Tuesday, October 26, 2010

Las juderías / novela / Caps. 28 y 29

28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»


«El caso de los armenios en Turquía es el primero de los genocidios del Siglo XX. Las matanzas sistemáticas de armenios durante la dictadura de los Jóvenes Turcos constituye una muestra de una masacre que acabó, según varias fuentes, con la vida de cerca de millón y medio de personas»: José Carlos Rodríguez

Hoy, olvidado día del mes, a mediados del año de 1955, la casa está más llena con visitantes que en el sepelio. Ahora no morirá un ángel. Sara está embarazada otra vez. Malká aún vive y, fuera de la depresión por la muerte de su primer nieto, se ha recuperado. Es una señorona que comienza a canear, pero, dulce, atenta y saludable como cuando llegara a La Habana y se ganó el mote de la kifer, la primera sueca de Benavito, el Viejo Rabino.

Dicen que hay razones para festejar; pues, la pareja ha superado la amenaza de divorcio que lanzó la parturienta. Mas este día ella no lo recordaba. Lo trajo a la memoria Doña Malká Matías-Aaargaus de Abram y es que, hará pocas semanas, con Andrés fue a ver por última vez la casa en que se criara en Basilea (Suiza) y que una nueva cepa de Matías (los Matías Dähl, hijos de Leopoldo en los EE.UU..) vendieron por una bicoca, premuras y líos, en que se metieran. Les estorbó que Malká apareciera en la herencia del Dr. Otilio Matías de Neves (1850-1918), nativo de Valderas (León, España) y que Leopoldo, ya viejo, quiso a su «hermana bastarda», dándole parte de lo propiamente suyo por mandato de su padre.

Lo que ya se supo es que Otilio amó a una Aaargaus que no lo quería y que sus nuevo hijos en los EE.UU. vivieron un estilo de vida que conlleva a la ruina y, para que no les expropiasen lo que más quieren, venden lo que más vale y no es plenamente suyo. Por consiguiente, les pagaron a Andrés y Malká el viaje para que vean cómo se corta el pasado. Fue el «viaje de la tijera».

«Esta es la casa en que se crió antes de irse a Cuba. Leopoldo, antes de morir, nos dijo que puede que usted sea considerada aún co-dueña porque fue deseo de Otilio Matías que algo recibieran todos sus hijos».

Unos jovencillos impetuosos, malcasados con mujeres ambiciosas, contaron 5,000 dólares y le dijeron: «Esta es su parte». La Sueca sólo quería ver la casa por última vez; a veces la soñaba, por causa del bello paisaje y las montañas nevadas que no olvidara y porque echaba de menos a Otilio, cuya muerte lloró como si fuese la de Benavito, su esposo.

Dos años antes, en cuanto a Sara, a poco de que falleciera su primogénito, ella viajó fuera de Cuba. Al fin, accedió tras unos periodos en la base de Guantánamo, y dio otros saltos, otra vez con la compañía del esposo. El servicio médico-militar de Abram se programó con estadías en Guantánamo, Panamá, Alemania y España, y Sara rompió la vida sedentaria que le ataba a La Bodega. Y, como era muy desenvuelta y de carácter tan entusiasta, no se imaginaba a perpetuidad en la soledad del edificio viejo.

«Hay que aprender a viajar hasta con la imaginación», dijo a su esposo. En cierto momento, Abram durante la tertulia con los americanos de la Base, oyó que Sara dijo a un árabe-estadounidense que le preguntaba si alguna vez viajó a Jerusalén, o a los países árabes. «Aún no, pero me gustaría». Observarlos tan jovialmente dialogantes lo sorprendió. El «inglés conversacional», «de guerra», con acento británico de Sara, había evolucionado grandemente y ahora, con su dejo europeizado, bastante simpático, se metía en meollos filosóficos y novedades cosmopolitas. Y le era suficiente para ser sincera y articulada con todos y decir: «No, no, yo sigo siendo judía», detalle que Abram le había prohibido para que se haga «ciudadana estadounidense» y se evitara ser objeto de prejuicios, ahora que la ciudadanía americana abre todas las puertas y significa que se es individuo de primera clase.

«Me habías dicho, Mr. Abram, que tu mujer es marrana y que tenías una becerra en la casa», broma por judía conversa y La Becerra, por alusión a la instructora de hebreo. Después, redirigiéndose a Sara, le dijo: «Bien, bien. You're not! It ‘s so fine with me! I love Jewish people! ¡Qué buenos que seas Niña del Libro! Que conserves el bagaje y el espíritu de tu semitismo». El árabe hasta aplaudía. «Es que él me dijo que eras muy occidental y ya cristiana».

El Ingeniero de Calderas de Guantánamo dijo que su nombres es Azeeza (y que precioso, él no es, tan sólo el nombre pero sí fue «deseado». Y eso significa su nombre en árabe. Deseado y precioso. Entonces, preguntó a la pareja si ya tenían el nombre para el bebé. Y repasaron muchos nombres posibles, en caso que fuese niña o varón. Y este momento fue lindo para todos, aunque el Capitán de Ingenieros decía que si fuese nacida hembra, le gustaría que algunas de sus sugerencias fuese tomada en cuenta: Marya o Zulaikhah fueron unas, «porque usted es una madre linda de apariencia». Claro está, ella pensaba en nombres hebreos, pero, hay mucha familiaridad entre los nombres semitas: «Su nombre Sara significa ‘maravillosa’; en árabe, Zaraa, la Dama de Jannah, y es un nombre musulmán, digno de su persona».

Con Doña Malka, el Ingeniero Azeeza también se deshizo con gentilezas y le dijo, entre el repertorio de nombres musulmanes Malak, hija de ángel, y Malika, Reina y Maryam, nombre éste que sólo tienen las damas famosas en su tierra natal. «Y si naciera un varón en la casa del Dr. Abram, llámenle no ‘my son’, sino Maysoon, porque con este nombre será de hermoso rostro y cuerpo».

«¡Usted nos entretiene, Mr. Azeeza!», le dijeron oficiales viendo que quería el privilegio de ser compadre / padrino / para los hijos de Abram, y se sabía que su propia esposa, árabe como él, no le daría hijos. Ella sí es estéril y, en estos momentos, fue víctima de la polio.

«No quiero que hablemos cosas tristes», dijo Abram, quien se acercó a mostrar dos botellas de vino, que sacó de los viejos acopios de mercaderías que había en La Bodega. «Son vinos de Valderas, León, España, de los que gustaban a Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y Villalobos, y al Dr. Otilio Matías de Neves, antes que se fuera a Suiza y Holanda, los disfrutaban y traían como obsequios». Estaría presumiendo unas botellas, traídas a La Bodega entre 1895 y 1900.

Fue una de las pocas veces que Sara escuchó a su esposo referirse a sus parientes Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y hablar con cariño sobre los leoneses de Valderas. Fue ella quien lo llevó a España por primera vez. En su breve rememoranza de Otilio, él mencionó que éste estuvo casado con Claudia Aaargaus, de cuya unión nació Leopoldo («El Sueco»). «El fue el primer sueco de verdad» y con risita nerviosa, «nosotros nos hacemos los suecos», querría decir los seguidores de un maltentendido, «porque sueco no hay ninguno». Y Malká, quien recién estuvo en Basilea, le dio la razón y lamentó que se vendiera una bella casona en Suiza por unas migajas y cómo ella tiró $5,000 a las caras de los nuevos suecos y les dijo: «Hagan lo que quieran con la casa, pero yo nos seré cómplice de la estupidez que están haciendo». La urgencia de malgastar el dinero y que rodara a la basura el patrimonio que no fue sólo de Leopoldo, el Sueco, también suyo por lo testado por Otilio.

«No hablemos sobre cosas tristes».

Llenaron copas de vino de Valderas. Abram, mientras servía orgullosamente del vino, añadió otro detalle. Su padre Benavito, cuando finalizó sus estudios en la Universidad de Basilea, se estableció en Matanzas. Sería poco después del 1901 o 1904, y comenzó a ejercer la medicina. En 1906, sirvió como médico entre las tropas norteamericanas que sofocaron la rebelión liberal de los negros. Regresó a Suiza en 1906 y de regalo de bodas, entre su padre Ruy y el Dr. Moritz Abram, le dieron por casa La Bodega, con la esperanza de que hicieran en alguno de sus pisos, la Sinagoga más grande de Cuba. Moritz heredó casi todo lo suyo a su hija Rachel y, nada, al parecer, a su hija Francisca María (Paquira).

Sara, oyéndolo, pensaba: «Caray, todo lo que uno aprende de su esposo, cuando su lengua se suelta al calor del vino».

«Papá estaba orgulloso de nacer en Ceiba Mocha», dijo y añadió que fue el primero de los Abram en colaborar con los norteamericanos durante la intervención de 1906 y que, por celos de judíos locales, ya en La Habana, movidos ellos por sus caprichos y melindres, no se hizo en La Bodega una sinagoga. «Odiaban este vino sabroso de Valderas. El vino, ¿qué culpa tiene? Y si fuera por sus amoríos, escádalos que le hizo Rachel y Antonio, cuando se casó con Alicia, ¿qué culpa tiene La Bodega?»

Aquella tarde y hasta la noche, la oficialidad de Guantánamo, así como otros invitados, advirtieron que nunca habían visto al Dr. Abram tan comunicativo, o si se entiende el eufemismo, tan ebrio. Tenía mucha clase y simpatía, pero estaba mareado y, Sara lo convenció, con la ayuda de Andrés, de irse a la cama por un rato. El vino de Valderas lo hizo una uva y tan así, que ya estaba sacando intimidades. Que si no fuese por Andrés que le compró una cama matrimonial para que hiciera maromas, con artes amatorias, Sara no habría quedado embarazada dos veces. Que si no fuese por Andrés, que rentó una camioneta, y se fue a salvar archivos de su padre y el Dr. Moritz, se habrían perdido cantidad de notas sobre investigaciones patológicas y farmacológicas que ellos habían hecho. Que lo único que él (Abram, por su cuenta hizo) fue ir ante los nuevos dueños de su parcela, 'caterva de matones' en Ceiba Mocha, y exigirles que desclaven los accesos al Laboratorio, porque allí todavía había cosas suyas, «de importancia» y que cesaran de matar a los peones que guardan el lugar, antes que él mandase a recoger lo suyo. Y aludió a los descuartizados y pidió una oración por ellos y, «si culpa tengo, que me le perdone», porque él tuvo cierta responsabilidad que descuidó, y por eso el atropello. Y dijo que, cuando nazca este hijo que Sara espera, él mismo le colgará al cuello una joyita de Hamsa. Que el Mal de Ojo, sí existe, aunque él no lo pueda explicar. «Malka y Sara son las rabinas, sustitutas de mérito una vez que se muriera el Rabino de Rabinos, mi padre».

Estaba muy sentimental. Mas el verdadero diagnóstico vino de Sara cuando le dijo: «Esposo mío, vé y reposa un rato porque estás borracho». Y él dijo: «Porque lo dices tú, lo creo, Sara. Eres inteligente y me sorportas. Me reconciliaste, amor mío. Tuve tanto miedo de perderte y que me divorciaras cuando murió mi hijo».

«Sí, tu esposa es inteligente y yo me sentí igual cuando mi esposa me hizo una igual amenaza, dejarme», confesó el Ingeniero Azeeza. Junto a él, mientras retiraban al anfitrión, se sentaron otros oficiales, consultaron cosas de trabajo con Azeeza, coincidiendo que era hora de ayudar a la pareja a naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Dijeron que sus expedientes de lealtad y servicio, como familia, datan de mucho tiempo. No olvidaron lo que se dijo de Benavito. «Que el vino de Valderas se probó por las bocas de la oficialidad de las tropas estadounidenses desde 1906». Tomarían en cuenta esas gentilezas de los Abram-Sbarbí y que el inglés y la cultura de Sara de Riga, tal como han visto y oído desde la mañana, son admirables.

A saber, consultaron que la familia Abram por desacuerdos con el Machadato y las huelgas estudiantiles, mismas que se alegaba que eran alentadas por dirigentes, mangoneados desde Moscú, explica que se enviara al hoy médico a estudiar a Suiza. Para ese entonces, había violentas manifestaciones gubernamentales en Pinar del Río, Santiago de Cuba, Santa Clara, otras ciudades y La Habana. Los ferrocarrileros hicieron huelga general. Se demoró la paga salarial de los maestros de escuela, se bajó el sueldo a los empleados públicos y sufrían muchos agricultores.

«Yo viví eso», decía Malká, cuando la unieron a la pesquisa minuciosa de los asuntos rememorados. No fue nada casual que la llamaran 'a testificar'. Aquellos oficiales investigaban si la familia anfitriona sería merecedora de protección ya que, en esos días, aunque el mismo vicepresidente de los EE.UU., Richard Nixon, llegó a La Habana, había mucho anti-americanismo. El gobierno podría cambiar en cualquier momento por uno demasiado a la izquierda y se hacía purga a nivel estadounidense. La Base de Guantánamo, en especial, su personal civil cubano, sería afecrado por un plan de acción de emergencia.

Alegaban que hay cierto «foco infeccioso» en la misma Federación de Estudiantes Universitarios y en una organización llamada la AAA. Aún cuando se pide\iera, por las fuerzas vivs de Cub, la amnistía para los prisioneros de Moncada, el presidente Morales había firmado una ley que prohíbe a las cortes civiles entenderse con delitos cometidos por las fuerzas del personal militar. Y las instrucciones de Washington para Guantánamo son observar con cuidado.

El coronel Fulgencio Batista amenazaba con su regreso y con la destitución del presidente, el Dr. Andrés Domingo Morales del Castillo. La policía cubana atacó una marcha, durante el aniversario del Natalicio de José Martí en Santiago de Cuba y el Jefe de la CIA, quien visitara la isla, previo a esta reunión en La Bodega, ha dejado organizado el 'Bureau for the Repression of Communist Activities' (BRAC) y ha pedido que se hagan las consultas especiales y necesarias sobre la posibilidad de integrar al Dr. Abram y sobre cómo se protegerá a su familia, en caso que haya que repatriar a todos.

«¿Está familiarizada con las siglas triple A (AAA)?»

«Ni sé que pueda ser eso», dijo Malká con honestidad

«¿Con el nombre de Aureliano Sánchez?».

«A mí la política de Cuba no me gusta, porque no hay en el paquete uno bueno. Son ladrones», dijo sin timidez. «Así somos de desconfiados en la familia, así fue mi esposo Benavito, la política es un asco».

«¿Está familiarizada con el nombre de Carlos Prío?»

«Le digo que me repugna la política. Se lo repito».

«¿Ni siquiera supo sobre gente que haya hablado recientemente sobre Cuba con Nixon, que vino en febrero pasado?»

«¡Ay, se van a llevar un desencanto conmigo! Yo no leo perièdicos y mi vista es para mirar mis viejos libros de arte!»

«No se mortifique, señora Aargaus de Abram. Así es que nos gusta la gente, porque, es verdad, Cuba se ha vuelto un nido de ladrones».

«Y no es que yo lo diga, porque me consta, si no porque así decía Benavito y yo me fío de su buen juicio».

Entonces, cuando de la habitación Andrés y Sara bajaron, les llamaron a sentarse con ellos. Andrés se excusó.

«¿Cómo está el doctor?», le preguntó el oficial de inteligencia, que habría de alojarse en su casa, quedando esa noche con ellos, en la habitación de huéspedes distinguidos por encarecido deseo de Abram. Al cabo de la siguiente media hora, varios de los invitados de la ocasión se regresaron a Guantánamo; pero el ingeniero y él se quedarán hasta la mañana y, al mediodía, abandonaron La Habana.

Sara anunció que se volverá a cocinar el shutá de ternera, a estilo judío, para el almuerzo de mañana.

«Ha sido una velada extraordinaria la de hoy. No esperé que dos personas como ustedes supieran tantas cosas sobre el judaísmo y la ciencia… cosas que yo no sabía», les dijo Sara, ya metida en la conversación.

«Pues no es ningún secreto. Desde que se establecieron los Premios Nobel, casi una treintena de judíos lo han ganado por aportes en la Química, medio centenar lo ha ganado por estudios médicos y casi 50 por ser los mejores físicos…», dijo el oficial, quien persistía en el empeño de reclutar al Dr. Abram para el plantel del BRAC.

«A mí me impresiona eso. Sé de los Nobel que se han concedido por actividades en pro de la paz. Por eso le digo a mi esposo que no pierda su raíz ni el orgullo de su ancestro. Que levante la Vara de Isaí».

«¿Y qué es la Vara de Isaí?».

«La inteligencia, señor. La inteligencia».

«¿Sabía usted que yo soy oficial de Inteligencia y médico, como su esposo? Sólo que ahora estoy más en asuntos administrativos con el Gobierno de los EE.UU. y, si usted considerara que es inteligencia mi quehacer, yo estoy levantando esa Vara, aunque no soy judío, y me siento halagado si me pensara un sostenedor de la Vara».

«Claro, claro», sonrió ella.

«Es que verá usted, señora Abram… yo siento un gran respeto por la inteligencia de su pueblo y gran dolor por la Shoah… Cada vez que veo las escenas que dejara el holocausto, fotos y películas delas matanzas hitlerianas, se me desgarra el pecho con dolor… ¿Cómo es posible que pueblos blancos, europeos, hayan hecho esas iniquidades a pueblos con tan alto IQ, pueblos que, cuando la nación judía fue exilada a Babilonia por Nabocudonosor, en el siglo sexto antes de Cristo, si no me equivoco, habían ya descollado largamente por su inteligencia… yo me pregunto una y otra vez… pero, así repasando la historia judía que me fascina, entiendo lo que me dice sobre la Vara de Isaí levantada. Los que se quedaron en la vieja historia de la caída de la Vara, quienes tuvieron la desgracia de ser los judíos más pobres y no aprender de otros pueblos, tienen menos IQ… Creo que los judíos de hoy, quienes han corrido el riesgo de exterminio, son
los que regresaron de Babilonia… ¿O cómo usted valora o examina ésto que le digo?»

«Yo asocio la inteligencia al ingenio para sobrevivir y ésto es una enseñanza de Salomón. Más que el oro, búsquese la inteligencia en el comportamiento cotidiano. Es sencillo: huir de los vicios, la violencia y la tristeza. Durante la Edad Media, los padres judíos no casaban a sus hijas con los viciosos, sino con jóvenes inteligentes y eruditos. Esto es algo que la Historia dice, sólo partiendo de la Edad Media en Europa y, especialmente, España. El 15% de los científicos del mundo fueron judíos, pese a que el porcentaje de su población fue menos del 1% y, si en el siglo XIX, los judíos no estaban ejerciendo profesiones, no fue por incultura, sino por leyes discriminatorias… Baruch Spinoza era un judío hispano-holandés y la madre de Montagne era judía, pero vea que una vez emancipados a final de ese siglo, surge un renacimiento. Se levanta la Vara de Isaí y nuestra gente destaca en todo: artes, música, literatura, ciencias, matemáticas e idiomas. Todo lo que se hace con amor, en pro de convivencia pacífica, pese a escollos y pruebas, resulta en civilización y calidad de vida».

«Yo digo que la vida moderna no es la misma desde Freud, Einstein», dijo el ingeniero Azeeza.

«Y Cristo», añadió Sara.

«Y Marx», dijo el oficial escrutando los ojos de ella, y como no vio reacción sospechosa, sino su gran tranquilidad, repuso: «Admirable señora, su esposo me dijo que usted habla hebreo, francés, holandés, alemán, español y sabe Dios cuántos idiomas más. Eso es un don… y yo, recientemente, en Nueva York, que es mi ciudad natal, donde tengo mis hijos, leí que el promedio normal de inteligencia de la población general de la ciudad es 100, pero el de los judíos, aún en los ghettos, mayor a 110, lo cual significa que entre los judíos el promedio de genios (IQ superior a 140), es seis veces mayor que en el resto de la población. Sí, el año pasado, un sicólogo de Nueva York identificó a 28 niños en Nueva York con un IQ superior a 170 y 24 de ellos eran niños judíos… Ahora sí comprendo lo que usted ha descrito como la Vara de Isaí y por qué hay una veintena de galardonados con el Nobel que son economistas judíos».

«Ah, pues no sabía eso. Sin embargo, sé que un poco más y exterminan A mi pueblo y derriban para siempre la Vara. Mi preocupación esencial es que la Vara reverdece en la paz y la paz hay que hacerla entre todos, ¿no es cierto, señor Azeeza?»

«Por supuesto».

«Y, entre las cosas que me pregunto, es si en este mundo donde los judíos son menos del 1% de la población, y dan el porcentaje mayor de los más grandes sostenedores de la Vara, el 20% de los premiados con el Nobel, ¿se podrá proteger su espacio, evitarse que no sean una especie en extinción, cree usted que se pueda?»

«Si la sociedad prohíbe al judío que cultive la tierra, o tenga propiedades, puede estar seguro que, como ya sucediera, él estará en el comercio, o la medicina, o las finanzas internacionales como intermediario, aunque el capital no sea suyo… En España, aunque recluídos en aljamas, con su mínimo de libertades en la sociedad general, fueron recaudadores de impuestos, o traductores de la Biblia, del hebreo al latín, del griego a cualquier otro idioma… Eso es el sentido de la inteligencia práctica… pero yo también digo… sobrevivir no es todo. El ingenio no es filosofía. Los pragmatistas ingleses y los inventores de la Revolución Industrial y de las ciencias levantan la Vara, pero no tienen la filosofía moral, que es otro anexo y por eso ocurren las desgracias… que no resultan de otra que del cambio de la cultura por el fanatismo y del aumento de la habilidad de crear riqueza por la voluntad de destruirla si la riqueza no está en las manos que más la codician por falta de moralidad... Entonces, la inteligencia práctica, la del invento y el instinto de superación, se cambia por la superstición y resulta lo que pasara en Auschwitz: avergonzamos la cultura, la inteligencia y la naturaleza bondadosa del hombre, porque usted sabrá… nosotros podemos convivir con todo el mundo, con el árabe, el turco, con gente de Babilonia y de Sidón y Cartago… Hemos sido, como nación, esclavos de todo el mundo, peregrinos humillados; pero, con José el Soñador, bendecimos a los egipcios en sus Días de Vacas Flacas y, cuando Egipto no quiso la presencia de los judíos, Ha-Shem levantó una Vara filosófica, la del integral conocimiento de Isaí, sumada a la Vara de la Torah y la Serpiente de Bronce. Son dos varas que deben andar juntas, la que libera de la ignorancia y la que cura la moral de un pueblo, su salud espiritual… Estamos prestados en el aprendizaje en el mundo. No hay garantías
de nada; pero, ante el temor, valga el ingenio. Temamos, sí, pero invocando al Altisimo, al Fiel de Judá…»

«No diga eso, señora Abram, que al menos en esta Cuba de ladrones no se le hará daño», se entusiasmó al decir el oficial, «y yo, por mi vida, juro que si ha de nacer un genio de su vientre, lo salvaremos de lo que sea, cualquier peligro…»

Y, sumándose emocionadamente a lo que había oído de ella, el Ingeniero Azeeza contó una historia de su pasado. Se la contaba su padre durante la niñez para que él, como árabe, jamás cultivara odios. Dijo que vio a árabes salvando a varios judíos y a familias turcas durante un exterminio ocurrido en 1915.

Todo comenzó una noche del 23 de abril. Alguien te llamó minoritario: Dhimmis. Alguien en 1915 habló, triunfalmente, en parlamentos del odio sin sentido.

Alegó: Ellos no creen lo que creemos. Que no pisen nuestra tierra como extraños. Que no respiren el aire ni abran sus bocas porque este espacio es NUESTRO. Que no valga ninguno de sus testimonios. Destituídos sean sus dioses, sus penas, sus esperanzas; abajo sean sus sueños.

Y, para que así fuese, comenzaron a llamarlos DHIMMIS, bocas torcidas, renegados, cristianejos con barbas de chivo. Malnacidos, occidentalizados.

En tan sólo dos años, 1894 a 1896, victimizaron los primeros 100,000 … y nadie dijo nada.

En 1906, otros 30,000, entre armenios, dijeron de sí mismos: «¡Pobre de mí, karma es mi dolor cristiano y larga espera porque ni Dios lo oye!»

Ante ningún tribunal se asomará (porque el espacio de la ley es EXTRANJERO y se nos dice: USTEDES no son de los NUESTROS).

Con impuestos excesivos pagará su intrusión en tierra ajena, su condición de armenios a medias tolerados, siempre sospechosos por su cáscara amarga y su vestido y su barba de fe y su voz disociativa que contraviene al turco.

Y empezaron a empujarlos a Anatolia. Y a matarlos entres sombras agrestes, a herirlos en cruces de caminos.

Se les prohibieron las armas y hasta apretar el puño o mirar a los ojos; se les quiso indefensos, descabezados, secuestrados, sin un portavoz en ningún predio; se les puso en las manos de batallones de ex-convictos carniceros.

Se les ha gritado: «¡Véte, véte o muere!» Mataron a sus varones más valientes; escupieron a los viejos en las calles. A los niños hambrientos y haraposos se gritó que a las moscas pertenece una fruta podrida en los mercados. «¡No toquen alimento de las moscas, a volar, hijos de DHIMMIS, cerdos impuros!»

Después se violaban sus mujeres. Se forzó a las armenias a prostíbulos. Se raptaron sus niños, se abortaron en cañerías o se vendieron como siervos.

¿Quién protestó este acoso de las dictaduras? ¿Quién reconoció esta crueldad?¿Quién dijo: ¡Basta!? ¿Cuántos años requirió esta memoria para que no quedara impune? Jóvenes Turcos, liberales y constitucionalistas, ¿no vieron que los dhimmis le llamaron su esperanza? Y pudo más las rencorosas ínfulas y el ultranacionalismo.

Mas no será por siempre... ¡que el olvido en perversión se esconda y o el gobierno se escude!

Y, Dios de los DHIMMIS, Jesús de los cristianos, ¿qué significado tiene ese dolor, ese exterminio? ¿Por qué Tú lo permites, ¿por qué Tú? [De El hombre extendido]

Demás está decir que oyendo la historia que contara el Ingeniero Azeeza, las señoras lloraron y accedieron a hacerse ciudadanas estadounidenses. Esta historia no la olvidaron, aunque salir de La Habana les costó mucho. Sara no quiso salir, aunque juró por la bandera estadounidense su lealtad espiritual al recuerdo de los turcos cristiano y al ingeniero. Sara fue más lista y acuciosa. Por si acaso, la vida de ella y su marido se le hiciera intolerable en Cuba, por la mucha violencia irremisible, según se les advirtió, se jugó la carta de la naturalización. «Cualquier patria sirve a quienes aman la paz», decía ella a Abram, instalándole a que no se integrara a la BRAC. Le dijo que es tentar a los demonios. «Si lo haces, no voy contigo ni a la esquina» y él lo hizo y costó una separación muy larga, dolorosa para ambos. «O se levanta la Vara con ambos manos, o no se levanta, Abram». Ella no comía cuentos.

Hoy, Día de Reyes del mes de enero, año de 1957, la casa está más vacía que nunca. Yo, ni siquiera recuerdo mis juguetes ese año, mi mamá hablaba de 500 mujeres vestidas de negro, yendo por las calles de Santiago, con una bandera que decía: «Paren los asesinos de nuestros hijos». Encabeza la marcha la madre de William Soler, de 14 años de edad. Fue hallado muerto y torturado por señalársele como revolucionario. Batista está en el poder y ha enviado a un teniente de la Guardia Batistiana a perseguir a los revolucionarias en las montañas de Sierra Maestra. También, además del Teniente Sánchez Mosquera, irá con mayores tropas: Joaquín Casilllas.

Ese mismo año, para marzo, Sara se enteró que Abram limpiaba áreas de mala política, y recomendó la destitución del embajador estadounidense en Cuba, Arthur Gardner, amigo íntimo de Batista. Fue cuando citaron por la radio que a Gardner fue Abram quien le puso el dedo como indeseable. Abram fungía de chivato en alto rango. Ciertamente, su esposo estaba en la BRAC y le había mentido.

Con recién expedido pasaporte norteamericano, sin consultar a Abram, Sara viajó a Puerto Rico, a la Base Ramey, de Aguadilla, donde supo que estaba, quien creyó un amigo, el Capitán de Ingeniero Azeeza. Y se lo pidió por, si de veras, sentía como padrino. Yo iba con ella, como su única cosa valiosa en su equipaje, y la bendición de Sara, quien le dijo:
Véte. Andrés y Ha-Shem me cuidara. Salva a tu hijo.

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29. El secuestro, el aprendizaje y el regreso

... la abeja vibra y orgasma,
pero las rosas habrán muerto en el ocaso:
Yván Silén (poeta puertorriqueño)

La Abejita me dijo: «El que quiera Templo tenga útero y aprenda a defenderlo; el templo es la vagina buenamente templada del carácter. Aprenda bien los ritos que lo adoran, la soga que se ata al pie y a las mandíbulas, el pan que come, el vino que consagra».

Ella que fue hormiga, casi ignorada en el reino de la Vida, hoy es dueña del Eje de Mundo. Tiene árboles que significan el hombre / la mujer con los pies en un fondo secreto, nutrición de raíces, la fe de la abundancia, corrientes ocultas de Arquetipo, alquimias de ser, en las kratofanías, clave de ser en lo Sagrado y por eso me dice cuando charla como ardilla y juega sacando piojos a mi cabeza soñadora: lo que ha de designarse Ser Madre Tierra es Tu Acompañante Subterránea, la que sólo, en apariencia, te abandona, la que, si ausente, en exilio, sigue dando un cobijo en lo secreto para que llenes tu vasija vacía. La que hará tu corazón una tierra encantada, la que orienta sobre estímulos a tu ontogénesis cuando vengan a atraparte a encerrarte, carapachos de intriga, bestias de mucho caracol con mierda adentro.

Cuida esta unidad, hijito mío. Tén útero, tén templo y no que dejes que nadie te cambie el paradigma, porque de esa manera es que ultraja la cultura y nos nace el Estado / paranoico. [08-12-1976 / Carlos López Dzur: Las zonas del carácter]

Entiendo que mi padre fue racionalizador, por no decir, mentiroso. Dijo que Sara secuestró su hijo, el deseado del segundo intento. No habló sobre ella como de una esposa, sino como una sierva que quiso en La Bodega para cuando llegara jarioso. «Ella se fue y, sin mi consentimiento, se alejó a no sé dónde». Como una Agar que se va al desierto. Sin embargo, aunque el Capitán Azeezal le dijo: «Tu esposa está en Ramey, compadre. No te angusties». Y, antes Doña Malká, su madre, se lo informó. «No te anguesties. Mi bendición fue con ella. Yo le dí permiso». En esos días, ciertamente, no dijo: «Me abandonó mi esposo». No lo dijo, por orgullo y por racionalizaciones. Agar se fue, secuestradora, y se llevó mi hijo: ésto fue lo que implicara su conducta, pese a estar advertido que llevó consigo dinero que le dí. Podrá cuidar al niño y alquilar una casa para ambos darse las debidas protecciones, techo y alimento, alguna ropa. «No van al desamparo, hijo mío», lo convencía Malká. Se fueron por hallarse un espacio, «sin esta soledad y el miedo a La Habana cada vez más violenta, máxime cuando Abram se puso por objeto de represalias políticas. Se dio por tarea recomendar purgas políticas en la dictadura de Batista y sus predecesores. El llegó a insinuar, comido por celos, que el capitán de calderas, pudiera aprovecharse de Sara. Y Malká le dijo: «Pues que poco conoces a la que llamaste tu dulce camarada, la abeja».

Y para defenderla acudió a su sabiduría, en parte, el lenguaje alegórico que aprendiera de Benavito. «Ella es como las vírgenes de ayer: No tengas miedo».

Ellas no son lánguidas, mosquitas muertas. Son duras como las nueces y las avellanas aunque tengan la rosadez de un salmón, rayos de transparencias de las resolanas. Ellas son hacendosas, a veces pequeñas como las hormiguitas, a veces frágiles como alas de mariposas, pero, en lo profundo, guardan los misterios de matamorfosis, mediaciones simbólicas. Mucha alma. Contactos con el misterio, aunque todo lo laman de gusanos, o de un grano de carbón de piedra, o un pedruzquillo del azúcar.

Ellas, como las de ayer, como las grandes madres judías, tienen antenas, o son como formícidos, insectillos sociales. Fueron quintaesencia del Cretáceo, ángeles en apoyo de colonias, lo más dulce al quehacer productivo de la vida y el control biológico de los cielos de abajo: son las vírgenes de la Tierra. Ellas son el fuego, hay hormigas así, ardientes, invasoras, que entran en conflicto con el macho que las quiere pisadas
como si fueran la formica, o el linóleo para sus propias plantas. Entonces, son incendiarias. Pero esta vírgenes, con el nombre del himen dulces / o salobres / a las lenguas, van alborotadas a sus ocultas grutas, vuelan, tienen sus propias alas, se las sacuden cuando ya no les sirven y nunca son lánguidas, pazguatas, pendejunas.

Hay vírgenes, sin embargo, que son avispas hembras y son muy grandullonas y aterciopeladas. Esas son meras termitas, aunque sean vírgenes, pero son las de hoy, hembras sin alas. En vez de ser omnívoras, comen vergas y ni siquiera las degluten, lamen escrotos, gritan mensadas, se sienten hasta piscianas, dignas del mar de maravillas y de falsos Acuarios, no quieren regresar a Gea y su paradigma cultural es tener un Pitón más grande que el del macho y no dar un tajo, ni en defensa propia.

Ya no quieren ni tener antenas en codo, como sus viejas hermanas. Con oírse a ellas mismas les basta, con verse engrandecidas; ya no quieren ni el tórax ni el abdomen, sólo las cinturitas para el vestido majuno y entallado; su Christian Dior de artificio más que feromonas. A su ombliguito le llaman el peciolo de moda, el torso tiene que ser de X medida, perfecto, como se lee en la revista femenina, o se describe cuando hay 'reinas de carnavales' en La Habana.

Esas no son vírgenes como las de ayer que, por de pronto, dejó tus jardines. Las mandíbulas la quieren como raquítico emsamblaje. Quieren ser lánguidas, fantasmales como si el exoesqueleto pesara y los dejaran, en algún gavetero. No. Ellas no anhelan el trabajo, sólo al buen proveedor, o, aunque no las mantega, un macho que le coma las nalgas y le haga citas en discoteques, joyerías, cines, variedades.

Ellas no quieren más la madre que le diga: «Toma la plancha. Vé y lávame esta ropa. Ayúdame en la cocina. Carga ese grano de azúcar, este pedacito de semilla». No. Ya no cultivan jardines. Compran flores de plástico, ya no diseñan nada. Ya ni componen ni descomponen algo. Antes hilvanaban el cosmos con sus hilos y sí, sí sabían pelear y tender trampas de seda y comerse al enemigo con dulzura, enredándolo en una telaraña... Ahora hay que defenderlas, cada vez son más necias, engreídas, creen que saben y no saben nada. Las violan en medio de un hilo dental. Las vulvas se las miran a distancia, les sacan los clítoris, con todos sus aromas, y ellas se van recontentas, triunfadoras, creyendo que danzaban.

Le basta que les digan: «Son lindas, deseadas, me gustan, muñequitas», aunque virtudes no se detecten en antenas, no se transmitan a sus almas. ¿Qué? ¡Ya no recuerdas a Francisca José, sí! Bastante se te ha hablado de Paquira, la de tu parentela Lecsincka. Bastante la aborreció su mismo padre, el Dr. Moritz.

Pero aquellas, las primeras, vírgenes fuertes, las de dos mandíbulas, aquellas sí que transportaban alimentos y sabían construir nidos para defenderse, tenían bolsillos para cuidarse, cámaras intrabucales para guardar su pan, para amparar su honra. Y su mundo, como hoy, estuvo llenos de macharranes asquerosos. No es nada nuevo.

La de antes, las por mí queridas, sobre todo, compartían, querían sus hijos, los celaba de perjuicio en el cochino, tribal, puto mundo, y les pasaban amor a otras hormigas, o larvas solidarias. Tenían, sabe dios si seis patas ancladas, para pisar en firme, no irse con el volátil peso ante las saturnalias y la tristeza de los días del Tiempo. Tenían su garra ganchuda para escalar infinitos o trepar superficies, como esas zonas rosas
en que las matan, las persiguen, las atemorizan. Querían machos alados e iban con alas a los vuelos nupciales y no eran lánguidas, no. Nunca fueron vírgenes lánguidas.

Ojos poderosos, grandes, le sobraban. Las llamaban Energía, las fuertes, viripotentes. Con sus ojos sabían de coqueteo, no de entregas sumisas y eran dueñas de sí y de lo externo. Tenían panales, albergues, agujeros túneles bajo tierra, y salían a la luz. Se mostraban sin bulimia ni tan mánicas; el viento nos la barría contra los lodazales... Ellas, sí, fueron vírgenes, gozosas, seguras, orgullosas, del Trabajo.

Desde que puso sus plantas en el Aeropuerto de Isla Verde, comenzaron dos años, o casi tres de separación, que a Sara la harían meditar en lo que hizo. Fue una buena decisión después de todo que se hiciera ciudadana y llegara como tal a una isla, donde su primera intención sería trabajar para cuidar de sí y de su hijo. El dinero que su nuera le dio no duraría para siempre. Por de pronto, su único contacto fue el capitán en la Base Aérea de Ramey Fields. Su compadre y lo llamó. Fue él quien vino por ella y la llevó de Isla Verde a Punta Boriquen, Aguadilla. Un viaje sobre ruedas que le pareció casi eterno, aunque sólo tomaban 3 horas, yendo del Este al Oeste.

Lloraba tanto durante el viaje que la esposa de Azeezal le cargó el bebé para que ella se durmiera y no lo empapara con lágrimas cada vez que lo besaba.

Yo era el niñito. Mas no recuerdo racionalmente estas cosas, sino porque me lo contó con el tiempo. Tal vez están grabadas en mi subconsciente, ese testigo que presencia todas las cosas y las transforma en elucidario de espíritu. Lo creo porque, sin que ella me lo diga, he sentido sus vulnerabilidades, así como su transmutación. De lo débil de una tesis, o prueba, o metamorfosis, hay que forjar síntesis dialéctica, nueva alquimia. Y yo dormía, plácidamente, en cualquiera sean los brazos de mujer que me cargara, porque ella puso el engrama genético de sus vibraciones en mí. Ella puede transmutar a mi favor... ¡todo!

La antigua Ramey Air Force Base, que ubicarara Aguadilla, Puerto Rico, y que fuera dedicada al General Roger M. Ramey, ya no existe. Una porción, en la actualidad es operada por el Servicio Federal de Guardacostas y llamado Borinquen Coast Guard Air Station y otra porción es utilizada paara avición civil y conocida como el Aeropuerto Internacional Rafael Hernandez. Mas la base aérea fue importante desde 1936, como una extensión logística para los U. S. Army Air Corps para la defensa aérea del Canal de Panamá y Puerto Rico mismo, considerado
«a most valuable asset for national defense».

En lo que es llamado Punta Borinquen, antes sector de cañaverales, en 1939, el Ejército Norteamericano invirtió $1,215,000, para hacer de 3,796 acres, unas instalaciones militares, al comando del Major Karl S. Axtater y allí pues se instaló el Escuadrón de Bombarderos (Núm. 27) que arribó de Langley Field, Virginia, en 1939 con nueve B-18A Bolo medianos y, más tarde, los escuadrones 417 y el 25. Dicen que Aguadilla se moría de miedo ciertos días de Navidad en 1940, cuando se hizo el simulacro La Batalla de Borinquen Field, un ejercicio de alerta («tempest-in-a-teapot») en que se dispararon cañonazos a un enemigo inexistente que, en realidad, fue un barco comercial que viajaba buscando protección en las costas.

Para estos años de la llegada de Sarita a la base, años de posguerra, la base fue sede del Comando Aéreo Estratégico. Ella vio, por primera vez, equip pesado como los B-36 Peacemaker. Nombre que le pareció ridículo y paradógico. «¿Cómo se puede llamar 'hacedor de paz' a un avión diseñado para la matanza?» y recordó los aviones sin piloto que destrozaron el cuerpo de Joachim de Riga. Con estos recuerdos, teniendo ante su vista y, al alcance de sus oídos, máquinas de guerra como los B-36 y B-52, sabía que no duraría mucho en el lugar sin que cayera en depresiones.

La Ramey AFB se cerró en 1973, según supimos más tarde como parte de la reducción de personal y operaciones de la post-era de la Guerra de Vietnam. Ya no hay B-52 a la vista en las numerosas rampas y hangares. Ahora hay una hermosa villa con casas para rentar en Punta Borinquen y un enorme Shopping Center.

Sara de Riga recuerda que el primer empleo, al que Azeeza le recomendó, fue la orientación ante casos de malaria. Casi todos los casos que se presentaron en el período de 1951 a 1954 fueron veteranos que regresaban de la guerra de Corea; los casos restantes habían sido importados de otros países, a veces los traían inmigrantes que penetraban ilegalmente la isla por los puertos. La campaña para erradicar la malaria de todas partes del mundo, que se inició en 1955, y no tuvo el éxito esperado, por la resistencia del mosquito vector a los insecticidas y del parásito causal de la enfermedad a los medicamentos antimaláricos, y la labor de Sara fue identificar los problemas administrativos y logísticosde la campaña, que se suspendió a fines de los años setenta. A eso dedicó casi seis meses de su estadía en la base, pero, un día se lo dijo a Azeeza: «El trabajo es fácil. Es puro papeleo para la OMS. Me gusta la Clínica de Guacio. El viaje de regreso en helicópero divierte a mi hijito... Mas este ruido de aviación en la base y las alarmas, una vez que aquí estamos, me está matando» y se fue de la base y aprendió a cortar pelo, limpiar casas, cuidar niñlos ajenos, coser ropa y otros oficios. Tenía habilidad para todo y, sobre todo, la alegría de ser independiente... mas, casi próximo a que yo cumpliera, cinco años, con un dinero extra que Doña Malká enviara, vino la queja: «Me gustaría verte. Andrés, extraña a su sobrino». Sin duda, estaría achacosa y temía morir sin verla por última. Además, se quejaba de no poder ya pintar por un extraño frío en sus dedos.

Como si con ésto se le emplazara al regreso, con miedo de hallarse con su esposo, Sara volvió a la Base Ramey y preguntó a Azeeza, si sería posible que la llevaran a Cuba. Y él le dijo: «Por supuesto. Mi compadre se pondrá feliz, aunque, por de pronto, está en Sttugart, Alemania». Esta es la sede del Comando Europeo de los Estados Unidos, o EUCOM. Sara recordó cuando pisó en Grafenwöhr el mayor centro de adiestramiento militar de Estados Unidos en Europa.

«Esa base no la conozco, pero es la más que se menciona».

«¿Estás mal económicamente? ¿Es que Abram no te envía gastos de manutención para el niño?»

«No. Es que temo que Malká se muere».

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20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 23. Peor que un matrimonio mal lleva'o

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