LA PATRIA VERDADERA

LA PATRIA VERDADERA

A los que anhelan patria les doy horizonte,
el ojo ancho y grandes espaldas.
A su cuenta se volverán cargadores de la historia,
medidores de tiempos, cronológicos relojes
de carne y hueso y cotidianidad reiterada.
Veo que cortan árboles de circular anchura,
árboles espesos como piedras
y troncos pesados
y hacen casas al estilo propio, viviendas
en las que no puedo vivir, ciudades
que no me sirven y en las que no hago
por siempre habitáculo.

Ellos, por patria, prefieren la historia,
y son mulos que jalan su pasado.
Descuidan su presente. Olvidan
lo uno por ansias de incumplidos, fantasmales
futuros, incertumbres del ahí.
Entiendo que se vieron con pie suelto, 
jatanciosos hoy de su libre albedrío
y voluntad que camina todo y no se detiene
a examinar lo nuevo, misterioso
que les aviso cuando digo... cautela, peligros, 
el riesgo también levanta trampas y ronda
en los caminos...

Comienza por allá la verdadera dimensión
de lo real, cuando lo doy por cognición idónea: 
«Allá está el sendero largo, el rumbo del Desierto
donde la patria acaba; allá una línea vertical
que apunta a lo Alto, no sólo hay arena,
polvo, musgo, terreno. Hay cielo y palo largo,
líneas verticales cuya profundidad
en el altísmo no las conoce
un pie suelto».

Allí, en la vasija desprecida de tales dimesiones,
yo doy la potencial revelación de la esencia.
Muestro niveles para el alma,
cinco voces de regocijo para el novio y la novia
Enseño a «Quebrantarse» para poder contemplar
y compartir y tomar de la mejor semilla; 
la patria verdedera no es un espejismo.
Es donde podamos podemos hacer y comprender
la luz que asciende y vuelve.
La humildad del que sirve y no es un pordiosero.
A la patria, le puse su nombre sublime:
Or jozer.

09-02-2000 / CARLOS LOPEZ DZUR