18. Cruzarse de brazos
¿Quién no se ha sentido avergonzado de sí mismo y su país? Ocurre algunas veces y es el sentimiento que al profesor Gustavo lo ataca esta noche cuando se acuesta temprano para no dar vueltas, inútiles rodeos, ante tal pensamiento. Tiene que escribir una carta. «Incident Report» sobre lo que no esperaba.
En la tarde, poco después de la hora del almuerzo, a él le entregaron el citatorio para una reunión con la dirección de la Escuela. Ha sido por causa de la riña entre dos alumnas: La Rosa Salvaje y María Mercedes.
La directora escolar dijo que se recibieron, al menos, dos llamadas. El profesor, vecino del salón de Gustavo, argumentó sobre su rol en el incidente. Fue el primero en telefonear antes que comenzara la riña en los pasillos. Avisó al director auxiliar. Llenó una Hoja de Suspensión contra dos alumnas. «Van en camino a su oficina», había dicho. Ellas han violado el artículo 6.5.s del Plan de Disciplina Progresiva por el que él se rige como maestro. El TPDP lo autoriza a decir cómo ellas han violado los códigos de salud y seguridad en la escuela.
A su juicio, el lenguaje de la Rosa Salvaje es ofensivo y agrede a terceros, no sólo a su rival, a todo el grupo que congrega dentro del aula. María Mercedes fue ese día una distracción a la «salud mental», a la tranquilidad de todos. Se vistió con una falda demasiado corta. Los varones ni disimulaban dónde estuvo el espectáculo. Miraban hacia ella y ella jugaba con sus piernas. Las cruzaba y descruzaba según le placía al compensar a los mirones.
Y se alegó que, al parecer, ella no se había bañado y olía mal y, por discutir con La Rosa Salvaje tal detalle, ambas se explayaron con insultos dentro de la clase. «Para recobrar el control del estudiantado en el aula, distraído por las profanidades dichas por ellas, les dijo: «Fuera de la clase». Siguió las instrucciones del Artículo 6.5.s del BP 5131; llenó la hoja de referencia al incidente («Suspension Form») y, aunque en ocasiones anteriores, había utilizado el recurso del contacto con los padres («Teleparent»), con tales vehículos de comunicación, sus padres se desentienden una y otra vez. Nunca contestaron a las llamadas que él hizo y dejó de hacerlo. «Este incidente fue mi límite». No indicó si volvió a utilizar el Teleparent.
El profesor no dice, en el reporte que envió a la Directora Auxiliar, que vio a Gustavo presente ni que una vez terminó la riña, se aproximó a él y le dijo: «Lávate las manos ante la posibilidad de intervenir si ellas se golpean y resultan heridas. Son salvajes. Yo no doy un pepino por ninguna de ellas». Y no dio el pepino, bien que lo dijo, porque tuvo delante de sí la escena de la riña y, con el celular en la mano, no llamó a los guardias. En el piso, acabada la reyerta, había indicios de sangre.
¿Quién hizo la llamada? Fue un conserje. «Un maestro está viendo a dos niñas que se pelean, tiradas sobre el piso, y no las separa». Ese maestro fue el vecino de Gustavo, el que tramitara la expulsión. Cuando Gustavo salió, su intervención fue rápida. No se cruzó de brazos. «Tal vez no debí», titubea Gustavo. No 'lavarse las manos' trajo consecuencias.
Allá, en su habitación, recostado sobre la cama, recuerda al maestro vecino que le advirtió: «Aún cuando se estén matando, yo no doy un pepino por ninguna de ellas. Mi consejo: lávate las manos». Al parecer, ésta fue la esencia de su invocado «Health and Safety Code». ¿Para quién sano y seguro el reglamento? Y Gustavo no puede evitar que siente vergüenza de sí mismo y el sistema que lo tiene en el país, ahora frente a tres acusadores: Una guardiana escolar que se crece, en el celo de su porte seudofeminista, y reporta ante la Directora Escolar: «Lo ví. Estaba inclinado sobre la estudiante. Se puso en pie cuando me miró. Con mi mano, bajé los dobleces de la falda a la niña agredida y le pregunté al profesor: '¿Qué hace usted inclinado y viéndole los calzones?'»
La guardiana no informa sobre el grado de histeria que arrebataba a María / o «Thalía», como le dicen en la escuela. Gustavo se avergüenza de la estúpida pregunta que le hizo a la muchacha y la respuesta inesperada que ella le dio. «¿Estás bien?», le preguntó cuando la guardiana se la llevaba, una vez que la levantó del piso; seguro que primero la llevaría a la Enfermería. Sangraba por la nariz.
Mas de María / o Thalía / habría sido la última persona en la escuela de la que esperaría oir esya respuesta: «Fuck you! Hell no!», porque, pese a su carácter agresivo e impredecible, la relación entre ella y él fue cordial. Siempre estuvo disponible para oírla, aconsejarla y comprenderla. Sin embargo, la escuela le creyó a la guardiana y a ella, a su madre y a otros acusadores, cuando la niña dijo: «No sólo me estuvo gritando; me miró los senos y mis calzones».
«Hell no!», palpita esta expresión en su cerebro para quitar culpa de sí. Sabe que no es su culpa ni ese 'hell no' es frase que tenga a flor de labios y por costumbre. Cuando la oyó, rememora el incidente, con más detalles y nunca miró los calzones bajo la falda levantada. Verle el seno fue inevitable, cosa de segundos. Se irguió como un rayo para evitar verlo. A una gran distancia, habría sido inevitable porque se desabotonó su blusa con jaloneos de su contrincante.
La madre de ella, quien nunca reaccionó a los avisos del servicio de Teleparent, se personó al fin. Ahora sí que la Dirección Escolar conoce a tan tremenda ficha y es una pena. Sin duda, es una mujer trabajadora. Es madre soltera. Dedica mucho tiempo a sobrevivir, con dos empleos, y su hija es una niña vaga, caprichosa, indisciplinada, con edad adolescente. «¡Ya no se puede confiar ni en los maestros de la escuela!», dijo a la directora con furia. Alega que sacó este día para venir a la junta. Junta de urgencia.
Ese día tenía cuatro casas que limpiar. «Estar aquí es, para mí, un sacrificio, porque yo tengo un alquiler que pagar, ropa que comprar para mi hija, muchos 'bíles' y mi confianza, mi única confianza, es mandarla a la escuela y la escuela me falla».
La madre utiliza la palabra confianza para enfatizar que ha sdo «traicionada», no por su hija. Por Gustavo, el maestro, de quien sabe que es el único que, efectivamente, la llama en español y se identifica con un nombre fácil de recordar y pronunciar. «Es necesario que conversemos» sobre los 'academic / discipline concerns', el tópico que otros maestros mencionan, pero que ella no entiende. Seguramente, no disciernme lo que sean las preocupaciones académicas y disciplinarias; pero, Gustavo es específico, explica bien, que su «hija, mi estudiante, se porta mal y no entrega sus tareas escolares y puede que tenga que reprobarla en el curso, si usted y ella no cooperan».
Gustavo está avergonzado de la cultura del chantaje. Dice la madre airada que se asesorará porque «hay pie para que haga una demanda». ¿Qué clase de Distrito y escuela es una en que a su pequeña, de 17 años, le rompen las narices, se la revuelcan en los pasillos de las aulas «como un trapo» y los maestros se dedican a fisgonearla entre medio de sus piernas?
«Hell no!», Gustavo repite. Se quedó dormido por tres horas y despertó de madrugada para escribir su versión del incidente que debe entregar, a más tardar, en el curso de esta semana, para discusión colectiva que la enfrentará a los padres de las dos niñas, los directores escolares, el director de la Oficina de Disciplina y otros funcionarios. Culpar o sancionar a Gustavo de esta mala conducta es un golpe muy bajo y chapucero. Una injusticia que, desde hace días, comenzó a comentarse y a filtrase entre los 97 maestros del plantel.
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1. Preámbulo / 2. El Estado Dorado y Exitoso / 3. ¿Cuál es «El divino tesoro»? / 4. La cazapremios que vive entre ratas/ 5. La llaman Meteorito o La Gorda / 6. «Usted es un progresivista, no un trascendentalista» / 7. Dos papas podridas / 8. El certificado de defunción / 9. Un demonio vestido de santito / 11. El hijo de un guerrillero / 12. La exportación del miedo / 13. «Soy de donde mejor me convenga» / 14. «Y de mí, ¿qué va a decir?»: La Shakira / 15. En el submundo de la Rosa Salvaje / 16. «Los marcianos llegaron ya»: Miss Meteorito / 17. «Tras viciosos, malagradecidos»: Rosie /
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