Wednesday, May 26, 2010

Gustavo, el maestro / Frag. 7 y 8


7. Dos papas podridas


También Gustavo llegó al Norte cuando tenía la edad de diez años. Y él conoció, antes que a la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico del Sur de California, los andurriales angelinos. Zona donde hay más pandillas, asiáticos y negredas. El sí conoce sobre la multietnicidad y la multiculturalidad angelina. Sus colegas no; casi todos ellos, como la misma Miss Meteorito, vienen de las ciudades más ricas, donde sólo viven anglosajones o gente adinerada, ciudades universitarias, como Irvine, o portuarias, con vecindarios exclusivos.

Los maestros que llegan al Distrito, lo mismo que administradores y personal no docente, vienen por el empleo. Muchos, con sus maestrías y credenciales especiales, admiten que no van a romperse las cabezas con quienes no hablen el inglés suficiente. «Sorry! This is America USA. You must learn and speak English. Or drop-out school!»

No hay mucha diferencia entre la actitud de los profesores gabachos y toda una serie de personajes de ancestro hispánico o en los planteles del Distrito Escolar Unificado más pobre. Pero, en común, se dan cuenta de que antes había más recursos en cada escuela y, sobre todo, buena voluntad; pero, a medida que creció la inmigración y el mexicano y centroamericano, abarrotó las aulas, «lo objetable comenzó a ser mucho». La buena voluntad, traducida a paciencia e interés personalizado al enseñar, se ha perdido por completo.

Gustavo, el profesor, es uno de los poco que pide a los directores rescatar aquella tónica de interés por los alumnos. Cierto es, con muchas alumnos por aula, es más difícil, pero queriendo, con algunas concesiones administrativas, se puede. Mas el «sí se puede» cesarchaviano se ha convertido en frase indeseada.

La maestra llena de prejuicios dice que la comunidad mexicana creó la pobreza de la escuela. En las juntas internas de maestros, Gustavo la debate y le pide que no mienta. Que se informe acerca de la historia. Que no culpe al estudiantado y sus familias y, más bien, agradezca que tiene trabajo. Si no hubiese estudiantes, documentados o no, las escuelas, si bien no se cerrarán, sí habrá muchos despidos de maestros. Fin de programas como los que a ella la emplean. «A los primeros que echan, en estos sistemas cínicos, donde ya no se respetan las garantías de empleo y la antiguedad en el trabajo, son a maestras»: como ella, impopulares, feas, problemáticas, anti-obreras. Una que como ella no confía en sindicatos.

En menosprecio al sincalismo magisterial, «resabio de tercermundismo», se asocia con gente de poder administrativo que en el fondo la desprecia. Reniega de los grupos que pueden protegerla en la solidaridad natural, no con hipocresías de políticas cultivadas entre otros círculos que no le tienen simpatía. La Gorda da pena.

Aunque se exhíba como una mujer que no es mexicana, como tal se le perfila. «Ahí viene esa Mexicana», le dicen. Como si se tratara de una invasión de carne, una mole rodante de extraña osamente, se olfatean que no esté sudosa y hediente su caja toráxica. A ella le imponen ciertas distancias afectivas. Los administradores, aunque sean Latinos / as /, no la han querido cerca y es por lo que dicen, que las chichis / viejas chichonas / se juntan.

La Meteoro, con sus enormes chicharrones que alega que no son mercancía mexicana, al verse aislada, se ha buscado otra de su calaña cuyos embelecos son chicharrones que truenan desde Chichicastenango, Guatemala. Rosie cree que es aún más poderosa que la Maestra Canuta, alias Meteoro.

Es triste que ambas denigren a la mexicanada indocumentada como «invasión premeditada de extranjeros». No que entiendan que hayan caídos del espacio sideral, pero no valoran las razones específicas que explican su presencia y hablan como si ésto fuese un asunto personal. Gente mexicana que viene a hacer que ellas / por «latinas» queden mal. Entonces, se alían.

Rosie cree que ella ha redimido, con su servicio en la Junta Escolar, a más de 60,000 alumnos en la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico. Han sido 14 años de servicio, funcionaria electa, que le dan el derecho a competir por un cargo en el Congreso. Que haya nacido en Chichicastenango no hacen sus chicHarrones menos dignos de tronar / esto de hacer ruido político / que los de Loretta, incumbente demócrata en el Congreso.


8. El certificado de defunción

Cuando Gustavo entró formalmente, con nombramiento como maestro al sistema del Distrito Escolar Unificado de la Ciudad Más Pobre, existía la amenaza de la Proposición 187. Esta legislación, sujeta a la aprobación por el electorado y, convertida en ley por los votantes en noviembre de 1994, podía convertirlo en un soplón. Chota o chivato. El fue consciente de lo desagradable que sería serlo, porque él creció como activista social nato, sin pretenderlo. Su niñez estuvo, sino inserta, moldeada e influenciada, por la Contracultura, los movimientos estudiantiles, la cultura del rock, las drogas y pandillas. Recorrió, como un aventurero, ciudades como Redlands, San Francisco, el este de Los Angeles, antes de terminar en la Ciudad Más Pobre.

El había sido un estudiante de Guitarra Clásica, aficionado al teatro, inquieto por diversidad de lecturas en su discontínua vida universitaria. Tenía la vocación de un artista, trabajador de la cultura, aunque, en su expediente de sobrevivencia en la Nación Más Rica del Mundo y, en el Condado de los Millonarios, en la glamorosa California, Estado Dorado, él lavó platos, cocinó hamburguesas, repartió volantes. En algún momento, quiso ser geólogo, área en que invirtió sus primeros años de estudio. Su vida fue dura, pero no perdió la meta de ser creativo, aprendiz entusiasta y buscador del sueño personal que lo ponga en armonía consigo mismo, a pesar de pobrezas. En esa búsqueda se debatió ante la posibilidad de ser maestro y las promesas más inciertas que se implican en la carrera de músico.

Cuando ya fue residente legal, empezaron a abrirse para él las oportunidades soñadas y la urgencia de tomar decisiones. «Okay, seré maestro. Guardaré mi guitarra». Recuerda los primeros días en varias escuelas distritales. Ya tenía el título de maestro y se recreaba con actividades que en los diferentes campus delataban que estaba en el Estado Más Populoso y étnica y multiculturalmente diverso de la nación. Vió que en las escuelas, como actividades, se celebraban eventos multiculturales, con danza y música, trajes típicos y kermeses. «¡Qué hermosas actividades!» Es que la diversidad del mundo, o la naturaleza humana, aúm le parece una obra de arte, aunque no pretenda serlo. Desde la escuela, al parecer, se puede expresar, o promocionar, las identidades colectivas e individuales.

Recuerda cuando caminaba feliz y orgulloso por los patios de la Century H. S., cuando había una celebración, con motivo al Asian-American and Pacific Islander Heritage Month.

La diversidad de las comunidades en Century High School y la belleza de la juventud que la representa es perceptible en días en que sale a llenar el campus y la idea de Escuela Abierta se irradia. Comunidad y alumnado conviven y las más pequeñas ramas de la educación física se subliman con talento: Baile, songpom, grupo de batuteras, Century's cheer, la Guardia de Colores de la NJROTC, bailes polinesios, exhibiciones de equipos de fútbol, baloncesto, tenis, pista y campo... hubo un tiempo en que en Century había equipos de lucha libre, cosas que con el tiempo se desaniman, porque la idea de Escuela Abierta y de festejo a la multiculturalidad aprovechable han sido cuestionadas. Gustavo observa ésto como una consecuencia de la herida cultural que patrocinó la aprobación de la Propuesta 187.

A final de cuentas, en particular, porque la ley se declaró inconstitucional y fuera de lugar en las cortes, ya no hubo necesidad de que cada maestro tuviese que ser soplón, o delator de la niñez comunitaria. No se permitió (a quienes así lo quisieron) que se privara de educación a los niños del Estado Más Rico ni que se les redujera el cuidado de salud debido por razones de su lugar de nacimiento. Se le dijo a los políticos y funcionarios del Estado: «Caliornia cannot regulate immigration law, a function that the U.S. Constitution clearly assigns to the federal government».

Pero, aún así, el mensaje de limitar los servicios a los inmigrantes sin documentos en el Estado entero, deja sus secuelas atropellantes. Aún cuando Gustavo respiró con alivio ante la anulación de la posibilidad de que, por la Ley 187, la policía, los médicos y enfermeras y, sobre todo, los maestros y administradores escolares, se prestaran, so pena de despido, a verificar la situación migratoria de los niños y sus familias, otro tipo de sutiles represiones quedaron en el ambiente. Algunos combatientes contra aquella ley que habría hecho a los distrito escolares, verdaderas academias de la chivatería y delación de la gente y niñez más pobre en el distrito, dicen que el «injunction de prohibición para la ley 187», dictado a dos días de aprobada, fue un sello en el Certificado de Defunción para una mentalidad excluyente, racista y xenofóbica en el Estado.

«The seal of the great state of California is now stamped on the death certificate of Proposition 187», había dicho Mark Rosenbaum, director legal de la Unión de Libertades Civiles Americanas para el Sur del Estado Dorado. Un sello oficial de repudio para cinco años de menosprecio racial y cultural a las minorías.

Mas Gustavo, en conversaciones con colegas, se dio cuenta que lo que vendría será peor. Habían sido cinco años de trabajo previo a la aprobación de la Ley. Y una corte californiana les dijo a los promotores del odio, a los votantes mismo del odio: «Ustedes, pueblo rencoroso, aprobaron la Ley de la División y el Rencor. La Ley de los Soplones. La chivatería institucionalizada. No podemos saber, en este instante, el daño que hizo estos cinco años de trabajo sucio, desde 1989, aunque pongamos un sello al Certificado de Defunción a la Ley 187».

«Estas guerras culturales apenas comienzan», le dijo un maestro a Gustavo. «Que una jueza federal, Mariana Pfaelzer, le haya dicho a los poderosos burócratas del Estado que la medida 187 es inconstitucional ha tomado casi diez años y lo que alega es que el Gobierno Federal es el único con autoridad a manejar asuntos de inmigración; pero, confirming the federal government's exclusive authority over immigration, no es la respuesta. Es sólo un tecnicismo para demorar las guerras que vendrán. Seguirán los esfuerzos de los rencorosos, resentidos nativitas, explotadores de poder y acomodo, por asegurar que los niños minoritarios no adquieran educación pública, ni las familias trabajadoras tengan acceso a cuidado médico... Seguirán los policías panzones, parasitarios, festejados como los niños de la seguridad, la protección ciudadana y el orden, jugando a los escondites con la tarea que debieran realizar, combatir a los criminales, los ladrones y narcotraficantes... Lo más cómodo para ellos es perseguir un niño o un jornalero bueno, hacer redadas en la casa del pobre y limitarse a decir, cobardemente, a mí me mandaron. Fui instruído de hacerlo... ¿Sabes, Gustavo? Yo, nacido en California, con cinco generaciones en mi pasado, anglocaucásico, me siento triste por las cosas que vendrán y triste por ver el estado de enfermedad moral que se expresa, con porcentajes tan altos, en este Estado. Somos una sociedad tan enferma y no sólo en este condado que, leyendo entre líneas la decisión judicial de la Corte Suprema Federal, la decisión de Mariana Pfaelzer, te aseguro que no hay ningún sello en el Certificado de Defunción... El sello verdadero está en el Certificado de Nacimiento: en el Estado de Oro ha nacido el fascismo y Pete Wilson, el Gobernador, es su primer engendro y, gústele o no, a la ACLU / SC y MALDEF, y a lo que se pueda llamar la izquierda norteamericana, vendrán más guerras nauseabundas, más llagas y cicatricesm en el rostro moral, económico, del Estado de Oro... No es cuestión de quitar a Pete Wilson, o elegir a Gray Davis. Es cuestión de curar una sociedad enferma y California es el Estado Más Enfermo de la Nación. El Estado con mayores patologías, desde San Francisco a San Diego, de Los Angeles a Santa Ana, ¿no crees, Gustavo?»

Gustavo no se atrevió darle una afirmativa. El cree que hay que seguir con un sueño, pese a tantos escollos en el camino. Es difícil juzgar en general. Dar estigmas colectivos a los pueblos. Algo del perspectivismo orteguiano lo inquieta, por de pronto. Un maestro no debe pensar como este gringo, fatalista, que tiene delante de sus narices. Entre ambos hay ideas compartidas; pero no actitudes de fondo. En su caso, Gustavo quiere ser un individuos y cultivar esa inclinación en sus alumnados, que se sientan individuos, no rebaños. «Para poder aportar», reflexiona él, «hay que ser individuo; que nadie quite lo espontáneo, lo heroico, lo trascendente, que se tiene dentro». Cree que si pensara, como su colega anglocaucásico, endilgará etiquetas acusadoras a otros; se reducirá su ámbito de iniciativa y diálogo; se llenará del pesimismo que agobia a su interlocutor. Hay mucha frustración y resentimiento en lo que él dice. «Me estorbará esa carga de vejez en el ánimo si creyera en él», piensa en silencio.

9.

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