanza el progreso de Bell Lab, la AT & y General Motors y se comienza a decir ya existe una cultura ejecutiva, ya hay minga especializada... El capitalismo que se formula no es cascabelero ni se va de cabeza; hay que hacer planes, dialogar sin aspaventar y trampear. Está Wall Street, la banca financiera, no una morrondanga de la codiciosos con el lema a dar que van dando. Hay que gesticular, bien afeitado, no como granujas asquerosos, alzados de cresta, haciendo negocios a tiros... En este presente, cuando el Abuelo tiende a ser seducido, porque al silencioso se le llama timorato, hay discursos de Illuminati, de británicos contra turcos, de rusos contra prusianos... Se sienten algunos la Divina Pomada porque con las Gillettes desechables se afeitan sin hacerse cortaduras y, en los pueblos de silencio, ya no habrá tanto silencio, porque se ha inventado el radio, el bombillo, el cordón eléctrico, la Bolsa de Valores y ya se reza, no rezando a nadie, porque la oración está concentrada en lo que nace de las ondas y los inventos de Bell Lab...»

Gustavo comenta sobre wk culto del How-to-do-it y e Made in America. ¿Se ha vuelto el capitalismo eficiente y sofisticado? Y El Heideggeriiano le dice que no. Es más legalístico y publicitario que racional y eficiente y es, sobre todo, antiespiritual y desequilibante. Trepida por reacción a esos estados triunfantes, de confección proletaria: Rusia, sobre todo. La revolución social es más vieja que la tiña y hay que renovarse o morir. Cuando los vecinos se reúnen, de su minga, nace mingaco... Es acaparador y desequilibrante porque es desproporcionada la distribución de riqueza. En el siglo XIX, cuando nacieron los Abuelos, el 1% de las familias en la punta de la pirámidwe tenía como su propiedad entre el 40 y 50% de la riqueza de Norteamérica USA y se concentraba en manos de familias de ciudades portuarias Boston, New York, y Charleston... y en el mundo se repetía el patrón, y hasta hoy: «The top 10% of the world's adults control about 85% of global household wealth, ¿entiendes? Riqueza en pocas manos», y en EE.UU el 10% también es privilegido con más del 80%... y no son sueldos por trabajo realizado. «For the rich, most of that income does not come from working». En 2008, sólo el 19% de los ingresos reportados por 13,480 familias e individuos, con fortunas de $10 millonwa o más, provino de sueldos o salarios; viven de ganancias de capital. De la puta acumulación histórica de herencias, legados o meter uña en la Buena Suerte o el Delito.

«Toda la historia del Siglo que el Abuelo llamó de la Esperanza, hacer fortuna con trabajo, ha sido cómo el Tío, todos los samueles, se solapan para esquilmar al Abuelo y al padre, siendo a dos haces, con segunda intenciones, y quedarse con un tercio de la riqueza nacional, sin trabajar... pero fingiendo que lo hacen. Son el 1%, con el 34.6% de toda la riqueza privada. Son loa parásitos de siempre, sólo que sin monarquía. Se dedican a maldecir la izquierda, a adonar el prusianiismo, esto es, dar barniz de democracia a la obediencia ciega, al servilismo de las clases medias, burocráticas, gerenciales... a eso se dedican quienes no trabajan a pensar la opresión, sin que sea necesario un sable largo para tratar a la ciudadanía; pero son prusianos; su arrogancia militar es para el extranjero... Los tíos fojaron a Uncle Sam y el pentagonismo corporativo. Son los mismos cresomabíacos cuchilleros, con el disfraz de la Ley de su parte. Van a querer perpetuamente (aunque sean el 1%) su tercio de la riqueza del país y otro tercio de la riqueza del mundo... Este ha sido el plan del siglo: patear el culo al abuelo, porque él todavía creía en la caridad y en una que otra virtud teologal; pero la Nueva Confederación de los tíos, como la vieja aristocracia esclavista y agrarista de Nashville, lo que quiere es una oligarquía de parásitos y un modelo de extorsión», decía El Heideggeriano.

Entonces, toda esa clase media intermediaria (19% de la gente, de pequeños contratistas, gerentes, médicos, jueces, abogados y académicos de rango) tendrá la mitad de lo que sobra. En la base inferior de esa pirámide, el 80% es la gran masa de pobres, nosotros ahí, Gustavo, pero rascando el 15% de la migajería. Eso dejan... Los parásitos (1%) en el tope, sumado a los alegres y cascabeleros defraudadores, gente de gobierno y empresas de segundo rango (19%), ambas se llevan entre el 80% y el 85% de los lucros y las rentas, en un avemaría cíclico, que no cambiará.

«¿Cómo que no tienes esperanza y optimismo histórico?», se pregunta Gustavo.

«Es que el siglo se está yendo y el Abuelo ha sido asesinado».

«¿De quién dirías que fue buen abuelo, en Norteamérica, poeta?»

«Benjamin Franklin, de la Sociedad Abolicionista de Pennsylvania, además quien nos dio el fuego de Prometeo, siendo inventaba con luz del rayo, la mar de inventos.... De quienes se sentían cómodos con una sociedad multirracial, basada en trabajo, con un mínimo de vicios, como el presidente Hamilton, y de cuáqueros, lo digo... y eso no se puede decir de todos. Eso que en América llaman los Padres Fundadores, igual que los buenos peregrinos, nació para agonizar. A la primera ocasión, prematumaente, con el mejor de aquellos pioneros constitucionalistas, se practicó el Gran Parricidio. En América se quemaron hasta brujas, a todo a quien creyese que Gea regresa por sus fueros, a todo los que han criticado la Mano Invisible de los mercados, como algo divino, para desmentir las conveniencias del proteccionismo que Hamilton propusiera... Bueno, a medida que la codicia crece, el asesinato y la intllerancia también».

«¿Quién mató a quién?»

«Aaron Burr a Hamilton».

«Ah, ya recuerdo».

«La ira de los románticos neokantianos nunca tuvo fruto en América. De los Abuelitos de la fundación, imagínate a uno de los pocos, Alejandro Hamilton, que creyó que los seres humanos son buenas personas, el negro y el indígena i ncluídos y tan hábiles moral e intelectualmente como el blanco... y ¿qué hicieron con él? El vicepresidente Aaron Burr lo mató en un duelo... así se paga a quien crea que redactar una Constitución digna, pelear junto George Washington, no separar la anulación del esclavismo de esa lucha independentista, es el deber...Hamilton creyó en virtudes y le dijeron que era un político obsoleto porque la modernidad debe ser complicidad con las multinacionales, transnacionales y el capitalismo financiero... cuando poner fuertes impuesto al licor y al vicio, se ocasiona una guerra, porque el país, en medio de todos sus peligros y dolores de crecimiento, quiere cantinas, mucho whisky... Los magnates de su época, el siglo XIX, de JP Morgan y Jay Gould a Edward Harriman, son spencerianos, racistas, darwinistas, sí, Gustavo, y esa es la gente que anhela al negro, hambriento, pero borracho y cree que es moral que se pague al indígena con whisky y es la gente que no involucraría a esclavo con el proceso de independizar a América, porque, si aprendiera a disparar, dicen: «Usarán las armas para liberarse y la próxima víctima no será el británico, sino el ejército Continental... Hamilton apoyó al líder negro en la independencia de Haití, apoyó su goberno negro; el no creyó en imperios. Ni británicos ni prusianos... pero es el Siglo XX nace con gente como Theodoro Roosevelt, quedándose con lo que España ya no puede retener. Los poderes del prusianismo están vela. Alemania tiene más 30,000 millonarios en la primera década del siglo y en Norteamérica hay mucha envidia su estilo de vida... por eso, bajo el gobierno de Wilson, corremos a hacer la guerra, nos metemos en guerras en Europa, donde no hay nada que realmente nos competa, sino las ínfulas envidiosas de los tíos que quieren el barniz prusiano, prestigios de guerra, roles de Gran Potencia y rol policíaco en el Mundo... Entonces, imitamos el Estado Burocrático que es el Estado de los Tíos, de los samueles, que le defienden al uno porciento de quienes desean como mínimo un Tercio de la Riqueza Nacional en sus manos. El Estado Benefactor que es Norteamérica no es para el 80% de nuestra gente, obreros asalariados. Es para los hijos fratricidas del Sueño Americano, polítcos, intermediaros gerenciales de la Gran Empresa, jefe del aparato-militar empresarial. Somos una Prusia sionista. La Ley religionada e hipócrita... La burocracia estamental y la arrogancia militar van a impedir que se sepa esta verdas que te digo, Gustavo... La única religión que existe ahora es la Ley, ley sin virtudes; ley de Greedy Pigs de Easy & Smart Money para los tíos, meticulosamente afeitados, The Beautiful people...»

«Esta es la tradición en que nos educamos».

«Sí, Gustavo»

«Y creemos que la eduación es democrática».

«Se cree que ya se tiene control de la vida y el futuro y se olvida aquella profecía ciclológica de Jacques de Fiore: La Edad del Espíritu está en pañales. Los Carniceros del Siglo XX no tienen luz y los Hijos matarán a los Abuelos y, como padres, estrangularán a sus hijos, comprometiéndolos, con la promoción de una dictadura universal... Y es que el Abuelo se levanta, en medio de una sucesiva generación de vívoras: en ese mundo de silencio y, de poco hablarse, nacerán lo que no son sumisos para bien, sino obedientes al autoritarismo y son aquellos que llama Hijos de los Carniceros, cuyas Gilletes es la Navaja del Kásher, el Sacrficador de los días del Abuelo y la tertulia que se podía tener con él antes de las epidemias del Tétano... Con filo certero y eficiente, con Gillete abrirá las gargantas de los que sueñan. En la Edad del hijo profano, Gustavo, no conocerán lo que quieren ni se darán cuenta del daño que hacen»

«Otra vez estarán en baales, con las cruces y capuchas de los KKK y la traición a lo que les dijera el Abuelo, al que hieren y dan vinagre por agua y pan ácimo... No sé cómo comenzó la rabia de estos Carniceros, si la abuela dialoga sobre la Estrella de Venus y la Gran Madre que vendría a repartir el sufragio de la participación. Y el hijo la vio con su ropa clásica y con su «bobbed hair's fashion», aunque prefiera que antes distribuir votos y poder social fuese la Gran Ramera. Los carniceros son réprobos del amor compartido, de cada episodio social, que evite que roben el poder inmerecido por falocrático. Y se afana en llamar a sus propias madres la Serpiente (en la base, ebria de ambrosíaca lujuria, besos que se marcados en la rosadez de la piel bajo el escote) y la llenan de cuchilladas y cicutas... Los carniceros no qieren mirarse espejos. Se reflejaría como alimañas y hienas. La filocalía mordería lo que quedara de belleza y comunicación entre familias, madres e hijos, y el espectro de lo Santo».

«¿Tenías fe en el Siglo XX, poeta?»

El Heideggeriano le responde que sí. «Hasta que mataron a Hamilton».

A partir de ese momento, sabía que morirían todos los abuelos de lo que Alejandro fue prototipo.

Todavía, en el siglo que se fue por el desagüe, la sustancia moral fue eidética en el sentimiento y debajo de su pomposado comportamiento, había rubor. Gente fue que sabía comerse los marrones de culpa y sentir remordimiento. «Ahora no», dijo el filósofo. Cada institución en Norteamérica, a partir del Siglo XX, es una briba. Una cueva de ladrones y pícaros. La Gran Masa, la que no quiere llamarse la tradicionalmente Hija de Carniceros o escarmentadores mismos, son el Masivo Cotaro. el espacio de la charlatanería. «Chusma, Gustavo, padres de mataperros y pandilleros con uniforme y medallas y ceremonias. Me da asco».

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