Saturday, October 30, 2010

Las juderías / 17 / El Moisés cornudo

De Las Juderías / novela de Carlos López Dzur

17. El Moisés cornudo y sin timbales


Cinco senderos son, sus dedos ricamente teñidos de pasado; otros cinco, hábiles comunicantes con futuro.

A su epidermis se añaden: el cielo de las uñas con su color de pétalos rosados e insinuante red de venas azulosas; también el verde imperceptible, la esperanza tejiéndose en lo oculto, utópicamente vital, señera, en su imperio.

Sus dedos largos, tan finos, tienen el rastro de edades, sus muchos alcoiris y en terso corazón, labios melodiosos. Ella es una piedra que juega con los lirios.

A sus manos las desplaza suavemente como si fueran ramas lentamente acariciadas por el viento. Ella se sabe un árbol, o una hidríade... (aún es graciosa cuando atrapa la pureza de las cosas y se rebela contra el estío del mundo).

Los nudillos, cinco besos son, los más sólidos, apasionados y fieles y las yemas de sus dedos, mapas, geografías, viajes trazados en la carne que buscara horizontes (donde abundara más el amor que las cosas).

Yo no creo que su cara tenga arrugas, sino pecas, besos de mariposas, revuelo de muchos gestos que visitan su rostro y escriben en la piel su amor y la llenan de memorias y relámpagos. [Carlos López Dzur: A las manos de mi abuela, 1980]

Al finalizar el día sábado, las especies (que había molido en el almírez) mi padre nos las daba a oler y, al apagar una vela, ungiéndola en una copa de vino, decía que la eternidad había sido separada del tiempo «con las horas», igual que el gozo y la discordia, el descanso y la faena, y con tal havdalah, cada perico a su estaca y cada chango a su mecate. Se dividía al día santo así, con rito de separación, de las otras horas, las que él llamaba horas inmundas de la Historia.

No me gustaba que dijera que la historia tiene horas inmundas. Acepto la realidad como es: «Si un elucidario de horas acontece en la historia para el aprendizaje», decía Mamá, reprendiéndolo, algo que también se le habría dicho Benavito. No tiene que ser una condena la horas, si uno divide lo agradable de lo que no lo es... No, no es que quiera juzgar a mi padre, e imponerle ideas; pero yo le busqué diálogo para consolarlo cuando le miraba amargado y, en su lugar, me desautorizaba con malas palabras. «Usted se pone a estudiar mis libros de biología y se deja de jeringar con pendejadas».

Para ese tiempo, un viejito siempre esperaba al tío Andrés que de viejo adquirió la manía de mascar tabaco. Dicha amistad mía que salía a avisar, si acaso Andrés estuviese en la casa, no agradaba a mi padre. El Cotorro me parecía un viejo simpático y divertido. Mas si entiendo el punto de vista de Abram. Con el pasado de Benavito, sus mujeres y la mentada Paquira y Rosa Belén se entretuvieron los tabaqueros y con los cuentos, pasados de boca en boca, se enteró El Cotorro. Este viejo, lector de La Partagá y Regalías El Cuño, todo lo cuenta a su modo. Se mete en lo que no le importa («y nos toma de punto»). Entonces que se vaya a chacotear a otra parte, que «somos gente decente».

El fue quien me contó que mi abuelo había vivido caricaturizando a Antonio, su primo de Cárdenas, y sobre los odios que éste sentía por la España represora del Carnicero Weyler y, poco después, su rencor por los yankees. De hecho, Leopoldo le parecería otra versión de Antonio, sólo que sus odios se concentraban en destacar el rol de las falanges anti-comunistas en Europa. Y creía que Occidente debía, aliarse con los comunistas, y destruir el fascismo y el nazismo. «Y Leopoldo, por dinero yankee, le vende el alma al diablo, porque no es nada consistente con lo que cree».

También fue el Cotorro quien me narró, por primera vez, que Leopoldo se personó en La Habana, tras su primer viaje a Texas, y se peleó a golpes frente a La Bodega y tuvo que salir La Sueca y evitar que se mataran, a puros puños, aquellos dos viejos. A esta historia se la tituló sobre cómo y por qué le salen cuernos a Moisés. «Todo este asunto es una mala traducción del Exodo y sobre el momento en que él descendió del Monte Sinaí, con las tablas de piedra en que escribió el nuevo pacto, explicó Benavito en un texto que leyó en una sinagoga de La Habana. Benavito avizoró, con ojos de nueva profecía, que el Altísimo, el que es Luz secreta, traía a una mujer luminosa y, en su experiencia de fe, tan personalísima, sería La Sueca o una mujer como ella, con la piel suave e inefablemente hermosa.

Tal vez sería por una de esas bromas acerbas de Leopoldo que, si dicha por confianza, produjo una violencia indeseada: «¡Ah, Benavito! tú glorificas a esa mujer, mi hermanastra, y tú no sabes con qué puta madre se la buscaría Otilio, mi padre, que después de parirla, la envolvó en unos paños y la dejó frente a casa». Y aún dudó que fuese hija de Otilio. Fue la razón para que se enfrascaran a golpes. Sugirió, en adición: «Que las suecas están imbuídas de liberalismo e ideas modernas sobre la sexualidad», dijo Leopoldo.

«Explícame qué es lo que quieres decir! ¿Cornudo porque la casé demasiado jovencita y ya soy viejo? ¿Que ella me haría cornudo? Te digo que ella no provee cuernos, ni a mí ni a nadie, porque no hay pendejo que la ofenda», le dijo Benavito, se vale que la proteje y comenzó a bendecir las manos de su esposa que le daban devoción y cariño, como si fuese un mozalbete todavía.

«No se vale que me digas pendejo porque me basta que se haya criado en casa para que yo la respete, como ahijada de Otilio, mi padre».

«Tierra buena es esa mujer, gloria para mis manos».

«Bla bla blah», lo burló. «Lo que dije es que ella ha pintado a un monigote asexual y cornudo».

Y con ésto se aludía al quod cornuta esset facies sua que, de seguro, ambos habían leído del libro de Habacuc. de una mala traducción latina. Se maltraducía «manos» por «cuernos», por lo que, según decía Benavito, Otilio y él, como esposo, trajo a Dios de Temán y la señal de su Santo del Monte de Parán «y su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de alabanza y el resplandor fue como la luz; rayos brillantes salían de su mano. Como fue en medio de la primera Guerra, dijo que allí (una mujer hermosa para el Caribe) había escondido su poder; aunque «delante de su rostro había mortandad y a sus pies salían carbones encendidos. Se levantó y midió la tierra; miró e hizo temblar a las gentes; los montes antiguos fueron desmenuzados. Los collados antiguos se humillaron».

«Sí, primo. Recuerdo todo eso. Lo hablaste en la sinagoga; pero, glorificas a una mujer mortal, ordinaria, una que yo conozco. No compares la Señal del Monte de Parán y la gloria que cubrió los cielos con ella. ¿Qué de especial observas en mi hermanastra, a no ser su guapeza y juventud? ¿Que pinta con sus lindas y delicadas manos? ¡Pues, yo diseño planos! y soy mejor arquitecto», dijo con un tono machista.

«Tú lo que eres es un hablador. Juzgo la situación de la viuda de tu padre y, ¿quién si no mi esposa es su única compañía? En llorar a Otilio, como una rata en la planta baja, se le ha sido la vida a tu madre... ¿No ves que mi reina es la consoladora? Para pintar y consolar tiene las manos».

Al llegar e intalarse en La Bodega con Benavito, la mujer de la discordia trajo consigo sus libros de arte. Alguna vez, muy niño, abrí uno de los libros que pertenecieron a ella y que se almacenaron en un sótano de la casa. Ví una reproducción del Moisés cornudo (de Miguel Angel) en una página; seguramente, de donde ella sacó la idea para pintarlo al óleo.

«¿Y dónde están las gandumbas del hombre que habló con Dios? si es que te crees Moisés, Benavito, y piensas que es a tí a quien ella pintara», había preguntado el provocador.

El Moisés que fue dejado en un canastillo y rodó por los ríos de vida, sin saber que habría de ser el judío más luminoso, cubierto de velos, para que pudiera hablar a las gentes en los campamentos de Aarón... «no soy, Leo, porque yo soy más temperamental y te parto la cara y te rompo las Tablas de la Ley en las narices... pero deja a la mujer que yo adoro, a la hermana que vilipendias, fuera de tus puercadas y blasfemias, ah»

Y se trenzaron a golpes.

«¡Qué poca pinga!», pensé. Ahora, sin querer, imagino el tipo de conversaciones que Benavito sostendría con los gentiles y que sacaban sus indiscresiones, ¡ay, qué abuelo! cuando iba a arreglarse las barbas con el padre de Lleó. Y como era, cuando quería un poeta y, cuando no, albayalde, le dijo a Leopoldo, con insultos, hasta del mal que moriría. Sin duda, del barbero supo y le contó a El Cotorro que el falso Moisés es Leopoldo, un liberador de pueblos en base a la sangre de su hijo Leopoldín y sus empleos mercenarios con los yankees de Texas, es que lo es. Benavito sacaba de su albarda, el nombre de Miguel Angel, pero si su versión de Moisés careciera de cojones con tamaño, en su pintura, o escultura, y tuviera con dos cuernos, seguro que el modelo mienta a Leopoldo y les dijo más: «Que no jodan conmigo porque conozco los nombres de todos los herniados de vejiga, víctimas de la vesicocele y la anorquidia, que hay en la cuadra».

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31. La dura reconciliación / 33. Bartolo tiene una flauta / 18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo / 19. Presentaciones de rigor / 20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 26. ¿Quién es el faraón? / 28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»

Tuesday, October 26, 2010

Las juderías / novela / Caps. 28 y 29

28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»


«El caso de los armenios en Turquía es el primero de los genocidios del Siglo XX. Las matanzas sistemáticas de armenios durante la dictadura de los Jóvenes Turcos constituye una muestra de una masacre que acabó, según varias fuentes, con la vida de cerca de millón y medio de personas»: José Carlos Rodríguez

Hoy, olvidado día del mes, a mediados del año de 1955, la casa está más llena con visitantes que en el sepelio. Ahora no morirá un ángel. Sara está embarazada otra vez. Malká aún vive y, fuera de la depresión por la muerte de su primer nieto, se ha recuperado. Es una señorona que comienza a canear, pero, dulce, atenta y saludable como cuando llegara a La Habana y se ganó el mote de la kifer, la primera sueca de Benavito, el Viejo Rabino.

Dicen que hay razones para festejar; pues, la pareja ha superado la amenaza de divorcio que lanzó la parturienta. Mas este día ella no lo recordaba. Lo trajo a la memoria Doña Malká Matías-Aaargaus de Abram y es que, hará pocas semanas, con Andrés fue a ver por última vez la casa en que se criara en Basilea (Suiza) y que una nueva cepa de Matías (los Matías Dähl, hijos de Leopoldo en los EE.UU..) vendieron por una bicoca, premuras y líos, en que se metieran. Les estorbó que Malká apareciera en la herencia del Dr. Otilio Matías de Neves (1850-1918), nativo de Valderas (León, España) y que Leopoldo, ya viejo, quiso a su «hermana bastarda», dándole parte de lo propiamente suyo por mandato de su padre.

Lo que ya se supo es que Otilio amó a una Aaargaus que no lo quería y que sus nuevo hijos en los EE.UU. vivieron un estilo de vida que conlleva a la ruina y, para que no les expropiasen lo que más quieren, venden lo que más vale y no es plenamente suyo. Por consiguiente, les pagaron a Andrés y Malká el viaje para que vean cómo se corta el pasado. Fue el «viaje de la tijera».

«Esta es la casa en que se crió antes de irse a Cuba. Leopoldo, antes de morir, nos dijo que puede que usted sea considerada aún co-dueña porque fue deseo de Otilio Matías que algo recibieran todos sus hijos».

Unos jovencillos impetuosos, malcasados con mujeres ambiciosas, contaron 5,000 dólares y le dijeron: «Esta es su parte». La Sueca sólo quería ver la casa por última vez; a veces la soñaba, por causa del bello paisaje y las montañas nevadas que no olvidara y porque echaba de menos a Otilio, cuya muerte lloró como si fuese la de Benavito, su esposo.

Dos años antes, en cuanto a Sara, a poco de que falleciera su primogénito, ella viajó fuera de Cuba. Al fin, accedió tras unos periodos en la base de Guantánamo, y dio otros saltos, otra vez con la compañía del esposo. El servicio médico-militar de Abram se programó con estadías en Guantánamo, Panamá, Alemania y España, y Sara rompió la vida sedentaria que le ataba a La Bodega. Y, como era muy desenvuelta y de carácter tan entusiasta, no se imaginaba a perpetuidad en la soledad del edificio viejo.

«Hay que aprender a viajar hasta con la imaginación», dijo a su esposo. En cierto momento, Abram durante la tertulia con los americanos de la Base, oyó que Sara dijo a un árabe-estadounidense que le preguntaba si alguna vez viajó a Jerusalén, o a los países árabes. «Aún no, pero me gustaría». Observarlos tan jovialmente dialogantes lo sorprendió. El «inglés conversacional», «de guerra», con acento británico de Sara, había evolucionado grandemente y ahora, con su dejo europeizado, bastante simpático, se metía en meollos filosóficos y novedades cosmopolitas. Y le era suficiente para ser sincera y articulada con todos y decir: «No, no, yo sigo siendo judía», detalle que Abram le había prohibido para que se haga «ciudadana estadounidense» y se evitara ser objeto de prejuicios, ahora que la ciudadanía americana abre todas las puertas y significa que se es individuo de primera clase.

«Me habías dicho, Mr. Abram, que tu mujer es marrana y que tenías una becerra en la casa», broma por judía conversa y La Becerra, por alusión a la instructora de hebreo. Después, redirigiéndose a Sara, le dijo: «Bien, bien. You're not! It ‘s so fine with me! I love Jewish people! ¡Qué buenos que seas Niña del Libro! Que conserves el bagaje y el espíritu de tu semitismo». El árabe hasta aplaudía. «Es que él me dijo que eras muy occidental y ya cristiana».

El Ingeniero de Calderas de Guantánamo dijo que su nombres es Azeeza (y que precioso, él no es, tan sólo el nombre pero sí fue «deseado». Y eso significa su nombre en árabe. Deseado y precioso. Entonces, preguntó a la pareja si ya tenían el nombre para el bebé. Y repasaron muchos nombres posibles, en caso que fuese niña o varón. Y este momento fue lindo para todos, aunque el Capitán de Ingenieros decía que si fuese nacida hembra, le gustaría que algunas de sus sugerencias fuese tomada en cuenta: Marya o Zulaikhah fueron unas, «porque usted es una madre linda de apariencia». Claro está, ella pensaba en nombres hebreos, pero, hay mucha familiaridad entre los nombres semitas: «Su nombre Sara significa ‘maravillosa’; en árabe, Zaraa, la Dama de Jannah, y es un nombre musulmán, digno de su persona».

Con Doña Malka, el Ingeniero Azeeza también se deshizo con gentilezas y le dijo, entre el repertorio de nombres musulmanes Malak, hija de ángel, y Malika, Reina y Maryam, nombre éste que sólo tienen las damas famosas en su tierra natal. «Y si naciera un varón en la casa del Dr. Abram, llámenle no ‘my son’, sino Maysoon, porque con este nombre será de hermoso rostro y cuerpo».

«¡Usted nos entretiene, Mr. Azeeza!», le dijeron oficiales viendo que quería el privilegio de ser compadre / padrino / para los hijos de Abram, y se sabía que su propia esposa, árabe como él, no le daría hijos. Ella sí es estéril y, en estos momentos, fue víctima de la polio.

«No quiero que hablemos cosas tristes», dijo Abram, quien se acercó a mostrar dos botellas de vino, que sacó de los viejos acopios de mercaderías que había en La Bodega. «Son vinos de Valderas, León, España, de los que gustaban a Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y Villalobos, y al Dr. Otilio Matías de Neves, antes que se fuera a Suiza y Holanda, los disfrutaban y traían como obsequios». Estaría presumiendo unas botellas, traídas a La Bodega entre 1895 y 1900.

Fue una de las pocas veces que Sara escuchó a su esposo referirse a sus parientes Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y hablar con cariño sobre los leoneses de Valderas. Fue ella quien lo llevó a España por primera vez. En su breve rememoranza de Otilio, él mencionó que éste estuvo casado con Claudia Aaargaus, de cuya unión nació Leopoldo («El Sueco»). «El fue el primer sueco de verdad» y con risita nerviosa, «nosotros nos hacemos los suecos», querría decir los seguidores de un maltentendido, «porque sueco no hay ninguno». Y Malká, quien recién estuvo en Basilea, le dio la razón y lamentó que se vendiera una bella casona en Suiza por unas migajas y cómo ella tiró $5,000 a las caras de los nuevos suecos y les dijo: «Hagan lo que quieran con la casa, pero yo nos seré cómplice de la estupidez que están haciendo». La urgencia de malgastar el dinero y que rodara a la basura el patrimonio que no fue sólo de Leopoldo, el Sueco, también suyo por lo testado por Otilio.

«No hablemos sobre cosas tristes».

Llenaron copas de vino de Valderas. Abram, mientras servía orgullosamente del vino, añadió otro detalle. Su padre Benavito, cuando finalizó sus estudios en la Universidad de Basilea, se estableció en Matanzas. Sería poco después del 1901 o 1904, y comenzó a ejercer la medicina. En 1906, sirvió como médico entre las tropas norteamericanas que sofocaron la rebelión liberal de los negros. Regresó a Suiza en 1906 y de regalo de bodas, entre su padre Ruy y el Dr. Moritz Abram, le dieron por casa La Bodega, con la esperanza de que hicieran en alguno de sus pisos, la Sinagoga más grande de Cuba. Moritz heredó casi todo lo suyo a su hija Rachel y, nada, al parecer, a su hija Francisca María (Paquira).

Sara, oyéndolo, pensaba: «Caray, todo lo que uno aprende de su esposo, cuando su lengua se suelta al calor del vino».

«Papá estaba orgulloso de nacer en Ceiba Mocha», dijo y añadió que fue el primero de los Abram en colaborar con los norteamericanos durante la intervención de 1906 y que, por celos de judíos locales, ya en La Habana, movidos ellos por sus caprichos y melindres, no se hizo en La Bodega una sinagoga. «Odiaban este vino sabroso de Valderas. El vino, ¿qué culpa tiene? Y si fuera por sus amoríos, escádalos que le hizo Rachel y Antonio, cuando se casó con Alicia, ¿qué culpa tiene La Bodega?»

Aquella tarde y hasta la noche, la oficialidad de Guantánamo, así como otros invitados, advirtieron que nunca habían visto al Dr. Abram tan comunicativo, o si se entiende el eufemismo, tan ebrio. Tenía mucha clase y simpatía, pero estaba mareado y, Sara lo convenció, con la ayuda de Andrés, de irse a la cama por un rato. El vino de Valderas lo hizo una uva y tan así, que ya estaba sacando intimidades. Que si no fuese por Andrés que le compró una cama matrimonial para que hiciera maromas, con artes amatorias, Sara no habría quedado embarazada dos veces. Que si no fuese por Andrés, que rentó una camioneta, y se fue a salvar archivos de su padre y el Dr. Moritz, se habrían perdido cantidad de notas sobre investigaciones patológicas y farmacológicas que ellos habían hecho. Que lo único que él (Abram, por su cuenta hizo) fue ir ante los nuevos dueños de su parcela, 'caterva de matones' en Ceiba Mocha, y exigirles que desclaven los accesos al Laboratorio, porque allí todavía había cosas suyas, «de importancia» y que cesaran de matar a los peones que guardan el lugar, antes que él mandase a recoger lo suyo. Y aludió a los descuartizados y pidió una oración por ellos y, «si culpa tengo, que me le perdone», porque él tuvo cierta responsabilidad que descuidó, y por eso el atropello. Y dijo que, cuando nazca este hijo que Sara espera, él mismo le colgará al cuello una joyita de Hamsa. Que el Mal de Ojo, sí existe, aunque él no lo pueda explicar. «Malka y Sara son las rabinas, sustitutas de mérito una vez que se muriera el Rabino de Rabinos, mi padre».

Estaba muy sentimental. Mas el verdadero diagnóstico vino de Sara cuando le dijo: «Esposo mío, vé y reposa un rato porque estás borracho». Y él dijo: «Porque lo dices tú, lo creo, Sara. Eres inteligente y me sorportas. Me reconciliaste, amor mío. Tuve tanto miedo de perderte y que me divorciaras cuando murió mi hijo».

«Sí, tu esposa es inteligente y yo me sentí igual cuando mi esposa me hizo una igual amenaza, dejarme», confesó el Ingeniero Azeeza. Junto a él, mientras retiraban al anfitrión, se sentaron otros oficiales, consultaron cosas de trabajo con Azeeza, coincidiendo que era hora de ayudar a la pareja a naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Dijeron que sus expedientes de lealtad y servicio, como familia, datan de mucho tiempo. No olvidaron lo que se dijo de Benavito. «Que el vino de Valderas se probó por las bocas de la oficialidad de las tropas estadounidenses desde 1906». Tomarían en cuenta esas gentilezas de los Abram-Sbarbí y que el inglés y la cultura de Sara de Riga, tal como han visto y oído desde la mañana, son admirables.

A saber, consultaron que la familia Abram por desacuerdos con el Machadato y las huelgas estudiantiles, mismas que se alegaba que eran alentadas por dirigentes, mangoneados desde Moscú, explica que se enviara al hoy médico a estudiar a Suiza. Para ese entonces, había violentas manifestaciones gubernamentales en Pinar del Río, Santiago de Cuba, Santa Clara, otras ciudades y La Habana. Los ferrocarrileros hicieron huelga general. Se demoró la paga salarial de los maestros de escuela, se bajó el sueldo a los empleados públicos y sufrían muchos agricultores.

«Yo viví eso», decía Malká, cuando la unieron a la pesquisa minuciosa de los asuntos rememorados. No fue nada casual que la llamaran 'a testificar'. Aquellos oficiales investigaban si la familia anfitriona sería merecedora de protección ya que, en esos días, aunque el mismo vicepresidente de los EE.UU., Richard Nixon, llegó a La Habana, había mucho anti-americanismo. El gobierno podría cambiar en cualquier momento por uno demasiado a la izquierda y se hacía purga a nivel estadounidense. La Base de Guantánamo, en especial, su personal civil cubano, sería afecrado por un plan de acción de emergencia.

Alegaban que hay cierto «foco infeccioso» en la misma Federación de Estudiantes Universitarios y en una organización llamada la AAA. Aún cuando se pide\iera, por las fuerzas vivs de Cub, la amnistía para los prisioneros de Moncada, el presidente Morales había firmado una ley que prohíbe a las cortes civiles entenderse con delitos cometidos por las fuerzas del personal militar. Y las instrucciones de Washington para Guantánamo son observar con cuidado.

El coronel Fulgencio Batista amenazaba con su regreso y con la destitución del presidente, el Dr. Andrés Domingo Morales del Castillo. La policía cubana atacó una marcha, durante el aniversario del Natalicio de José Martí en Santiago de Cuba y el Jefe de la CIA, quien visitara la isla, previo a esta reunión en La Bodega, ha dejado organizado el 'Bureau for the Repression of Communist Activities' (BRAC) y ha pedido que se hagan las consultas especiales y necesarias sobre la posibilidad de integrar al Dr. Abram y sobre cómo se protegerá a su familia, en caso que haya que repatriar a todos.

«¿Está familiarizada con las siglas triple A (AAA)?»

«Ni sé que pueda ser eso», dijo Malká con honestidad

«¿Con el nombre de Aureliano Sánchez?».

«A mí la política de Cuba no me gusta, porque no hay en el paquete uno bueno. Son ladrones», dijo sin timidez. «Así somos de desconfiados en la familia, así fue mi esposo Benavito, la política es un asco».

«¿Está familiarizada con el nombre de Carlos Prío?»

«Le digo que me repugna la política. Se lo repito».

«¿Ni siquiera supo sobre gente que haya hablado recientemente sobre Cuba con Nixon, que vino en febrero pasado?»

«¡Ay, se van a llevar un desencanto conmigo! Yo no leo perièdicos y mi vista es para mirar mis viejos libros de arte!»

«No se mortifique, señora Aargaus de Abram. Así es que nos gusta la gente, porque, es verdad, Cuba se ha vuelto un nido de ladrones».

«Y no es que yo lo diga, porque me consta, si no porque así decía Benavito y yo me fío de su buen juicio».

Entonces, cuando de la habitación Andrés y Sara bajaron, les llamaron a sentarse con ellos. Andrés se excusó.

«¿Cómo está el doctor?», le preguntó el oficial de inteligencia, que habría de alojarse en su casa, quedando esa noche con ellos, en la habitación de huéspedes distinguidos por encarecido deseo de Abram. Al cabo de la siguiente media hora, varios de los invitados de la ocasión se regresaron a Guantánamo; pero el ingeniero y él se quedarán hasta la mañana y, al mediodía, abandonaron La Habana.

Sara anunció que se volverá a cocinar el shutá de ternera, a estilo judío, para el almuerzo de mañana.

«Ha sido una velada extraordinaria la de hoy. No esperé que dos personas como ustedes supieran tantas cosas sobre el judaísmo y la ciencia… cosas que yo no sabía», les dijo Sara, ya metida en la conversación.

«Pues no es ningún secreto. Desde que se establecieron los Premios Nobel, casi una treintena de judíos lo han ganado por aportes en la Química, medio centenar lo ha ganado por estudios médicos y casi 50 por ser los mejores físicos…», dijo el oficial, quien persistía en el empeño de reclutar al Dr. Abram para el plantel del BRAC.

«A mí me impresiona eso. Sé de los Nobel que se han concedido por actividades en pro de la paz. Por eso le digo a mi esposo que no pierda su raíz ni el orgullo de su ancestro. Que levante la Vara de Isaí».

«¿Y qué es la Vara de Isaí?».

«La inteligencia, señor. La inteligencia».

«¿Sabía usted que yo soy oficial de Inteligencia y médico, como su esposo? Sólo que ahora estoy más en asuntos administrativos con el Gobierno de los EE.UU. y, si usted considerara que es inteligencia mi quehacer, yo estoy levantando esa Vara, aunque no soy judío, y me siento halagado si me pensara un sostenedor de la Vara».

«Claro, claro», sonrió ella.

«Es que verá usted, señora Abram… yo siento un gran respeto por la inteligencia de su pueblo y gran dolor por la Shoah… Cada vez que veo las escenas que dejara el holocausto, fotos y películas delas matanzas hitlerianas, se me desgarra el pecho con dolor… ¿Cómo es posible que pueblos blancos, europeos, hayan hecho esas iniquidades a pueblos con tan alto IQ, pueblos que, cuando la nación judía fue exilada a Babilonia por Nabocudonosor, en el siglo sexto antes de Cristo, si no me equivoco, habían ya descollado largamente por su inteligencia… yo me pregunto una y otra vez… pero, así repasando la historia judía que me fascina, entiendo lo que me dice sobre la Vara de Isaí levantada. Los que se quedaron en la vieja historia de la caída de la Vara, quienes tuvieron la desgracia de ser los judíos más pobres y no aprender de otros pueblos, tienen menos IQ… Creo que los judíos de hoy, quienes han corrido el riesgo de exterminio, son
los que regresaron de Babilonia… ¿O cómo usted valora o examina ésto que le digo?»

«Yo asocio la inteligencia al ingenio para sobrevivir y ésto es una enseñanza de Salomón. Más que el oro, búsquese la inteligencia en el comportamiento cotidiano. Es sencillo: huir de los vicios, la violencia y la tristeza. Durante la Edad Media, los padres judíos no casaban a sus hijas con los viciosos, sino con jóvenes inteligentes y eruditos. Esto es algo que la Historia dice, sólo partiendo de la Edad Media en Europa y, especialmente, España. El 15% de los científicos del mundo fueron judíos, pese a que el porcentaje de su población fue menos del 1% y, si en el siglo XIX, los judíos no estaban ejerciendo profesiones, no fue por incultura, sino por leyes discriminatorias… Baruch Spinoza era un judío hispano-holandés y la madre de Montagne era judía, pero vea que una vez emancipados a final de ese siglo, surge un renacimiento. Se levanta la Vara de Isaí y nuestra gente destaca en todo: artes, música, literatura, ciencias, matemáticas e idiomas. Todo lo que se hace con amor, en pro de convivencia pacífica, pese a escollos y pruebas, resulta en civilización y calidad de vida».

«Yo digo que la vida moderna no es la misma desde Freud, Einstein», dijo el ingeniero Azeeza.

«Y Cristo», añadió Sara.

«Y Marx», dijo el oficial escrutando los ojos de ella, y como no vio reacción sospechosa, sino su gran tranquilidad, repuso: «Admirable señora, su esposo me dijo que usted habla hebreo, francés, holandés, alemán, español y sabe Dios cuántos idiomas más. Eso es un don… y yo, recientemente, en Nueva York, que es mi ciudad natal, donde tengo mis hijos, leí que el promedio normal de inteligencia de la población general de la ciudad es 100, pero el de los judíos, aún en los ghettos, mayor a 110, lo cual significa que entre los judíos el promedio de genios (IQ superior a 140), es seis veces mayor que en el resto de la población. Sí, el año pasado, un sicólogo de Nueva York identificó a 28 niños en Nueva York con un IQ superior a 170 y 24 de ellos eran niños judíos… Ahora sí comprendo lo que usted ha descrito como la Vara de Isaí y por qué hay una veintena de galardonados con el Nobel que son economistas judíos».

«Ah, pues no sabía eso. Sin embargo, sé que un poco más y exterminan A mi pueblo y derriban para siempre la Vara. Mi preocupación esencial es que la Vara reverdece en la paz y la paz hay que hacerla entre todos, ¿no es cierto, señor Azeeza?»

«Por supuesto».

«Y, entre las cosas que me pregunto, es si en este mundo donde los judíos son menos del 1% de la población, y dan el porcentaje mayor de los más grandes sostenedores de la Vara, el 20% de los premiados con el Nobel, ¿se podrá proteger su espacio, evitarse que no sean una especie en extinción, cree usted que se pueda?»

«Si la sociedad prohíbe al judío que cultive la tierra, o tenga propiedades, puede estar seguro que, como ya sucediera, él estará en el comercio, o la medicina, o las finanzas internacionales como intermediario, aunque el capital no sea suyo… En España, aunque recluídos en aljamas, con su mínimo de libertades en la sociedad general, fueron recaudadores de impuestos, o traductores de la Biblia, del hebreo al latín, del griego a cualquier otro idioma… Eso es el sentido de la inteligencia práctica… pero yo también digo… sobrevivir no es todo. El ingenio no es filosofía. Los pragmatistas ingleses y los inventores de la Revolución Industrial y de las ciencias levantan la Vara, pero no tienen la filosofía moral, que es otro anexo y por eso ocurren las desgracias… que no resultan de otra que del cambio de la cultura por el fanatismo y del aumento de la habilidad de crear riqueza por la voluntad de destruirla si la riqueza no está en las manos que más la codician por falta de moralidad... Entonces, la inteligencia práctica, la del invento y el instinto de superación, se cambia por la superstición y resulta lo que pasara en Auschwitz: avergonzamos la cultura, la inteligencia y la naturaleza bondadosa del hombre, porque usted sabrá… nosotros podemos convivir con todo el mundo, con el árabe, el turco, con gente de Babilonia y de Sidón y Cartago… Hemos sido, como nación, esclavos de todo el mundo, peregrinos humillados; pero, con José el Soñador, bendecimos a los egipcios en sus Días de Vacas Flacas y, cuando Egipto no quiso la presencia de los judíos, Ha-Shem levantó una Vara filosófica, la del integral conocimiento de Isaí, sumada a la Vara de la Torah y la Serpiente de Bronce. Son dos varas que deben andar juntas, la que libera de la ignorancia y la que cura la moral de un pueblo, su salud espiritual… Estamos prestados en el aprendizaje en el mundo. No hay garantías
de nada; pero, ante el temor, valga el ingenio. Temamos, sí, pero invocando al Altisimo, al Fiel de Judá…»

«No diga eso, señora Abram, que al menos en esta Cuba de ladrones no se le hará daño», se entusiasmó al decir el oficial, «y yo, por mi vida, juro que si ha de nacer un genio de su vientre, lo salvaremos de lo que sea, cualquier peligro…»

Y, sumándose emocionadamente a lo que había oído de ella, el Ingeniero Azeeza contó una historia de su pasado. Se la contaba su padre durante la niñez para que él, como árabe, jamás cultivara odios. Dijo que vio a árabes salvando a varios judíos y a familias turcas durante un exterminio ocurrido en 1915.

Todo comenzó una noche del 23 de abril. Alguien te llamó minoritario: Dhimmis. Alguien en 1915 habló, triunfalmente, en parlamentos del odio sin sentido.

Alegó: Ellos no creen lo que creemos. Que no pisen nuestra tierra como extraños. Que no respiren el aire ni abran sus bocas porque este espacio es NUESTRO. Que no valga ninguno de sus testimonios. Destituídos sean sus dioses, sus penas, sus esperanzas; abajo sean sus sueños.

Y, para que así fuese, comenzaron a llamarlos DHIMMIS, bocas torcidas, renegados, cristianejos con barbas de chivo. Malnacidos, occidentalizados.

En tan sólo dos años, 1894 a 1896, victimizaron los primeros 100,000 … y nadie dijo nada.

En 1906, otros 30,000, entre armenios, dijeron de sí mismos: «¡Pobre de mí, karma es mi dolor cristiano y larga espera porque ni Dios lo oye!»

Ante ningún tribunal se asomará (porque el espacio de la ley es EXTRANJERO y se nos dice: USTEDES no son de los NUESTROS).

Con impuestos excesivos pagará su intrusión en tierra ajena, su condición de armenios a medias tolerados, siempre sospechosos por su cáscara amarga y su vestido y su barba de fe y su voz disociativa que contraviene al turco.

Y empezaron a empujarlos a Anatolia. Y a matarlos entres sombras agrestes, a herirlos en cruces de caminos.

Se les prohibieron las armas y hasta apretar el puño o mirar a los ojos; se les quiso indefensos, descabezados, secuestrados, sin un portavoz en ningún predio; se les puso en las manos de batallones de ex-convictos carniceros.

Se les ha gritado: «¡Véte, véte o muere!» Mataron a sus varones más valientes; escupieron a los viejos en las calles. A los niños hambrientos y haraposos se gritó que a las moscas pertenece una fruta podrida en los mercados. «¡No toquen alimento de las moscas, a volar, hijos de DHIMMIS, cerdos impuros!»

Después se violaban sus mujeres. Se forzó a las armenias a prostíbulos. Se raptaron sus niños, se abortaron en cañerías o se vendieron como siervos.

¿Quién protestó este acoso de las dictaduras? ¿Quién reconoció esta crueldad?¿Quién dijo: ¡Basta!? ¿Cuántos años requirió esta memoria para que no quedara impune? Jóvenes Turcos, liberales y constitucionalistas, ¿no vieron que los dhimmis le llamaron su esperanza? Y pudo más las rencorosas ínfulas y el ultranacionalismo.

Mas no será por siempre... ¡que el olvido en perversión se esconda y o el gobierno se escude!

Y, Dios de los DHIMMIS, Jesús de los cristianos, ¿qué significado tiene ese dolor, ese exterminio? ¿Por qué Tú lo permites, ¿por qué Tú? [De El hombre extendido]

Demás está decir que oyendo la historia que contara el Ingeniero Azeeza, las señoras lloraron y accedieron a hacerse ciudadanas estadounidenses. Esta historia no la olvidaron, aunque salir de La Habana les costó mucho. Sara no quiso salir, aunque juró por la bandera estadounidense su lealtad espiritual al recuerdo de los turcos cristiano y al ingeniero. Sara fue más lista y acuciosa. Por si acaso, la vida de ella y su marido se le hiciera intolerable en Cuba, por la mucha violencia irremisible, según se les advirtió, se jugó la carta de la naturalización. «Cualquier patria sirve a quienes aman la paz», decía ella a Abram, instalándole a que no se integrara a la BRAC. Le dijo que es tentar a los demonios. «Si lo haces, no voy contigo ni a la esquina» y él lo hizo y costó una separación muy larga, dolorosa para ambos. «O se levanta la Vara con ambos manos, o no se levanta, Abram». Ella no comía cuentos.

Hoy, Día de Reyes del mes de enero, año de 1957, la casa está más vacía que nunca. Yo, ni siquiera recuerdo mis juguetes ese año, mi mamá hablaba de 500 mujeres vestidas de negro, yendo por las calles de Santiago, con una bandera que decía: «Paren los asesinos de nuestros hijos». Encabeza la marcha la madre de William Soler, de 14 años de edad. Fue hallado muerto y torturado por señalársele como revolucionario. Batista está en el poder y ha enviado a un teniente de la Guardia Batistiana a perseguir a los revolucionarias en las montañas de Sierra Maestra. También, además del Teniente Sánchez Mosquera, irá con mayores tropas: Joaquín Casilllas.

Ese mismo año, para marzo, Sara se enteró que Abram limpiaba áreas de mala política, y recomendó la destitución del embajador estadounidense en Cuba, Arthur Gardner, amigo íntimo de Batista. Fue cuando citaron por la radio que a Gardner fue Abram quien le puso el dedo como indeseable. Abram fungía de chivato en alto rango. Ciertamente, su esposo estaba en la BRAC y le había mentido.

Con recién expedido pasaporte norteamericano, sin consultar a Abram, Sara viajó a Puerto Rico, a la Base Ramey, de Aguadilla, donde supo que estaba, quien creyó un amigo, el Capitán de Ingeniero Azeeza. Y se lo pidió por, si de veras, sentía como padrino. Yo iba con ella, como su única cosa valiosa en su equipaje, y la bendición de Sara, quien le dijo:
Véte. Andrés y Ha-Shem me cuidara. Salva a tu hijo.

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29. El secuestro, el aprendizaje y el regreso

... la abeja vibra y orgasma,
pero las rosas habrán muerto en el ocaso:
Yván Silén (poeta puertorriqueño)

La Abejita me dijo: «El que quiera Templo tenga útero y aprenda a defenderlo; el templo es la vagina buenamente templada del carácter. Aprenda bien los ritos que lo adoran, la soga que se ata al pie y a las mandíbulas, el pan que come, el vino que consagra».

Ella que fue hormiga, casi ignorada en el reino de la Vida, hoy es dueña del Eje de Mundo. Tiene árboles que significan el hombre / la mujer con los pies en un fondo secreto, nutrición de raíces, la fe de la abundancia, corrientes ocultas de Arquetipo, alquimias de ser, en las kratofanías, clave de ser en lo Sagrado y por eso me dice cuando charla como ardilla y juega sacando piojos a mi cabeza soñadora: lo que ha de designarse Ser Madre Tierra es Tu Acompañante Subterránea, la que sólo, en apariencia, te abandona, la que, si ausente, en exilio, sigue dando un cobijo en lo secreto para que llenes tu vasija vacía. La que hará tu corazón una tierra encantada, la que orienta sobre estímulos a tu ontogénesis cuando vengan a atraparte a encerrarte, carapachos de intriga, bestias de mucho caracol con mierda adentro.

Cuida esta unidad, hijito mío. Tén útero, tén templo y no que dejes que nadie te cambie el paradigma, porque de esa manera es que ultraja la cultura y nos nace el Estado / paranoico. [08-12-1976 / Carlos López Dzur: Las zonas del carácter]

Entiendo que mi padre fue racionalizador, por no decir, mentiroso. Dijo que Sara secuestró su hijo, el deseado del segundo intento. No habló sobre ella como de una esposa, sino como una sierva que quiso en La Bodega para cuando llegara jarioso. «Ella se fue y, sin mi consentimiento, se alejó a no sé dónde». Como una Agar que se va al desierto. Sin embargo, aunque el Capitán Azeezal le dijo: «Tu esposa está en Ramey, compadre. No te angusties». Y, antes Doña Malká, su madre, se lo informó. «No te anguesties. Mi bendición fue con ella. Yo le dí permiso». En esos días, ciertamente, no dijo: «Me abandonó mi esposo». No lo dijo, por orgullo y por racionalizaciones. Agar se fue, secuestradora, y se llevó mi hijo: ésto fue lo que implicara su conducta, pese a estar advertido que llevó consigo dinero que le dí. Podrá cuidar al niño y alquilar una casa para ambos darse las debidas protecciones, techo y alimento, alguna ropa. «No van al desamparo, hijo mío», lo convencía Malká. Se fueron por hallarse un espacio, «sin esta soledad y el miedo a La Habana cada vez más violenta, máxime cuando Abram se puso por objeto de represalias políticas. Se dio por tarea recomendar purgas políticas en la dictadura de Batista y sus predecesores. El llegó a insinuar, comido por celos, que el capitán de calderas, pudiera aprovecharse de Sara. Y Malká le dijo: «Pues que poco conoces a la que llamaste tu dulce camarada, la abeja».

Y para defenderla acudió a su sabiduría, en parte, el lenguaje alegórico que aprendiera de Benavito. «Ella es como las vírgenes de ayer: No tengas miedo».

Ellas no son lánguidas, mosquitas muertas. Son duras como las nueces y las avellanas aunque tengan la rosadez de un salmón, rayos de transparencias de las resolanas. Ellas son hacendosas, a veces pequeñas como las hormiguitas, a veces frágiles como alas de mariposas, pero, en lo profundo, guardan los misterios de matamorfosis, mediaciones simbólicas. Mucha alma. Contactos con el misterio, aunque todo lo laman de gusanos, o de un grano de carbón de piedra, o un pedruzquillo del azúcar.

Ellas, como las de ayer, como las grandes madres judías, tienen antenas, o son como formícidos, insectillos sociales. Fueron quintaesencia del Cretáceo, ángeles en apoyo de colonias, lo más dulce al quehacer productivo de la vida y el control biológico de los cielos de abajo: son las vírgenes de la Tierra. Ellas son el fuego, hay hormigas así, ardientes, invasoras, que entran en conflicto con el macho que las quiere pisadas
como si fueran la formica, o el linóleo para sus propias plantas. Entonces, son incendiarias. Pero esta vírgenes, con el nombre del himen dulces / o salobres / a las lenguas, van alborotadas a sus ocultas grutas, vuelan, tienen sus propias alas, se las sacuden cuando ya no les sirven y nunca son lánguidas, pazguatas, pendejunas.

Hay vírgenes, sin embargo, que son avispas hembras y son muy grandullonas y aterciopeladas. Esas son meras termitas, aunque sean vírgenes, pero son las de hoy, hembras sin alas. En vez de ser omnívoras, comen vergas y ni siquiera las degluten, lamen escrotos, gritan mensadas, se sienten hasta piscianas, dignas del mar de maravillas y de falsos Acuarios, no quieren regresar a Gea y su paradigma cultural es tener un Pitón más grande que el del macho y no dar un tajo, ni en defensa propia.

Ya no quieren ni tener antenas en codo, como sus viejas hermanas. Con oírse a ellas mismas les basta, con verse engrandecidas; ya no quieren ni el tórax ni el abdomen, sólo las cinturitas para el vestido majuno y entallado; su Christian Dior de artificio más que feromonas. A su ombliguito le llaman el peciolo de moda, el torso tiene que ser de X medida, perfecto, como se lee en la revista femenina, o se describe cuando hay 'reinas de carnavales' en La Habana.

Esas no son vírgenes como las de ayer que, por de pronto, dejó tus jardines. Las mandíbulas la quieren como raquítico emsamblaje. Quieren ser lánguidas, fantasmales como si el exoesqueleto pesara y los dejaran, en algún gavetero. No. Ellas no anhelan el trabajo, sólo al buen proveedor, o, aunque no las mantega, un macho que le coma las nalgas y le haga citas en discoteques, joyerías, cines, variedades.

Ellas no quieren más la madre que le diga: «Toma la plancha. Vé y lávame esta ropa. Ayúdame en la cocina. Carga ese grano de azúcar, este pedacito de semilla». No. Ya no cultivan jardines. Compran flores de plástico, ya no diseñan nada. Ya ni componen ni descomponen algo. Antes hilvanaban el cosmos con sus hilos y sí, sí sabían pelear y tender trampas de seda y comerse al enemigo con dulzura, enredándolo en una telaraña... Ahora hay que defenderlas, cada vez son más necias, engreídas, creen que saben y no saben nada. Las violan en medio de un hilo dental. Las vulvas se las miran a distancia, les sacan los clítoris, con todos sus aromas, y ellas se van recontentas, triunfadoras, creyendo que danzaban.

Le basta que les digan: «Son lindas, deseadas, me gustan, muñequitas», aunque virtudes no se detecten en antenas, no se transmitan a sus almas. ¿Qué? ¡Ya no recuerdas a Francisca José, sí! Bastante se te ha hablado de Paquira, la de tu parentela Lecsincka. Bastante la aborreció su mismo padre, el Dr. Moritz.

Pero aquellas, las primeras, vírgenes fuertes, las de dos mandíbulas, aquellas sí que transportaban alimentos y sabían construir nidos para defenderse, tenían bolsillos para cuidarse, cámaras intrabucales para guardar su pan, para amparar su honra. Y su mundo, como hoy, estuvo llenos de macharranes asquerosos. No es nada nuevo.

La de antes, las por mí queridas, sobre todo, compartían, querían sus hijos, los celaba de perjuicio en el cochino, tribal, puto mundo, y les pasaban amor a otras hormigas, o larvas solidarias. Tenían, sabe dios si seis patas ancladas, para pisar en firme, no irse con el volátil peso ante las saturnalias y la tristeza de los días del Tiempo. Tenían su garra ganchuda para escalar infinitos o trepar superficies, como esas zonas rosas
en que las matan, las persiguen, las atemorizan. Querían machos alados e iban con alas a los vuelos nupciales y no eran lánguidas, no. Nunca fueron vírgenes lánguidas.

Ojos poderosos, grandes, le sobraban. Las llamaban Energía, las fuertes, viripotentes. Con sus ojos sabían de coqueteo, no de entregas sumisas y eran dueñas de sí y de lo externo. Tenían panales, albergues, agujeros túneles bajo tierra, y salían a la luz. Se mostraban sin bulimia ni tan mánicas; el viento nos la barría contra los lodazales... Ellas, sí, fueron vírgenes, gozosas, seguras, orgullosas, del Trabajo.

Desde que puso sus plantas en el Aeropuerto de Isla Verde, comenzaron dos años, o casi tres de separación, que a Sara la harían meditar en lo que hizo. Fue una buena decisión después de todo que se hiciera ciudadana y llegara como tal a una isla, donde su primera intención sería trabajar para cuidar de sí y de su hijo. El dinero que su nuera le dio no duraría para siempre. Por de pronto, su único contacto fue el capitán en la Base Aérea de Ramey Fields. Su compadre y lo llamó. Fue él quien vino por ella y la llevó de Isla Verde a Punta Boriquen, Aguadilla. Un viaje sobre ruedas que le pareció casi eterno, aunque sólo tomaban 3 horas, yendo del Este al Oeste.

Lloraba tanto durante el viaje que la esposa de Azeezal le cargó el bebé para que ella se durmiera y no lo empapara con lágrimas cada vez que lo besaba.

Yo era el niñito. Mas no recuerdo racionalmente estas cosas, sino porque me lo contó con el tiempo. Tal vez están grabadas en mi subconsciente, ese testigo que presencia todas las cosas y las transforma en elucidario de espíritu. Lo creo porque, sin que ella me lo diga, he sentido sus vulnerabilidades, así como su transmutación. De lo débil de una tesis, o prueba, o metamorfosis, hay que forjar síntesis dialéctica, nueva alquimia. Y yo dormía, plácidamente, en cualquiera sean los brazos de mujer que me cargara, porque ella puso el engrama genético de sus vibraciones en mí. Ella puede transmutar a mi favor... ¡todo!

La antigua Ramey Air Force Base, que ubicarara Aguadilla, Puerto Rico, y que fuera dedicada al General Roger M. Ramey, ya no existe. Una porción, en la actualidad es operada por el Servicio Federal de Guardacostas y llamado Borinquen Coast Guard Air Station y otra porción es utilizada paara avición civil y conocida como el Aeropuerto Internacional Rafael Hernandez. Mas la base aérea fue importante desde 1936, como una extensión logística para los U. S. Army Air Corps para la defensa aérea del Canal de Panamá y Puerto Rico mismo, considerado
«a most valuable asset for national defense».

En lo que es llamado Punta Borinquen, antes sector de cañaverales, en 1939, el Ejército Norteamericano invirtió $1,215,000, para hacer de 3,796 acres, unas instalaciones militares, al comando del Major Karl S. Axtater y allí pues se instaló el Escuadrón de Bombarderos (Núm. 27) que arribó de Langley Field, Virginia, en 1939 con nueve B-18A Bolo medianos y, más tarde, los escuadrones 417 y el 25. Dicen que Aguadilla se moría de miedo ciertos días de Navidad en 1940, cuando se hizo el simulacro La Batalla de Borinquen Field, un ejercicio de alerta («tempest-in-a-teapot») en que se dispararon cañonazos a un enemigo inexistente que, en realidad, fue un barco comercial que viajaba buscando protección en las costas.

Para estos años de la llegada de Sarita a la base, años de posguerra, la base fue sede del Comando Aéreo Estratégico. Ella vio, por primera vez, equip pesado como los B-36 Peacemaker. Nombre que le pareció ridículo y paradógico. «¿Cómo se puede llamar 'hacedor de paz' a un avión diseñado para la matanza?» y recordó los aviones sin piloto que destrozaron el cuerpo de Joachim de Riga. Con estos recuerdos, teniendo ante su vista y, al alcance de sus oídos, máquinas de guerra como los B-36 y B-52, sabía que no duraría mucho en el lugar sin que cayera en depresiones.

La Ramey AFB se cerró en 1973, según supimos más tarde como parte de la reducción de personal y operaciones de la post-era de la Guerra de Vietnam. Ya no hay B-52 a la vista en las numerosas rampas y hangares. Ahora hay una hermosa villa con casas para rentar en Punta Borinquen y un enorme Shopping Center.

Sara de Riga recuerda que el primer empleo, al que Azeeza le recomendó, fue la orientación ante casos de malaria. Casi todos los casos que se presentaron en el período de 1951 a 1954 fueron veteranos que regresaban de la guerra de Corea; los casos restantes habían sido importados de otros países, a veces los traían inmigrantes que penetraban ilegalmente la isla por los puertos. La campaña para erradicar la malaria de todas partes del mundo, que se inició en 1955, y no tuvo el éxito esperado, por la resistencia del mosquito vector a los insecticidas y del parásito causal de la enfermedad a los medicamentos antimaláricos, y la labor de Sara fue identificar los problemas administrativos y logísticosde la campaña, que se suspendió a fines de los años setenta. A eso dedicó casi seis meses de su estadía en la base, pero, un día se lo dijo a Azeeza: «El trabajo es fácil. Es puro papeleo para la OMS. Me gusta la Clínica de Guacio. El viaje de regreso en helicópero divierte a mi hijito... Mas este ruido de aviación en la base y las alarmas, una vez que aquí estamos, me está matando» y se fue de la base y aprendió a cortar pelo, limpiar casas, cuidar niñlos ajenos, coser ropa y otros oficios. Tenía habilidad para todo y, sobre todo, la alegría de ser independiente... mas, casi próximo a que yo cumpliera, cinco años, con un dinero extra que Doña Malká enviara, vino la queja: «Me gustaría verte. Andrés, extraña a su sobrino». Sin duda, estaría achacosa y temía morir sin verla por última. Además, se quejaba de no poder ya pintar por un extraño frío en sus dedos.

Como si con ésto se le emplazara al regreso, con miedo de hallarse con su esposo, Sara volvió a la Base Ramey y preguntó a Azeeza, si sería posible que la llevaran a Cuba. Y él le dijo: «Por supuesto. Mi compadre se pondrá feliz, aunque, por de pronto, está en Sttugart, Alemania». Esta es la sede del Comando Europeo de los Estados Unidos, o EUCOM. Sara recordó cuando pisó en Grafenwöhr el mayor centro de adiestramiento militar de Estados Unidos en Europa.

«Esa base no la conozco, pero es la más que se menciona».

«¿Estás mal económicamente? ¿Es que Abram no te envía gastos de manutención para el niño?»

«No. Es que temo que Malká se muere».

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20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 23. Peor que un matrimonio mal lleva'o

Monday, October 25, 2010

Dedicatoria

a Andrés Abram Lecsinka, Sara de Riga D. y a Abram L. Matías, hijo de Benavito

... a todos los que anhelan, por fe o por imaginación creadora, la Ciudad Deseada, Sión espiritual, comunidad tal en que los hombres y mujeres sepan enterrar en olvido eterno sus rivalidades, sufrimientos y fracasos, a fin de construir sobre el viejo Adam a su persona interior, al hombre nuevo. En el nivel más general de este proyecto, mi gratitud se extiende a 15,000 judíos que en la década del '50, forjaban con sus vidas en Cuba tal tarea creadora, haciéndola la isla de su esperanza.

... Aún el judío converso, Luis de Torres, el primero que pisó suelo cubano, fue adelantado en el propósito... Políglota e intérprete de Cristóbal Colón en su empeño de hallar las Indias. De Torres se estableció en Cuba...

... a las familias judías habaneras que, en 1914, fundaron la primera sinagoga en La Habana Vieja, entre las Calles Inquisidor y Luz, con el nombre de Chevet Achaim y a las primeras familias judías de Santiago de Cuba que, con el nombre de Sociedad Unión Israelita de Oriente de Cuba organizaron en octubre de 1924 la primera comunidad judía en Santiago de Cuba, cumpliéndose el sueño del madrijin Dr. Moritz Abram Matías, quien fallaeciera en 1910, sin haber visto materializado este sueño... a sus rabinos Isaac Chiprut Confi y Víctor Farin Serfati que, desde 1924 a 1967, mantuvieron en alto la Vara de Isaí...

... a los que construyeron, en 1957, el Templo Beth Shalom, en La Habana, a pesar de la dispersión, que arrancara el retoño de la Vara del suelo cubano, volcándolas sobre Miami e Israel. Desde 1948 al presente, 661 judíos cubanos han emigrado a Israel... a los poco más de 1,500 que persisten -todavía en Cuba- forjándola como «isla de la esperanza»...

Am Ysrael B' Cuba Chai / Viva el pueblo israelita de Cuba


C.A.L.D. — el autor.



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INDICE / CAPITULOS

Friday, October 22, 2010

Cap. 25 / Las juderías



25. El pecado de Rachel y la deuda de Andrés


«... reposará espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor a Jehová... y acontecerá que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes»: Isaías. 11: 2-3

En la tarde, la cocinera preparó unos mokoli y shuhá de cordero porque Abram vino echando de menos la carne, como se prepara en Cuba. Para no dar idea de cuánto discutieron, a horas de su llegada, por los dichosos recortes de Sara, su mujer, y el «amor a deshoras», ella bajó a comer, y la vieron hacer una miguitas de una especie de albóndiga, pero menos comía que picaba. Malka sabía que Sara estaba enojada; pero Abram estaba satisfecho con el relleno. Tuvo sexo y comió, con sabor criollo, con el antojo de su shutá y las bourekas que mojaba en el caldo de ternera.

Aunque se dio aviso a Andrés de que almolzara o cenara con ellos (a fin de que se discutiera durante el día, tarde o noche, si quedaría instalado en La Bodega), ese día no se le halló en la casita que alguna vez compró en el barrio de los zapateros. Tenía una casita en Jesús del Monte, cercana a Luyanó, y allí se recogió con Rosa Belén por unos años.

A más enamoradiza e involucrada con hombres (puta que resultó la Rosa Belén), él dejó la casa, le pidió que pagara renta, que ella nunca pagó, y se mudó al barrio Colón, cerca de Trocadero y Monserrate. Mas ha sido, en Jesús del Monte, donde a Andrés le place quedarse, especialmente, por los andurriales de la Calzada de la Víbora.

Este lugar le trae muchos recuerdos. En especial, la zona donde estuvo El Cacahual, porque Benavito lo llevó, siendo niñito, a recoger de las aguas ciertas cantidades en botellas para después llevarlas a su laboratorio en Ceiba Mocha y hacer análisis de las muestras. Aguas supuestamente medicinales del barrio Arroyo Naranjo de La Habana. Ahí, por igual, están las canteras de piedra de San Miguel y, a 12 kilómetros del Capitolio Nacional en la carretera de La Habana a Santiago de las Vegas, el paradero de las berlinas y autobuses que hacían el servicio entre estas dos ciudades.

Sin embargo, si algo puso contento a su regreso, devolviéndole la jovialidad de la niñez a Andrés, siendo que también lo tentó irse a Europa, en tiempo de guerra, fue la construcción del trenecito callejero; pero, no el que se hizo en tiempos de España, el ferrocarril de La Habana a Güines. El que lo entusiasma es otro. El trenecito que parece de juguete, con sus vagones colorados. Este se construyó cuando anduvo ausente, en 1937. Y un tramo de su ruta va de La Habana a Bejucal, y otro de Bejucal a Güines. O de La Habana a Güines.

Y él, en ese año, que su sobrino se fue a Baltimore, se tomó el atrevimiento de invitar a las dos damitas de La Bodega, a que deambulen con él y vean el cielo y el paisaje urbano.

«Vamos de La Habana a Güines», les dijo y sabía que pasaría por Bejucal, donde tiene amigos charangueros, gente muy distinta a la del Vedado y los barrios elegantes. Lo verían con las suecas y, si algunos entre su amiguerío no se convencieron todavía de.que no se le trata como bastardo, lo verían si ellas acceden. Lo verían con la familia... Andrés tiene poder moral para congraciarse con Malka y la nueva judía, que adorna el bloque de La Bodega. Y Sara sí, ésta de veras es gregaria y andariega, muchacha de exponerse al mundo, sin miedo a la gente y, sobre todo, accesible a la mulatería. Ella ha conocido gitanos, turcos, griegos e hindúes, y se ha despaseado entre sefardíes que hablan el ladino, aunque su español lo aprendió, como su hoy esposo Abram, el hebreo, en estudios talmúdicos en la Sinagoga.

Bien que Sara lo recuerda. A El Cotorro lo conoció en este viaje del tren cuando, junto a su nuera y Andrés, bajó en la parada que hicieron en Bejucal. Este quedó impresionado al verlas, paseándose en tren, con Andrés, sin ningún rumbo fijo, sólo ver a la gente real, no sólo a judíos de los templos, ni la gente selecta que entra a sus casas. A esta gente que observará casi nunca se le puede ver fotografiada en El Diario de La Marina, o en Bohemia, o en aquella revista a la que el Ing. Leopoldo Matías se aficionó a leer, San Antonio.

«¡Abre que voy!», gritó el Cotorro. No se había dado cuenta que Malka tenía un rostro angelical y que la diferencia de edad con Benavito, fenecido, debió ser significativa. Es que Malka fue como un tesoro oculto, siempre con «talit», cubriéndose el rostro y ahora, cree que no se falta el respeto a nadie, muerto ya su esposo, si admira a la viuda ante un amigo y la compara con la belleza de la chiquilla que les acompaña. Mas no es una chiquilla, se le corrigió.

«Es la esposa de mi hijo», oyó a Doña Malka que le dijo, al tiempo que la joven aludida extendió la mano a El Cotorro.

El hasta sintió hasta deseos de llorar. Era la primera vez que una mujer con tal belleza, «a leguas venida de otros charcos», de Países Bajos, donde los cielos azules se perpetúan en los ojos, le extendía la mano, saludándole, manos desenguantada, por lo que él podía deleitarse con su temperatura y suavidad. Y Andrés sabía que el «abre que voy» que gritó El Cotorro era una de esas frases tan pícaras que se estilan cuando una mujer tan atractiva nos sorprende y hay que comérsela con la mirada, deteniéndose a curiosear sus curvas femíneas, abriéndose paso entre obstáculos que no la deja ver. No es perdonoble que se pierda un instante de complacencia.

Ya tendrían oportunidad, El Cotorro y él, para conversar sobre el impacto anímico que le causó su compañía. Sara, que era la jovencita, en particular.

«¡Coño! Como chismoso te graduaste», Andrés le dijo y El Cotorro desentendiéndose. «¡Demonio, cállate ya!»

Sara sólo se reía y Doña Malka animaba: «Que nos diga lo que sabe, Andrés, que no me enojo por nada».
Lo primero es lo primero. Sin duda que Benavito enseñó a Abram a elegir entre las mujeres bellas. Andrés ya había oído lo que se decía en las esquinas de la Vieja Habana, frente a la antigua Casa Basallo, no sólo sobre su madre, Rachel, sino sobre Sara, la primera vez que se le vieran en público. Sara ha sido descrita como una kifer, a good piece of skirt, a good khyfer. Y eran gringos y judíos polacos o rusos, a quienes oyó los comentarios. Los mulatos ni podían describirla, por relamerse, ante aquella chica que salió a la calle en pantalones vaqueros. De hecho, parece más joven de lo que es.

«Son damas de su casa», le dijo Andrés a El Cotorro para que no pensara que eran unas prostitutas, del estilo de Rosa Belén y turistas con que él a veces se daba compañía. Le subrayó que ellas sólo compran libros y artículos para pintar, carboncillos, pinceles o lienzos. Nunca sexo.

El Cotorro les presumió que ha leído a casi todos los románticos franceses, de Hugo a Dumas y aún a Walter Scott y Wordsworth en traducciones. «Sólo que yo leo para los tabaqueros».

Sara le sonrió como si tratara de un nuevo camarada. «¡Ay, pero están de madre», se calló El Cotorro, desarnado por aquella sonrisa y mano extendida que sostuvo en la suya más de lo que se espera de un saludo tan casual. «Suéltale la manica ya, negro», ordenó André.

«A sus pies», les dijo. «Yo soy uno de tantos que dejó Cárdenas, tierra de La Bandera, y me vine a Bejucal. Es que allá hay mucha miseria. No hay trabajo, como consecuencia de la guerra... Don Simón se lo pudo haber dicho. Mi padre y yo vivíamos por Ceiba Mocha, de donde era él, que en paz descanse. Si él no hubiese muerto, yo me habría quedado en mi terruño».

Y, como muy conversador y peguiche que fuera, se quedó haciendo cola a la caminata de la suecada, sirviendo de guía, porque dizque conocía el barrio y las calles de Bejucal mejor que Andrés. Son de la misma edad y afinidades, «mas yo, fuera de La Habana y Cárdenas, no he visto otro mundo».

En fin que, entre cuento y cuento, hizo rememoranzas en torno a cuando conoció a Benavito, cuya muerte en Cárdenas tuvo repercusiones. «Andrés no me dejará que mienta». Ahí tira otro cuento. Es que, para ellas, contó hasta la misma historia de Rachel, amores y miserias y del hermano de Benavito, que se llamaba Antonio, la percepción que se tuvo de ellos y de las cepas de Simón ben Abram. El negro introdujo al recuerdo de Doña Malka la vida y amores de Alicia, que fue con la edad de 19 años, veedora sobre Rachel. «Y esa mentira de que Doña Alicia fue hija de Antonio, no se la tragó ninguno, por San Cristóbal se lo digo. «No me dejarás tú que mientas, Andrés. Ella no pudo ser hija del boticario, porque él tenía secos los testículos».

Alicia fue la muchacha que cuidó al Dr. Moritz y de ti, cuando Rachel andaba de culo caliente. «Mucho le debes tú a ella y aquel que te dio la idea de las gayaberas». Se refiere a Moritz.

«¡Te graduaste! De chismoso te graduaste», intentó Andrés en vano de callar a El Cotorro. «¡Demonio, cállate ya! ¿Qué le importan los detalles a historias que ellas se saben?»

Y, acaso por si la conversación sobre estos expedientes familiares molestara a Andrés, Sara de Riga, hoy señora de Abram, pidió que se le explicara qué es una guayabera, porque no lo sabía y tal vez al explicarlo se quitara intimidad a los cuentos de El Cotorro. Se le cambiaría el tono y el tema.

«Ese invento de la guayabera no es una bobería, mamita», se entusiasmó El Cotorro que tenía cuerda para todo tema. Y hasta dijo que él único que sabía que la guayabera nació en las márgenes del río Yayabo en la región central de Sancti Spíritus, por el año de 1709, era el Dr. Moritz. «Aquellos camisones de telas de lino con grandes bolsillos es cosa de los andaluces, quienes los cosían para el trabajo y el clima tropical. Y toda la gente de campo y los muchachos, los solteros de esa región del río Yayabo, utizaban las yayaberas, después de su día de trabajo, y se llenaban los bolsillos de sus cotones de guayabas para obsequiarlas a las novias. Lavana el camisón de sus sofocones y tenía uno limpiecito para la noche porque seguro que lo sudarían al comezar otra vez la faena del campo».
«Tiene mucho sentido la historia», asiente Malka..

«El Dr. Moritz las vestía y se iba a guateques campesinos, a bautizos o fiestas de Tu B'Shevat, en la primavera con su yayabera; a Benavito le gustó cargar guayabas en bolsillos de la suya; me lo dijo Moritz», agregó Andrés.

«A eso iba, precisamente. Recuerdo cuando se lo dijíste a Eugenio, tu socio, en la sastrería. La idea es de tu gente y tú dijíste: Para hacerla un diseño o camisa para la ciudad, hay que coserla con tela menos pesada y gruesa que las yayaberas del campo y crear el mito de que son para vestir en bautizos, o llevar en los bolsillos caramelos para las enamoradas, ¿eh?»

«Sí, sí... yo le dije eso a Eugenio, el libanés», asintió Andrés.

«Y tú... no me dejarás que mienta... Cuando don Simón en vida se fue a Europa y dejó embarazada a Rachel, cuando no se sabía si fue Antonio o tu padre, él vestía de guayabera... Esto me lo contó mi padrecito, que en paz descanse, y él no mentía. Regalando guayabitas a las muchachas de Ceiba Mocha, con su guayaberín bien planchadico y el sombrero de yarey, era el Don Juan que encandiló a todas la hembras de la comarca, ¿o no?»

«¡Coño, yo te digo que mejor no mortifiques a Doña Malka, que es la reina, con esos cuentos de bellaquerías!»

«¡Eso sí, señora! Usted lllegó a la vida de él para ser la reina de reinas».

El amigo contó lo suficiente para que él se mortificara. Andrés lo disimuló muy bien. Sabía que para Doña Malka lo escuchado no sería tan nuevo. Ella misma pintaba a todas las mujeres de la familia, según las conoció y pintarlas era una manera de comprenderlas y perdonarlas. El no tenía esos recursos, o talentos, para tratar creativamente sus mortificaciones, o sus desprecios. Mas quiso a Rachel, porque era su madre, aunque no siempre fue el ejemplo que él quiso, cuando la tuvo viva. A su madre Rachel la sabía hija de una deshonra, la maldad de Antonio, el hermano repudiado por su padre Simón ben Abraham. ¡Y cuán grande debía ser el odio de éste por Antonio, que hasta renunció a su apellido paterno, como símbolo! «Ruy López, tu abuelo, era un gran hombre», se lo dijo Benavito en su lecho de muerto. «Tuvíste un abuelo muy digno, Andrés, bene mío, pero yo me quité el apellido». Nombre nuevo, cepa nueva.

Supo que retiró el apellido de sí como su homenaje simbólico a la cepa de Moritz, siendo que Antonio, su hermano, le deshonró la hija para ofender sus creencias, más que a la hija Rachel. La pérdida de su virginidad no la tomó ella como razón para vergüenza, según fue costumbre de las mujeres, sino que vio premiado el rijo de su cuerpo y el estímulo para precipitar el pedido que hizo a su padre.

«Cásame con Benavito».

«No con mi bendición», dijo Moritz, callándola.

Este aún no decidía sobre tal solicitud, mas ella se atrevió a faltar al honor de su casa, ahitada de pretextos, como gallaruza de los bajos fondos, y se entregaba a herr Simón, buscándole a deshoras. Creyó que tendría simiente de Antonio, el casdeo. Y como sucede a las mujeres que se pasan de listas, a las que urden fainadas y sólo piensan en cingar porque en nada útil se consuelan, su padre la juzgó bribona y lo mismo hizo Benavito, que no le cumplió sus promesas, excepto no pedir a Alicia por esposa. Puso distancia y tiempo. Era jovencito también y no muy interesado en casarse.
Sentía que no podía querer a ninguna de las dos, por más hermosas que fueran. «No te cases con ninguna de ellas», fue el consejo de Moritz. «Véte al extranjero y estudia y acuérdate que del embarazo de Rachel se jactó tu hermano primero. El hijo de tu mocedad no es fruto maduro de ningún amor. Rachel te atrapará con su putería. Antonio lo reclama para ofender el recuerdo de su legítima esposa (Francisca María) y pintarse con fértiles gandumbas... pero, siendo tu hijo, no es de él y tú a nadie engañas. Antonio ha ofrecido este hijo a la perdición y Rachel, al cálculo, me pide que anticipe una herencia, que ofrezca dote como si fuese virgen».

«Pero si él, mi hijo, ninguna culpa tiene, ¿debo rechazarlo?», protestó Benavito

«Hereda la Marca de Caín. Mejor es que no lo tengas contigo».

«No entiendo, Dr. Moritz».

«Has de ser el Rabino cuando Ruy y yo faltemos. Y el Sacerdocio que representamos no es otro que la Salud y no permitiré que la marca de Caín pase, como maldición, al sacerdocio, ni te encariñes con hijo de perdición».

«¿Cuál es la marca de Caín?»

Entonces, cuando ya Moritz no podía hablar, le dibujó dos testículos y gesticuló de un modo que Benavito entendió que era un desafío y menosprecio a las gallinerías del boticario de Cárdenas. Cinco años antes, Antonio deshonró a Rachel y era un hombre casado. Hizo correr maldicencia con su jactancia. La corrompió y por eso ella se entregaba a ti, queriendo marido y un hijo.

«Educamos a nuestra comunidad en cierto racionalismo moderado, como el aprendido del Séfer ha-Emunoth (Libro de las creencias) de Isaac Shem-Tob ben Shem-Tob, y del Iggereth Musar (Epístola sobre la moralidad) de Solomo Alami, y fracasamos. Antonio es el ejemplo... Hemos dependido de textos de las tertulias intelectuales de la Aljama de Huesca, y judíos que amaron mucho sus bienes materiales y nos hablaron, muy poco y falseadamente sobre la Revelación. Moses ha-Sefardí, más tarde bautizado como Pedro Alfonso de Huesca, otro oscense, fracasó como nosotros y se hizo católico y Abraham bar Hiyya (alias de ha-Bargeloni) nos legó su libro Megil-lat ha-megal-lé, que es libro de vanidades suyas como falaz revelador, y en su meditación sobre el alma, hegyon ha-néfes, ¡ay, Ha-Shem! también muy poco nos dio para iluminar nuestros corazones!... ¡Simón, véte y déjanos con nuestros pecadores, adoradores de fortuna y placeres terrestres! Necesitamos otro séfer ha-Ikkarim. ¿Quién quedará, que tenga tu inteligencia, entre nosotros? ¿Quién que haya aprendido el hebreo, lenguaje santo del Alfabet? ¿Quién que saque luz de la Torah y salud de los lombricientos de los campos? ¿Quién que alimente a los guajiros que sufren, sin preguntar eres o no judío, siendo que todas las criaturas de Dios comen y necesitan un techo y vestidos?... ¡Cómo hemos fracasado! No lo imaginas... Astruc ha-Leví nos habló sobre las tres leyes que rigen la vida humana: la natural, la convencional o positiva y la divina, o revelada, que sólo la Revelación salva, pero nos quedamos sin revelación... Hemos perdido la «vara del tronco de Isaí», la raíz de la Vara de Isaí de la que debe retoñar el «vástago sublime», ¿y quién ha de ser?... Que sea uno de tus hijos, no el pobre Antonio, tu hermano, hijo de Ruy, ni simiento que haya encarnado con el mal cascarón, marcado de desobediencia...»

En tal ocasión de la caminata de la Suecada por Bejucal, El Cotorro narró los recuerdos de su padre, quien sirvió a Simón ben Abram y a Ruy López, padre de Antonio y Simón. «Y vecinos, judíos y no judíos, recordaron que Ruy emplazó a los que pecaban con fornicación ante todos. Y les pidió que suplicaran el perdón» porque era fecha próxima al Yom Kippur y pidió ayunos mayores a 24 horas para que la carne estuviese contrita como el alma. Mas, en vez de humillarse, Antonio y su mujer, Francisca María (Paquira), declararon la guerra contra Mercedes Sbarbí, Ruy el Rabino y la gente que amaba a los Moritz. Y un día, en 1900, una vez qie hubo fruto en el vientre de Rachel, se encendió la ira del Dr. Moritz Abram contra Antonio por todas las blasfemias y ruindades que éste cometía, tras la muerte del rabino Ruy López.

Muerto Ruy, hallándose em la invalidez y tendido en cama, el Dr. Moritz designó a Benavito el nuevo juez, sucesor suyo, como lo fue de Gregorio y cohen de Ruy en la orientación de los asuntos morales y espituales de su comunidad judaica. Y, así como uno de sus últimos actos, divorció a Paquira de Antonio, con carta de separación que él redactó, en puño y letra, y no despreció al niño Andrés que nació, ilegítimamente, de Rachel, su hija. E hizo mucho más porque Simón se iría a Europa. En fervor de protección, se llevó a Rachel, para que pariera su hijo, en la casa que tenía en Santiago de Cuba, y anunció la promesa de que nunca más volverían a Cárdenas en su vidas ni él ni los que estaban bajo su amparo. Antonio se quedó expulsado en Cárdenas y guardándose secretos de marrajería. Mas él no puede engendrar. Y Ruy y Moritz sabía que tenía la marca de Caín.

Moritz no tardó en darse cuenta de que, entre las mujeres que vivieron en su casa, ni Paqura ni Rachel, ni Alicia ni otras, fue «virtuosa», einer tugenhafte Frau. Carmen sí ganó la distinción de serlo y Rachel, con enojo, la burlaba como La Quedada, que no se casará nunca.

«¿Por qué son tan casquivanas las niñas de Moritz?», se preguntaba Carmen y se debatía, entre el desaliento por no hallar marido, y el remordimiento y la atracción, que sentía por hombres que no eran del clan.

«Tú no tienes ninguna deuda con Antonio, si no fue tu padre y ninguna deuda con Rachel, porque la amaste. Posiblemente, la amaste más que Benavito», le dijo El Cotorro y, en decir ésto ya había un consuelo de amigo, con testigos, pues allí estaban Doña Malka y Doña Sara. «Y, como sufres por ésto, te lo conté a riesgo de que me llames chismoso».

Thursday, October 14, 2010

¿Por qué el poeta?


Por Martín Heidegger / Filósofo alemán

Lo mortal para el hombre no es la tan discutida bomba atómica, este especial artefacto destinado a producir la muerte. Lo que, desde hace ya mucho tiempo, es una amenaza de muerte para el hombre, a decir verdad, en su esencia, es ese absoluto de la mera voluntad en el sentido premeditado de imponerse en todo. Lo que amenaza al hombre en su esencia es la voluntaria opinión de que con un pacífico desatamiento, transformación, acumulación y dirección de las energías de la naturaleza, el hombre podría hacer más soportable para todos el ser hombres y ser felices. Pero la paz de tal pacífico proceso no es más que la permanente inquietud inalterada de la furia del premeditado imponerse. Lo que amenaza a hombre en su esencia es la opinión de que este imponerse la producción puede arriesgarse sin peligro, con tal que, al mismo tiempo, otros intereses, por ejemplo el de la fe, conserven su valor. Como si pudiera existir, para la relación esencial en la cual queda transferido el hombre, por la voluntad técnica, a la totalidad del ente, en un edificio contiguo un retiro aparte capaz de brindar algo más que una temporal evasión del autoengaño, al cual también pertenece la fuga hacia los dioses griegos. Lo que amenaza la esencia del hombre es la opinión de que la producción técnica pone orden en el mundo, mientras que precisamente este ordenar rebaja todo ordo, es decir, todo rango, a la uniformidad de la producción, y de esta manera destruye de antemano la esfera de un posible origen de la jerarquía y el reconocimiento en el ser.

El peligro no reside sólo en la Totalidad del querer, sino en el querer mismo en la forma del imponerse en un mundo admitido únicamente como voluntad. El querer voluntado de esta voluntad ya se ha decidido a un mandato incondicional, y con esta decisión queda ya sometido el querer a la organización total. Pero la técnica misma impide, ante todo, cualquier experiencia de su esencia, pues en tanto que ella se desarrolla plenamente, desenvuelve en las ciencias una forma de saber que le impide para siempre llegar a la esfera esencial de la técnica, menos aún llegar a un repensar (zurückzudenden) en su origen esencial.

Muy lentamente la esencia de la técnica llega a la luz del día, que es sólo una noche mundial retransformada en día técnico, día que es el más corto de todos, y con él nos amenaza un único e inacabable invierno. Ahora no sólo se rehúsa al hombre la protección, sino que lo inalterado de todo lo existente se sume en la oscuridad. Al sustraerse lo sano queda enfermo el mundo, por consiguiente, no sólo lo santo, como el camino que conduce a la divinidad, queda escondido, sino que también el camino a la santidad, la salvación, aparece borrado para el ser. Es posible que todavía haya mortales capaces de advertir la amenaza de la insania en el insano, los cuales tendrán que percibir el peligro que puede afectar al hombre. Peligro que consiste en la amenaza respecto de la esencia del hombre en su relación con el ser mismo, y no en los accidentales riesgos. Este peligro es el que se esconde en el abismo de todo ente. Para advertir este peligro y mostrarlo, tienen tales mortales que estar prestos a alcanzar el abismo.

«Pues donde está el peligro
crece también la salvación»


(Hölderling)

Acaso toda otra salvación no provenga de donde está el peligro, mientras que se mantiene en el insano. Cualquier salvación mediante no importa qué bien intencionado recurso vulgar, sigue siendo, para el hombre amenazado en su esencia, por la duración de su destino, una inconsistente apariencia. La salvación debe provenir de allí donde el destino de los mortales cambia de esencia.
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Epica / America Anarquista / Como un espejo cóncavo

Wednesday, October 13, 2010

Estéticas mostrencas t vitales / Vestido de efod




Vestido de efod / El sacerdocio sagrado

1.


El corazón de la verdad es como un sacerdocio
y desde los tiempos de Aarón, el Levita
en las fronteras de Goshen
la verdad no quiere sofistiquerías, retórica
cobarde, engañosa y vana,
porque el día que el poema ante el Altar se deslengüe
o se haga a lo Bello andrajoso y a la verdad,
impura, el corazón mismo se mata.
Habrá que jalar de la soga de su pie
y traer su cuerpo a tumbos para que vea la muerte
devorar a sus hijos...

¡Qué sagrado es el verdadero Poeta,
el Nabi, a quien se da la voz persuasiva
y la invocación del Fuego Santísimo,
qué sagrada y temible la Palabra
que Moisés, aún viendo a Adonai, el proveedor
cara a cara, no se atrevió a pedir sacerdocio
para su boca y no fue a mentir fingiéndose el dotado.

El Poeta mata y cuando mata
a sí mismo se mata
y, en adición, su mentira mata a hombres y a pueblos,
y si bien su verdad tira y vence a faraones y sincarios,
ofrece verdad que hay que decir a los siervos.

¡Qué Santa es la palabra de Jah,
el lenguaje de poesía, el quehacer del portavoz
en servicio de redención para el hombre...
y MoIsés dijo: «Jah, no sea yo a quien consagres.
No me proveas ese oficio sin que haya sido sanada
mi lengua, Jah, El Shadday,
dios de la Zarza, guerrero y guía
de mi pueblo esclavo!
compadécete de mi lengua muerta.
Yo sólo sé abrir los ojos y sisear
como serpiente. No me hagas Nabi / poeta
o sacerdote.

2.

Bien sé que vendrán los celos
como un huracán de mal aliento; yo sé
que los sapos papujos hincharán las encías
con croares a mares y que académicos definirán
el prototipo. Que el Gran Rimero de seudafias
y sonoras verdades del adulterio
de la palabra, ha de ser así y así-i-asao
y también discutirá sobre reglas
y asuntos de origen para el verbo, el orden,
la asonancia, la cadencia,
las prosodias con sus reglamentos
y en medio del cerro Sinaí donde ladran los caninos
y graznan los pajarracos de las adoraciones,
Reuben dirá: «Yo sí que soy primogénito,
Y digo mejor ser feliz que sabio.
y el huevo quiere sal.
y como pájaro algún día cantaré en tu palo».
Mas no serás tú, aunque digas:
«yo enseñé a tocar la flauta a Pelo'e rata,
a Bartola, a las nenas de la murga,
a siringos revienta-pedos en Hammelyn...
yo, el bolerista de primera, los mandados a mi Silva,
yo mero lico carlo con mi voz,
yo, con mi elocuente ministerio,
yo Agustín laré y la hago, lero lero...
papa Gallo no cagaré la estaca
y cumpliré las funciones
que el sacer Dote vainas porque bien que merezco
ser elegido, ad perpetuum, y vestir
con tela azul, púrpura y escarlata, lino fino,
túnica de pelo de cabra, manto del efod,
el efod y el pectoral,
y que se me ciña el cinto tejido del efod,
ropa de poeta quiero y piedras de ónice
y de engaste con respecto al pectoral».

Mas no serás tú.
Boca de payaso, cara de payaso,
ropa de payaso, pinta de payaso
con un final de carnaval, eso me quedará de tí,
Rueben, porque en camisa de once varas te cautiva
la mentira ante el corazón que se arrincona
¿y con quién haré pacto y sacerdocio desde hoy?
y para siempre, no serás tú y, boca de niñajo tienes
e indigno eres del efos y en enre las dos piedras
de ónice, jamás se verá tu nombre
pues grabadas serán las voces de las doce tribu,
no voz aislada / jactancioso nombre,
primogénito ego.

3.

Cuando llamé en días de la cautividad,
alguno que me ayudara en la tarea de sacar
a Israel del cautiverio, uno con lengua de profeta,
allí, junto a mi hermana, lo ví
y le dije: «Aarón, si supiera usted qué terco es el faraón
y qué lengua muerta tengo para darle la vida
y destercar al poderoso, ¡ay pequeño!
con cinto de efod bordado
y hombreras anudadas por joyas de ónice,
te llevaría ante el faraón conmigo
para que le digas en mi nombre
(que es el Nombre de la Zarza indecible)
que ví el Corazón de la Verdad
y es temible y sagrado
y da mensajes que matan,
o, en su defecto, mensaje que hacen pura
a la vida y eterna a la consciencia.

¡Ay, Aarón! yo ví el corazón, pero no lo puedo
traducir a palabras, porque lo que ya miré
es resplandor magnífico y, tras un velo y un fuego
en la pira arde para siempre y no comprendo
que haya tabernáculos interiores
en lo profundo del cráneo.

4.

Cuando más sed el Pueblo tenga
y exija algún texto que les duela en la carne
y la sed no sea bendita por tu voz
en favor del cuerpo y del alma, Poeta,
no vayas a Canáan, aún cuando te lo pidan.
No vayas a los gallineros donde duermen
los niños, vanidosos del canto
y del lúdico ego y el capricho.

Ni Aarón ni Moisés obedecieron el vicio
que saca al templo de quicio.
En casa del herrero está el cuchillo de palo,
pero en la casa del poema, oculta está la Logía
del espíritu y la fuente primiginia de las Aguas.

Desoye tú a los pueblos impacientes por más sedientos
que se quejen, o te digan, en Meribah (o Kadesh),
entre arenas del desierto; golpea tú la roca
pero sé en la Casa del Nabi
como el viejo que da el buen consejo
y la harina que vence la mohína en la casa
del hambriento. Ofrece tú el agua no por coacción
de ninguno, no compadezcas al capricho
porque es como acostarse con niños
y en la madrugada, cagado levantarse entre ellos.

Y Moisés dijo, cuando era como un niño
ante la zarza quemante que no había entendido:
«Si no hay aguas a la mano, la apagaré
con mis meados».... Aprende tú como el hermano
de Aarón, que quien con niños se acuesta,
meado amanece. Y golpea la roca,
haz milagros de Meribah
y no vayas a Canáan, no tú, Poeta,
si eres el guía, no vayas, Sacerdote,
como simple recadero.

5.

«And the glory of the Lord appeared to all the multitude: And behold a fire, coming forth from the Lord, devoured the holocaust, and the fat that was upon the altar: which when the multitude saw, they praised the Lord, falling on their faces»: Leviticus 9:23-24

Un poema es Acción, herencia
de presente activo. Un poema es visión
del Guía, de quien aprende a redirmir
aunque no tenía la elocuencia de palabras.
Escucha, pues, a Moisés
aunque seas el primero entre los nuevos sacerdotes
del canto, según las instrucciones
que nos diera la Voz de Voces, voz de fuego
en el Sinaí. En el octavo día, comienza
el poema de la Gran Teoría: si sacrificio es necesario
al cuerpo, bendice el animal del sacrificio
y bendice al pueblo si comprende
lo que ha de ver... el fuego mismo de la Voz
que ordena el santo sacrificio.

Si vas a encender el fuego de las metáforas,
viste el manto azul del efod y diseña en sus bordes
granadas de púrpura y carmesí, campanillas de oro
entre ellas. Para honra y hermosura, también
pónte una mitra y un pectoral sobre el efod.
Vestidura no es lino fino sobre la carne, Poeta.
Es justicia divina, temida por obediencia
y este traje es celeste, porque viste en dignidad
las gracias del Espíritu: Urim y Tumim;
luces y perfecciones sobre tus pectorales.
Díme tú, poeta, ¿qué vas a atar,
alrededor de qué, qué diseño le darás
al Corazón de la Verdad?
... porque todo desvío hace al Poema
arma que mata, Efod de condena
Efod de oro, púrpura y ornamentos
robados a los madianitas hizo Gedeón
y condenó a su casa, a su auditorio,
de pueblos fue piedra de tropiezo
y a su sacerdocio lo exterminó la sangre...
¿que vás a atar / dice el Efod /
que desate mi ira? como Micaía hizo
en falso santuario de dioses e ídolos,
¿qué autoridad para coser un efod
y consagrar a hijo alguno, cuando sólo
el verdadero efod expía la idolatría
y la bincha –tzitz– el descaro.
y la mitznefet– las presunciones.

El poema es tu kutonet– única túnica
que puso al corazón aquel que Sana,
pero que como Guerrero urge su Deseo
que mata y purifica. Todo poema expía el derramamiento
de sangre. Todo texto sagrado es temible.
Hoy que comienza, en el octavo día tu sacerdocio, Aarón,
voy a probarte; yo te pido a tus hijos, Nadab y Abihu.
Fuego de mi corazón ha de purificarlos.
Voy a comerme sus cuerpos
con mi fuego porque incienso me han ofrecido
inapropiadamente.

6.

«Y... habló a Coré y a todo su séquito, diciendo: Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al que él escogiere, él lo acercará a sí. Haced esto: tomaos incensarios, Coré y todo su séquito, y poned fuego en ellos, y poned en ellos incienso delante de Jehová mañana; y el varón a quien Jehová escogiere, aquel será el santo»: Número 16; 5-7

¡Ah, rebelde Coré / ah, de Korah decorada!
el Poema Celeste habla a la cara y en la cara
es que duele Su Llama. Con las ocho prendas
del Vestido visible a la verdad, se dispuso lo Oculto:
Que no ha de ser poeta sincero, mi Nabi sobre el mundo
el que tiene malos pensamientos en el corazón
y el Ceñidor lo dice –con avnet– expiará
y con joshen– y ceñidos serán los juicios de sus rumores.
Dolidos en murmurantes liderazgos,
mas no serán los poetas...
En la capa de Meil el envidioso dejará la habladuría,
ah Miriam sólo Moisés vio la Cara del Sanador,
al Santo Jah, al Guerrero de las Zarzas,
el que da la esencia del poema
y el Tzaraath.
«Oíd ahora, hijos de Leví:
¿para qué tierra hablan, si polvo son
de tierra mentirosa?
Mas si el Poema Celestial hiciere algo nuevo,
y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas,
digo que descenderán vivos al Seol,
e irritará al Sacerdote aunque se haya vestido
con el mejor efod; porque el poeta de barro
de lodo tiene los pies y la mona aunque se vista
de seda, mona se queda.
«Y aconteció que cuando cesó él de hablar
todas estas palabras, se abrió la tierra
que estaba debajo de ellos.
Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos,
a sus casas, a todos los hombres de Coré,
y a todos sus bienes».

7.

«Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio, para que se guarde por señal a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí, para que no mueran»: Número 7:10

Dáme tu aliento y tu ritmo, yo haré con él
una vara. Un camino. Un testimonio.
No quiero los pantalones –mijnasaim–
del que tiene relaciones prohibidas con el corazón
y en putas pelotas, o con moral en calzoncillo,
viene a mostrar su vara alta, su verga cojonuda;
yo, ordené a Moisés, que el que sea Príncipe
de su tribu, traiga las doce varas,
pero, de todas, sólo una reverdecerá,
yo no quiero pantalones de cuadritos
ni ajustados calzones que griten
«Esta verga es mía»: No. Traed la vara
como un testimonio de la magia que Es
Aquel que es para siempre el Guía,
el Senador, el Profeta,
«Traedme vara de Aarón de la casa de Leví,
ritmos de no cansados, alientos de reverdecidos,
vara que haya echado flores y arrojado renuevos,
y la almendra de su amor como fuego
y ojos que no ven, el corazón sentirá.
y en Oscuridad de la casa, transformará
el candil de la calle, con mucha luz de la Zarza.
He aquí que el Poeta ama y, aún a su sacerdote,
promete vida; he aquí que como patadas de yegua
considera tu amor y te bendice y casado
por amor se vinculado el poema celestial
con aquel que llora en los desiertos
y quien se casa por amor, ha de vivir
la zozobra del reto, decir esa Verdad,
sacar el ente de lo Oculto y llamar a los primogénito,
aunque sean los más pobres de la Creación en ciernes,
mis riqueza, mis vasijas de barro
cocidas con honesto fuego,
poemas del Autor de la Vida.

De Estéticas mostrencas y vitales
____

Carlos López Dzur / Vele Santoni / En «El Pueblo en Sombras /