Monday, March 30, 2009

Adán Rednitz y los Kumes


En los desiertos montañosos de Baja California, a treinta millas del Este de Ensenada, hay una ranchería de indígenas Kumeyaay. Viven en lugares tan remotos como La Huerta, en relación con el rancho de los indios Aldama que se relacionan a trueque por productos de las granjas de los menonitas. Los Kume envían a sus más jóvenes individuos a las tierras que cultivan que cultivan los Rednitz. Estos han preferido las compra-ventas de cabras con los Kumes, porque con trueque se entretiene el alemán con ventaja y el indio es conforme y trabaja muy duro, repara las cabrerías y cercados de Iván, el hijo del Bávaro. Con el español que aprendieron los Aldama y Kumeyaay, se entienden suficientemente para hacer negocios. A los indios, socarrones y curiosos, la villa rusa, la sucesiva villa holandesa y, recientemente, la acentuada predominancia de las casas alemanas, les llamó la atención desde principios de siglo.

Con la adquisición de la Granja de los Güeldres, los Rednitz se han acercado a la granja de los Arnol, una de las familias menonitas más antiguas del Valle de Guadalupe. A la tercera generación, se le codicia porque Gustavo Arnol, nacido en la granja, tiene diez hijas hermosas y la más bella es Pamela. Sus hijas han ido casándose; pero las cinco más pequeñas están solteras y, a más viejo se hacía, don Gustavo más hermoso legado de hembras procreaba en su esposa. Ella prepara la sabrosa discada, carne preparada con cebolla, pimientos, tocino y salchicha guisada en un disco para arar, que aprendió cuando vivió en Chihuahua. Aprendió a preparar salsa, a la mexicana y comprar a trueque las tortillas de harina. Con la venta de galletas, con jalea de manzanas amarillas y textiles típicos, hay quien dice que los Arlon están entre los menonitas más ricos y laboriosos del Valle.

El padre de Gustavo fue un gran minero en su natal Bélgica. Fue quien construyó los primeros pozos que mediante molinos de viento extraen agua del subsuelo. A los Kumes le impresionó la tecnología que vieron de su tierra y hasta los jefes de las rancherías remotas, se pusieron en vigilia y en orden para saber de la Familia Arnol. Y todavía, don Gustavo, cuando ya el inventor fue enterrado, comparte lo que sabe. Dice que el Vientos, no los molinos, son los amigos del hombre y de la tierra seca. El ha organizado su lechería y siente que el trabajo, sol a sol, lo ha bendito y lo hizo fuerte.

Aunque trabajan para Rednitz, por temporadas, los Kumeyaay [a los que simplemente, mencionan como «Kumes»], los jóvenes indígenas manifiestan su curiosidad por los molinos de viento. Por generaciones, han preguntado por el Molinero Arnol. Los indios le creen un Shamán que trabajo con el Espíritu del Viento y el Agua y, ciertamente, le profesan respeto.

Adán, Jr. se siente un jefazo, cuando su padre lo hace responsable de la conducta de los Kumes y ante ellos los inviste de gran autoridad. «Lo que me hijo diga vale como si fuera palabra mía. Hijo mío es jefe» y los Kumes y los Aldama entienden. Sin embargo, para Adán, Jr., hay una frustración. Los Kumes conversan con admiración de Gustavo Arnol. Antes, cuando Adán, Jr. no había nacido, hablaban con admiración del Dr. Iván Güeldres, que llegó a viajar a sus rancherías, como invitado de honor o en emergencias para dar servicios. No hay una reciprocidad que él entienda. Hoy por hoy, siendo su padre quien les da empleo temporario y les adquiere sus cabras, le tratan con indiferencia, si se compara con el entusiasmo que les inspira el Molinero Arnol y el mismo «Niño Simón».

Lo que ha descubierto Adán es que puede que esos malandros del subdesarrollo, malagradecidos indios, pueden que se hayan admirado con las mujeres de la aldea que, de por sí, siendo mexicanas por ley, siguen vistiendo al estilo de las «Pennsylvania Dutch». Acaba de leer un artículo en la revista «Tú» de los que dicen los Gringos sobre las niñas menonitas de México. Han evaluado, con peculiares juicios, que son más hermosas que las inmigrantes alemanas. Esto ha bastado para que su ego de (EMO)tivo punk se ofenda. Es otro mentís contra los criterios que sustenta su padre Adán Rednitz, Jr. que, a los 60 años, se ha llenado de arrugas. Todo el dolor y la mala voluntad que trajera el Bávaro lo ha introyectado en sí.

Adán Rednitz, padre, ha contado en secreto a sus hijos lo que únicamente los Ancianos y la Junta de Hermanos, que ya se echa de menos en la Iglesia y en las Granjas, supo. Fue información que se manejó en su tiempo; pero que el Molinero Arnol no volvió a mencionar. Cuando vino a México en 1918, de seguro, se creyó que sería de la primera Guerra Mundial. Mas, en realidad, él fue uno de los participantes sobrevivientes de la Huelga de Mineros de junio de 1917. La misma fue suprimida, con terror y violencia por un soldado alemá, el Mayor General Richard Karl von Tessmar.

Durante la Primera Guerra Mundial, las fuerzas alemanas ocuparon a Luxembourg en 1914, pero, «el buen hombre no fue como esos Güeldres, vengativos, acuciosos, que son agentes sionistas; corderos pacifistas en apariencia; pero lobos».

Parte de la venganza de los Rednitz, por el presunto hostigamento, que recibieron de los Güeldres, es que ninguna de la niñas de Gustavo Arnol, «el mejor de los vecinos y hermanos de los Discípulos de Menno», despose a Simón. Y ésto es tarea muy difícil porque es Gustavo y su esposa, Susana, la que desean ese matrimonio para la menor. La Consentida Pamela.

Pamela es lista. La maestra Fredrika de Bülow y Mamá Claudia han conversado que tiene la belleza de las antiguas doncellas de Treveri, más célticas que germánicas. Los holandeses llaman a la provincia belga de Luxembourg la Antigua Aarlen.

Cuando el Molinero Arnol vivía fue el más íntimo amigo y querido hermano que tuvo el Dr. Güeldres y mi abuelo.

El Abuelo contaba contaba, por haber vivido la guerra, que Aarlen / o la municipalidad de la familia Arlon, fue una de las primetras víctimas de la Invasión Alemana de 1914. Ese año ejecutaron más de un centenar de habitantes, a solicitud del Coronel Richard Karl von Tessmar. Y durante la segunda Guerra Mundial, la tierra de la Familia Arnol estuvo entre las primeras invadidas otra vez la Alemania nazi.

Don Gustavo es el hombre, maravilloso hombre, que me ha subido a su carreta de latón, tirada por percherones, para que sienta la alegría de un Domingo durante la Semana Santa. Lo recuerdo con su sombrero de ala ancha, sus pantalones con tiradores y sus zapatos de labriego. A doña Susana, como sus hijas mayores, vistiendo con sus cofias, los vestidos largos y botines negros. También Mamá Claudia no perdió la austeridad de sus costumbres; pero, como era artesana y cosía, sus vestidos fueron sabiamente por ella misma y la ceñian para que se respetara la hermosura física de su silueta. Sabía que la belleza externa es importante. La mujer bella es alegría y adorno para el hombre. Y, me acostumbré a ver la belleza de Pamela, y bendecirla y escuché de sus labios, las confesiones de la mutua atracción.

Le enseñe a decir en español que la amo y que me quiero casar con ella. Por lo menos, sería como una clave, para tener algo tan privado que no lo entienda si no ella y yo.

«Este es nuestro secreto»

«Sí» dice ella.

«Si Dios lo quiere, un día me casaré contigo».

«Wen Gott es so will».


Siempre reía porque se le acaba su limitado vocabulario en español. A todo cuanto salía de mi boca, en español, decía sí.

«Eres la muchacha más linda del mundo».

«Sí».

«Vamos a tener muchos hijos».

«Sí».

«Van a ser muy feos, pero tú lo querrás».

«Sí».

«Más feos que tú».

«Sí».


Para enamorar a Pamela, en ocasiones, Adán, Jr. se ha hecho acompañar con los más fornidos y adustos Kumes. Se ha presentado por los alrededores de su escuela y se ha despaseado cuando cree que a Pamela, o a sus hermanas, puede hallársele y vérsele con semejante compañía. Y les presume que se casará con la más linda de cualquiera de las niñas que vea, todas con las caritas rosadas, los ojos azules, como los ángeles que ellos visualizan en las iglesias, o dibujados en estampitas.

«Así de hermosas son las belgas».

Y los Kumas no entienden lo que él dice, porque Bélgica, belga, Holanda o holandesas, son referencias sin sentido. Lugares o gentes que no existen en su vocabulario.

«El Niño Simón, hermosa verga, para ellas».

«Valió madre platicarles».

«Niño Simón chuqui, chuquis».

«Mögen Sie es?»

«Verga»,
ríen los Kumes totalmente desorientados.

«Ich bin enttäuscht».

La presunción fue incómoda. Ahora sabía que los Kumes le perdieron el respeto y se dedicaron a enseñarles el peor y más agresivo lenguaje que sabían. Fue a mostrarlas el paraíso y se reído de él los ignorantes. No puede asimilar la ironía, o que ha salido mal.

«Verga para tí, pitero de mierda», y se iban riendo por el camino.

Y aunque supo que no entendieron la diferencia de una belga y una verga... no se sentía capaz de instruirles, o rebajarse a explicarlo.

«Valió queso», dijo, «verga me vale todos ustedes, indios».

Les imitaba las risas.

«Verga, verga, me valen queso... ja ja ja».

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