Friday, November 30, 2007

La sangre que se escurre


Noviembre de 1957. Hombres de sangre ardiente enlutaron la tarde. Sábado a las 3:00 pasado meridiano. Don Felino, el dueño del barecito, sospechó unos signos agorantes de tragedia. Se lo dijo al propio Lolo Nuñez:
«Es el tercer ron que vendo a tu compadre Lencho y quisiera que fuese el último».
Agregó una amenaza: «Tu compadre se pone majadero con mi hija y, si lo sigue haciendo, lo tundiré a trancazos.

A la mano, bajo el mostrador, tenía el madero.

«No temblará mi brazo cuando se lo parta encima, amigo Lolo».

Al paso de las horas, la tragedia sospechada se intensificaba. Entre cerdo y cerdo que el matarife Lencho destasajaba en su casa, regresaba horas más tarde. Horas tras horas y cumplía con el mismo ritual: elegía un disco de la vellonera de la barra, bolero descarnado de la época; se surtía del agasajo contingente de mirándola y apretaba sus labios para no soltar, con indeseada grosería, unas palabras que ofendieran a ella ni a su padre ni a clientela presente. Sin embargo, son muchas las señales que delataran la pasión que lo carcome. Lencho no es listo. Es matrero. No verbaliza fácilmente lo que quiere. O lo que siente. Es más que solitario, traicionero. Mira con ojos lujuriosos que hasta el mismo Lolo lo reprende cuando Lencho visita su casa y observa que ni con doña Ana, su comadre, disimula sus lascivias y desalientos. «Lolo si tiene suerte y es más viejo», alega Lencho.

Mas Lolo Nuñez, vecino en Tablastilla, está en la inopia. Ana, su mujer, tiene tres hijas de un primer matrimonio. Lolo la hizo procrear cuatro más, los suyos. Al menos, cuando se acuerda, Lencho Colón es generoso. De algún cerdo que mata, lleva a la casa alguna grosura y calma el hambre de todos. «Aquí, compay Lencho, para que coman los nenes». Es que son siete, en total y, por de pronto, Lolo compra al fiado. Siempre lo mismo, la carne es lujo, máxime cuando no está empleado plenamente.

Lencho ha vuelto. Es el cuarto asomo suyo a la tiendita de Felino. Marca sus discos en la vellonera. Entrega un billete de diez dólares a quien, por su gusto, lo mandaría al demonio. Felino observo el gesto de escarnio en la boca de su hija. Lolo lamentó que el compadre abriera la boca vulgarmente, insinuara besos. Lleva unos tragos demás y en el pensamiento una muchacha, tan sensual y pizpireta que presupuso que le meneaba el rabito. Y, si es así, ¿por qué estos celos?
Propuso una canción descorazonada para la vil ingrata. Pidió dos conitos de ron porque apuraba el primero sin inmutaciones. Así palo tras palo, el color se escurría por su garganta con más velocidad que antes.

«Esta Navidad no la paso solo»,
gritó ante Felino.
«Conmigo no será», murmuró la muchacha, casi evitando que su padre la oyera. Mas se hizo rotunda la osadía del borracho.

«A usted es que me refiero».
Don Felino respondió con el gesto de buscar la tranca y despedirlo a golpes. Por fortuna, a fin de evitar confrontaciones, el buen Lolo concilió el asunto con presteza. Tomó a Lencho con delicadeza por los hombros. Lo hizo mirar a su rostro; ya sólo tenía ojos para la hembra. Se envalentonaba y no lo convencía la amistosa persuación y serenidad de Lolo Nuñez. A los 40 años de edad, si bien se daba sus traguitos, éste aprendía del buen consejo, la necesidad y la mesura. Felino era un tunante presuntuoso.

«Compay, ya, ya... deje éso. Usted no está para hacer amenazas ni peticiones. Anda bebido»

«Es que estoy loco por ella, Lolo. Voy a pararle el caballito a esa mujercita para que me respete».

«Ella le dijo que no, así que deje eso. Mire que bebido, sufre más».

«No me amenace con eso. Bebo para no sufrir».

«Es lo que haré, pararle el caballito para que me respete».

«¡No, no! ¡Has perdido el juicio!»,
lo aguantó por un brazo para que no avanzara hacia ella y le diera una bofetada prometida, según lo que había dicho una semana antes.

Forcejearon.

«No me ofrezca más consejos, ya! Se acabó».

«No seas bobo, Lencho. Entiende».


Este epíteto de bobo lo ofendió más que su interpretación de que Lolo Nuñez le obstaculizara el romance que lo emperró con la hija de Don Felino. Se buscó entonces el cuchillo con que clava la garganta de los cerdos, después que da un marronazo sobre los cráneos porcinos para atontarlos y que se queden quietos.
No valdría otro consejo. Delante de todos los presentes, sacó el cuchillo carnicero y dio unas cuatro puñaladas al amigo. De repente, viendo con terror el cuchillo-matacerdo, empapado hasta el mango por la sangre de Lolo, dijo:
«Lo hice porque es un entrometido, pero no quería hacerlo».

Un segundo de reflexión, al ver lo que había hecho y escuchar los gritos y clamores de todos, salió del lugar con el cuchillo en la mano. Lo vieron salir, rumbo a Tablastilla, los hijos de Andrés Pulga que azuzaron a la chichería a ir tras él. Con el revuelo dentro del bar, se coló la noticia. Avisaron a Ana y llamaron un médico. Cuando huyó, cuchillo en mano y el puño sangriento, no fue como se creyó en tareas del oficio. Asesinó al compadre. Quedaron siete huérfanos.
Ahora, en Tablastilla, con una cajita de ataúd que Guilo Vargas hizo, el sótano se acabó de llenar. La casucha es insuficiente. Se apretujaban, unos a otros, los trece vecinos más compadecidos. Siete niños y la viuda. Lloraban porque mataron con cuchillo matacerdo a Lolo Nuñez. Se inquietaron porque su sangre salía de las heridas, incoagulable, y se escurría del cajón. El chorro era sonoro porque, no fue mero gotear. Fue un caudal de llanto lastimero. Se recogía en un baño de lavar ropa que se puso bajo el rústico féretro.

En un comienzo, la sangre salpicó el piso hasta que lo observaron e informaron con el grito de alarma. El cajón no está forrado ni el cuerpo embalsamado. No se estila en Pepino entre vecinos tan pobres. Los Nuñez eran de esos. Han tratado de enfriar el cadáver con hielo y sal, con lástimas y rezos. No se puede hacer más.

«¿Cómo fue?», preguntó un curioso cuanto más quedito pudo. «¿Quién fue el que lo mató?» Se oyó la pregunta, sin embargo, como si utilizara un altavoz. Tanto fue el silencio.

Aconteció que Don Lencho Colón, vecino del callejón de Guillo El Soco, ya había destasajado, entre las 2:00 y 3:30 de la tarde, unos cuatro lechones, huyó del colmadito del barbero Don Felino, hombre pacífico, emprendedor, que vendía, entre 1950 y 1955, cuanto podía. Surtía hasta al fiado. Cortaba el pelo, despachaba sus rones y vivía así, ajetreado.

«Lo agarraron ya», informa uno que lo supo. Se paró en las afueras de la casita del velorio en Tablastilla. Felino que salió y expresó pésames; pero tenía que saborear este gusto de informarlo. El policía Echevarría, quien se daba unas cervecitas, junto a Vitín Oppenheimer, vio la avanzada de la muchachería y le dijeron que Lencho, ebrio y alucinado, llevaba el cuchillo carnicero.
«¡Suelta ese puñal!», ordenó como dos o tres veces.

«No», se negaba. «Es que no sé lo que me pasa. No sé ni lo que he hecho». «Tira el cuchillo al suelo porque voy a esposarte. Mira el revólver con que te apunto. No huyas porque te doy un balazo. No huyas porque si avanzas, te corro a tiros y te lo vacío el arma en tus espaldas», explicó el guardia.
Y, según continuaron los rezos y los pésame, importaba saber por qué un compadre mató al otro. «¿Quién es el culpable y cuál es el motivo?»

Don Felino sí que lo ha dicho. Ha vivido con un ojo en Olguita, hija suya, que, por linda y rompecorazones, a todos encandila por la bajada a Pueblo Nuevo. Alguien enamorado a lo divino, residente en lo profundo del Callejón de Guillo, es el asesino. Un fisgón de Olguita, diablesa protegida. Por su causa fue que vivía entre infeliz y contento. La espíaba al observarla parada en la Loma de Stalingrado.

Y, es verdad, la hija de Felino es bonita, alegre, coquetona, mas a nadie suelta prendas todavía. Sí. Es la hija de don Felino quien tuvo a Lecho como ajíaco. Es la espinita clavada que lo angustiara porque «las felicidades perfectas no existen, ni muriendo». Se queja con el compadre. Oye del acusma de su alma mil recriminaciones. En más de una ocasión dijo: «Estoy loco por ella. Hago cualquier cosa por tenerla y hacerla mía esta Navidad». Comenzó a sentir el dolor de los celos pues la hija de Felino sonríe a todo el mundo. Lo ha escuchado y no lo quiere. Tiene un hijo abandonado. «Es mala gente», le dicen quiene saben que él es irascible, posesivo. Tanto que a Olguita le gustaría convencerla de que se ande con cuidado. Si es que ha de ser suya, «mejor que no sonría tanto, porque yo la quiero pa' mí y para que sea madre de mi hijo». Don Lencho, tras veinte años de prisión, fue a buscar a su compadre. No recordaba que lo había matado. Repasó, en medio de pesadillas y alucinaciones, la última conversación que con él había tenido. Recordaba las palabras de su amigo.

«Estás mal, compay Lencho. Va a irte mal si buscas una muchacha tan joven y jariosa. Tú no le interesas y se lo dijo a su padre. No es a tí a quien ella quiere».

«Pues eso me lo tendrá que decir a mí».
«¡No la busques más! No sufras con ese embuste de que puede quererte».
«Que venga y me diga que no soy hombre pa' ella; si tiene otro pretendiente que lo vaya largando, porque le voy a quitar la cabuya que ella se da por caliente».

«Es que, por joven y en la edad de marido, son muchos los que la rondan»,
insistió Lolo.

«Pero aquí hay hombre y mejor que yo ninguno», dijo el enamorado.

Había sufrido otra pena de la que tenía muy confusos sentimientos. Mientras cumplía su condena carcelaria, a Freddy, su hijo, le dieron 20 puñaladas. Entonces, se preguntaba cómo pudo haber sido.

«¿Dónde está viviendo mi compadre?», pregunta Lencho. No recuerda que lo mató hace 20 años.

«¿Qué le pasa Lencho? Los muertos ya no perdonan», le dicen.
«Yo maté a uno, no a dos. ¿Por qué vienen a joder conmigo?»

8-6-2006


Saturday, November 17, 2007

Su desnudez consoladora


¡Qué reaccionaria es la tristeza!
¡Qué revolucionaria es la alegría!

Extor Henrique Martínez


Cristalizado con formas fue lo que, al parecer, no lo tiene
y la mujer, ella en particular, con esfuerzo de su alma,
lo ha querido. La ví cantando el SI de las aprobaciones.
Consolidaba los colores magenta de su carne.
Quería decir existo desde la suma completa de sus nervios.

Entonces era violácea, como carne amoratada de Neptuno.
Pero la ví en la balanza, en su lucha con instintos y emociones.
Le dí el esplendor externo de Nogah. La probé frente
al metal de bronce. Entre violentos, se trastocó en eficiencia.

Entre clementes se mantuvo íntegra, victoriosa,
y suplicó: Dáme existencia, afírmame aunque me cueste
el ropaje con que me hayas vestido.

Estoy desnuda en el Netzach,
pero no me observa nadie. Sólo tus ojos, Chesed,
mi padre íntimo, el que no me avergüenza,
el que ama mis emociones por su Misericordia.

1-05-1996

El gran proyecto


Lo que importa es que es perfectamente posible
para cualquier ser cambiar las variables…. Decidir
por Sí Mismo un destino diferente para su existencia:

Diego de Villarroel


Contra el rostro mortal de los neutros,
noveleros, hijos de las moscas
de la plaza, hijos del Olvido,
limpio mis labios, convalezco
de las distorsiones de sus burlas
y mi larga estancia en las resignaciones.

Me anticipo al Gran Proyecto:
palpar esta sustancia, beber del agua,
abrir al fin en su totalidad la puerta
al Ser que me echó al mundo.

2.


Vivo por la serena compostura.
La fuerza abre sus fauces. Muerde.
El toro, desde su larínge, ruge en ausencia
de una palabra de plata que tenga
las creaciones de esmeraldas.

¿Quién que oiga los ultras de la energía
ignora que desde lunas se recoje la luz?
¿Quién ha de ser el Sufriente, el mensajero
de Hermes, el trimegisto, tres veces
grande por clemencia?

¿Quién Jachin y Boas del vínculo amoroso
y el proyecto, el pacto del que llama
por receptividad del que oye?

¿Quién que sea como la Madre al hijo?
¿Quién como la hiedra que en la pared de la Torá
recoge su adherencia, su fe? ¿su circunscisa alma
y su sábado de reposo? ¿Quién el que admita
las siete leyes de la Mente Subjetiva profunda?

3.


Teth, la serpiente, es mi fuerza.
Mi hiedra, dulce y bella, con su collar
de rosas, es ya mujer del infinito.

Encadena las potencias de mi bestia.
Anula mis gesticulaciones. Con un interior
de paz, purifica mis instintos naturales.

En el infinito ata mis bravuras. Las transmuta.
Y en la tierra oscura, como Emperatriz, me desata
y me pasea como cordero y siervo acepto.

Teth abre mi boca. Se asoma a mi mente.
Apacienta mis rugidos, me acaricia con sus manos.
A los ojos de mi emoción encara su mirada.

¡Qué tiernamente me examina el aliento;
con qué tangible calidez transmite su armonía!
Iluminadora es la fuerza dulce de Teth.

4.


Por causa de centralidad, el corazón se abre.
Se abre como león que antes nadie ató
al verlo enfurecido, ¿quién abrirá sus fauces?

A la vida del sol la Puerta nos accede.
Al hambre de ser de los leones, en actitud pasiva,
virginal, Ella entreteje al devenir pasado,
a la presencia viva, al porvenir
que es acto receptivo que enfrenta lo salvaje.

En lo alto, el Infinito; en lo bajo, la fuerza bruta
y el temor, con reperperos y la chusma
que habla con rabaneras porque no conoce
a Teth, collar de rosas y damianas.

El Gran Simpático retoza con el sueño
de energía en la Vasija y el Gran Bazo transmuta
los glóbulos sanguíneos, volviéndolos blancos
como copos de nieve y lana de oveja mansa
en Cálix de hermosura. El león fue vencido. Punto.

Barredora del ser, con escoba de misericordia,
la criada-bruja, es la magnífica Tiroides.
¡Cómo nos limpia, el hígado santo de Tu Gracia,
el esplénico Siervo esplendoroso!

5.


El sufrimiento es un accidente innecesario
de nuestra libertad; pero nuestra perfección
(en Dios), una necesidad de nuestra libertad:
El dolor en una ontología en la fe


¿Quién como él? Que nos apuntala…
El que nos da el Oriente y nos saca del Norte
de lo oscuro y del Mal Viento de la muerte…

¿Quién el que con nosotros amanece
y trae el sol del equilibrio y la templanza?
¿Quién con fuego nos prueba y en leños
de vitalidad nos aporta la Llama?

¿Quién que nos auto-restrinja con muerte
esperanzadora, al tiempo que, con implacable
celo y persuación, nos da una rosa blanca?

El que ya ha perdido toda fe y comienza
a perder toda caridad, ¿con quién se sentará
a llorar, quién ha de ser su consuelo?

¿Quién volverá a recordar que con la ruptura
personal, vital y cotidiana, con ese Amor que nos
amó y dio sus alas, el pecado es intenso
y la Divinidad se relaciona a lo remotamente numinoso?

Pero, ¿quién te habló de Sí como un quejido
de hambre y sed desde el Bazo propiciador,
restaurador nocturno de los glóbulos blancos?

¿Quién hay que comunicara, Desinféctate,
que soy la Tiroides Cósmica y esplénica
y glandularmente te reparo?

6.


Gran proyecto es el pentalfa del hombre.
En el plexo solar, su corazón está erguido como roca.
De la bilis de su angustia, hicíste un Perro Mudo
que ante el rigor no ladra y que de las sombras
de la Ley no se asusta. Dulce lo hicíste, Josibí.

Lo soltaste en los montes, Ateo.
Como Curiel ha sobrevivido cada experimento
que lo asesina ante el Mashiaj de su alma.

Todo lo que navega en la mar … que mudo sea como el perro taíno.
Atempera la tormenta, Josibí. Que se quebrante, sin jactancia
el corazón ganancioso que no edifica su Beth, bohío alguno.

Para todos será la Luz, hasta para el berengo
porque para el proyecto del hombre,
indispensable es que se entiendan las Siete Leyes
del Universo, bajo eL amparo del Turey subjetivo.

Dirás para quienes advengan asociados en areyto, oye y mira.
En medio de sonajeros de maracas y güiros, el dios Sol-Luna
también tiene un tambor de vibraciones. Le gusta el ritmo.

Con cuartos menguantes de Luna, hizo lapsos,
sucesiones, ritmoterapia. Dos columnas, hizo para nombrar
los opuestos, Severidad es. Lo mismo que Misericordia.

7.


Para que al Ego mates , a esa báquira, cerda obesa,
salvaje, con cientos de cabezas, a esa pulga
presuntuosa, hablantina, cuyas palabras son huevecillos
de gusanos, carrocha de berzotas, realidades ilusorias,

distrubuyó la síntesis en el Pilar de la Armonía
de los contrarios. Invento de Dios es la dialéctica.
En la base del ser, en medio de lo ente, se la dio
como el fruto dulce. Cómela, dijo, mi sabor tiene.

La mejor Vasija, idónea copa de tu bendición,
se coció en el éter. Como vaso que se atesora
por útil e imprescindible, vivo y orgánico al ser,
fue para que el Ego que cree que ya lo sabe todo.

Chesed, Padre Amoroso, la pensó y dijo:
Sublime anatomía por semejanza, mi bazo,
mi crátera en la Noche del Hombre y mi órgano
que restauradora la luz. Ciertamente, él la pensó
y la distribuyó en la arcilla.

21-3-1989


8.


Y el leviatán y el behomot batallarán cuando el Sol
conquiste la tierra que al caído entristece y con violencia
retiene. En bolsa de pescador está metido el niño inocente
y el pez pequeño que no tiene aire, sino asfixia.

El gran proyecto es que no se descarríe por siempre
el ser que se arma en los mares de angustia y berrenchines,
que pierda el puñal de su Razón y vea Su Guardián
en el Inconsciente tiene un sitio y mi pacto.

Ladra, Num, porque tú serás del Leviatán triunfante.
Malkut te ha llamado Su Pentalfa. Con cinco frutos,
te levantará y mientras el sol exista,
tu corazón es el sitio de Mi roca.

9.


Por causa de luna, tu mudez dejará las orillas,
el residuo, los viles metales de la Piedra Bruta.
Como cemíes, dormirás desnudo y bandas
de algodón te ornarán los brazos y pantorrillas.

En el centro del Gran Silencio, con marea controlada,
se acabará tu angustia, y estrellas serán
en los reinos de marisma y fuego tu comprobación.

Investígate, vigila, recicla tus marismas, pueblo bendito.
No en vano se te llama, el hijo de Turey en los cielos
y en cinco puntas crecen tus cinco frutos, sub divo.

24-3-1989


10.


Tú, favorito de mi Serpiente, tú, mi niña en el pantano,
verás la Bestia que busca tu desastre.
En islotes de Langerhans te comerán los zafras,
te molerán tus azúcares. De tu páncreas harán
sus berenjenales, pero yo estoy contigo.
Seré el bohique en secreto, seré tu amor en los cemíes.

Tú dejarás la cueva. Vendrás a mis poblados.
Y en fiestas santas te sentarás a mi diestra sobre un dujo.
Cincelarás la piedra bruta y, con Venus bajo el azul de cielo,
escucharás trompetas de yagrumo, mi Jabao, gayumbas
de hueso, el shofar que denuncia los crepúsculos.

Misión tiene tu alma: Búscame; seré tu espada de Zaín;
seré el garrote y como guanín, disco de oro pondré
en los pechos de tus guerreros; gran proyecto tiene
tu raza de valientes, pueblo mío.

Caza y pesca dí a tus varones por oficio.
Pero las guerras del espíritu serán por lunas milenarias.
De modo que caza y con tus flecha dispara
hacia el punto vacío del Tzimtzum, yergue tu cabeza
y no la hundas en la falsa imitación del que escarnece
el mundo, mientras ignora el poder de los milagros
y la santidad de tus bohiques. Pesca.
De la realidad amarga, sacarás mis dulces peces
porque yo estoy contigo como el Aon mudo.

8-03-1990


11.

… a Venus, arquetipo del amor femenino

El amor es lo que sana el sufrimiento:

Mauricio Cubaque M.


No seas esclavo de la fatalidad, hijo de Samed,
porque vivas en tierras de disturbio. La Bella de Pandemos,
la niña de Pafos, la Urania del Cielo, sus ojos ha clavado en tí.

Doncellas aderezó con sonrisas.
En Acidalia se ha bañado
y, desnuda como está, te dice: Véme.
Como Dione te insta: Fructíficame.

Busca limas y granadas conmigo.
Al monte de Erice acompáñame.
Recaudaremos brezos.
Brezos como abrazos juntaremos.

La fatalidad todo lo confunde. Del genitivo femenino
construye sus pentáculos de inversión, apariencias externas
de burla, intolerancia, prejuicio. De la justa alegría se ríe
con sus sarcasmos. De lo hermosura de las hijas
de Talasa, el ojo de Ayín con ilusiones impuras se harta
y en el Gran Viaje de la Líbido se detiene
al observar las charcas de lujuria de los asnos.

Con bestias de bipolaridad, espejos deformados
por pasiones, se entretiene. Garras tiene la fatalidad,
hijo de Samed, ojo de Ayín caído. Escucha su lamento
y no permitas que se defraude por tu causa.

El error y el dogmatismo no lo pongas en el cubo,
junto a las perfecciones. A la diosa del Amor
apártala de las mujeres engañosas y frívolas.

Con las corintias que venden devociones
no ligues el amor y la dulzura. No te unas en Cipris
con la matricida. Con la niña rodeada de palomas,
con la Venus que monta sobre un cisne,
comulga. Escúchala desde lo profundo del alma.

No maldigas la consciencia, no dejes a medias
el Gran Viaje de la Líbido, no azotes
a quien te da su ternura y te habla,
desde el lenguaje de las transformaciones.

9-09-1989

12.


Como una bendición del Shehejianu


Fue un día de púrpura y estaño después que Gueburá
meditó sobre el color de la vida y de la sangre.
Para el sexto día a la luz diferenciadora de ojos medúseos,
se te dijo Alma Humana y con delicadeza de sus vapores,
del mundo de su aliento, el Alma Divina, Gueburá,
en centralidad de tu cuerpo, ubicó la Vasija
en que te veas contenido, resguardado, digno del rojo
de tu vino y libre de la anemia pálida del pez perdido.

Con sabiduría de su esfera te adhirió las moléculas.
Alguno tendría que ir a verte, a supervisarte en el proceso.
Estabas en la fragua de tu infierno, en la gloria de tus puertas.

Sólo él te dijo: No temas. El advenir es menos bello
que las plenitudes. Vasija de honra te dio el Hacedor.
Te han diseñado el Bazo con sabiduría.

Por de pronto, el Alma humana fue al manantial.
Y dijo: Bondad de Gueburá son las aguas.
Y dos peces, de ojos abiertos, vigilantes,
Quien me da pan trenzado, en miel mojado,
y la manzana de la primera noche y purificaciones
en Rosh Hashaná. Y dulce es la ambición del Bazo
y cada sorbo de Su Copa en ríos humanos.

21-03-1989

13.


El bazo, un órgano utilísimo, pero frágil.
Si se lesiona, generalmente no se puede
rehabilitar. Por sus múltiples funciones
(producir células sanguíneas, destruir los
glóbulos rojos envejecidos y almacenar
sangre de reserva), el bazo es, sin duda
alguna, un órgano polifacético:

Alvin Silverstein, M. D., en:
Human anatomy and Physiology
>

Y El vio que era bueno. Y para alabar
Tu Vasija en la carne, una legión de soldados,
todos macrófagos, incoloramente interpuestos
en tu sangre, se añadió a los eritrocitos.

Defenderán los predios de Tu vasija, en medio
de la linfa y limpiará de bacterias tu vino.
Y El vio que era bueno y tú víste que también
es santo el globulito rojo, el peón oxigenenante,
que en tu sangre, oficio tiene: cuidar el templo
del Gran Simpático en tí. Y el vio que era bueno.

Y Gueburá, el amoroso, también.
En el Gran Plasma, como peces en el agua,
vive el ángel rojo de la hemoglobina
y el ejército leucocito que contra invasores
echa su grito por el sólo don de ser plaqueta
en Tu Reino, ¡oh, divina es ella en la sangre!

Y el vio que era bueno. Bueno es, dijo Gueburá:
Alabado sean, los glóbulos blancos junto
a los eritrocitos. El plasma y el agua son sus reinos.
Bendito sea el pús y, quien espera tranquilamente
su salida al astral y estancia fuera del cuerpo,
sin derrame de sangre ni violencia!
Que no se diga de él ¡sangre de atole!
ni sangre fría. Ni incoagulable.

¡Sál de la sombra, pez de la cueva,
pez de los ríos amargos, pez de Marah,
sub-anfibio, pez evolucionario!

Más allá de los astros y los arrecifes
a Quien más severo has creído, Tarea se dio.
Detrás del estómago, te dieron Vaso y filtro,
reserva y bendición. Y Gueburá admitió
la tarea y juntó a sus ángeles, todos los dijeron:
Y dijo Dios que es bueno.

¡Házle en el plexo esplénico el Bazo / el receptáculo /
mi Vasija santa al hombre, házle el filtro hepático,
el siervo purificador, házle el ángel del hígado!

Y cuando lleno esté de Mí, tráelo al espacio,
a mis mundos sagrados de éter y astralidad fecunda.

14.


Los pecados meten la baba o caldo de cultivo
para los gérmenes patógenos… y el resultado
de esa confluencia es podredumbre psíquica
o gangrena: Diego de Villarroel

Los remugados piensan mucho y se mueren.
A sus reflejos defensivos no hacen caso.
En sicosis disociativas se llaman justos y gregarios
y se enconchan en sus almajas, maldiciendo
pese a que una voz hepática y del hígado
sus voces valiosas como huacas les dicen:
Te pasaré mi energía.
Te restauraré en la noche. Clama a mi Luna,
hijo de los remugos pálidos del hígado.

Con el Yo de sus iras, sorbos de bilis en vez
de vino es lo que beben estos edomitas, enemigos
de Jacob y la promesa. Cirrosis hepática son sus sueños
tan vanos, no salidas a los jardines astrales donde Dios /
Geburá / les invitara antes de la existencia de Esaú.

Desechos órganicos son su mala alquimia.
Y por eso no duermen, noctívagos sin paz.
Desde sus pulmones se mueren y son los peces
asfixiados que desde Marah escapan a la orilla.

El caldo de cultivo se introyecta en sus almas,
pero desoyen al Santo Bazo, la Vasija
de Dios en el plexo de su esplénico humano.
Soy justo, soy gregario, proclaman,
con retortijones intensos y señales de humo.
aún van por los desiertos de Idumea
y son desagradecidos, procaces y vilolentos.

15.


a Shekinah en Luna Llena


Este vino, color ojo de gallo, es sabor de escondites.
Y baja a mi garganta como sustancia
que valoro y bebo a gusto.

En la trastienda de mi placer, ufano, se remulle
el viento tenue y penetrante. Que la Shekinah
avanza ha de ser. Avanza en luna Nueva.

Este ojo de boticario que ahora te describe
un huracán de calma y ensueño, ha de ser ella
con sus ojo de ágata o de cimófana y tigre.

Es el verde horizonte y el prado
y la paronza. Es la cueva elíptica y el diseño
que llevara al manantial donde ella vive.

La niña que salta la cuica te reclama para ese aroma
de vino y añejada luz que se llama La Carne,
copa de Keter desde el origen, vaso humano.

Y la niña que saltará a tu copa es la dueña
de tus ojos; otras niñas han saltado en los míos.
Déjala que ponga su mejilla y te remulla
con el calor de una brasa.

Hasta el beberse un vino
nos calienta la cara.
¡Cariciosamente!

No digas si de la copa juntos beben y se sacian…
Ebrios de amor, ya no se mira más el vino
y, por salvahonor, más se sienten los muslos
y la humedad de la amada, pues nada de ella
es fruto seco ni más salud tiene que los fresnos.

Ya son vigías de la noche; se han besado
y es vulvoso promontorio el poder de Shekinah.
Sube a sus muslos porque ella ha cerrado
las compuertas de sus ojos serraniegos
y levantó sus tobillos y codos a los cielos.

13-9-1989


16.


Nos toca alguna vez decir…
Se acabó la emoción que te entretuvo.
Se cerró la Puerta de Dalet para que pase
la muerte y entre a los olambrillos de su calle
a ciegas, a tientas y, en fin, que busque la quidad
en cada cosa, menos en tí. Ya no de su mundo.

Puedes decir que le romperás la nariz
con el portazo, cuernos con tu desprecio.
Que no vuelva a asomarse, o levantar
los techos en Salamanca, porque no puede
ser eterno ese herirse y ese padecer
con que persiste y los que aman
y juntos beben del mismo Vino
quieren su paz, morir en su recuerdo.

Se quebró el ojo del diablo que miraba en secreto,
espiosamente, en la cuenca protegida del corazón
en ascenso y el cubo de tus protecciones en la Luz.

El acto final fue cuando encendíste tus ojos,
ojos menos parleros que los ojos del mundo,
ojos de buen cubero que se meten en la mentira
y la acusan y delatan porque con la agudeza precisa
abaten la distancia, el desafecto y la inquina.

Ojos que instan a que no los mires,
ojos que siendo colectivos, por hermosos,
son genuinos, ¿quién puede resistirles su mirada?

7-03-1994

Del libro Teth mi serpiente