Monday, May 19, 2008

Voy por luz


Cada vez que puedo y, con sinceridad, pido perdón.
Nací hijo de erranza. Me equivoco.
Algo que tiene su luz (y es indispensable)
me falta. Alumbraría mi camino.

De tinieblas me canso, me escapo y, entonces,
combato el desierto de sombras.
Estoy lleno de anhelos.
Y, en las tinieblas, no es tan comprensible.

El desgaste es rutinario. Pero, aún así,
yo buscaré mi luz. Voy. Hago caminos.
Terco, rebelde, aventurero, desafío
el mínimo de tiempo.

Mi prisa se come los espacios
y fuera del sitio me encuentro.
Nunca estoy tarde, no.

Declarado en perdón, irónico, lo que se observa es
que, por un poco de luz, llego. Quien es ciego
y, más que ciego, tonto, soy yo. Y regreso.
Soy el que se expone, se humilla.
Estoy en el camino. Es lo que importa.

Con sinceridad pido perdón cada vez que puedo.
Nací hijo de erranza. Me sofoqué, intentándolo.
Choqué contigo. Finalmente, tuve un mal resultado.
Me engañó el parecido. Fui el primero en llegar, ¿no?
pero no hallé mi luz apetecida.

Quisiera que no se perdiera el momento
en que ella resplandece. El tiempo es oro, ¿no?
Por estarme a tiempo, yo haría todo lo oportuno.
Robaría el fuego una y otra vez.
Lo valioso quema los dedos de otras manos
que no lo amarán tanto como yo.
Eso es más penoso que el equívoco.

Lo que anhelo es tan grande que no pido el permiso
de buscarlo. Si mi trámite hago y es solicitud
descartada, yo muero. Excusarme
pues no me duele, humilla menos.

Cada vez que puedo y con sinceridad pido perdón.
Nací hijo de sombras y atisbos, de premura y ansia.
Pero, si acertara a gritar a la luz:
«Te quiero, ven conmigo», ¿acaso no dejaré de ser
el hijo de la Erranza, luchador en tinieblas?

De El hombre extendido

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