3. ¿Cuál es «El divino tesoro»?
El secreto de educar es éste. Ni los niños ni los adolescentes son rencorosos. Puede que, en algún momento de sus vidas, sean crueles y temerarios; pero, si algún maestro, o persona cualquiera en su comunidad, les muestra un poquito de luz, su alma de dopamina, como decía un poeta, se concilian. Dejan el odio inicial que sólo fue confusión, zozobra e inquietud en el camino, eventos precarios, de su vivir. Educar es invitar, constante y sistemáticamente, tercamente si quieren, a que no vale la pena fijarse al rencor, o practicarlo.
Educar es evitar que se forme ese rencor que hila, con fanatismo. Que hace nudos en la fibra moral de las civilizaciones. Cuando uno lee ese verso famoso de Darío, sobre la Juventud como Divino tesoro, «cuando yo explico a mis clases qué veo espiritualmente en el poema, o sugiero que lo traten de ver por ellos mismos, se los comunico con toda mi pasión». El verdadero tesoro es la persona que deja el rencor en las orillas de los abismos y que, con toda la energía de su juventud, forma el amor y el asombro por los retos posibles. No es la juventud, o la edad de pocos años, lo que hace de la niñez y la adolescencia algo atesorable y valioso, más valioso que el oro y los dólares ganados en la Tierra de las Oportunidades. El tesoro es la energía de esos años, es la misma líbido que traen en sí, fresca, incontaminada. Sentirse fuertes, «inmaduramente fuertes», como para no atarse por debilidad a prejuicios o las más amañadas emociones.
El tesoro es no ser rencoroso, no sentirse autorizado por haber estado desalentado, o a la venganza, o al deseo de pagar con mal... El divino tesoro es desautorizar el rencor y la amargura... Usted sabe, Ms. Margie, en mi experiencia como educador, he descubierto que hay niños viejos, niños que son ancianos minusválidos, desmemoriados, envejecidos en el alma y en sus corazones, pese a que están en cuerpos radiantemente juveniles. Pero son más que opacos, turbios por causa del odio y la frustración que tienen dentro o que transpiran... y el educador se conmueve con ésto, porque muchos años de vida hacen a los viejos, a generaciones anteriores, de ese modo, por causa de la mala pedagogía que recibieron, e introyectaron como memoria y como práctica. Ellos no tienen que ser viejos moralmente, si son la germinal, espiguitas que recién brotan. Son jóvenes, son niños y están en la edad en que se debe decir: «Tesoros», no fardos de oro, o potencial de logros financieros, o sueñitos «americanos» de inmundicia. Son tesoros divino, no tesoritos de oración en las escuelas, para que parezcan Pilgrims de Plymouth, o cuáqueros o evangélicos, dignos de los Círculos de George Bush, o Pat Buchanan o Jerry Fadwell.... yo hablo sobre tesoros divinos, en el sentido de lo mejor del Trascendentalismo... y usted me dijo, que el ex-Presidennte Reagan es «emersoniano».
Pues, entiéndame bien ahora: la divinidad no es una etiqueta emersoniana ni siquiera un trascendentalismo mal entendido. Cuando yo estuve como maestro en la Chávez H.S., escuela donde hoy se acumulan los alumnos con expedientes carcelarios, los alumnos rudos, expandilleros desde los doce o 14 años, con ellos aprendí la divinidad del Trascendentalismo. ¡Qué paradoja! Que allí, un alumno convicto, se atreviera a decirme: «Yo quisiera ser un campeón, un Michael Jordan». Y aún conozco, no uno, varios que sueñan: «Si es verdad lo que dijo César Chávez, que Sí Se Puede, yo quisiera ser un Abogado / Líder de Multitudes / uno que defienda a la gente pobre y combata a los políticos del racismo».
No. No. Eso no es ingenuo. Y no tiene nada de rencoroso. Ellos estaban hablando desde ese nivel, color de rosa, de sus instintos de amor y conciliación. Así conciben su trascendentalismo. Son los más pobres o «económicamente desventajados», como se dice en la terminología de nuestras políticas escolares; pero son, por igual, los verdaderos trascendentalistas, en el sentido de los poetas y filósofos como Walt Whitman y Ralph Waldo Emersonl autores que sacamos de nuestros currículos; ¿por qué? porque Emerson, como Carlyle, su amigo escocés, hacía explosivos ataques a la hipocresía y el materialismo. Desconfiaba de este tipo de democracia que tenemos en Norteamérica. Eran verdaderamente divinos en cuanto a ese sentimiento del poder del individuo, que se llama romántico... Ellos, que incluyo a Whitman, entendían el trascendentalismo como repudio cuidadoso, desde el corazón, al racionalismo científico, que es la mente tecnificada para acumular poder, quitándoselo a otros, por lo general, al más pobre. Al pobre no hay que dejarle ni el disfrute de una gota de rocío... Ellos decían que cada ser humano, del más pobre al más rico, tiene «an Over Soul», una mente que les dice: «Trust thyself!» y da la casualidad que esta experiencia directa del sentir y confiar es el divino tesoro de esos niños que yo escuché reaccionar a la escuela, a sus familias, a sus vecindarios, al mundo... al parecer, repudiaban las autoridades externas, mas no era así. Querían confiar en algo propio; sólo que las Familias, la Escuela, los Políticos, la Sociedad con sus leyes y discursos de poder, les decían que no lo hicieron, porque ellos son los pobres, los ignorantes, los cholos, indocumentados, inadecuados, los peores en el Condado Más Rico del Mundo y que los verdaderos trascendentalistas de hoy son las élites burguesas... Sí, Margie, yo recuerdo cuando discutimos si debe seleccionar textos de Emerson y Whitman para mi clase. Les dije yo enseñé algunos de esos autores en la escuela Chávez H. S., los enseñé, como compañeros espirituales de Rubén Darío, cuando habla acerca de los verdaderos «Motivos del Lobo» y del Tesoro de la Juventud... y usted me dijo: «Cuidado». Esas creencias de ellos en la «divina suficiencia de lo individual» es peligrosa. El optimismo debe ser controlado. El mal existe y esa gente es pobre, presa de diabólicas realidades... Mejor hay que enseñar a Herman Melville, Nathaniel Hawthorne y Henry James, Sr., a los clérigos conservadores... «yo he leído el ensayo, 'Self-Reliance', de Emerson y me parece que, en la relación que propone entre la Naturaleza Humana y Dios, se pinta como un hereje. «Trust your own judgment above all others». Mire, maestro Gustavo, yo no pienso que haya divinidad en el hombre y la única dopamina que se meten, o en la confían los muchachos de este siglo, es el crack... a ese mundo de cholos, no me lo defienda más ni me los descarrile... La Administración Bush ha propuesto algo que me parece importante y verdaderamente racional y útil. Bueno para esta escuela, donde ya sabe: Del 95.5% del alumnado latino, el 83% viene de familias econonómicamente desventajados, gente de salario mínimo, madres en beneficencia pública, hogares rotos y el 52% apenas habla el inglés... hay mucho indocumentado, ahora hasta centroamericanos...»
«Con más razón, hay que enseñarles a soñar que la pobreza es derrotable a través de la educación...»
«Gustavo, pero lecturas con ese tipo de currículo trascendentalista es para el Honor Advanced Placement (GHAP) y no sirve para esos alumnos que usted conoció en Chávez... mire, el único emersoniano que vale la pena es Ronald Reagan».
«¡Caray, caramba! ¿Qué de emersoniano y trascendentalista tuvo o puede tener ese señor, Margie? Estamos hablando acerca de aceite y vinagre. Es el fantasma de Reagan lo que hizo a esta comunidad mil pedazos. Ese es un lobo vestido de cordero que ha destruído la confianza de la juventud en el país entero. En un demagogo como ése se encarna toda la hipocresía que combatió Emerson, Carlyle, Whitman, los trascendentalistas verdaderos... él, Oliver North, y todos sus truhanes nos llenaron de maras salvatruchas y contras el campus... ¡Caray, no! Usted y yo estamos hablando sobre aceite y vinagre!», respondió espantado.
Gustavo recogió unas copias de poemas y traducciones del libro Poems (1847), escrito por Emerson, y otras tantas copias de textos de Leaves of Grass (1882) y alguna prosa fotocopiada de Good-Bye, My Fancy (1891), de la autoría de Whitman. Sabía que lo habían desautorizado; pero más le molestó esta reprimenda. «Hay que tener cordura con el material que se imprime en nuestras fotocopiadoras. El gasto de papel y tóner. Es que hasta que no se aprube para el distrito una buena asignación de la NCLB, No Child Left Behind, no se puede malgastar los recursos disponibles».
«Imprimí estas copias a costo de mi bolsillo. No se preocupe», le aclaró. Se levantó y se fue como si le hubiese propinado diez bofetadas en ristra. Sus mejillas quedaron frías y su diabetes, alta.
4. La cazapremios que vive entre ratas
Una colega de Gustavo, llena de prejuicios, encarna el chismorreo vecindón y extremista. Este sector de la sociedad, chusma con de clase media o nueva burguesía, crece en la ciudad. Nuevos burgueses o clasemedieros de profesiones, licenciaturas y maestrías inútiles, gerencias «pop» de liderazgos adventicios. La maestra latina que encarna esta cultura de la mediocridad escupe a su propia comunidad. Lo que piensa lo comunica a la gabachada. Se siente humillada porque ella vino a enseñar y, sin embargo, es la comunidad mayoritaria de su alumnado quien la enseña. Ella no quería estudiar español y las pedagogías del bilingüismo; pero la necesidad se impuso.
En la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico, sin que pudiera evitarlo nadie, comenzaron a llenarse las aulas de ese tipo de ratas que, en lenguaje demográfico, hay que llamarlas «inmigrantes de ancestro hispánico», o simplemente, Mexicans and Asians...
Como ella fue nacida y criada en México, el reto no fue difícil. Retomó el lenguaje de su infancia. No quería hablarlo desde niña para asimilarse y que no le dijeran mexicana, porque ella, sus padres y hermanos, son entrados legalmente al país y naturalizados. En su familia, todos sus hermanos son profesionales. Hay par de abogados, que han necesitado hasta 4 o 6 veces para aprobar el examen de práctica y revalidarse y un médico, sin vocación, que no es médico, porque hasta los sobadores y yerberos saben más que él y atienden más pacientes. Y la educadora, cazapremios, que gusta pintárselas muy American citizen, casi nativa, e insinuarse públicamente como una emergente estrella de la élite profesional hispánica en el Condado Más Rico. Ahora quiere ser congresista; pero no ha evitado que se le perfile folclórica y racialmente. Ella es la maestra más gorda del Distrito. Su cabeza parece una calabaza. Su rostro tiene cachetes abultadísimos, desagradables pómulos y gran papada.
Cuando era maestra de primaria, eso no importaba mucho, porque los niñitos perdonan y se aburren de sus propias burlas. En las escuelas del Distrito Más Pobre, ahora que obtuvo credencial para la enseñanza secundaria y fue obligada al juego de las políticas bilingües, los adolescentes son más crueles. Ella es una Caricatura de la Obesidad. Es una Mole. O un meteorito... Y ella tiene mucho odio acumulado por razón de que no se le observe como una profesional blanca, no exactamente el prototipo del indígena mexicano, con nopal en la frente. Ella, gorda como es, tiene el pelo güero, los ojos azules, labios finos y articulación del inglés que ella califica «perfecta», como si hubiese mamado esa lengua de la teta de su madre. Pobre latina, pobre ser inauténtico. Vendepatria.
5. La llaman Meteorito o La Gorda
Miss Meteorito, por más romances que haya intentado, siempre interesada en un gabacho que mejore su raza, se quedó para vestir santos. Hasta en eso fracasa por su petulancia. Menos mal. Ella no cree en mixtificaciones culturales. No cree en estampas de santos. No es guadalupana. No cree que siendo ciudadana estadounidense tenga que festejar el Cinco de Mayo ni el 15 de Septiembre. Le fascina la comida japonesa y no mira hacia otro tipo de varón que no sea el gringo, o el que tenga facciones europeas. Ella, verdaderamente, en cuanto a la ExtraTerrestre Meteora que es, se declara eurocéntrica.
Odia, sin embargo, la idea de una Madre-Patria, si es que ésta es mexicana. De hecho, aún por la madre humana que le tocó y que no aprendió inglés, sufre en vergüenza. Que su madre, a estas alturas, con 50 años en los EE.UU., no sepa pronunciar bien ni las Gracias. Fine. Thanks you! y se oiga tan groseramente, su fein-tank-iú, es aberrante. ¿Qué van a decir los gringos, si un día tuviese la dicha de casarse con uno, y al visitar la casa de su madre... viese que, no siendo mujer tonta, si una anciana más bonita que ella, my mom doesn't speak English! Ni lo aprendió nunca ni quiere.
6. «Usted es un progresivista, no un trascendentalista»
A Gustavo le gustan los alumnos que encienden con una metáfora el pensamiento. Desde que entró en contacto, con el trascendentalismo educativo, la actitud le gusta y, en particular, los escritos de Emerson y la revista The Dial, que se publicara entre 1842 to 1844, con Emerson como editor. «Even a drop of dew», una gota de rocío, «is a microcosm of the universe». Hay gente cuyo pesimismo es tan grande que todo lo piensa una pizca de caca. Una gota de rocío es una cagada. ¡Qué diferente es La Gorda! No visualiza chispas de creatividad en nada. No entiende lo que es un microcosmos y quiere impresionar a sus alumnos con el espacio sideral, el macrocosmos, cuando da sus discursos que son delirios de grandeza. Discursos en sus lecciones escolares.
¡Tanto habla ella sobre planetas y órbitas, movimientos en el espacio! que alguien la apodó meteorito, residuo de material galáctico que cayó en la Tierra, después de girar en lo oscuro del espacio y traer disminuído su fuego al atravesar la atmósfera! Ella es un como una roca quemada, desgastada, y donde cae hace un roto. Tamaño cráter.
Un niño le puso el nombre de la «Burbuja del Niágara» porque siempre la observa con sed. Se bebe muchas botellitas de agua purificada «Niagara», dosis compulsivas cuyas botellas se etiquetan con el mensaje de que son 50% menos plástico, porque están elaboradas por New Eco-Air Bottling Company. A este chico, algo desmadroso, la astronomía lo entretiene. Toma clases de ciencia con ella, geografía, o ciencias naturales. Y no es uno que tenga su mente volando con los planetas. A conversar con él, o meramente oírlo, Gustavo descubre la lógica interna que tienen sus observaciones. Aunque parezcan estupideces, él no olvida lo que Gustavo dijo en torno a la metáfora de Emerson: «Even a drop of dew is a microcosm of the universe». Y si Gustavo le da libertad para explayarse, sea por escrito u oralmente, él responde con imaginación creativa.
El se siente orgulloso de que a La Gorda / Miss Meteorito / a la Burburja del Niágara / se le llame de ese modo, que sea choteada con irreverencia. No es rencor. No se equivoquen. Aprovechó un tipo de actividad que Gustavo aplicó, con sus estudiantes, para dejar claro el por qué le puso sus apodos. Utiliza sus escritos en los «Journals», la actividad pedagógica de diarios libres, confesiones estudiantiles de tema voluntario que Gustavo utiliza, no sólo para cotejar los progresos de redacción y consciencia gramatical que los estudiantes despliegan, en español o inglés, sino que en el caso de este niño para evaluarlo en la tarea filósofica y científica que el mismo chico se asigna como alumno. Explicarse lo que siente.
Leyéndolo fue que Gustavo supo que él es quien apodó a La Gorda como la Burbuja del Niágara y «El Meteorito» seco. En «El pedo del meteroro sediento» («pedo»: con su connatación de «el asunto», uno de de sus escritos para el proyecto de «Journals»), el chico critica que ella beba tanta agua, o no se trate la diabetes. La educadora no es diabética, según dice ella; pero el estudiante cree que lo es. Se pregunta, con preocupación ecológica, cómo se dispone de tantas botellas de plástico. Botellas que han de ser contaminantes tóxicos si se lanzan a los ríos, o no se reciclan adecuadamente. «Y es una mentira que sean unas botellas bio-degradables, aunque la New Eco-Air Bottle de Niágara se exima de contaminar con sus materiales. Nunca existirá una botella inmaterial como el aire. No por ahora». [«¿Qué quieres decir? Elabora», anotó Gustavo al escrito cuando lo evaluó y devolvió a su estudiante].
En lo que escribe este alumno, Gustavo implicita la existencia de preocupaciones científicas. Ha visto planteada, en sus escritos, la cuestión de si alguna vez el agua podrá verse en estado de plasma, o al menos, «si en un estado de vacío, preparado en un laboratorio, el agua flotaría en el aire, sin necesidad de pasar al estado gaseoso y si seguirá siendo líquida sin mojar lo que entre en su contacto, o si por ser líquida fluirá, desafiando el vacío, para hallar una superficie o continente en el cual derramarse. Me preocupa si el agua sólida, convertida en hielo, conserva temperatura o puede volverse agua, soltar gotitas de rocío, o los microuniversos de los que habla mi profe».
Gustavo dice que ese tipo de cavilaciones son necesarias y mientan la capacidad de adolescentes que no son intelectualmente pobres, o necios por ignorancia o información insuficiente, pese a que no están el programa de honor. Admite que son indisciplinados, desatentos a su responsabilidad de calificarse bien en otras materias o asignaturas. Así su profesora La Gorda lo desaprovecha. Ha amenazado con fracasarlo en su clase; porque el cholito es burlón. Con la sonrisa que tiene le lanza escarnios. La inhíbe de echarse buchesito de agua en su presencia. Si lo hace, él suelte una risotada e insinúa que es diabética. Alborota su clase con comentarios socarrones.
A ella no le gusta que ninguno se burle de su obesidad, o sus emociones, o su estatus de mujer soltera y de busto enorme. «No sea rencorosa, colega. Lo que importa es que él tiene retentiva. Es muy observador y habla con mucha lógica. Imagino que se sabe todo el material que enseña usted. Quizás lo que busca, con su actitud, es estímulo. Está llamando su atención desesperadamente porque está entre los mejores alumnos que pueda tener y usted no le da ese lugar». Se ha cuidado de llamarla «maestra resentida», porque, total, ella también es humana y no merece insultos.
No obstante, como colega, le ha recomendado que inicie un proyecto de Journals como el suyo. «Es la mejor manera de conocer a los estudiantes por escrito. Que digan lo que se les pegue la gana, que se desquiten si así lo desean; pero, que la norma sea redactar bien, exhibir un nivel expresivo que refleje que están aprendiendo el currículo de artes comunicativas y aplicándolo a temas sugeridos, sea la ciencia, o las matemáticas, o las ciencias sociales, o la mera convivencia en la escuela con sus compañeros».
«Mira, Gustavo», dice ella que no sabe si lo tutea, o si en español es correcto que aunque no diga «tú», diga «mira», por tanto querer su inglés, «English First and Ever», «yo soy una buena conferencista, competente; enseñé en el campus de Fullerton, y conozco de la A a la Z las pedagogías,. Escribí un proyecto provisional de tesis doctoral en torno a las teorías y políticas pedagógicas para la educación, tal como deben ser para que respondan al Mainstream. Lo mínimo que un maestro debe requerir del estudiante, que está subordinado a él y las metas de la institución que lo educa, no es otra cosa que se le oiga. Que un niño me oiga, me atienda, siga mis instrucciones, es la prioridad. Si no me quere oir, que no venga a la escuela. Su debe es estar calladito siempre, a menos que yo le pregunte. El estudiante que no oye al maestro y quiere hablar lo que no sabe debe ser expulsado, quedarse en su casa, hasta que aprenda a oir y respetar».
«Wow!», musita Gustavo.
«Esas estrategias de igualarlo, no en términos de autoridad académica, sino en su interacción afectiva-cognitiva, es lo que tiene en crisis al sistema... ya no hay niños calladitos, porque las teorías de 'progressive education and psychology', lo han convertido en un rival del maestro. Si sabe tanto o más que uno, ¿por qué pierde el tiempo, ocupando un pupitre? Que vaya y ofrezca sus cátedras a sus padres, o la pandilla en que se haya metido...»
«En el saber oír de un maestro, hay también un saber decir. No olvide ese punto. Se da ejemplo al saber escuchar. Escuchar es algo que se instruye; pero que es efectivamente completado, cuando usted, como instructora, crea una confianza en el que escucha de que merece ser oída».
«No, no, Gustavo, mira... por algo una fue investida con credenciales, adquirió sus títulos. No es cuestión de que venga, de buenas a primeras, alguien que no tiene la autoridad de una formación rigurosa y amplia a decirte: Pruébame que mereces ser oída; déjame ver si tienes algo que enseñarme... ¿Te das cuenta? ¿Que hay que partir de que vengan los igualados a decir: Si me gusta lo que dices, te sigo oyendo... ¡Quítate esas ideas de la cabeza! John Dewey, con toda la buena fe que tenía, se equivocó en ésto: los niños no son científicos en su aproximación a los problemas y a la tarea de definirlos. ¿Sabes que son, Gustavo? Seres caprichosos sin ninguna hipótesis para dar solución a los problemas. No saben evaluar las consecuencias de sus caprichosas, dizque hipótesis explicativas para el problema defionido... Los niños juzgan y opinan desde su trasfondo de experiencias fallidas, por su ignorancia natural. Esto es claro cuando evalúas el clima de Century H.S., con sus cholos groseros. Son animales sociales, cierto, y deben aprender de actividades «en la vida real», junto a otros; pero, quien los guíe hacia el modelo de actividades sociales correctas, pedagógicamente dicho, debe ser la gente capacitada... ¡Las autoridades! Sólo ellas / gentes capacitadas / saben definir los problemas y guiar hacia una hipótesis de solución. Ellos, los alumnos, que oigan, memoricen y sigan instruccciones».
La Gorda no cree en lo que se designa el eslogan progresivista de «Learn by doing». Alega que, en las escuelas públicas, no hay que permitir otra situación y actitud que el alumno obediente, quieto y receptivo. «Si les dices que aprendan al hacer, su praxis, su hacer, llevará al caos. Es que la naturaleza humana, en comunidades pobres, no merecen el espacio de libertad de ningún hacer, espontáneo o improvisado, sin que éstas pongan en peligro el clima del estatus quo y el canon necesario. En el «libre-hacer» de los animales sociales, lo que hay es riesgo y erranza. Disciplina es que oigan, o se vayan, sin el riesgo de la inseguridad. La educación es un premio inherente a la obediencia. La élite de los que saben debe imponerse al rebaño. La Educación Progresivista es el alborotamiento de las colmenas.
«Wow!», musita otra vez Gustavo. «¿Habré leído bien a Dewey o Parker?», medita. «¿O es que estoy oyendo mal?»
Ella concluyó que lo único que vale, ponderado como esperanza en este año 2002, ha sido ya propuesto con la legislación «No Child Left Behind Act», con la que se pide «test-oriented instruction». Distrito escolar que quiera dinero, financiamiento público del Gobierno, que cumpla con los estándares verificables de un Currículo Tradicional. Metodologías y supervisiones que prohíban que el ignorante, el delincuente, el dependiente, la masa ignara ponga sus manotas en proyectos, so pretexto de aprender «al hacer». Punto: Que el que no sabe no haga nada. «No hands-on-projects», no sea que pongan las manos en alguna pistola y sólo quieran matar a los maestros, o quitarlos para ponerse ellos, el proletariado sinvergüenza... No al caos. No al reino de los incompetentes. Ni educación dictada por los rebaños. «Esto sí es Emerson, en su puridad». Por supuesto, Gustavo no está de acuerdo.
«Mira, Gustavo, yo sigo creyendo en la preparación clásica... quizás digas, clasicismo del siglo XIX en sus unidades temáticas, menos destrezas sociales que no sean otras que oír al que sabe y respetarlo; menos de esa anarquía de colocar al rebaño a experimentar con soluciones de problemas y pensamiento crítico que no tienen... un rebaño es un rebaño y el Maestro es el Pastor y debe ser el único pastor. Otro agregado participativo estorba. Quien debe definir el «trabajo en grupo, o en equipo» para el desarrollo de habilidades sociales como el respeto, la responsabilidad y la obediencia, es el maestro, no sus subordinados en jerarquía... Mira, Gustavo, yo escribí una tesis, que será algún día mi proyecto posdoctoral sobre la sicología de las ratas, los avisperos, las colmenas, los rebaños, los animales sociales y sus grupos... ¿Qué tiene a estas escuelas locales a merced de la demagogia de los comerciantes y politiqueros, sin excelencia académica? Contesto: La pretensión de hacer a la escuela una sucursal de los centros comunitarios, de logias chicanas, organizaciones de buscapanes y subsidios que no merecen, sino repudio... porque no quieren enseñar el inglés como se debe ni el rigor de un currículo de ciencias y matemáticas... ¿Qué es lo quieren, Gustavo? ¿Qué es lo que entienden como educación para la responsabilidad social y la democracia? Contesto: Fiestas del Cinco de Mayo, fiestas septembrinas, cantos por César Chavez, La Causa, o Martin Luther King, Jr, el asesinado, proyectos de aprendizaje recomendados por esas uniones y sindicatos, seudo-comunistas o hermandades, como la que tuvo Nativo López y otras mafias de ladrones... Te hablo, con el corazón en la mano; yo sé que eres un maestro bueno y que tus estudiantes te quieren, por eso no te han botado... pero este sistemita es muy hipócrita... Le echa leña al fuego para destruir «the traditional curriculum» y la comprensión de lo que deben ser las habilidades, «on life-long learning and social skills».
«Ah, pero todos los que hoy administran nos engañan diciemdo que se trata de seleccionar el mejor contenido, «core themes» asociables a diferentes disciplinas... y si los dejas, Gustavo, asignan por unidades de enseñanza el marxismo, el sindicalismo, los feminismos, las basuras multiculturales y étnicas, como si este país no fuese ya los Estados Unidos de Norteamérica, la tierra de los Padres Fundadores, de George Washington, los Adams o del calvinismo-anglicano, que enseñó, con su filosofía, la ética de trabajo y el amor por la democracia», vuelve a la carga.
Sin decirlo, Gustavo meditó que esta señorona Meteoro viene tan aceleradamente contra él que llegó desorbitada. No cree que valga la pena que, en este momento, él la rebata. Lo dejará para otra ocasión en que esté menos eufórica. Seguramente, como observaría «mi alumno y el suyo», el que le puso el apodo de Niágara, a esa catarata de ideas (las que tiene en su cabeza) le falta la botellita de agua. Está exaltada, consolándose con su proyecto de doctorado, para hacerse políticamente respetable ante los que dan estos trabajos, administración directiva y superintendencias.
La educadora cree que la agenda de inquietudes, o producción de proyectos, asociables a trasfondos de la creatividad infantil y juvenil, deben ser desanimadas y sacadas de las intenciones escolares. Es obvio que se rivalizó con los pioneros John Dewey y Francis Parker; y que prefiere la llamada «Rote Learning». Le gusta hablar sola, tal como dicen sus alumnos. Dar largas peroratas y que el alumno le copie hasta los suspiros. «La educación viene de arriba», dice ella.
Con razón, Gustavo adivinó desde el primer día que se lo propuso que lo menos que ella desea es tener que leer «Diarios / Journals», confesiones nacidas de los niños. Hay que ser maternal para gozarse, como él, con «the children’s own writing». Ella no quiere La Escuela Abierta ni «child-centered and experience-based learning». Un niño no tiene nada que decir. El maestro es el único que sabe. La educación viene de arriba. Eso de los Diarios / Journals / es educación progresivista. No la quiere.
«Usted y yo tenemos interpretaciones diferentes de dos filosofías que me parecen importantes: el trascendentalismo y el progresivismo. Si no cree en el estudiante, nada que sea trascendental puede ocurrir en las mentes de los niños. Si no cree en la Escuela Abierta, tampoco ocurrirá nada en la comunidad. Usted cierra los Journals de la creatividad infantil y juvenil, yo los abro... pero ya tendremos la oportunidad de discutir con más calma estas cuestiones», le dijo Gustavo y vio que ella buscó, dentro de un bolso colgado en su hombro, una botellita de agua para la sed. Una botellita que, al verla, a uno de sus alumnos le inspira sus cavilaciones sobre la posibilidad de la contaminación tóxica de su mundo. Mas ella llama delirios irracionales a tales cavilaciones.
Dice el cholillo que «aunque quienes envasan agua Niágara para Miss Meteorito, la llamada New Eco-Air Bottling Co., digan que su envase no contamina, porque tiene hasta 50% menos plástico, sí contamina». A ella se le está llenando de aire el cerebro. «Y no debe ser mucha el agua, sino la sacia». Gustavo sospecha que en la metáfora de la gota de rocío de Emerson y en la idea del «macrouniverso» implícita en la metáfora de los meteoros, o las burbujas de la Catarata que hilvanó el alumno, hay muchas otras insinuaciones. Ella es eco, burbuja de aire, sed que no se sacia, catarata de nada, o de vacío. Mucho ruido y pocas nueces y, aunque la maestra discursa sus peroratas y largas conferencias, sus lecciones de una hora para sus alumnos, nadie la oye. Ni la toma en cuenta. No hay comunicación. ¡Qué frustración ha de sentir cuando suplica ser oída!
Los estudiantes lo perciben. Es una burbuja con aire. Aseguran que fuera de aire no tiene contenido. «Hasta es preferible que haya una mosca dentro de la burbuja para que sea interesante». Tampoco es una gota de rocío. «A drop of dew», capaz de insinuar que el alma de un niño es semejable a un microcosmos del universo. Ella es como el pedo. Y los niños se ríen. «¿Qué pedo dice la tícher?», se preguntan en medio de colectivos bostezos. Se aburren. Y Gustavo piensa que es culpa de ella misma y sus enfoques pedagógicos basados en autoritarismo.
[Frag. 6 de la novela «Dice Gustavo, el maestro», tema pedagógico].
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