Saturday, May 31, 2008

El pordiosero (13)


Hoy es un día de fiesta.
Seguramente, se enterarán después las gentes
que me circundan; los amigos que se fueron.
Un agasajo doy a mi corazón que se habituó
a sus tristezas, a sus proyectos fallidos,
a sus ilusiones vacías.


Seré como el poeta que me habló de semillas
y definiéndose dijo: «soy gorgojo vibrátil
y en medio de basurales, o sobre tierra seca
y baldía, escarbo».
Es ser como él
lo que yo quiero, el que busca un tesoro,
un tesoro con la forma de semilla,
lo valioso que entre el pantano
o la mugre se oculta.


Hoy abracé mi corazón, con todo sus gusanos,
hoy le dí mil nuevos nombres, conmoví su miseria.
El prometió ser mío, conmigo ha de lanzarse
a la aventura. Mi corazón me dijo: «¡Compañero!»


Conmigo será fecundo y yo con él escarbaré
en lo amargo hasta hallar la alegría.
La dicha que se pierde entre semillas
habitará conmigo; no se irá.

Hoy es un día de hallazgo y estamos
tan felices, tan entusiasmados, que preparé
esta fiesta. Hoy es un día de agasajo entre poetas.

Seguramente, se enterará a la gente
que antes me vio y los amigos
que me abandonaron.

22-08-2000 / El hombre extendido

Saturday, May 24, 2008

Los pordioseros (12)



Al hombre que no está vacío, al que se escondió
en tí, en lo más pleno del hueco de los días,
al hombre rico, no porque tenga
poder sobre las cosas y las gentes,
el humilde es precioso.
Y es identificable.
Le gusta. Lo conmueve.


El hombre pleno al humilde lo escucha.
De él estará maravillas. Otros, habitualmente ciegos,
contentos de sus cegueces, no lo exaltan.
Los ricos admiran los humildes
por extraño que parezca; los orgullosos, no.


Para el hombre y la mujer llenas de alma,
hábiles con los ojos, sutiles por la fina audición
de sus oídos, seguros por emociones satisfechas,
los humildes no son seres opacos,
desfigurados por los derroches
de ansiedad y de prejuicio.
Ellos sí tienen claros sus valores.
Ellos sí redefinen lo que otros no entienden.
Los humildes son seres gloriosos.
Son los verdaderos poderosos.
Están llenos de espíritu.

2.

Divinos son sólo los humildes.
Humilde, el pueblo santo, separado.
Sublimes, cuasi heroicos, ellos,
no porque anden en fachas,
no por las opresiones, no por sumarse
o no sumarse a la lucha de clases.
Sublime los humildes no porque sean
pobres, analfabetos, cabeciduros, neutrales.
no porque sufran de graves atropellos.
Humildes, simplemente, por sencillos.
Transparentes, tolerantes.
Se equivocan, sí. Erran y no saben
que han errado, pero piden perdón
y sufren.

Los hombres plenos, sabios, triunfadores,
con alma a flor de piel, o a veces escondida,
me dijeron: Humildes son los dulces,
los que siempre sonríen, los cantarinos,
los que no ofenden, los que nunca roban
ni engañan; los que no mienten.
Ellos porque saben esperar y son merecedores.

3.

Nada tiene que ver que vayan en andrajos.
Que anden en fachas, o descalzos,
o que sean en cierto modo un colmo del ridículo.
Humilde no es la pose piadosa, la pretensión
de puros y doctrinariamente iluminados,
elevadamente espirituales. No.
Nada tiene que ver ni la edad ni el sexo
ni la belleza ni el ancestro.

Los humildes sonríen. Aman de todo a todo.
Se resisten a ser los sufridores,
los lastimosos, los amargos.
No se sienten desde el fondo del corazón
el residuo, el gabazo sobrante, los pobres.

Los humildes son tan espontáneos
y se mueren, se enferman, se desnutren;
pero son compasivos, aún ante la horda
de puñales que se lo comen vivo.
Dúctiles sólo para ser generosos,
paradójicamente compasivos.

4.

Los humildes no mienten. Aprendieron
que la vida es dura y que el cielo no se tapa
con un dedo. Por eso son cordiales y se armonizan
con un tiempo que no tiene reloj ni tiene odio
ni prisa ni maldición para nadie.

El hombre pleno, el que mira donde se esconde
el corazón y se apertrecha amable, solitario,
su inspiración la alimenta de la riqueza moral
de esos seres primordiales que huyen
de la violencia y el rencor que incide al mundo.

A los hombres vacíos le gustan los rabiosos,
los mayoritarios, vengadores miserables,
huecos seres como ellos, presto a llenar y llenarlos
de sendas porquerías; a los hombres, plenos,
ambiciosos, a los conocedores, la riqueza
es más dulce cuando la nombran los labios
del humilde y la observan con los ojos
del asombro y la grata inocuidad
de lo inesperado.

5.

Los humildes no son una masa,
como son los rebaños obedientes
y las hordas imbéciles;
los humildes son la excepción, nunca la norma.
Ellos no quieren nada que no se hayan ganado.
Ellos no van a matar por hacer puntos.
Antes prefieren pasar por los más tontos.

En la miseria tienen un ideal, el trabajo.
En la ignorancia, una virtud, que los enseñen,
con paciencia abuundante porque paciencia
a ellos sobra, son los persistentes verdaderos,
y serlos los ensancha con sonrisa y dulzura
y por eso, ¿qué es lo más grato
que se tendrá ante los ojos?
¿Qué canción más melódica al que escucha?

¡Ellos, ellos, humildes obreros
de la vida cotidiana, ángeles caídos
de los cielos, seres bellos
que ni siquiera imaginan su encanto?
¡Seres útiles, dispuesto a toda labor,
la que ninguna quiere, por doler en la carne
y encovar los lomos!

¡Ellos, ellos, son la gente
que Dios ama, ellos son
la gente que yo amo!

18-03-2001 / De El hombre extendido

Friday, May 23, 2008

El pordiosero (11)

A Psyké


«¿Qué nombre tienes para mí?
Tú que a todos pones uno.
¿Cuál es mi nombre que en miseria
y violencia lo he olvidado? Tú que tan libre
te sientes para abrazar a quién vive cautivo,
humillado, anhelante… ¿quién crees que eres
y de dónde has venido, Caminante terrestre y fugitivo?»

Yo soy el huésped invisible, el amante que no ves,
yo soy el novio de Tu Alma, la sombra menos cautiva
que habita en lo profundo del Sí Mismo…
¿Tu nombre? El mismo de siempre,
Mente, Psique, la estructura que dejara
El Paraíso, la exilada que olvidó que alguna vez
poblaba los Cielos de Saturno y su Ser era un ser
dentro de un cuerpo vaporoso, semi-sólido.

Vestía con esplendor todos los cuerpos
y todos los colores, entraba a todo cielo
y todo oscuro rincón, a los infiernos;
oía lo que hoy no se oye,
observaba lo que hoy es invisible,
se encantaba con todo lo que hoy se imagina
tan horrendo, tan espectral, tan pesadillesco.

El alma no conocía, entonces, el miedo
porque la Mente era pura, libre, ilimitada
en sus esferas de entes primordiales.
Un nombre también puse a tu mundo:
Densidad, aire espeso, vasija planetaria,
Mundo,
por su necesidad, descenso,
y un nombre tengo también: El que llama,
el que en tí, después de tu caída,
espera tu regreso.

¿Tu nombre? Psique, el Alma,
la que de la sensibilidad forma el instinto;
la que del instinto forma inteligencia.
La dueña de una antorcha vacilante
Y una mano temblorosa; te llamé, Humanidad,
Mi nostalgia, amada polarizada de mis fuerzas,
única esencia que, aún en Tierra,
proviene de los Cielos…

¿Mi nombre? El compañero invisible
que te llama; el que mantiene tu curiosidad
en carne viva, el que lo oscuro de una récamara
te parece el sublime, el deseado, el visitante
cuya luz no es obvia; pero, has de verlo
al fin, curiosa Psique, aunque se queme
con aceite de tu espíritu…

29-4-2000 / De «El hombre extendido»

El pordiosero (10)

Ce qu’on diffère est à demi rompu:
Pierre Corneille


Este es el mood de nuestra sociedad
y el nombre que le tengo: la horda diferida,
la humanidad en pedazos, sobrevivientes
de la mala gana. Comen de mala gana,
a medias unos, en exceso otros.

Luchan de mala gana, a medias unos
y pasivos, sin fe, los otros.
Bendicen de mala gana; aman
de mala gana. Su pasión es a medias.
En el instinto edifican su condena.
Con el entendimiento menosprecian lo suyo;
con la ira lapidan lo ajeno…

¡Ay, sociedad de seres orillados,
cómo hemos perdido el ojo de la ola!
Peces ya muertos en el aire,
rechados a la mar. No es así que se vive,
vivos después de muertos, vivos
después de ahogados a voluntad.
No se perpetúa la vida a media dicha,
a medio hacer, a media asta.

29-4-2000 / De «El hombre extendido»

Thursday, May 22, 2008

El pordiosero (9)


Y el Caminante, uno que fue llamado el anónimo,
inesperado, andante con el paso furtivo,
espectro vivo del instinto, dijo más en Skid Road,
aquel ghetto que aún cobija a miserables,
pordioseros que tiritan en el frío
sobre almohadas de periódicos viejos y cartones,
viciosos, tan hambrientos, que parecen
los ángeles caídos, desalados
en desprecio.


Se sentó, cercano a la lumbre
de la hoguera y dijo más, dijo más
a los ánimos famélicos y tristes,
a los semblantes mustios
como corazones desgarbados.

«Es cierto que yo amo a quien su instinto salva
y vive agradecido, sin tenerlo por menos;
es cierto que me gusta que canten y hagan danza,
en medio de este abismo... pero yo digo más...
Hay algunos y, en todas partes, los procura
pues se llevan un pedazo de mi amor, mis recuerdos;
unos que son el más sabroso, el más entero,
el más rico alimento de otros hombres».

Y yo les doy por nombres: Los apasionados.
Sí. Ellos son los más maravillosos entre los seres anímicos.
Apasionados son y más gratamente amados.
Hembras y varones son y más amados que los instintivos.
La voluntad acrisola sus pasiones; la transforma en batalla,
en ejercicio, en horizonte, en meta, en objetivos.

Puede que no se midan por la plenitud
de lo que da el entendimiento.
Puede que sólo partan de un lugar, aquí y ahora
donde todo es relativo, sin intelecto puro;
pero en cada pasión ensanchan su gran temperamento.

Puede que nadie haya hablado para ellos
de una Idea pura, un Infinito,
un Cosmos / un Todo / que armoniza
a los hombre primordiales con providencias
que van a lo sublime; pero, entre ustedes,
los hay. Y yo digo más... Van y vienen,
sufren en profundo temporalmente en el mundo;
pero son apasionados y éso basta para que sean
a mottu propio los tiernos, los creadores.

Son mis héroes, mártires, generosos, enérgicos.
Se levantan, en medio del entorno mediocre,
y aman, con las plenitudes que las ansias permiten,
con el rigor que desafía, que disciplina y corrije.

Siempre sorprenden. Dan que hablar.
Les victimiza la acusación y el morbo,
la envidia, la ventaja del cruento.
Cuando entienden el dolor, o la dicha negada,
¡con cuánta pasión veo que discuten o cantan
y nos conmueven, se arrebatan
cuando sueltan el lenguaje!

Se entregan sin miramiento por su misericordia.
Dan la vida, dan el llanto, dan la insolencia vital
de la alegría, lo dan TODO, todo sin quedarse
con algo, sin requerir honores. Son los valientes
que nos están en rodillas cuando piden:
«Dejadme ser. Esto es lo justo.
Dejadme ser y actuar y liberar a otros
y traer el fuego del Olimpo a la tierra
que se muere de frío».

Los apasionados son la sal de la Tierra.
Son el ser-que-nunca se olvida.
Son los Prometeos de todas las edades
y las entrañas que los buitres se comen
en casi eterno suplicio.

Son la vibración más elevada: los primeros
en ver, en ser curiosos, en hacerse presentes
para todo reto o cambio que se invoque.
Los apasionados son la semilla de nuestro porvenir.

3-11-2002 / De El hombre extendido
__

SKID ROAD: Una calle de un suburbio, pobre y destartalado, cerca de Los Angeles [urbe de un gran progreso financiero]; en este barrio y esa calle particularmente, se reúnen a dormir, o descansar, los pordioseros, desamparados y gente más empobrecida de la Ciudad. Incluyendo mujeres, niños, enfermos y desahuciados.
Allí, a los bordes de las aceras, the homeless people, negros, anglos y latinos principalmente, guardan sus pocas pertenencias: tiliches, ropas, bultos, sus frazadas, etc. En la noche, encienden hogueras para calentarse y se duermen sobre cartones y desperdicios. Allí se ve cómo cocinan, se drogan, se conversan, bailan o cantan y finalmente, casi por miles, duermen o se desvelan. Es una escena patética. Muchas organizaciones les dan comida y caridad allí

En mi libro «El hombre extendido», el poema fue publicado originalmente con el título «El Pordiosero» (8). La serie El Pordiosero fue lo que inspiró el libro.

El pordiosero (8)

El caminante vio al pordiosero,
al ser extendido en las quejas
de su desdicha amarga.
Lo escuchó, tan maldiciente, tan herido.

Dijo que cada instinto en él es tan perverso.
Sigue de largo, apártate, me pidió.
Es capaz de armarse y de matarme.
«Todo lo que tengo es mala sangre».
Un criminal coraje, una energía
que se expresa en delito, odio caníbal,
lujuria tenebrosa de molicie.

El caminante, tranquilo e inmutable,
se acercó. Lo abrazó, venció sus resistencias.
El aspaviento. Sus gestos execrables.
«Yo sólo sé hacer daño.
No me provoques, caminante».

Fue cuando me acercó curiosamente.
«¿Qué es lo que tienes, dijiste?»
Instinto malo. Malos instintos.
Mala sangre, bajeza, mal instinto.

«Pues estás equivocado. Todo los instintos
son la nobleza inicial; la enseñanza provisoria
para el cuerpo. Cada instinto es una esencia necesaria.
Sin instinto no hay agua que sea valiosa
ni bestia ni hombre que la busque.
Sin instinto no hay humanidad ni fauna
ni quien ponga un huevo ni un cigoto;
no hay hermosura, sin instinto,
ni caricioso beso, ni copulante ansias.
El instinto es un regalo que nos dieron.
La primera grata forma del abrazo,
el primer vínculo biológico del Ser
con cada ser-dispuesto, sintiente,
posible, abierto.
Sin instintos, no se quiere la vida.
No se come, no se protege ninguno
del invierno y el frío, no se víste
el que anda desnudo, no se desnuda
ninguno para los manantiales.
Nada es, tan primordialmente noble,
tan primitivamente próvido, como el instinto
que alimenta, que defiende, que avisa
(que te huye del riesgo amenazante).
Ama, amigo mío, el instinto,
el buen instinto, el siempre noble
ángel de la guarda en el abismo oscuro.
El instinto es el susurro más antiguo
de la vida, el olfato de los dioses invisibles».


Y, ¿quién eres tú que me declaras éso?
«Yo soy el Caminante secreto del instinto».

3-12-2000 / De El hombre extendido


La fruta


La vida es fruto que no se pudre jamás.
El sabor de vida es excelso.
El origen de la vida es sublime.
... pero hambriento es aquel que a la vida
ha llamado su escoria,
que de la pulpa sabrosa se queja
y dice: «Es tan amarga! ¡Despreciable!»


De la vida que tiene exprime el jugo;
lo vierte en tierra para mojar las hormigas.
El no acepta la fruta de su dicha.
Más bien, en cada una, maldecirá
las almas. Quedará con hollejos,
relativos, transitorios,
aparentes residuos de su fruto.


... y recibí la fruta, comí delante
de todas las serpientes y no maldije
como un adam, en tierra roja, arrepentido.
Yo abracé mi Eva de ambrosía
y exhorté: «Sembremos más árboles
de éstos»
y, desde entonces,
bendigo los manzanos y las pomarrosas.


De «El hombre extendido»

Monday, May 19, 2008

Riqueza y pobreza


No que haya sufrido al extremo
que sienta que será crucificado.
No que alguno lo persiga por sus deudas.
No que haya faltado su alimento.
No es el caso siquiera su vestido;
pero, yo ví al pordiosero
que entró al templo.


Un templo que pudo ser su alma,
servida en altar como holocausto.
Y lo fue necesariamente.
Algo entregó de sí, algo, algo...

Fue él quien vio el Santo Crucifijo.
Enorme Cristo magullado, sangrante,
marcado con dolor como símbolo
de su ejecución por los impíos.

Es casi indescriptible lo que expresó
su rostro; es inefable el impacto moral
de la imagen que está ante su mirada.
«¡Cómo has sufrido!», gimió.
«No quiero ver así ni mi persona
ni mi prójimo».
Y entendió la promesa
del crucificado: «¡Por tí yo doy mi vida,
mi sangre, todo lo que tengo sacrifico!
Sólo pide. Honra mi acto».

Y, como si escuchara concretas instrucciones,
se fue feliz. Llegó luz a su alma.
«Soy hombre nuevo», me lo dijo.
Y la queja que el pordiosero trajo,
se exhíbe aniquilada; él me conmueve.
Lo he seguido por la calle y va cantando.

«Cuando regrese aquí, Jesús,
no pediré nada. Voy a darte.
Tú verás todo lo que en Tu Nombre
puedo. Voy a valorar lo que sufríste.


Voy a imaginar que soy perfecto.
Ya no tengo penurias ni automenosprecios.
Edificaré una fortuna. Vestiré
como príncipe y me veré transformado.

Hoy me respeto con el respeto tuyo.
Hoy me amo entre los poderosos
que llamaste los justos, emprendedores.
Desde hoy te bajo de la cruz; te bendigo
en prosperidades y en dichas inmediatas».


5-12-2001 / El hombre extendido

Voy por luz


Cada vez que puedo y, con sinceridad, pido perdón.
Nací hijo de erranza. Me equivoco.
Algo que tiene su luz (y es indispensable)
me falta. Alumbraría mi camino.

De tinieblas me canso, me escapo y, entonces,
combato el desierto de sombras.
Estoy lleno de anhelos.
Y, en las tinieblas, no es tan comprensible.

El desgaste es rutinario. Pero, aún así,
yo buscaré mi luz. Voy. Hago caminos.
Terco, rebelde, aventurero, desafío
el mínimo de tiempo.

Mi prisa se come los espacios
y fuera del sitio me encuentro.
Nunca estoy tarde, no.

Declarado en perdón, irónico, lo que se observa es
que, por un poco de luz, llego. Quien es ciego
y, más que ciego, tonto, soy yo. Y regreso.
Soy el que se expone, se humilla.
Estoy en el camino. Es lo que importa.

Con sinceridad pido perdón cada vez que puedo.
Nací hijo de erranza. Me sofoqué, intentándolo.
Choqué contigo. Finalmente, tuve un mal resultado.
Me engañó el parecido. Fui el primero en llegar, ¿no?
pero no hallé mi luz apetecida.

Quisiera que no se perdiera el momento
en que ella resplandece. El tiempo es oro, ¿no?
Por estarme a tiempo, yo haría todo lo oportuno.
Robaría el fuego una y otra vez.
Lo valioso quema los dedos de otras manos
que no lo amarán tanto como yo.
Eso es más penoso que el equívoco.

Lo que anhelo es tan grande que no pido el permiso
de buscarlo. Si mi trámite hago y es solicitud
descartada, yo muero. Excusarme
pues no me duele, humilla menos.

Cada vez que puedo y con sinceridad pido perdón.
Nací hijo de sombras y atisbos, de premura y ansia.
Pero, si acertara a gritar a la luz:
«Te quiero, ven conmigo», ¿acaso no dejaré de ser
el hijo de la Erranza, luchador en tinieblas?

De El hombre extendido

Karma (1)


El quiso decir que no hay justicia.
Sólo el caos se premedita desde los olvidos.
Seguro, a salvo, ninguno está.

Una casa prendió en llamas.
Fue un accidente en algún punto del ghetto.
Mal servicio y mucha negligencia de las «autoridades».
Los más... compadecen el sufrimiento injusto.
No se sabe desde qué norte se gesta este quebranto.

Se menciona una familia de inocentes en la inopia.
Otros lamentan que pasará la tarde
y vendrá la noche, sin el servicio eléctrico.
El humo se divisa desde lejos.


¡Qué insensible parece la sociedad!
La tragedia de hoy se olvidará en un rato.

2.

El ladrón a su robo; el funcionario, a sus fascinaciones.
Al acto del deber, la burocracia y media; el maestro
pendiente a que al fin chille un timbre, o taña una campana.
El actor a su papel, el beisbolista a firmar su contrato de millones.
«Que la vida es un carnaval», canta Celia. «Cristo salva»,

predica en la calle quien está convencido
de que «no hay nadie bueno».

Nadie que sea inocente.
Nadie que pueda evitar que Cristo venga.
Un padre clamó al cielo y a su lado el niño, sin brazos,

es trozo de ser vivo en la silla de ruedas que él empuja.
El inválido calla, sabe demontre ante quién o a dónde
su mirada se ha ido, «¿dónde, justicia, te fuíste?»

3.

Desde alguna ventana terrenal, otra mujer,
sabe a quién o dónde su mirada estuvo la noche del ultraje.
Un caldero de llanto hierve y ella menea con palabras
su caldo espeso de amargura. Fue violada.
A punta de navajas, le marcaron la cara.


Un recién nacido a nadie acusa.
No juzgará al perverso.
Nunca será apto ni para saber que vive.
Crecerá con los estigmas natos.

Y una familia pobre y humillada,
que no sabe de karma ni de leyes cósmicas,
frías e inexorables; dice:
Sentido moral, ¿para qué sirves?

He aquí que no hay Gracia.
Ni perdón. Ni misericordia.
El mundo es una mierda.
Una burla, una mueca, un escarnio.

12-03-2000 / El hombre extendido

El pordiosero (1), (2), (3) y (4)



Entró a la iglesia, a la bella y santa catedral.
El vio la puerta ancha. La entrada es gratis.
Y quienes lo observaron, alegan:
ante el altar está y ante la talla magestuosa
de Jesús crucificado, murmura cosas
después que se ha clavado de rodillas.


Entró él, sucio y flaco, el pordiosero.
Entró y ninguno duda, todos ven
lo que es, por maloliente. O adivinan,
o interpretan que el individuo está en la inopia,
que es la miseria viva, quizás el vicio,
una epidemia andante, una piltrafa.

¿Qué podrá decir a Dios un hombre como ése?
Y después, al verlo de salida, un sacristán
o un guardia, alguno que es veedor de las piedades,
le pregunta: ¿Qué le dijíste a Dios?
«Nada. Dios no existe».


3-02-1992 / De El hombre extendido

*

El pordiosero (2)

Este es un gran palacio, Dios mío.
¡Qué Ecclesia Mater, qué templo,
qué altura, qué pasillos, qué grandeza!

Me dijeron que es tu casa, ¡ay!
yo ni una choza tengo. Duermo en la calle
y en la noche como un tiliche al viento
es mi osario, como brevario de angustia
es mi frío; con un rezo de muerte
pido mi mañana.

Nadie me quiere matar y soy tan cobarde
para hacerlo yo mismo; el hambre es mi cotidiana cuota
de castigo. La tristeza es una inventiva permanente
de mi aliento. Yo no tengo otro presente
que arrastrarme; ni más pensamiento que morir
con asco de mí mismo, que sentirme culpable
porque nadie me quiere, o porque no tengo a nadie.

No me tengas en pie ni de rodillas un día más.
Tú eres privilegiado. Mira que casas tienes.
Domus dei, en cada lado, catedrales.
Tú no te mojas. No padeces frío.

Yo sí lo padezco todo, todo hasta decir tu nombre
como último recurso: ¡Asesíname!
yo no soy inocente; todo fracaso es mío.
Que tú me mates no es infame; para mí,
ha de ser un privilegio.


3-12-1992 / De El hombre extendido

*



El pordiosero (3)

¡Por Dios! cero lágrimas por mí,
cero misericordia. No me levanten al día
que yo no quiero verlo, déjenme
en el chiscón, sobre mis cartones
con el abrigo mugriento.

Ustedes no saben la angustia de una mañana
con la polilla interior come que come,
con el sol taladrando mi carne
para que hieda mi estercolero
tan lleno de escorpiones.


¡Por dios! hoy no extenderé mi mano.
Me duelen los cuatro dígitos que tengo.
El pulgar yo lo perdí; me lo mordió
por unas pulgas un perro callejero.


¡Yo sueño mi reposo!
hasta un mendigo sueña con su osario.
Bendigo el día en que mis ojos
no quedarán abiertos; maldigo el día
de lástimas públicas que salen de la boca,
pero que siguen de largo. Bendigo la sombra
que, a pesar de todo, no quiero.


¡Por dios! hoy estiro mis pies.
Lo más que puedo porque mis piernas
duelen, por vagar demasiado, y la artritis
se asoma, sin acabar de matarme.

¡Por dios, cero lástima que atardece
y quiero que antes de la noche,
acabe con mis ojos!

3-14-1992 / El hombre extendido


*

El pordiosero (4)

Ese tiempo que pierdes en lamento
dámelo, pordiosero; ven siempre aquí
donde yo, como un árbol, ofrezco
sombra, atenuaré la brisa para que sea una caricia,
susurro de viento que te dirá
«te quiero, sonríe, tú no estás solo».

El árbol habla. Tú observa: Vibrante
es el misterio, cubierto de corteza.
Dentro del tronco hay un diálogo constante
de sustancia, un llamado a que vengan
y lo huelan, lo oigan, lo abracen
con lo que puedan las manos;
lo bendigan cuando ofrece alimento,
cuando su fruto, que es más que palabra,
place a la boca, al agradecimiento.

Yo soy el Arbol más árbol de los árboles
y conozco cada estación de alma,
aún inhóspitos inviernos;
pero yo, desde antes de la sequía,
o el temblor que desamparo,
a los pájaros aliento, yo hospedo
lo que grazna y lo que pía; yo antes del estío,
alimento la tierra para el mundo,
yo soy un pulmón, oxigeno hasta a los homicidas
que no dialogan conmigo.

¿Cómo no hacerte mi amigo? Tú, pordiosero,
que te duermes al pie de mis raíces y me besas
las uñas y el predio entero de mis hojarascas.
Ven, sueña a mi lado. Te observo y me place
que mi sombra te sea el temporal consuelo.

5-13-2001 / El hombre extendido

Sunday, May 11, 2008

Biografía escrita en azul (2)

Yo puse mi yo, quizás por un capricho,
en el ahí de un allá donde no hay algo que muera,
en ese Todo-Unitario que es el universo
y no la ilusión del ahora que irrita
y agobia y juega al escondite
con mis cinco sentidos refinados
y mi arcilla blanda y mi alambrada
de óseo calcio, mis huesos.

Yo puse mi visión en una diléctica infinita
y elegí ser poeta para decirlo al mundo
por consuelo. Otros sienten como yo.
Otros hacen lo mismo.

II.

Allá lo puse todo.
Como guardándolo del daño que conspira
el que cree que las culpas nunca
se terminan, no se curan,
sino con castigo y venganza,
némesis cotidiana y pesimismo.

Esto sé: Que la vida es energía
y ninguno la destruye, consciencia viva
que es sincrónica al vincular los azares,
cuanto parece disperso, caduco.
Otros sienten como yo.
Otros comunican lo mismo.

16-4-2000 / El hombre extendido

Biografía escrita en azul

La mundanidad en que he vivido no fue hecha para mí.
Yo soy consciencia viva y el mundo tiene facha
de cadáver y no tiene verdad que respete la vida.
El tiempo es corredor y atleta
de flaco espacio y sus huesos y músculos
pasan de largo a prisa y, si me meto en el medio,
me empujan, me derriban. Les estorbo.

El espacio se ha llenado de dueños,
propietarios ajenos, que no me dan una tumba
con mi nombre, que no me edifican un cimiento.
Yo sé lo que soy, una consciencia
que habla sobre universo con amor y una energía
que busca conexiones que otros rompen
y obstruyen y niegan sobre el mundo.
Para mí, en cuanto es lo que sucede,
la fisicidad me despoja. La engañifa de lo vivo
me persigue; en la asocialidad me internaron.

Escribiré en azul, hasta que me canse,
por terco. Escribiré mis principios superiores
(porque por ellos sostengo mi esqueleto).
Sufro lo que me toque. Hay más cosas
que lo que ven mis pupilas; posiblemente,
diga algunas de ellas para incrédulos.

13-4-2000 / El hombre extendido

Falta privacidad para este acto


Lo peor es que no puedes escapar.
Huír ya no es posible.
Tu sombra es un radar.
Tu olor es un delato.

Como deseos insatisfechos es la ciénaga
más grande. Ahí comienza todo, ahí
se convoca al fin lo que digas
que haya sido tu vida a que termine.
En el fondo está Dios con un cuchillo.

2.

Tú has fracasado por la razón que sea.

No creas que el mundo no lo sabe
siendo que tú lo difundes.
Tú has explorado el alma

y, en dolo, víste tu descenso,
tú bien que anidas, presuroso,
en el inferus predio, in-mundos.

Pues el mundo también tiene ojos
y el tiempo es poco para acoger
más contradicciones; también el mundo
se cansa de ser un basurero.

3.

Mira a ver qué haces, ego de vigilía.
Con qué maña regresas a la fuente,
al Inconsciente acumulativo con adecuados modelos,
a las verdades que, por universales, no engañan.

No es necesaria la censura suprema.
No te sé decir cómo lo hagas, sólo
que el destino te aguarda, una y otra vez
sobre tí estará su mirada. No te dará
el tiempo del suicidio.

15-3-2004 / El hombre extendido