Wednesday, April 13, 2005

De «Carlos López y la Generación del 70»

Santa Necesidad



La necesidad y la casualidad
pueden convertirse la una en la otra:
Afanasiev

Santa Necesidad,
que estás en la pelazga pendenciosa,
te rezo porque tienes los huesos
aún prometedores y flexibles.
Te invoco y, con ojos pelones, te venero.

Eres pollancona bajo las enaguas.
Vas con la paz de dios
moviendo las petecas
porque no existe espíritu sin carne
y la materia no necesita
de tu veleidoso y caprichudo hágase,
menos de tus exageradotas de catrina.

Desde las causalidades de los fenómenos
te pido bendiciones.
Estaría sobre tus senos
con gusto pastorício, al menos
en la noche tras mi rezo.

Te diría... acá hay posada
aunque juntos naufraguemos en la burla,
puestos los dos de patas en la inopia,
en el dolor y el desprecio...

Pero, ¡bendíceme
en el acto revolucionario!
Abre tus piernas a la libertad.
Yo me acomodo y te cimbro.

Me entregaría yo a las purezas
que tengas reservadas o escondidas
por causa de ese miedo:
despertar con otros, generosa,
sudosa de amor, pelandusca.

En el ejercicio de la vida cotidiana
(donde con idealismo se confunde
a la putarraca de los sosos
y a la metafísica que nos burla por parejos),
¡oh, sin miedo a los ingratos!
te rezo y te visito
en la Cueva de los Olivos
donde estás penitente todavía.
¡Sí, como Pelagia en los montes!
¡Pero, no obstante, te venero
y te rezo!

2-7-1989

*

Desde un peldaño triste

Desde un peldaño triste
de las ansias, te necesito y te llamo.
Soy un yo que olvidó despedirse.
Y te reclamo porque ya tu voz
es cíclicamente mía
y conozco al cangrejo menos visible
de las tenues penumbras,
el que entraría a tus túneles vulvares
(los tuyos que se escribieron
como engramas en la concha dura
de mi lira y se volvieron míos).

Humedécete sobre mi cuerpo.
Viaja en mis riesgos, no en lóbregas selvas.
Déjame mirarte, iniciar el regreso
que es meta de mi gozo.

En tus húmedas tinieblas, pesco
y qué fácilmente morderás mi carnada;
te llamo todavía con lengua de fuego
y nadie te acomoda
en la gloria mañanera
como yo.

Publicado en Tertulia en Mizar
(Número: 827, 4 de Diciembre de 2000)

*

Frag. 58.

Voy a ir donde jamás
me permití, a olerte de este modo.
Con la curiosidad de una serpiente
morder en lo prohibido.
Me gustará si hay escamas.
Mi tacto será como otros ojos
en lo desconocido.
Cuando digas seré
te habré tomado en cuenta.
Fundarás mi lenguaje.
Me darás otros símbolos.
Sabré más los colores, los sonidos.
Investigaremos tejidos de limo.
Sabré si eres de cristal
como las aguas,
si hay tótem que te prohíba
si te alcanzo,
si eres lo bello
(por mí, desconocido).
¡Te sabré tanto!
Me serás todo
porque tu belleza cimenta
mi ser en tí.

21-3-1980

*

Mi cuerpo

El cuerpo es homicida de caprichos.
Nada quiere que los ojos no vean.
El sonido, inextenso como es,
por el cuerpo y para el cuerpo escucha.
La sensación pregunta sus raíces.
Se olfatea, se vibra en su latido,
se desplaza desde un aquí
hasta su allá secuencial
de acervo causativo.

El cuerpo me libera y yo lo amo
porque según se yergue desde sí
me desata, me entrega sus banderas
con poderoso mecanismo liberante,
entitativo, soberano, traviezamente hábil,
sinceramente tierno desde su biología.

Yo no quiero ser pez,
no anduve con serpientes.
Tan sólo soy humano,
hermano de los bronquios,
rey y sacerdote de mis tantas costillas,
hijo del sol varonil en la esperma viajera
que se evifica desde la luna hermosa
de la mujer que amo.

Más allá del hombre ni me encuentro yo
ni podrá encontrarme nadie.
Lo que soy crece hereditariamente
para que yo sea libre, a pesar de la muerte
y me llene de amor, mundanizado.
Mi cuerpo no es la tumba del que soy;
mi cuerpo es la experiencia liberante.

*

Hemos sido gaviotas

Hemos sido gaviotas en pos de reposo.
Giramos voláfugos, peregrinamente;
pero llega el día que nos falta permanencia
y cuando, por no verte, Reposo, regresamos.
Aparentemente se lo han llevado todo.
Apenas como rastro de vuelta
queda tu recuerdo.

¡Pero volvemos,
cuando fósiles somos y de tí nada se dice
(Reposo que refresca y vivifica)
y en cada distancia dueles y desenterrar
lo que eres, lo que soy, es ya menos tántrico,
placentero, optimista!

¡Cómo serás amada debajo del sedimento!
Como piedras calientes quedan
unas patas escarbantes, Urana,
y el pico y el corazón y los riñones.

Tus raíces parecen clavadas en los sámagos.
A veces llegaste como tentación
y herida abierta, deseosa de sexo
con nuevo amor y tuve celos,
y jalamos la llaga, por más que duela,
volvería contigo porque vale la pena
llevar por corazón esa elegía:
Que te perdí por los siglos
y nos quedó mucho por vivir.
*

Frag. #51.

A nadie tengo aquí
en la sombra de mi piel
sino a las bestias,
al ave, al jabalí;
a esos nervios
a los que doy celada
para no estar solo,
aislado, en suspenso.

A nadie tengo que escuche y comprenda
la gratitud que me inspira lo vivo.
Ofrendo el primer canto
lejos de aquella mujer
que danzó al ritmo del bambuco.

Ella me observó como la noche
vestida de sus soles
y me exhibió sus pechos de brasa,
negros como el cedro.

Murió como un gusano que trepa
a su penacho y se detiene.
La devora un lagarto verdinegro.

A nadie tengo aquí
porque llueve en la sombra
y en mi paso. Y todo es
un camastrón selvático
que depreda la voz
con que lamento.

Las bestias huyeron y hablo solo.
Grito a los muertos y, en candelero,
está mi aliento únicamente
y mis ojos ávidamente perceptivos
ante la rica gratitud del todo
al filo del alba y el olvido.

7-13-1980

*

Frag. 52

Te comprendo
cuando chozpas como mula.
¡Ay, cabrita montés!
cuando alborotas a brincos
sendas de pedregales.
A la ardilla que huye como rayo
la entiendo, la escucho, la entretengo.

Comprender es trillar
y amontonar la parva del alerta
con todos los sentidos que el timón
organiza como eventos
para el cuerpo mío.

El viejo Zorro del tiempo sustanciado
me dio el bosque celular.
Soy el sistema vivo, en cueras y calato,
de pie, con tantos huesos
y manantial de sangre,
techo abajo.

¡Qué bien soy el funcionario
de verbales mecanismos!
Comprendo entonces
que soy dios con cuernos levantados
y ganchosos, como el druída
entre picos nevados
y quien se goza en los pinares
y la chozpa del barrujo.

La bestia que me observa
y que como ardilla huye
mi palabra escrutadora no entiende.

Grito caprichosamente.
Juego. Propongo. Verifico.
Ella no me dialoga todavía.
Estoy incomprendido
gracias al Viejo Zorro,
el tiempo
y al timón electroquímico
que me albergó en el ser
con el mundo.

9-1-1979

*
Frag. # 63. / La existencia

El ser se durmió por un instante
y la voz muda de los ojos
se acercó como un quejido
y dijo Existo,
tlanihuic,
hacia abajo
como teja golpeada
y desafío a los puños
que escarban todavía en cielos
que mi pie no pisa.

Oigo pues la hojarasca y el barrujo.
Y, claro está, me voy a los pinares
de la ira, milico del tacto,
ministro defraudado
por los entes perdidos.

Combatiría toda abstracción
de realidad y mundo,
su reducción a concepto.

¡Soy un puerco matrero con mi vida!
La noción de existencia
que tenga fundamento.
Y que el timón del trillo
sean los ojos y el tacto.

2-18-1981

*

Frag. 112

Te fundaré los ojos
como dos capangos duros
en apariencia de cristal
porque la luz se olvida
y los ciegos taimados y brutales,
por engaño, la arrebatan.
La encubren.

Haré tus ojos blandos, por igual.
Y la dulzura insertaré en ellos,
bellotas diminutas
con estrías secretas
por su corteza blanda.
Filtros de luz serán.

A veces, en la disparidad biocular
y por información insuficiente
del fenómeno, serán como quieren,
caprichosos, desafiantes.
Si hay miseria visual en la fovea
no será la culpa de tus ojos.

¡Yo los quise así, tentadores!

Como blinda será tu horizonte.
Con fino material
de oxidasa citocrómica
te haré las córneas,
sus músculos ciliares y nervios,
¡y tus pestañas largas,
peludicas, bien soñadas!

Con lluvia de axonas que proceden
de tu corteza estriada,
con conos y bastonzuelos,
haldearán tus gestos de pupilas,
dilatadas en la penumbra,
casi diminutas
y por luz, deslumbradas.

Tus miradas tendrán filos de espadas;
quietos secretos, alfileres de tumba.

9-2-1979

*

Frag. 71

... the third important class of molecules of life: the lipids...:
James Trefill

Mientras buscabas tú
al Padre Cósmico
no sé en qué almiares absolutos
de lo inmanifestado,
me hundí en el almizcle de la bestia.

Mi boca libó del pozo inmundo de la grasa
porque yo creo en hacer redes
y membranas y cortezas
y en acariciar grosuras circulares
del olivo y cavar como topo
hasta encontrarlas.

Entre mis cuatro tribus,
almacenadoras de vida,
tepejuas en las colmenas de la muerte,
el más grasiento soy.
Ordeñador del lípido,
autor de los aceites, terrígeno
que atersa la piel y sus caricias.

Yo soy el que vive sedoso,
ponchado en la manteca, obeso
en mero mole, mofletudo,
sucio en verdad, en galerías subterráneas,
pero con el cuerpo cilíndrico
en los ruedos, roedor en tornijas.
Soy el ángel de la grasa.

7-13-1980

*
Frag. 75.

Los perros se parecen al hombre.
Ya sólo ladran a la campa,
a fantasmas que van,
quejumbrosos,
sin las ninfas,
sin encinos,
sin la caricia de las cosas amadas.
En la campa, sin árboles,
no hay quien siegue ni esparza
las canciones de trilla.

El olor del arroz falta en el balay.
El guiso dentro de la olla.
No hay un hueso que roer
ni leña descocada por el fuego baladrero.
Falta todo, ente y ser,
la esencia y el hallarse.
Madriguera y callejones faltan.

Como al hombre,
que la chavisca arda y cruja
a los perros les gusta, lo demandan.
El perro que asoma su cabeza
sobre el barandal en La Habana
se irguió en sus dos patas.
A mi nombre es que ladra.

Cotejo entre la balaustrada
que me espera.
Que su cola me llama.
Que no quiere peinar canas
y verse solo,
carcamal de sus años
y nostalgia.

4-11-1983

*

Frag. 77.

Los perros se te vuelven amigos
con sólo su agitar de cola.
Uno los imagina en su pasado
de carcunda y se estremece;
pero irrumpen dulcemente
y se echan a tus pies y los perdonas.

Te olfatean el corazón, tan dóciles
y sin razón alguna.
Por eso se les ama
porque el pasado de sus pulgas
ya no importa.

Han vencido por el hueso que tiras
su karma de mordiscos atroces.
Se conforman hoy con lamer
el silencio de tu mano extendida.

Cosas hay que los dedos desatan
y que se caen de suyo para quien
olfatea el corazón ajeno
y sus cinco dígitos de mundo.

¡Nadie es tan sensual!
lamiendo al vilo, ¡qué miseria!
sin dar sus cabezadas como uno.
Los perros aceptan lo que das.
Ni más ni menos.
Quiere ser obediente a su modo.
Haya paz o tengas una guerra
en el bandullo, están contigo.

Se echan sobre tu vientre
y te escuchan el hambre
con que amas.
O los enojos.

Se acurrucan a tus pies
y sueñan al unísono que puedes irte,
o vas a desafiar la vida huracanada.
Entonces te lloran como nadie.

Es que los perros
se te vuelven amigos
y se les caen las babas
cuando vas con los ojos
bravos y cardeños
como dos piedrecillas en llamas
y el pelo crespo de calungo.

Los perros, más que un rabo
y un hocico y unos ojos
(que se parezcan a los tuyos)
tienen una antena.
Son tu propia sombra que te clama.

14-7-1980

*

Funda el hallazgo

La sustancia más propia del mundo
es que te quedes junto a mí.
Si has caminado triste, sin saber
que te amo, si no ví yo
todo lo bien que amaste, búscame.
Amor y rumbos son hallazgos.
Rompe la sombra; yo, el silencio.

¡Hallémonos porque hay
una entidad que nos invoca!
Seamos en el encuentro
que es posible:
uno, el triste de ayer
con el feliz de mañana;
otro, el triste de hoy
con el amor fugado.
Esta es la síntesis más plena:
¡el hallazgo aquí, siendo finitos!

9-2-1979

*

Frag. 102.

Voy a crear al hombre
como al riachuelo cerca de la riba,
con la piel jamás latigada con rebenque.
Con mirada por ningún motivo
cansada y revejida.

El hombre de raíz nacido para el gozo
por entero, romeriego en la senda
de la libertad y la alegría,
bienquistado por su mujer,
sus hijos, mi pueblo.

1980

*

Me gusta (1, 2)

Me gusta saltar,
aunque no lo quiera,
sobre esta mejana de la angustia
y dejar el fango, chapotear
en desquite y contra la agonía,
ir densamente hasta el río
y lavar mi reposo
y cantar mi salmo.

(2)

Me gusta ser el hombre
que se extiende
una frontera más,
allende la tristeza.

La sinceridad es el canto
más puro, el perdón de los ríos.
La savia del sublime árbol,
la raíz más valiente,
el heroísmo callado.

*
Me conocen

Me conocen los que me llaman
y se arman de amor en las costillas
para ser la redención del abrazo que me salva.

Me conocen, si conocer es
tener aztlanes en la sangre,
como un filero con gritos emergentes,
los madrugadores de El Paso y la Mesa de Otay
y en refritos de temblores y fuego y frío
tiritan y sobrepujan lo que el sol
tras la frontera, a medio cruce, pone.

Me conocen.
En leña escriben mi nombre.
Llevan agua; pero falta a mitad de camino.
Elevan mis silencios en alturas
de cáctus y nopales
y se ríen de las piñatas invisibles
que dejan mis olores y reciben
mis dulces agradecimientos.

Me conocen y me sepultan
(porque no les queda otra cuando muero).
Les duele el coyote que me explota.
Saben que me voy, ilusionado y pobre,
fracasado, al final, mas ya no hambriento.
Mis ojos se comieron las ganas
de salirse del rancho de los solos,
heridos, oprimidos y chingados.

Me conocen y es tan lindo,
tan conmovedor que nos entiendan
que yo invento un corazón desde la muerte
y echo aguas al que viene tras mí
y le canto y divierto, espanto al tecolote,
para que nada chueco y cobarde
finja sus ganas de humillarlo.

1986. Tijuana

*

Me olvidan

Me olvidan, si es que olvidar es
dejar la raíz que estuvo a flote
y pasaron de largo, traidoramente,
quien si te veo o no te conozco...

Soy un viajero con documentos
de Nadie, de Olvido, de Temores.
Hoy no tengo una tumba
que yo diga que es mía.
Ni nada tengo que, por una cédula
de amor, sepa que quedará conmigo.

Me olvidan.
Mi dolor es para ellos, inútil.
Okay, no importa tanto.
Un nombre es lo de menos.
La green-card, the bus-pass,
una tarjeta ID, chueca o verdadera,
verga me vale aún, si desando mis pasos.

1986. San Diego

*

Mojada la roca y su polvo

Y es mojada la roca y su polvo,
moles cocidos de cal o de mis huesos.
Y gotas sudas, criadas fórmulas
de creencias que a todos dan el gataso
de pobladas costumbres de los signos
cuando las huellas de Aztlán salen al paso.
Tijuas puede ser lo mismo
y las burbujas son como escenas
de agonía, o de esperanza.

Viento indocumentado que revienta
los ojos y escarcea en nuestra carne.
Las ilusiones mueren muchas veces
en franjas de frontera, muros o alambradas.
En el Río Grande, tormentoso, se ahogan.

La faena del pollero es el primer
puñal que abre la carne, que es cartera
de fe, de piñatas gozosas, tan cateadas
por el lenguaje gabacho del lujo
y las lujurias creídas al ensueño,
al EnSueño Americano.

1986. Tijuana

*
Ahorcada en Tijuana

Toda la méndiga noche te esperaba.
Un parque que la chota lleva al asco
fue testigo: ví borrachos de pocas,
prostitutas, transas
de todos los calibres y colores
y la jaina, la reina de mi barrio,
fue a Los Angeles.

Un sueño de Hollywood la enamoraba.
Su corazón se perdió por esa filfa
y así me la torcieron,
churuvuscos de ventaja.

La pocha volvió al nido.
Tijuas no la condena.
Mugrosa y derrotada, ¡qué bien!
la aceptaría cuando llegara.
Y la esperé ni modo
porque amamos
y hora tras hora me costó
saber qué supe: en la prisión La Mesa
se hizo un vilo, se colgó de una soga
y quedó muerta.
Y nadie la reclamó.
Ni yo.
Nadie.

1986. Tijuana.

(Caló utlilizado: Tijuas, diminutivo de Tijuana; chota: policía; de pocas: ; la jaina: la honey, la novia; transas: tretas; la torcieron: la apresaron, la mataron).

*
Negada fue la Tula verdadera

Levantaron su huipil porque lloraba.
Ella buscaba la Tula verdadera.
Un lugar sin hambre y sin congoja.
Un paraíso con los suyos, sin traidores.
Pero el pochteca estuvo allí.
La vendió gacho
después de coyotearla por los montes,
trazándole la ruta del escarnio.
En la casa de Calmécac,
el tarado del átlatl dio su golpe.
Un cafre fayuquero, por dinero, la entregaba.

La robó. La dejó sola. La cedió
a un monte oscuro de salvajes, sin patrullas.
Un migra mexicano, deseándola,
comenzó a chupar su piel como una fruta.
Y aquel huipil cayó con la deshonra
y del polvo nació un escarabajo.

En la casa de Calmécac,
su sangre inspira el luto.
Bajo la tierra de un patio la enterraron.
Ahorita ya hasta un macegual canta.
Un azadón de sangre en su hombro gime.
Y en la tierra donde la calaca virginal
se irá secando, ya nadie tiene hambre
ni congoja ni ilusiona un paraíso
con los suyos: ¡la olvidarán!

1986. Tijuana

*

De vuelta al campo

Dice los viejos del rancho
que el futuro es de jóvenes
y como a dioses se les recibe,
La ruralía los espera
... a estos chaparros que se fueron,
¡y que enviarán remesas!
su óbolo de gracia,
héroes son que vencieron la muerte
agazapada en cruces
y, vestida de coyote en los cerros.
Como miel de las ferias
se nombra a los migrantes.
En los palenques
son cumbiangos y gallones
y las chavas los buscan
como al oro perdido y la esperanza
y por el Santo Patrón y el Niño Cristo,
son flor y venero y se les busca.

Y la esposa lo sabe y la madre y la hija,
y les gusta escucharlos, deslumbrándose
porque bien que se jactan
los que oyeron campanas
y no supieron dónde... que Tío Sam
les hizo los mandados
y que al Norte, vencida la cruzada
y el riesgo del coyote, han metido en cintura
(¡ay, sí que son chingones!)

Con la pizca en fields de Utah,
Oregón, Washington State, California,
se aprende un resto y un poco más
y ya son americanos,
triunfadores y poco menos,
suerte mal restada,
cadáveres y pasto de los buitres
y sin la Mitad de México,
historia en el suspenso.
Pero llegaron, obsequiosos,
con ricas galas, aún el panzón
de pómulos oaxaqueños, aún el flaco,
cabezón, yucateco, el de ojitos chinos
y el pito, morrongudo.

¡Qué bien! duro trabajan
los espaldas mojadas y deslumbradas
las chicas les persiguen... y serán dueñas
de su parcela y madres al fin...

Al bracero que cumple, tiene para el regreso
y cumplirá muchos sueños
como el Rey del Tomate
(¡ay, pero que no se sepa
sobre las noches parranderas con los jotos
y las hembras de los bares,
y la semilla mala que se metió en su sangre...
ay, que no sepa, del SIDA de la muerte.

*

Negada fue la Tula verdadera

Ella buscaba la Tula verdadera.
Un lugar sin hambre y sin congoja.
Un paraíso con los suyos, sin traidores.
Pero el pochteca estuvo allí.
La vendió gacho
después de coyotearla por los montes,
trazándole la ruta del escarnio.
En la casa de Calmécac,
el tarado del átlatl dio su golpe.

Un cafre fayuquero, por dinero, la entregaba.
La robó. La dejó sola. La cedió
a un monte oscuro de salvajes, sin patrullas.

Un migra mexicano, deseándola,
comenzó a chupar su piel como una fruta.
Y aquel huipil cayó con la deshonra
y del polvo nació un escarabajo.
En la casa de Calmécac,
su sangre inspira el luto.

Bajo la tierra de un patio la enterraron.
Ahorita ya hasta un macegual canta.

Un azadón de sangre en su hombro gime.
Y en la tierra donde la calaca virginal
se irá secando, ya nadie tiene hambre
ni congoja ni ilusiona un paraíso
con los suyos: ¡la olvidarán!

1986. Tijuana

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