Descansa, Pueblo, que te vamos a dar el Weekend.
Siéntete grande, anchito y orondo, porque ahora sí
que hablarás sobre lo parece que sabes:
lo que sientes, lo que crees; pero tú bien
que necesitaste un Alto en tu día cotidiano,
tu Sábado Gigante y fiebre
sabatina y dominguera
para mover el bote y espantar las chinches.
E imagina la escena, en favor de tus viejitos,
una mesa en el patio, o casi frente al balcón,
el jueguito de dominó, las barajitas para el remate,
la hielera con varios packs de cervecita fría,
el galoncito de licor del bueno
(pitorrito, o mezcal, o el tequilazo).
Afuera, la tele sintonizada en el fútbol.
Descansa, Pueblo, ahora sí
que puedes habitar en ese espacio
de sensibilidad de la que los dirigentes políticos,
funcionarios del Estado, o celebs de clases medias
altas-medias-tontas-pero no pendejas,
junto a las adineradas hacen galas:
¡Tú con ellas!
«Tiene que haber un Week-end para que haya cultura,
ocio, o promesas para el mercado en ciernes»,
propuso uno de nuestros ejecutivos
porque Dios pidió el Sábado para el reposo
(y no sólo al judío) y cuanto sale al mercado
en sábado se festeja. Toda demanda de éxito
que sea expectativa de los sábados.
Sábado sea para el descanso.
Sin entretenimiento, no sólo la muchedumbre,
cada sujeto humano, de abajo al tope, a las élites,
vive muino y cundango. En todos los planos de la sociedad,
que se funde un motivo: hay de que reirse, o qué chotear,
o alguno hay quién llamar amigo de parranda
y citarlo a la casa, o al paseo. Al picnic.
Por eso, Pueblo, hagamos un mini-carrnaval
a final de semana, con tal que hagas con él
lo que te da la gana, trivializa todo cómo sientas,
no seas muy serio, acuérdate que somos Nosotros
(dueños de los mercados, industriales de la cultura)
los que te decimos: «Bájale a la angustia,
no pujes tanto, relájate los sábados, banaliza
tanto ajoro y preocupación, si quieres no te limpies
el culo... Tú goza. Sé uno de los que tienen
un día como éstos para echar el aparato crítico
de la psiquis al lado y soltar al fin
sus peditos de gusto, que hoy
sea carnestolendas, sin marido oprimido
ni romano ni griego ni judío ni esclavo».
Hay que intercambiar los roles: Hoy no gobierna el rico
y que sea la «cultura» como el último trago
en los domingos, idiotización orgánicamente solidaria
porque la semana comienza con trabajo.
2.
Ya lo dijo el Tío Undo Vergara:
«Dentro de cada pobre Cerdo hay un envidioso».
O sea, dentro de cada corral, donde se come
hasta mierda, hay una neurona narcisista,
anhelo secreto de ser un heredero
del dueño de la porqueriza.
A veces la llamamos el Estado heredado
del que no sirve ni para dar longaniza,
pero es dueño de todo.
Por eso en los Weekends el sobrino
que viene a la casa, al hijo adulto que alburea
al Tío Undo se exceden con sus grandiosidades.
Todo el mundo quiere vestirse de seda
y ser admirado, aunque falta empatía.
Algo hay que no conecta ni emocionalmente
ni en la rabidilla y más abajo.
Es cuando guardo los dominó, o la baraja.
Pateo la hielera y lo suspendo todo.
«Se acabó, puercos, a madurar,
vayan a la cama. O dejamos de soñar
o nos jodemos», así terminan los weekends
en la casa de Tío Undo Vergara.
3.
Yo le digo a Tío Undo, ya que es medio filósofo,
que no sea tan radical cuando plantea
que vivimos en la cultura emperifolladora
una en que todos queremos ser estrellas
y piquitos de oro, una en que todos
nos creemos el adorno de la Tierra.
Hay que permitir cierta empatía.
Todo el que es pobre ansía a su modo
saber si sirve para algo,
que cosillas están al alcance propio,
saber a qué aferrarse, o surtirse,
algo que no sea devaluador y permanezca
como esperanza y no hundiéndole en soledad
e inferiorizaciones; «pero que no sea
lambisconeando», me interrumpe.
Tío Hundo es enemigo de las aberraciones
del pensamiento único y cretinismo burocrático,
esto es la «Cultura Como Adorno».
Este chabacano mal gusto de consumir
lo que el puerco no puede, siendo que no es
el dueño de la corraliza, es estúpido.
Si no está preparado, que no consuma
porque la mona aunque se vista de seda,
mona se queda. «Y es mejor que no coma
y no pida y no imite, lo que va a serle daño».
4.
A mí no me molesta que alguien explore
(aunque parezca una creencia exagerada)
lo que pueda ser un sospechado valor o importancia
del sentido de la propia valía, deja que acarician
la sospecha de su esplendor, Tío Hundo.
Deja que experimente fracasos y se dé cuenta,
no lo mates antes que intenten el vuelo.
La grandiosidad ajena no me molesta
y el narcisismo inservible a la larga
fracasa, si es el problema.
Deja que la derrota marque a los valientes
y dáles ánimos para que se levanten
y lo intenten de nuevo.
En los deprimidos, pueden rehacerse milagros
(volver al entusiasmo); las derrotas a los rabiosos
autoengrandecidos, les baja los humos.
Quienes esperan ser admirados y no tienen mérito
se van por el camino de la envidia y mueren solos,
pero que no sea un sobrino tuyo el que se queje
de que es tu envidia la que lo destruye.
Tú dale tiempo, ayúdalo, porque lo más admirable
toma años en fraguarse y demorarse no es malo
si el producto es bueno.
A los ofensivos, ignóralos.
De los egocentristas, apártate y que no sepan
si le compites en el arte de ser arrogante.
A mí, Tío, los mezquinos no me gustan
y los dejo ser en su mundo y que adornen
con sus oscuridades sus tinieblas.
Pero yo si creo en proyectos organizables
de revoluciones culturales
(unos que no se originan del sábado al domingo)
ni dependen de una ley feriada por los patronos
ni una industria cultural, ajustada a las necesidades
de la sociedad diseñada para el consumo
y sólo digo ésto: hay que recuperar dos cosas
fe en la empatía / en las emociones / y, de otro lado,
el pensamiento y la crítica benevolente,
cariñosa y generosa, pero sin engaño,
La sociedad industrial fue la que enseñó
el «tú no puedes, tú no sirves»,
la competencia, la animadversión
la paranoia, la evitación y los frustrados pataleos
del histrionismo, la dependencia al nuevo-Weekend
la identidad disociativa de este pueblo
que no sabe qué más inventarse
para acallar tanto NO NO NO
con que se les bombardea
en sus corralizas urbanas posmodernas.
De Laz zonas del carácter
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