Sunday, March 29, 2009

Cuéntamelo todo


Mamá Claudia, cuando ya estaba enferma, sólo me conversó una vez sobre Los Rednitz (a los que llamaba Regnitz). Fue un domingo, meses antes de morir.

Ella tenía ideas que, por de pronto, consideré extrañas. Decía que no olvidara el amor a cada cosa, a cada circunstancia, aplicado a todo, porque ese amor sobre el que ella hablara era el verdadero Ser y lo que nos hace y hará cardinales y transparentes. Para ella, el Ser no es una cosa neutra, sino algo que nos busca. El Ser viene por nosotros y nos corresponde, como criaturas o almas animales, hacerle espacio. Mamá dice que el Espíritu se recibe, que se enciende como la zarza de fuego, y que la personalidad cardinal, transparente, es la buena tierra, la Sión interior, donde ocurre tal epifanía. La Biblia es un libro de metáforas sicologistas, esotéricas, en buen sentido, no pagano.

Dentro de lo que deseara explicarme, había el juicio posible que emitiera contra la Familia Rednitz y su explicación para mi queja de que ellos nos hastían. O buscan para incentivar sus pleitos. En la escuela, por ejemplo. En las ya casi desaparecidas Juntas de Hermanos de los Discípulos de Menno.

Supe que los Regnitz que llegaron al Valle de Guadalupe son alemanes de Bavaria. Lo fue el padre de Adán, Jr, y el abuelo bávaro. Se radicaron con la secta en el decenio de 1920. Mamá redondeó ese decenio, pudo ser a mediados. Sin embargo, tenía la seguridad del motivo por el cual llegaron. El primer matrimonio de los Rednitz se consideró una víctima de lo que llamaron la Abdicación de Noviembre, o la Declaración de Anif. El rey Ludwig III liberó de obligaciones y juramentos al personal que servía a él y el Estado. En ese momento, el abuelo de los Rednitz ostentaba una oficina miltar. Lo que advino, inmediatamente, fue un nuevo gabinete, con un tipo de gobierno republicano, bajo el premier socialista Kurt Eisner.

Mamá Claudia había escuchado a Iván Rednitz, padre, dando referencias de la llegada de la primera familia Rednitz al Valle de Guadalupe. Y ocasionaba curiosidad y zozobra que dijera que el primero de los Rednitz fue militar y vivió los pocos meses del Gobierno de Eisner. «Vivimos la época del terror». Otras familias de Bavaria que llegaron muchos antes que los Rednitz se enteraron que Eisner fue asesinado en 1919. Y en los años que subsiguieron a este derrocamiento violento se originó una represión muy sangrienta contra los comunistas. Se estaba ya en los preludios del Nazismo. Un advenimiento del poder totalitario, extremista y homicida, que Mamá Claudia marcara con el hito del incidente de la Cervecería, el Putsch de 1923 y la conversión de Munich y Nuremberg en baluartes del Tercer Reich.


11 de marzo de 1960
«Con la Comunidad de Chichihuatl, en Guadalupe, vivió un hombre que ha dicho en sermones en los campos que, antes de hacerse pacifista, sirvió a la monarquía Wittelsbach en Bavaria. Culpa, con mucha amargura, que el revolucionario socialista Eisner fuese con su presión sobre el gobierno de Ludwig la causa de que perdiera el empleo. La monarquía cayó en noviembre de 1918. El oficio del hermano de Bavaria, ingresado al Discipulado de Menón, fue militar y tuvo un cargo administrativo en el servicio castrense. Hasta la fecha, él parece un varón de Dios, disciplinado para el trabajo, aunque ocasiona incomodidad cuando se gloría de que su jefe en el ejército bávaro fue Anton Graf Von Arco, quien fue condecorado por el régimen Nazi como héroe del movimiento. Nos parece inapropiado que, a pocos días de que la Fuerza Aérea Alemana bombardeara, varias ciudades holandesas y de los Países Bajos, el Anciano Rednitz predique ante los menonitas holandeses que lo han acogido, sin preguntar sus expedientes, sino confiando que es un hermano por devoción a los preceptos de paz, misericordia y perdón... Anton von Padua Graf, recordado por muchos alemanes de Bavaria como el asesino del dirigente socialista Kurt Eisner en febrero 1919, no es digno de encomios en el Valle de Guadalupe. Es hecho conocido que Von Padua Graf fue un aristócrata, monárquico y autoproclamado anti-Semita, a pesar de que él mismo tuvo ascendencia judía. El asesinato del judío Eisner constituyó un acto de guerra racial en el que se validarían ciertas aspiraciones ultranacionalistas. Con el asesinato de Eisner, un judío acomplejado de su genética quiso probar que era valioso para cualquier grupo aunque se le rechazara su membresía solicitada a la Sociedad Thule Society, en parte porque es en parte judío...»


Ahora es mamá Claudia quien prosigue con su interpretación sicológica y espiritual de qué pudiera estar sucediendo con el primer Rednitz.

Aún en la pasividad, en el lugar seguro donde se escondía, «aquí en el Valle», él seguía siendo un soldado negativo, organizador de impulsos que subrayan agresividad, destrucción y separación. Un representante de la maldad temible, según la frase del Benefactor Molokano. Fue el primer gran divisor que se asentó en Chichihuatl y el modelo de su ideología los enseñaba a los suyos para crear el grupillo bávaro. Esencialmente, su problema, sus conflictos internos y crisis existenciales, radicaban en un simple hecho: no creer en la bondad fundamental de las personas.

Es redescubrir al hombre innatamente bueno, al ángel espiritual, lo que puede convertir al menonita en exponente sincero del Reino de Dios en la Tierra. Y si un ácrata ateo, como fue el benefactor Güeldres, pudo redescubrir al hombre en la piedra angular de su Sión interna, en las doce puertas de la carne y en el alma biológica y decir, «Gracias, Dios mío, que nos hicíste buenos, potencial e innatamente aptos», todo el mundo tiene la oportunidad. El ateo Güeldres se hizo molokano y, sucesivamente, menonita.

Iván, padre, pidió a los Güeldres de la Admistración y al Obispado menonita, hospitalidad y, en tales fecha, dijo que no huyó por razones políticas, que era un estudiante de Leyes y dio simpatías a Eisner y al Partido Independiente Social Demócrata de Alemania. «Tengo mucho en común con usted, profesor. El amor a la ley, entre otras cosas». Esta fue la mentira; pero, la esposa de él, quien era más afable y con mayor estabilidad emocional, conmovió a los Güeldres. En apariencia, fue más sincera y declarativa sobre la razón para el refugio.

«Estamos desesperados, señor mío... Sé humilde, Adán... No terminaste la carrera. Eras brillante, con un buen empleo... ¿Sabe, señor mío? El sabe mucho. Fue oficinista, con responsabilidades administrativas. Puede ser útil aquí. No somos gente de campo; pero estamos en miseria».

«Comprendo».

«Hemos sido perseguidos».

Güeldres asumió equivocamente que el régimen represor de Eisner y sus partidarios lo aterrorizaban.

Lo que vendría en aquellos años, después del asesinato de Eisner, fue y había sido razón suficiente para abandonar el país. Los Güeldres disciernen estas razones. Las compadecen. «Quédense. Veremos cómo se les ayuda y ocupa».

De las categorías de personalidad, como decía Mamá Claudia, los Rednitz son más que los inteligentes, los planeadores extroversos. De mis ancestros, en contraposición, ella dice: «Dos seres maravillosos porque eran Inteligentes, perceptivos que curiosos, más analíticos que reflexivos, más artísticos e ingeniosos que refinados y sofisticados, bien informados más que cultos y más versátiles que originales, pero, ¿sabes, hijo mío?... siempre compasivos y profundos, porque creen que Dios honra al hombre bueno. Dios le abre el espacio para que sea Dios Quien les infunda el Ser-espíritu».

«Pero: ¿confiarán los Rednitz su Ego a Dios?»

«Claro que no. Creyeron que a Dios lo pueden engañar identificando la fe con lo que no lo es, sino con la dependencia en sus rasgos de personalidad... Son organizadores mundanos, líderes fuera del círculo de Dios, mentirosos, carentes de escrúpulos, responsables en apariencia porque son obreros eficientes para la maldad y el engaño. ¿Y qué hacen aquí? ¿por qué elijen una comunidad de 300 familias, aisladas y dóciles? Son planeadores, con el corazón deliberado por sus causas, no la causa de todos. La comunidad ha sido el medio para su fin egoísta y personal. Son prácticos, pero no concienzudos, parecen serios, mas no confiables... ¿Es confiable la persona que afirma tercamente que el hombre es malo por naturaleza y que no tendrá redención? ¿Tomó Jesús la cruz en vano? ¿Se hizo humano en la carne y en el dolor del alma: para que simplemente se burlaran de su sacrificio?»

«Entonces, Mamá, ¿desprecias a los Rednitz tanto como yo?»

«No he dicho que los desprecio, aún cuando nos produzcan ansiedad. Hablo sobre los dos. Reconozco que son agresivos, con mucha sutileza; es un rasgo cardinal que los distingue... pero pienso que sufrirán mucho más que nosotros, porque niegan la realidad de lo que está dañado por sus actos. No son humildes. Han venido ocultándose en un lugar que no les pertenece y no se hizo para eso. Esta colonia no es el medio natural para que vivan. Tendrán que transformar la aldea a su gusto para que se queden. Es por lo que han luchado por el poder comunitario desde 1920 y lo van a seguir haciendo. No van a cejar hasta despojar de tierras a cada holandés, o a los rusos que dejaron la Villa de Guadalupe y se mudaron con nosotros».


Lo que está claro es que el Abuelo bávaro no aprendió español. Su hijo mayor, sí. Y tuvo seis, al menos. Con gente que habla español, hace sus desvergüenzas y los culpa. El ordena la desvergüenza y deja sin empleo a los holandeses que pueden cumplir el trabajo desde dentro de la comunidad para mantener su cohesión de grupo. Quien controla las oportunidades, controla el poder y se vuelve el poder económico de quien no tiene propiedad.

Es obvio que, no en todos los seis hermanos Rednitz, hay el mal influjo del Abuelo Bávaro. Algunos han desertado la aldea por antipatía con él, pero, principalmente, porque los negocios de vino tientan. Y Ensenada necesita de estos expertos del Valle de Guadalupe, que destilan buen vino y hacen quesos sabrosos. El ruso se regresa a la vida humilde y anónima de Chichihuatl. El bávaro ambiciosa toma la Ruta del Vino y se a Guadalupe. Allá despoja, con su codicia, y olvida que había sido un hermano menonita y su visión de prosperidad no es acumular por egoísmo y sentido de grandeza ante los hombres.

No es suficientemente irrebatible lo que yo sospecho. O tal vez lo que Mamá Claudia no dijo, «porque sólo a Dios corresponderá que lo diga y que se juzque más allá de las dudas». El Abuelo bávaro de Iván, Jr. fue un militar, adepto a Anton von Graf. Y peor un cómplice y las armas del gobierno monárquico las traficó para que se hiciera resistencia a Eisner y se atacara a los comunistas. Ese fue el papel que tuvo y la razón para que se le persiguiera.

Un instinto de autopreservación, un impulso de vida en el peor sentido con que se infiera el significado de vida, cuando estuvo recién casado, lo hizo mudarse de país porque, como soldado reprimió a los militantes socialistas. Fue un asesino. O el traficante de armas para los asesinos.

Cuando más destacó como criminal, ya no era miembro de la Armada. Se le dio de baja con la Abdicación de Ludwig. Mas se quedó, con sus gestos conspirativos, al lado de Von Padua Graf. Y, sin la necesidad de clandestinidad, traficaba y se daba el lujo de buscar a sus viejos aliados en la Armada y visitar la cárcel para favorecer a los homicidas. Opera con mañas de enemigo infiltrado y utiliza su mujer dulzona y llorona, a sus hijos, a sus nietos...

El Abuelo Güeldres dio una buena explicación del por qué ha sido la costumbre de los Rednitz entrar a la casa mis padres en el Valle de Guadalupe y al consultorio que el Dr. Güeldres tuvo en Chichihuatl. Se infiltra, aprovecha noches y ausencias, aprovecha sombras oportunas.

A su regreso de Rotterdam y Almelo, pasada la guerra y la victoria sobre Hitler, el Abuelo Molokano documentó sus sospechas sobre los Rednitz y su papel de complicidad en el asesinato de Eisner.

12 de marzo de 1960:
«Lo hablé en dos o tres ocasiones con Adán Rednitz. Su padre había conspirado con invasiones de morada y suficiente razón fue para que se expulsara de la colonia. No digo que mis papeles valgan, al punto de clasificar como robo lo que haya sido la intención del invasor. Digo que es inmoral que un Anciano rebusque escritorios, archivos, cajones de documentos que no son suyos... Y, por conversaciones que tuve con mi padre, una vez regresó de la resistencia y organizó viajes de cooperación con organizaciones de refugiados judíos, se han perdido una serie de fotos que él había adquirido. Las fotos las escondió en mi casa y, con las mismas pensaba que enmendaría un error que cometió a mediados de 1925. Entre 1920 y 1924, en la celda 70 de la Prisión Stadelheim, estuvo recluído Anton Von Padua Graf, sentenciado a muerte... eventualmente, con su sentencia reducida a cinco años, por un juez anti-socialista y ultraconservador. El Anciano Rednitz, de los menonitas del Valle de Guadalupe, aparece en fotos tomadas en 1925, visitando a Anton en la prisión, por lo que la amistad con el asesino convicto parece estrecha. Una vez, como segunda indiscresión de mi apasionado padre, lo advirtió: «Usted visitaba en la prisión al asesino de Eisner, ¿verdad?» y, por supuesto, Rednitz lo negó. «Sucede que las fotos no mienten. Las fotos que yo tengo» y tenía una carta de alguna parentela de la mujer de Von Padua Graf, o de la esposa de Rednitz, que también fue de la cepa de los Arco-Zinneberg... Dicho ésto, ya sé lo que Rednitz y los Arco-Zinneberg temen a tantas millas de Bavaria. Crímenes, o complicidad con los torturadores, sí, los Nazis».


Una frase de Mamá Claudia, Pamela la adoptó y me placía al oírsela. «Cuéntamelo todo». Todo lo que me hiera, lo tendría que decir a mamá. Todo lo que vea y no entienda. A ella, por confianza, ir para que me absolva. Es una frase, no digo de perdón, de consuelo. De fe en la bondad innata que he traicionado porque no me sinceré del todo con mamá. Guardé mis mañas para desobedecerla. Quien es afable lo cuenta todo y no teme. Yo no soy tan afable. El ángel de la Sombra me amarga, me sugiere el mal. «Tén una pequeña radio, díle a tu madre, obséquiala. Abba está de moda, escúchalos. ¿Qué necesidad de que tu madre lave a puño todo ese traperío de la familia y de otras vecinas... cuando basta una carta a los Arhaus, a los Delfzij, y te compran una lavadora eléctrica, una nevera tan grande como la de los Rednitz, para que siempre tengas helados en la casa y no andes sediento? Se necesita ser tan jodido, olvidado de Dios, para que no hayas probado jamás la Cocacola ni hayas visto cubitos de hielo, excepto los de las granizadas que caen ocasionalmente sobre los campos?»

¿Y me dices cuéntamelo todo? Si te cuento todo lo que el demonio dice, te echas a llorar, me abrazas y lloras y me quema tu angustia...

Me gustaba que ella me dijeran cómo soy, o cómo voy siendo. Que aplicara sus categorías de personalidad para marcar la diferencia que me particulariza frente a seres como Adán Rednitz..

«Te hace afable para Dios el que eres cortés y cooperativo, más que desprendido y flexible. Eres cálido más que indulgente y servicial; eres considerado, tierno, bondadoso, todavía no lo suficientemente compasivo ni justo».

«¿Crees que soy cariñoso?»

«¡Qué pena, hijo mío, que te sientas solo! Siquiera eres abiertamente afectusoso conmigo! Pero no es culpa tuya. Ni son cosas de genes ni de introversión dañina... Eres muy jovencito aún para saberlo todo... pero cuéntamelo todo, hijo mío. Yo te ayudo. Cuéntamelo todo...»

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