Es un estudiante de Farmacia, el mejor. E interesarse en política, tan joven, advino por lógica de idealista y hoy desesperado. Supo sobre ciertos «huesos», o empleíílos que dan los diputados poderosos. Confíaba que adquiriría uno, siendo que su rostro, en apariencia, inocente, da la impresión de lealtades y de un proceso limpio en sus quehaceres.
«Lo acepto», dijo. Dará la cara a políticos, ojalá sólo sean mentirosos, no crminales, medita. Es publirrelacionista designado a riesgo de las contrariedades. Cuando no imprescindible, su boca eficient, se articula con motivos razonados y, después y en adición, la pinta es de galán, lo ha vuelto famosilo. Es atractivo, a más de inteligente y ambicioso, y anda trajeado. No quieta que un día habló demás por hacer las cosas bien.
Recuerda que salió de la universidad a cumplir un encargo del hombre poderoso, rival político de un grupo de corruptos (es decir, traficantes de drogas y hembras sin documentos y lavadores de dinero, etc.). Después de célebres argumentaciones contra agentes del terror organizado, se fue a cobrar con su jefe y lo siguieron. «Todo está bien», decía él para sí. El jefe se siente satisfecho con su trabajo. No da la cara nunca y hay que irlo a ver al Congreso, donde va cuando quiere.
Hoy, sin embargo, al salir, cinco maleantes lo secuestraron. Lo cebaron a patadas y golpes. Robaron su dinero. Sólo dejaron en su bolso de tela, con motivos peruanos, donde a veces mete libros de su clase, su lío de hojas de tejo, el tallito mismo de 'taxus baccata'. Aunque dijo que lo sembrará en una maceta de tierra que tiene en su apartamento universitario, a fin de ver cómo crece y estudiarlo, no hubo ocasión de inmediato.
Al tercer día de encierro, no pudo más. Para los secuestradores, no fue él el candidato adecuado. Es un pobre estudiante, huérfano. Ni parentela ni familia tiene. Y el «hombre poderoso» le advirtió: «En este trabajo no hay garantías. Por tí no puedo responder a nadie. Es trabajo secreto. Si crees que te metes en problemas, o se vuelve peligroso, salte. Mañana mismo terminas, ¿entiendes?»
Pero él necesitaba el dinero. Urge ingresos, ofrézcalos Dios o el Diablo. Por eso suplicó uno de esos huesos, buenamente pagados, relaciones públicas para «ciertos» asuntos. con tareas nadie quiere.
Ahora sucede con él: Que cinco sicarios se lo quieren tronar y él no sabe nada; ni tiene dinero ni a quien ir a pedirlo, si con eso los calmara. El único profesional que había entre los sicarios dio la orden: «Mátenlo» y se fue con otros. El no era el hombre buscado. Nada se le ha informado sobre el narcotráfico y lavado en grande de dinero. Aún así, dijeron a los asesinos: «Mátalo y váyanse».
Dejó a unos enfermos que se juraron que antes de matarlo, lo esclavizarían como si fuera una hembra. El les haría el café. Prepararía desayuno y la cena que sea sexo. Esta experiencia sería parte del pago irrealizado. ¡Estos ladrones, poquiteros, ya le sacaron la cresta!.. Y se cobraron con el mismo cheque que el jefe dio al estudiante.
Y cuando supo que el cheque en manos de ellos, los que se quedaron, urdió en su corazón el crimen. Y con el primer café que preparó, accediendo a que en la noche sería hembra para alguno, los mató a los dos. Eran hojas de taxina alcalode las que procuró para envenenarlos. Las coció a 100 grados con el café de olla.
«Nadie me comerá el culo ni robará el cheque de mi trabajo», pensaba entretanto. No utilizó la violencia, a excepción de la necesaria para zafarse de los besarracos ocasionales del par de sicarios burdos e ignorantes,más jóvenes que él, pero jariosos y violentos.
En fin, halló su cheque, el camino a la calle y se fue a la universidad. Terminaría sus estudios y entregaría una tesis sobre toxicología vegetal. Y nadie supo del crimen. Hasta dejó la casa abierta para que llegaran los buitres.
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Antología / López Dzur / En Charkito / Indice; Teth, mi serpiente / El Libro de Anarquistas / CARLOS LÓPEZ DZUR • CUANDO LA VIDA ES UN CHINCUAL / Estadístcas /
«Lo acepto», dijo. Dará la cara a políticos, ojalá sólo sean mentirosos, no crminales, medita. Es publirrelacionista designado a riesgo de las contrariedades. Cuando no imprescindible, su boca eficient, se articula con motivos razonados y, después y en adición, la pinta es de galán, lo ha vuelto famosilo. Es atractivo, a más de inteligente y ambicioso, y anda trajeado. No quieta que un día habló demás por hacer las cosas bien.
Recuerda que salió de la universidad a cumplir un encargo del hombre poderoso, rival político de un grupo de corruptos (es decir, traficantes de drogas y hembras sin documentos y lavadores de dinero, etc.). Después de célebres argumentaciones contra agentes del terror organizado, se fue a cobrar con su jefe y lo siguieron. «Todo está bien», decía él para sí. El jefe se siente satisfecho con su trabajo. No da la cara nunca y hay que irlo a ver al Congreso, donde va cuando quiere.
Hoy, sin embargo, al salir, cinco maleantes lo secuestraron. Lo cebaron a patadas y golpes. Robaron su dinero. Sólo dejaron en su bolso de tela, con motivos peruanos, donde a veces mete libros de su clase, su lío de hojas de tejo, el tallito mismo de 'taxus baccata'. Aunque dijo que lo sembrará en una maceta de tierra que tiene en su apartamento universitario, a fin de ver cómo crece y estudiarlo, no hubo ocasión de inmediato.
Al tercer día de encierro, no pudo más. Para los secuestradores, no fue él el candidato adecuado. Es un pobre estudiante, huérfano. Ni parentela ni familia tiene. Y el «hombre poderoso» le advirtió: «En este trabajo no hay garantías. Por tí no puedo responder a nadie. Es trabajo secreto. Si crees que te metes en problemas, o se vuelve peligroso, salte. Mañana mismo terminas, ¿entiendes?»
Pero él necesitaba el dinero. Urge ingresos, ofrézcalos Dios o el Diablo. Por eso suplicó uno de esos huesos, buenamente pagados, relaciones públicas para «ciertos» asuntos. con tareas nadie quiere.
Ahora sucede con él: Que cinco sicarios se lo quieren tronar y él no sabe nada; ni tiene dinero ni a quien ir a pedirlo, si con eso los calmara. El único profesional que había entre los sicarios dio la orden: «Mátenlo» y se fue con otros. El no era el hombre buscado. Nada se le ha informado sobre el narcotráfico y lavado en grande de dinero. Aún así, dijeron a los asesinos: «Mátalo y váyanse».
Dejó a unos enfermos que se juraron que antes de matarlo, lo esclavizarían como si fuera una hembra. El les haría el café. Prepararía desayuno y la cena que sea sexo. Esta experiencia sería parte del pago irrealizado. ¡Estos ladrones, poquiteros, ya le sacaron la cresta!.. Y se cobraron con el mismo cheque que el jefe dio al estudiante.
Y cuando supo que el cheque en manos de ellos, los que se quedaron, urdió en su corazón el crimen. Y con el primer café que preparó, accediendo a que en la noche sería hembra para alguno, los mató a los dos. Eran hojas de taxina alcalode las que procuró para envenenarlos. Las coció a 100 grados con el café de olla.
«Nadie me comerá el culo ni robará el cheque de mi trabajo», pensaba entretanto. No utilizó la violencia, a excepción de la necesaria para zafarse de los besarracos ocasionales del par de sicarios burdos e ignorantes,más jóvenes que él, pero jariosos y violentos.
En fin, halló su cheque, el camino a la calle y se fue a la universidad. Terminaría sus estudios y entregaría una tesis sobre toxicología vegetal. Y nadie supo del crimen. Hasta dejó la casa abierta para que llegaran los buitres.
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