Monday, April 07, 2008

Paisaje isleño en la playa


Ya no es la isla de Keos
nuestra extensa piel sobre la arena.
Nos hemos separado como dos sagrados ciervos
que se huyen al escuchar el adiós.
Cada cual se ha ido por su lado.

Cerramos los ojos a estos cuerpos que somos.
Abrimos venas que están fluyendo al vacío
y de los poros hicimos mútiples tumbas,
escalofríos que comienzan en el aire
y nos alcanzan luego.

¡Qué mucho gozamos cuando nos queríamos y hoy no!
Oí que cantaban las peñas entonces. Tú eras poesía.
No gemías. En el agua de la playa y en el humus
tu pisada fue júbilo; yo, huella de tus colores.

Ahora crecen cipreses que se han dormido
en tus ojos y con su sombra se circundan los ríos;
se te turcen los labios y encausas llanto abrupto.

Hay una brisa majadera, violentas olas que encizañan
las orillas de aquella extensión de arena
que nos fue un paraíso antes del adiós.

Y bajo las pestañas tuyas, tan aladas y ágiiles,
lánguidamente, hoy vuelan mariposas y terminan
tan quietas sobre los pozos de la suave arena.

¡Tanto que nos quisimos y hoy tragamos
en seco, memoria sin dulce cercanía,
que no evoca gratamente el olor del mar!

23-03-1987 / El hombre extendido

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