Tuesday, September 08, 2009

5. Los ojos grandes



Caterina, la hija de Voisin, quien a veces ha sufrido la engañosa sospecha de que su madre no la quiso bien, o suficientemente, tiene los ojos grandotes. Pedro, de ojona no la baja cuando la quiere y apetece, como si no fueran medios hermanos. De ojeta la trata, así la nombra para insultarla, cuando él se disgusta por algo que le reprende, o con lo que ella no lo complace. No que sea a menudo, pero esta muchacha ha llorado, sabe apagar sus ojos, tranquilizarlos. Tiene sus altas y bajas emocionales. Ella disminuye su mirada para que no sepan sus penas. Que alcanza niveles inestables y confusos de ser, hecho que la prueba triste, solidaria, alicaída. Como cuando su hermana Minerva desapareció y fue secuestrada por semanas. ¡Cómo sufrió! O como cuando a Ana Catana el médico le dijo que ya su corazón no está para brincos, ajetreos y preocupaciones. Entonces los ojos enormes que ambas [herencia o remisniscencia de la Abuela Soledad], los ojos de Caterina y Doña Ana Catana, empequeñecieron.

Caterina probó que las muñecas de aparador, como esas Barbies americanas, tan flacas, no siempre tienen los ojos tan abiertos. Cuando se forjan en carne, en vida, como la hija de Voisin y Ana Catana se enflaquecen igual que el modelo de hule y los ojitos se les ponen lacrimosos y se les cierran, no importa que las ponga de cabeza, o les aprietes las teticas o puyen el culo. A los muñequitos se les aplican ciertas reservas de funcionamiento cuando se vuelven humanos. Son cosas que Pedro, el Imbécil, argumenta y verifica, por causa de esa religión del alma kantiana con que se burla del Ding an sich, o la pura esencia de una cosa, el ser-en-sí.

Entre las Marchiel Possé, Pedro le niega hasta la paternidad de Voisin, también alega que Caterina es una con los ojos más grandes, o mejor, la más pestañuda de todas. Unos pelitos largos, aí son sus pestañas de castaño oscuro, que él quisiera lamérselos en el pubis; pestañas que sostendrían una mosca parida que se detuviera en ellas como en una rama. Con un pestañeo, tan duros y elásticos han de ser los pelos, sería capaz de lanzar, como en violento catapulteo, la mosca que se le cuelgue. Ojo: que antes la levitaría en el aire y la haría con un tirón que se reviente en el carajo.

Durante algunas temporadas, la muchacha se fue a New York. Estudiaría Artes Interpretativas, danza y teatro. Dejó los estudios inconclusos; pero los comenzó y casi los acaba. Le llovió trabajo antes de terminar su licenciatura y después, como de golpe, la nostalgia de México se la fue comiendo y, así como se fue, se regresó sin pena ni gloria. La mamá preguntó por el diploma; pero luego corrigió: —¿Te sirvieron los estudios en Nueva York para algo?— Esto, en realidad, es lo que le importa. —No tanto el certificado, sino el ver...—

—¡Ay, mamá, usted sabia! Creí que me matarías... ví muchas cosas, lindas y feas, ví que me gusta el arte, muchas formas de artes, no sólo el baile... Veo con el corazón, mamá, y eso no tiene prisa, no cosa de correr por un diplomado... Ahora hasta jardinera me gustaría ser, y vender alfombras y cortinas, pero que sean hermosas... y cocinar, aprendí a cocinar... y por eso he venido, con nostalgia...— y cómo lloró, al describir sus cosas y sus nuevos sueños, se le cerraron los ojazos y si hubiera sido una Barbie de hule, se reduce de tamaño, le desaparece el ombligo y se le ponen los ojos chinos...

A Caterina, tan fácil que es confirmarlo, también le gusta experimentarse, sentirse, cuando llora de risa. Adora al disparatero. Lo sesiona. Corre a verlo cuando él ha pasado días lejos de la casa, citas con loqueros, periodos en internados clínicos... Ella lo acompaña, esfuerzo por sacarlo del silencio. Juntos improvisan sus obras de teatro. Extrañas obras, por cierto, en la que fluyen en idiomas aprendidos o inventados. Ecolalias. Ella le cuenta sobre andanzas y sobre gente que ha conocido y ha podido hacer buenas migas, o le habla de los jijosdeputas, una categoría de seres que ptra Pedro es importante. No estudiarlos, o querer conocerlos, sino tenerlos en cuenta para evitarlos... El le saca carcajadas del estómago y ella hasta se caga, o se orina, cuando él la imita. Repite sus parlamentos teatrales con exactitud de palabras mas con otros semblantes e intenciones. Los puede traducir de un idioma a otro.

El inglés que Pedro articula se sirve del acento británico y lo aprendió por cassettes y cursos por correspondencia. Del mismo modo, aprendió ruso, hebreo, francés, latín para cantar la Missa y se instruyó en esperanto, por si alguna vez le toca el privilegio (que converse con los extraterrestres) y el quechua y el nahuátl, del que está muy versado, resultaran inadecuados.

Oír, con el acento británico de Pedro, una disertación sobre política anticardenista que supuestamente él oyera de la propia boca de su padre / El Baturro / en El Papagallo, es para morirse de la risa o de coraje. No así el acento newyorkino de Caterine que hay días que lo matiza con giros italianos y puertorriqueños. En este caso, también se descubre que se muere de felicidad antes que de miseria, o que un riesgo de violencia se disuelve con alegría.

Si a Pedro se le dejara tener novia, o amigos, se le quitaría esa obsesión de quedarse desnudo en su taller. Como artista, él pinta su desnudez; se especializa en pintar al óleo su propio falo cuando se lo mira. Pinta vergas pequeñas, pero arrechadas. Y las posiciona sobre el lienzo, subiéndola a las cabezas de sus personajes como cuernos y, si fuera menos poético y surreal, en vez de pintar rostros andróginos con muy bellos ojos, pintaría desnudos. A veces dedica semanas en perfeccionar el órgano óptico, su especial mirada.

Los ojos azules que pinta son fantásticos... La cachonda de Caterina le dice a su hermano: —Especialízate en desnudos masculinos—. Se lo sugiere porque sabe que él suele concentrarse en la pintura de su pene y sus escrotos. Caterina, quien ya ha vencido la pena de verlo desnudo, dice que tiene un rosado pene, magnífico, buen tamaño y ya lo quisiera para sí, montárselo en caballo. O darle unas mamadas succionantes, de película porno.

Cuando él está en uno de sus días comunicativos, Caterina dice que sería importante aprenderse su filosofía acerca de los ojos. Escucharlo con interés, hacer notas. Pese a que su madre, Doña Catana, se califica como una mujer generacionalmente del cincuenta, una con aquellas snesibilidades «puras», él desafía la interpretación. Los mundos verbales de su madre están dentro de la vulgar realidad de los cinco sentidos y las percepciones visuales. —Ella es una Ojeta con Ojotes. Ella es peor que tú —.

Dice Pedro juzgándola que, entre las Marchiel-Possé, Caterina es la de ojos más bellos, no por tenerlos generosamente abiertos, grandes y almendrados. —Es que tú sabes cerrar su inmensidad. Cierras tus ojos de vez en vez, pones párpados como velos, los forras de pellejo como cortinas, para que haya cosas puras, existentes, que no veas ni nombres... Mamá, no. Ella los abre más. Ella quiere ver, ver, ver siempre... y no sabe que para no mentir sobre Lo Puro ni exhibir Lo Esencial con rutina de profanidad, es mejor cerrar los ojos y regresar, con humildad, a la Tiniebla, cerrarse para no ver la fealdad—.

Como Ana Catana es búho de ojos abiertos, día y noche, no puede cerrarlos. Es una realista cochina, como esos rusos de la Estética, descriptoras de miseria y cotidiabidad. —No digo que mamá no tenga Fe ni sea teóricamente capaz de alegar que existe el plano etéreo, Lo Puro, las Ideas platónicas; pero, primero Cárdenas que sea el Demiurgo— y Pedro lo dice tan seriamente, con ese solemne semblante que a veces lo transforma del Loco del Tarot en el hierofante divino. A veces odia el pragmatismo de su madre. Dice que sus ojos son como la CBS Television, con el lema «See It Now», de los noticiarios inaugurales de 1951. Ahora, ya que ha estudiado el origen de la TV estadounidense, se fija que esos cuernos fálicos que Pedro ha pintado sobre la frente de Edward R, Murrow, anfitrión pionero de las news magazine, son antenas. Torres de las televisoras. Y a los cuadros con el tema de Murrow, ahora sí sabe que se trata de Murrow, le llama: «El Mundo Que no Debió Existir», el mundo de aquellos informadores, con ojos como los que tiene Ana Catana y Murrow, ojos normativos para la Investigación en la Era de la Información, ojos de realismo socialista... ojos de lentes y cámaras de TV... Y el McCarthyismo puede que te secuestre las pupilas, se quede tras el iris para siempre, haga un cuarto oscuro o una videoteca de esos ojos.

Caterina, que no es nada mística ni persignada, es sensible y cuando como hoy oye a su hermano Pedro / el Puto, lo ama máz que a Dios, por disparatero, o por subjetivo, o por iluminado. Le encuentra un parecido con Arthur Rimbaud, según ha cotejado de cuadros. Al fin dice: —No, cabrón, eres más bello que Rimbaud.

Pedro de Marchiel-Possé, algo menor que Caterina, concluye que mucha de las mujeres que nos rodean son grotescas. Es difícil ya hablar de mujeres e idealizarlas. El lenguaje cada vez es más vacío, las imágenes quieren decirlo todo como en una fotografía y lo que flota no sirve… mucho falso altruísmo, mucho pretendido enfoque y aprendizaje. Esa CBS News que exhibió para Norteamérica las luchas por integración social y racial, ls tropas metiéndose en Alabama, los negros golpeados en las calles, también aplaudió a McCarthy y promocionó la Cacería de Brujas … basura, nena. —Y fíjate que, en la tele y el cine, se amontonan, las carnes de mujeres. Ya la gente más fea decide el arbitraje estético... lo que hay que creer… ¿Has tenido la oportunidad de ver, con sus detalles, a Irma Serrano, a Carmen Campuzano… a María Felix? ¿Tú las aplaudirías? Yo no, yo no—.

Según explica Caterina a Minerva sobre el diálogo reciente con su hermano [a él mismo le agrada el insulto que le dio un difunto, Pedro el Puto], la única personita que él identifica como digna de la sensibilidad del 50, digna de ser beatíficamente beatnik, es ella. Caterina es la única que cierra los ojos para oír mejor y se desoye a sí misma para ir a verle.

Los sicólogos que tratan a Pedro traen a su vida confusión y sinsentido; son los seudocientíficos del Cincuenta, vacíos de pureza. «Tienen los ojos muy abiertos; pero del tamaño de un culo cerrado. Necesitan lentes. Esta es la época de Clark Kent, el cegato y la gente ciega, de 4 ojos, son los que promueven executive coaching y asesoría para la industria de ser... Los grandes informadores del '50 cultivan a las Victoria’s Secret Girls... se pasan mirándondoles los calzones, tal como se los describe el cegato...

Caterina no sabe de dónde su hermano sacara la idea. Pedro dice que la mentalidad de su madre, su ideología, la poca luz que Ana Catana tiene, la sacó de aquellos años de miseria que vivió en el decenio del 1940, cuando Manuel Ávila Camacho arribara a la presidencia del país, y cambió las reglas de juego del cardenismo y la retórica nacionalista. Avila Camacho fue un iniciador del Desastre Realista. —Lo que hizo fue política de buen vecino. Tratos con los jijosdeputas que son esa gente que toma represalias cuando tú reclamss lo que te pertence. Con los ojos abiertos, aprendes que el Vecino Bueno en realidad es un jijodelachingada y ésto se lo enseñó Avila Camacho a Mamá; Cárdenas veía con el corazón. El corazón no necesita de los Estads Unidos como el Buen Vecino. El corazón arrebata y dice: El petróleo es nuestro y sucederá que fue las necesidades de la Segunda Guerra lo que permitió que Avila Camacho tuviese suerte con los gringos y la retórica contraria a la que Cárdenas sostuvo. El anticomunismo. Mamá tiene el corazón rojillo como el Cárdenas del '30, como los republicanos del Frente Popular; pero, Avila Camacho agarró la carita de nuestra madrecita santa y le dijo, como hipnotizándola: No duermas... abre los ojos, abre esos ojos grandotes, y no lo cierres...



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