DE SUR A NORTE /
BENDICENOS, LUPITA
Por no pagar cuotas a
pandillas de Pakal-Na,
el Demonio se aparece
en Palenque.
Y detiene los
autobuses públicos donde viajan
los migrantes. De Sur a Norte nos maldice
un emisario Infernal,
uno entre nueve
y cuyos cuicos llevan
armas de fuego
calibres .40 mm y .38
mm; otro del noveno
tormento hay que
avanza en predios playeros
de Villahermosa,
Catazajá y Nueva Esperanza.
Este busca entre los
pasajeros las hembras,
las viola, las dejan
con golpes sobre las arenas
… porque somos
pobres, hondureños,
y las trigueñas se
apetecen así,
hirsutas de pelo,
blandas y suaves
para un demonio
impío.
Y cuando no somos
chiapanecos, se apertrechan,
vigilantes, nueve de las maras salvatruchas
y sus cómplices del
Barrio 18 y nos despojan,
extorsionan y no
tenemos armas,
cargadores ni
cartuchos para ripostarles.
Aún no somos bestias
y demonios
como ellos.
2.
Adoro a la Lupita de
Acayucan
porque allá, en
Veracruz, me salvó la vida.
Cuando vio que
violentamente me arrojaban
de La Bestia me cuidó
los huesos.
No hizo de empujones
trampas mortales.
Se me bajó, pero he
quedado ileso.
Los que a Lupita no
aman son los perseguidores,
Entrenados como
perros de presa
Y el tramo hacia
Tijuana, de sur a norte,
se plaga de jaurías y
seres como ésos.
Entraron a la Capilla
donde di gracias
a Lupe, virgen de la
vida y el dolor de parto,
y escuché otra vez
los enemigos
como lobos y
sabuesos: «Quienes subieron
al tren y siguen
vivos, cien dólares deben,
óbolos al barquero.
Sacristán, que no coman.
Virgen de Acayucan,
no implores por ellos».
Por suelo mexicano
hasta Tijuana,
no sientan que la
vida es derecho,
por la vida se paga…
fue así que la emprendieron
conmigo, uno que no
vio que a machetazos
destruyeron mi
equipaje, mochila de miserias
y cotidianos útiles,
a puños se repartieron
tiliches y espacios
de mi cara. Dejaron mis labios
y mis pómulos hinchados, con desprendidos
pellejos… en el cruce
ferroviario de Cosoleacaque
en Las Barracas,
brinqué al fin
pues el tren se detuvo.
En Acuyacan habría muerto.
pues el tren se detuvo.
En Acuyacan habría muerto.
Caí en un cascajal,
miraba el cielo, invocaba
Tu nombre, Lupita,
Lupita, y pensaba que no volveré
a subir a La
Bestia y besar los placeres
y codicias que se
obtienen con los dólares.
De pronto supe que tú
das todo,
Virgen de los
desposeídos.
Has limpiado mis
heridas frente a jaurías.
Con tus manos partes
las tortillas,
Las unges de salsa con carne
Y salpicas un guiso
con chilitos.
3.
«Id a ver a ver el Tenochtli en el que
veréis se posa alegremente
el águila […] ahí estará nuestro
poblado, México Tenochtilán, el
lugar
en el que grita el águila, se despliega y se come, el lugar
en el que nada e pez, el lugar donde es
desgarrada la serpiente,
México-Tenochtitlan»: Crónica mexicáyotl (ed. 1878), atribuida
a Hernando
de Alvarado Tezosómoc (1520-1610)
Cada vez que puedo me
voy hasta el origen.
Y, a fuerza de mucha
mota, asciendo
al Aztlán, lugar o
islote del que procedo
y escucho a los mexicas y nahuales
a quienes
Huitzilopochtli dijo
cuando les vio y llamó
cuando les vio y llamó
junto a su líder,
Cuauhtlequetzqui,
el guía selecto y mejor de los oradores:
Id a
ver la Tuna Dura, la más espinosa,
A esta sí dad vuestras
caricias, abrácenla.
No teman que sus manos
se llenen de espinos.
Benditas las espinas
de las manos y quien
las ama como parte
del ser y el trabajo
No siempre habrá
Seres altos como tunas,
sólidos, verdes,
espinosos para quien prefiera
temerlos y no tocarlos;
no siempre una Mujer Serpiente
que se pose sobre
ellos y diga a los fieles,
seremos tu alimento…
El que les dijo id y ved
con un grupo de teomamaques
o sacerdotes
fue y preparó siete
grupo, había mexicas,
acolhuas, tepanecas y, en fin, la unidad
de los que creen
de los que creen
que aún lo que se arrebata
y se convierte en despojo es sagrada.
La paz arrebatada es despojo
y se convierte en despojo es sagrada.
La paz arrebatada es despojo
y llévala contigo, como parte del acervo
del tlaquimilollis; no violes mujer porque tu
segunda
en jerarquía es una, con ranura de maguey,
para el futuro hecho carne, feto y nido de serpientes
blancas, cazadores. Ellas han de velar
que los hijos de sus comunidades no sean sometidos.
Huitzilopochtli y su líder, Cuauhtlequetzqui,
Huitzilopochtli y su líder, Cuauhtlequetzqui,
siente asco por el altepétl, seres sometidos
a una piedra dura /
que sustituye el interior.
De este modo deshonran a la Madre
de los Mexicas / Coatlicue / y las Siete Cuevas
invisibles de sus glándulas.
de los Mexicas / Coatlicue / y las Siete Cuevas
invisibles de sus glándulas.
4.
Bendito sean los mexicas con bultos
sagrados
y motivos nostálgicos y utensilios que con amor
guardan en ellos; tenga el saco a
mano para celar
virtudes de salteadores de caminos
y defiendan la identidad con la vida.
La sumisión no es identidad; la cobardía no es virtud.
Malditos entre los que arriban estos matreros
cuando son altépetl / infieles a
sí mismos / siervos
de ellos mismos y no atesoran la
casa de los sabios
ni sus bibliotecas / amoxcalli. Que sean
expulsados
y se les quite el morral de sus despojos,
memorias de utensilios sagrados.
Huitzilopochtli no los quiere. Rechazadles,
cuando vayan y vean y conozca
qei por zarandajas abandonan la sabiduría más antigua,
su toltecáyotl. Estos sean expulsados de Chapultepec,
Azcpotzalco,
Xaltocan, Culhuacan y Xochimilco,
¡Si es que
llegaran!
5.
A Fray Andrés de Olmos (1500-1571)
Cuento con usted, padrecito, para fundar
un México sin que haya que pasarlo en reiteradas
ocasiones por el fuego y probar su lealtad
con dolor, castigo y sacrificios humanos.
Un México que se parezca a la paciencia
que se acumula en las Huehuelatolli
y que los jóvenes toman de los labios viejos.
Le escucho, don Andrés, y rememoro los días
en que, por indio, a nadie preocupó que tuviese
un asiento en el aula del Colegio de Santa Cruz
y usted preguntaría: ¿Viene como alumno
o quiere volver a ser maestro? ¿Cómo es posible
que se le retenga en pie y, no como a los otros
cómodos y sentados, si es usted a quien debo
mi aprendizaje del náhuatl y el huasteco,
usted que ha sido más útil que Nebrija
cuando a su lado aprendo, quién soy cuando oso
disertar sobre el México milenario del que sin usted
apenas me asomo a rudimentos que forjamos
con breves vocabularios…
Vi como empujó su pesada butaca
ubicada detrás del escritorio y la jaló ante mí
para sorpresa de todos. Siéntese.
Sin usted, soy mero estudiante.
No maestro.
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