Wednesday, February 17, 2010

En los infiernos / Del amor al odio



En los circuitos emocionales primitivos,
en lo profundo de mí mismo,
en grutas que no son exactamente piel,
hallé mis tentadores, adversarios
que no he querido ver, que no son bienvenidos
(pero que están ahí, nunca se alejan del todo).

Duermen con uno, se salen por los ojos
de las pesadillas; se meten en nuestros pies
cuando estamos descalzos, se cubren
sin nuestras ropas, se desnudan de suyo.

Nos llevan al infierno y nos gritan
qué somos, con qué defecto o cualidad
los castigamos, qué asignación de miseria
y choza de zozobras les dimos
cuando debimos ser el padre que los cuide,
amigo que no dejamos en el desamparo,
hembra a las que debimos absorber
o entretejerla con ternura.

Entiendo. Yo por mis demonios me juzgo,
yo me echo la culpa
y cuando visito el infierno que les dí,
los abrazo, les pido perdón.
Les digo que me acepten, al menos,
como amigo.

10-02-2005

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Del amor al odio

Alguien, a menudo no es uno
(tan consciente que no distingue sombras en las calles,
sino su paso cauteloso, bajo el sol iluminante)
se obsesiona con la promesa de los ritos.
Se juró compromiso de amar para toda la vida.

Eso es lo que quiere, zalamero amor,
heroicos juegos de placer en la cama,
mimos al por mayor, faenas que entramen
químicamente el orgasmo, rato por rato,
minuto tras minuto, años tras años,
sin desperdicio.

... porque el amor debe ser perfecto
y la erección contínua y ese clítoris
a chorros con julepe reciprocador.
Ni placer ni amor que pierdan su fuerza
ni hoy ni tarde o temprano.

Es amor para toda la vida,
no compañerismo a ratos indiferente
no complicidad, por la costumbre,
ni perdida su vitalidad
de eterno menstruo
y paraíso.

Aquella que me amó, obsesa
de la mágica frase «para siempre»,
me sale en las noches
con un largo cuchillo, matapuercos.
Es una hermosa Duende, muñeca viva
que parece animada en el Hentai más porno
y surge del bosque, como el Trauco
en los mitos de Chiloé. Como las ninfas.

Dice que le devuelva el hacha
porque es suya. Y no me la merezco.
Dice que ya no amo los árboles y que mi leña
ya no produce fuego para nuestra casa
y coloca, traicionera, súbitamente, su cuchillo
en mi garganta y la corta hasta que sangro
cantidades de feniletilamina,
anfetaminas potentes.

Es cuando ella me parece un nirvana
y la tiro sobre el follaje y la poseo.
la ultrajo debajo de su falda,
dentro de sus vulvares ambiciones..
Todos los árboles sangran oxitocina
por un tajo en el tronco; el mismo tajo
que le calculo, impregnándolo
con semen en sus nalgas.

El universo circunda los placeres
cuando me sangra la cortada.
Yo voy del amor al odio.
Ella del rencor desesperado al amor.
Nos compensamos.

10-02-2005 /
Las zonas del carácter: Indice

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