Yo, el creador,
descubridor del maiz,
fabricaré a la mujer.
La pondré en las milpas
como una mialma, alma mía.
¡Sí, ella será la flor más blanca
del nabaco, mi alegría!
No verá su rostro la ceniza
¡puño del sol, jamás!
Será luna y arrebol
la mujer de mis manos.
De rato a rato, verdaderamente,
en sus muslos, el día de Inti
gozará sus mollejas
y será dulce, blanda, vibrante,
si es que el coito fue
alguna vez amargo y torpe.
¡Voy a crearla y no para que muera
como alimaña atrapada en el mocuño!
¡Quiero que nadie la ofenda!
Y quien se atreva a hacerlo
por cualquier objetivo de sustancia:
¡que rompa y pague porque será más
luminosa en la noche, mi creación!
13-5-1979 / De El hombre extendido
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