Revista Hola PR / El Librepensador / Indice / Hola /Capítulo Veinticuatro
Sobre corrales, gallos y caballos
«... los quiméricos aristócratas
con la sola fortuna de sus bustos
y el desasosiego
de almas oxidadas
los nichos del ojo azabache
del tiempo
como una llamada
insondable del olvido [...]
en medio de todo o casi todo
sorprendidos por turistas
irreverentes y alegrías ajenas
los pájaros negros de la noche
con su ojo redondo fijo y fugaz
de carcomida soledad
y las palomas á cratas insaciables
cagándose en todo
a pleno sol»: José Manuel Maldonado Beltrán, en El prodigio de mirarnos
Carlos Romero no es precisamente un caballo de paso fino. Ni siquiera un gallo en corral de gallinitas cluecas, como Rafael «Cuchín» cree que es él mismo. Con sinceridad se lo han dicho, uno para que lo entienda el otro, en alternancias de voces: «Socios en negocios, pero no amigos».
Ahora, en la misma limousine de Hernández Colón, Romero autoexamina lo que alcanza a comprender de sí. Demarca áreas comunes. Olisquea territorios que puede recorrer junto a Rafael / Cuchín / el Gallito.
Su memoria se fue a los años inmediatos de la posguerra cuando se educaba en la cuasi militar Phillips Exeter Academy en Exeter, New Hampshire. El rostro de uno de sus maestros en primer plano, en su mente: «Es imposible transformar un toro en caballo de paso fino». Carlos es de corto y ahogados relinchos, aire asmático, torillo fajón en sus comienzos, bastante bufón según fue envejeciendo con sus violentos bufares.
«Imposible hacer un bostoniano de tí», le dijo el educador de la preparatoria, al tiempo que le explicaba el ejercicio de inducción metafórica guiada, «el animal que eres».
Rafael confesó a Carlos que él pasó por la misma experiencia sicológica.
Los alumnos utilizaban hasta símbolos zodiacales para auto-explorar lo que se es, o se ha sido y, entre los estudiantes de la Academia Phillips Exeter, Carlos, ya aspirante al ingreso a Yale University y la continuación de la tradición política que dejara Antonio R. Barceló, su abuelo, se esmeraba. Se quiso realmente «bostoniano».
«Político sí lo serás, pero no del orden bostoniano».
Y político lo fue: uno de los que rompen ei esquema de Tradición arcaica, fija, del Viejo Saturno con la daga corva en la mano; divisora de los Tiempos. El arquetipo saturnino es siempre un Viejo, no un mozuelo, que oficiará en precintos sagrados ciertas misas de sangre.
Los cambios evolucionarios se relacionan a eventos tales como castrar a Urano o desmembrar a Osiris. Y el educador lo hizo definir: «¿Qué es lo que harías como político?» No se le ocurrió hablar sobre unir a Puerto Rico a la Unión Americana, mas si anticpó el tipo de uso de poder.
«¿Qué haré cuando lo tenga y me vea poderoso?»
Nunca en sí mismo vio tantas debilidades ocultas ni tanto poder imaginable que compesarían, si llegara el momento de poseerlo, claro. «Poder ya en mano».
«Wow!», susurró y el maestro parecía que se filtraba, con sus ojos, hacia su alma. Seguro que halló un estercolero.
Uno que rompería con las normativas del Deber y sacaría sus ratos de asueto para embriagarse a gusto y quedar como una chucha, como el senador Severo Colberg, a quien llegaría a conocer, es él. Se vio como en profecía.
«Me veo gozoso», dijo al profesor.
«Lo sé. A menudo hay otro tipo de necesidad, que no es darse estructura disciplinaria, regla, por anhelo de seguridad; espacio cerrado y sagrado. Hay que aterrizar en el humor y la carcajada».
Celia Cruz, la cubana de La Matancera, lo dijo: «rumba pa' aquí, rumba pa'allá. La vida es un carnaval».
Hernández Colón, el jefazo del Cuartel Rojo-Pava, lo comprende. También tuvo un profesor que en la Valley Forge Military Academy le dijo que se explorara internamente, 'haz ekl exoerimento' y buscara el animal que lo explicase. Y él se dijo poseso de la imagen de un 'gallito de pelea'. Antes de cursar el grado de bachillerato en Ciencias Políticas de la universidad de Johns Hopkins, antes de obtener su diploma con honores en 1956, «aprendí la disciplina. Tuve respeto por el Anciano del Deber, el viejo que exhorta lo ético o te tunde con palos, a bastonazos. Te traga vivo con una mirada. Esa es la Tradición de Saturno, 'the old mam with a sickle'».
El Gallo de Ponce, 'mamito de La Pava' y el Caballo del PNP, pese a diferencias de personalidades, se autoexploraron. Uno se vio gallito, otro casi caballo, e infirieron sus dotes y cualidades sicológicas antes de sus arranques hacia la vida universitaria y política. Hubo exhortos a que sean individuos maduros.
«Su educación es costosa».
Como son puertorriqueños han de volver a Puerto Rico, garantizaron.
Carlos fue más lento en entenderl la necesidad de un regreso. Demasiado pesado para ser el Caballo volador, el pegaso. Aún así se regresó.
«Pareces más elefante», le dijeron.
«Caballo como el de Troya, con mucha madera, hormigón y ferretería por dentro», lo mofaron.
Ninguno de ellos, Carlos y Rafael, quiso el servicio en precintos sagrados como los témenos ni sacerdocio teológicos / lo mistérico / donde el dolor de la acción se comunique y pida víctimas propiciatorias y sea una responsabilidad, buscarla y darlo ante lo Sagrado. La propiciación de justicia es el mayor desafío del Sacerdote / lo mismo que del Estadista.
«Recuerdo cuando me criaba. En mi adolescencia, la imagen de Truman en la tele y periódicos parecía sagrada», le dijo Romero a Rafael, apremiado por su nostalgia de New Hampshire. Le apretó la rodilla. «Te lo juro, gallo».
«Te escucho. La Doctrina Truman. Contención del comunismo. El Efecto Dominó. Así hablaban los 'augures' de nuestro tiempo, y los dos vivimos eso, desde los EE.UU... yo, en Pennsylvania, tú, cerca de Boston».
«Tenemos tanto en común, Gallo».
«No tanto, no tanto... Recuerdo el lema de mi colegio: 'Courage, Honor, Conquer', como el Gallo que no se huye... El problema contigo, Romero, es que tú quedaste colgado a traumas y augurios de la Guerra Fría y la posguerra de Truman, asuntillos de la posibilidad real y amenazante o imaginaria de que los intereses norteamericanos sufrirnn por lo que Rusia hiciera o dejara de hacer. La paranoia de las potencias. Yo no».
«Gallo, cuando había ingresado a Yale, el Partido Comunista se alzó con el poder en Checoslovaquia y los soviéticos cerraron las rutas a Berlín, con el bloqueo y la Muralla en ciernes», advierte Romero apasionadamente.
Y para atenuar su alarma el Gallo echó un espuelazo: «Las rutas a Berlín se reabrieron en 1949. En Corea y Vietnam. si EE.UU. se metió, no debió hacerlo, fue porque le cuadra el alma en vicio vanidoso de creerse Amo del Universo, encarnar a Saturno corregido y aumentado de modo que sea quien imparta el Karma, suprima o reparta el bacalao. El Viejito con la Daga, así me dijo mi maestro, el tutor, Uncle Sam es en cuanto 'oldman with sickle', intruso e intervencionista sólo que ya no en lugares sagrados. El viejo navajero, andariego como él solo, va donde no lo llaman. No pide invitaciones. No tiene ritos normativos. Va y al pueblo, ya acostumbrado a verlo, sin ley ni mucha moral por disciplina normativa, importaría muy poco, pero, en terquedad aguarda: Si va al menos que traiga un buen dividendo, no venga con manos vacías, o manchadas de sangre».
En los '50 y los '60, Hermández ni pensaba en la necesidad de cuantificar los desbalances. Es claro que cadáveres en nuestro lado son las numerosas. Uncle Sam, el navajero, comenzó a asustarnos... Y luego, pensemos en la guerra, las doctrinas garrteras e interventoras y otros Estados como víctimas, porque no se progresa. Regresó. Lo planeó siendo estudiante.
«Fue siendo alumno de Ciencias Políticas en la universidad de Johns Hopkins, cuando observé la triste basura, noticias y propaganda que vino por la Guerra de Corea, la primera guerra que ví que dejara a miles de boricuas en trauma, tullidos o en muerte, antes de Vietnam y Kuwait... Fue cuando para 1959, o poquito antes, me vine a Puerto Rico, a fin de curarme del trumanismo, epidemia que mira cómo te tiene la cara como una piña»
«Gallo, Gallito, me tiras duro las patas».
«Durante el proceso de Vietnam. ¿qué rayos hice? Me fui a Ponce y, en la Pontificia Universidad Católica, enseñaría mis cursos de Procedimiento Civil. De 1961 a 1965, estuve trabajando con cánceres de mi Corral, curándome solo. ¿Crees que me preocupa el Tío Sam, esa religión trumanista, del Tío Sam, el viejito de la daga? ¡Apenas dejo que me afilen mis espielita con la cuchita del gallero! Y ya sabrás cuál es la Casa de Cáncer, el zodíaco propio... mira, pese a todo, somos enemigos políticos; pero, como yo hice desde que llegué a Puerto Rico, busqué una limpieza, y eché de una patada en el trasero al Viejo de la Daga, al Gallo americano. No es que sea manilo, pero yo debo decidir mis propias luchas y prioridades. Le dije al Tío Samuelito: Véte lejos de mí».
«¿Sabes cuándo sucedería eso? ¿Que él se vaya lejos? ¡Nunca!»
«Escucha ésto bien: no te digo que eres tú, con tus ideas, el mejor especímen de puertorriqueño, un patriota o compueblano al que tenga respeto intelectual. ¡No! Te veo y veo al Emperador, la fortaleza de la combatividad rival, poder bruto en servicio de otro. Eres mi enemigo político y, sí te puedo soportar como socio en negocios, no como amigo. No. Caballo y ¡que ironía! una vez hasta te alojé en los altos de mi casa en San Juan, ahora te doy pon a Guayanilla y de mi íntima compañía en el automóvil, muslo a muslo, te tengo. Te presto mi chofer personal y contigo me presrnté a tribunales. De la mano hasta el Tribunal Supremo, unidos en la causa: conservar las escoltas, choferitos y guardaespaldas para tí y para mí, en fin, por ex-gobernadores. Que tengamos como derechos y privilegios adquiridos, no eliminables, estas protecciones. Souvenirs. Por desgracia, tristemente, cuando, desde el 2006, la crisis fiscal de Puerto Rico, en parte tu crisis, avanzó sin piedad, parece injusto que las escoltas se paguen con fondos estatales. Así se lo dije al ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá, quien fue quien me metió tan reactivamente a esa puercada, en la que el Congreso y tú son culpables... Bien, resumo, él no quiere su escolta, tras su retiro, no quiere un chofer, no quiere pensiones. Bien. He quedado como el puerco... mas que vaya, devuelva hasta los calzones; pero, yo la quiero y la necesito. A mí me costó mucho estarme allá en la nieve».
Romero, cómplice en este asunto o «caprichito», se ríe a carcajadas. Vuelve y le aprieta la rótula pidiendo que el Gallo Cuchín / el que vino de Ponce y «no se juye», gallo al que no le gusta la nieve, pero sí la escolta y las emociones fuertes de amoríos a escondidas, lo mire directamente al rostro.
«Habrías necesitado más de las escoltas en los días en que Dorita, tu hija, se daba sus encerronas (para bajarse las calenturas) con el guardia que exilaste a la isla de Culebra... ¿Ahora pa' qué guardaespaldas y escolta?»
Se ríe. Romero es muy burlón.
«Supongo que no se te quitará que seas más león y tigre que gallo. Te gusta el poder y fingir galas de auto-suficiencia; pero la plena autoconfianza del León no la tienes. El León fue España; el nuevo león del Norte es Tío Sam. ¡No comas mierda!»
Romero quiere hablar algo serio ahora. Es incómodo cuando el gallo no lo toma como amigo.
«Recibe seriamente lo que te dije. Reevalúa sistematicamente tus imagenes arcaizadas o guías de exploración sicológica, mismas que nos dieron en la Academia. Para ser largamente fuerte, líder a largo plazo, y dar fruto con el motto 'Courage, Honor, Conquer', el coraje inicialmente está en reconocer los límites, admitir con qué fuerza contamos en el arranque... No es mucha. En Puerto Rico nunca fue mucha, ¿que se puede dar en tu corralito, con muchos palos cagados, gallinitas alborotadas por gallitos flacos y moquientos y uno que otro, yo, por ejemplo, o tú, gallo fino, capaz de dar su pelea y emitir seducciones, claro.. porque dices fui educado en Valley Forge Military Academy y Johns Hopkins University... pero, te pregunto: ¿qué honor habría en preservar el corral colonial de palos cagados, poderes limitados y gallos flacos? ¿Qué pasa con los instintos de leones? ¿Querías ser León en tu academia de Valley Forge? Sí, lo quisiste y lo que terminaste siendo, empero, fue gallito fonicario, al que Juan Eugenio acusaría de ser un gallito infiel, citando al prócer Artigas: la verdad, ni teme ni ofende... Dio voz, entonces, a Doña Lila, que en paz descanse, buena mujer, santa gallina, un dulce de coco... Mira, Gallo, esa vez, con la voz del Tigrito en tu contra, pusíste mierda en tus propios corrales y te choteó tu propio hijo. Que, desde la Campaña a la Gobernación del '72, no aguantaste ganas de echar tus polvoretes de gallo. Estás lleno de defectos como yo, educado en Yale. Educarse no garantiza nada».
La limnousine avanzó, abriendo ante los ojos de ellos las panorámicas de la bahía de Guayanilla. La Guardia Costera dividió unas tareas de limpieza en seis áreas, incluyendo a la bahía bioluminiscente La Parguera, muy conocida por los turistas. Sucedió que fue añadida a la lista de limpiezas por estar próxima a Guayanilla y a 134 kilómetros al suroeste de San Juan. Además, 14 de los cerca de 40 tanques de almacenaje de combustibles que posee la Caribbean Pretroleum, ardieron en llamas meses antes. Once con combustible almacenado.
«Nunca me ha gustado la fuerza que nace del mar. Las tormentas que avanzan por él. No me gusta ni ver nube oscura ni humo nauseabundo en el cielo», dijo El Gallo. Había mirando un cielo humoso.
«Prefiero el Corral alto, en montañas lejos de las crescientes del mar y de los ríos».
«Me, too».
«¿Sí?»
«Los caballos, como los toros, aman los espacios abiertos, valles entre montañas... Me da náuseas el olor a ostras, a peces, a crustáeos».
«No sabía».
De lejos, las reminiscencias de deterioro del Tuque y el oleaje provocado por el huracán Dean que trajo a superficie cierto combustible viejo contenido en algún barco hundido en la bahía de Guayanilla.
«Aún se ve el oleaje aceitoso, fo».
Ambos se compadecen burlonamente del periodo en el poder de Acevedo Vilá después de Sila, la Gobernadora. «Eran años neptunianos. Años de agua, riesgos del agua, años de la matriz de Sila, oscura y vaginaria». La sombra del Viejo Neptuno.
La Marina de Guerra dio mucho que hablar antes del castramiento; mas, al fin, abandonó la isla de Vieques. Cayó semen al mar.
«Sería por no dar candela a Sila Calderón, gallinita tuya, eh».
Despuntó el año del 2004, con el triunfo de Aníbal Acevedo, cuando Neptuno volvió. Con él, el miedo del agua, la distancia en travesía hacia la costa, el miedo a todo lo amorfo, lícuo y gasesoso, como el viento y el gas explosivo.
Fue terrible para estos dos políticos que ahora viajan por la costa, sin disfrute, porque uno es un Gallo de Corral para la Montaña y otro un Caballo de combate. Anínal Acebedo, el políticao, siempre en el naufragio y castrado de aquella erección de soberanía que tuvo sus cojones alguna vez, al pensar que la Mar es femenina, prometedora.
Troyano extraño es este Romero que dice que, en Phillips Exeter Academy, no dio el grado de Caballo de paso fino. Y le dijeron: «Toro sí, grande, conchudo, salvajote, jupiterino». Vigía del Este. Un Toro como el del Corral de Minos.
«Recuerdo aquel accidente en 1994 o 1995. La barcaza que ocasionó un derrame de petroleo frente a las principales playas turisticas... yo era Comisionado Residente en Washington, D.C. y me quejó, me oyeron: 'Maldita sea, carajo, tenía que ser en San Juan, frente a nuestros hoteles que ese Neptuno sucio, hijo de la Gran Puta, nos hiciera el numerito... Cada vez que hay un asunto de mar, la gente de la isla se poner muy nerviosa, como si esperara los antiguos, otra nomales, ataques de corsarios. Como si llegara la invasión de holandésa a robarse lo nuestro. Se alborota el gallinero, esa memoria del coloniaje con España... yo le expliqué a congresistas, con quienes trabajé en Washington, a ese importuno que me oyó que maldecía, que así es que reacciona el pueblo de Puerto Rico cuando le hablam sobre proyectos que conciernen al mar, sus islas, la geografía territorial de lo único que tenemos, la islasomos sensitivos. Nos entra miedo»
«Ante el proyecto de la Armada de instalar un transmisor de radar en Vieques con un receptor en Lajas, al sudoeste de la isla principal de Puerto Rico, no se podía esperar menos. Ante las prácticas de tiro de la Marina, en Cieque o en Culebra, hay este problema. Mar, piratas, historia. Fue lo mismo con España... o producimos a Cofresí, o nos levantamos contra holandeses, corsarios y mamalones... En el gallinero se movió, con calor, con sinapsis, la neurona que va a los pasados remotos, en tiempos en que no teníamos como protector a Tío Sam... Los congresistas me confrontaron con muchas fotografías que tomaron en 1995, 'Mr. Romero, what it supposed to mean this?'... Unas 60 mil personas, o 100,000, o qué sé yo cuantas gallinitas alborotadas por las calles de San Juan. Y la razón fue el mar. Vieques. Culebras. Naves. La violencia sobre el mar... ¿Qué significa ésto?»
«Sí, sí, las marchas de protesta».
«Que hay proyectos que tocan el corazón de la isla de modo negatovo. Ese gallinero alborotado, sin gozo, siempre airado con quien les diera de comer y los proteje, es lo que Aníbal Acevedo y el Partido Popular representaran a falta de soberanía y protección, bien hechas y que se tenga al pueblo contento, a gallinitas satisfechas sin recordar bombardeos, guerra, invasiones. El poder se reviste de púrpura como el Tauro jupiterino. Y toda protesta es luto. Como marcha de fantasmas de humo y hollín. El poder anuncia lugares altos de goza y en la superficie de las altiplanicies, se organizará el gran carnaval... La abundancia no es exactamente la belleza formal, carruaje de oro, o arquetipo de Adonis. Yo puedo representar la belleza como abundancia, como la salud del líder o de la Voluntad Política en términos del Caballo Brioso, con ánimos de victoria. La Marina no se mismo poder y yo digo que es lo que represento para Puerto Rico. El pueblo me cree, aunque ustedes, en La Pava, gallitos flacos, me digan el Gran Demagogo... ah, pero, víste como reaccionó Washington. El voto popular acá me henvió en 1992 y me reeligió en 1996... yo tuve que estar haciendo algo bien, con mi boca y acción, ¿eh, Gallo? Nadie cree tal cosa como el 'bruto de Romero', el torpe caballo. El gallinero sabe a quien premia. Lo sabe el corral federal y el estatal».
A continuación Carlos bromea en torno a los sonoros, eficaces relinchos que da como Caballo y es cuando el Gallito le da su quiquiriquí y par de espuelazos: «Allá en Washington, desde 1995 y con resultado traidor y fatal en 1996, hicíste una sinvergüenzada sin precedentes. Si alguna estructura tenía el corral, si alguna empalizada, el sistema económico de Puerto Rico, la desarticulaste tú... Nos dejaste sin el palo caga'o para que duerman las gallinitas. Fuíste peor que un barco de lla Marina bombardeando sobre Vieques. Ese fue el resultado neto de la campaña contra la Sección 936 de la Ley de Impuestos».
Romero no esperaba este comentario.
«¿Es tal la única manera de reducir el déficit? Bien que afectara a las dos naciones, ¿pero tú? ¿para quién trabajas? Caballo mella'o, no pensaste en la economía de la isla. Pensaste en joder a Sila, a Acevedo Vilá y a mí».
Se justifica, al decir, que es un Toro de lidia. En este corralito de Minos, en esta táuride criolla, tiene que surgir quien de veras sepa lidiarlo.
«¡Tú y yo hemos tenido muy divertidas y excitantes riñas!», le dice Carlos.
«¡Eso no se vale!»
«¿Recuerdas las elecciones de 1980? ¡Rudas, Cuchín, pero las ganamos. Toda era rudi, entonces... yo sí estaba dispuesto a traer la Estadidad Ahora y tirar tu viejo Corral de palos cagados y puse a llorar a todos los partidos. VeAn lo que es un Caballo de Troya, el Toro suelto por las calles de San Juan... No fueron elecciones robadas. Fue el país diciéndome, a dos años del desprestigio con que me tratara gente como tú, por el asunto del Cerro Maravilla, que está conmigo, que soy inocente de asesinatos y verdadero patriota... yo no me quedé colgado a la Guerra Fría, yo sólo tengo ucompromisos más claros que los tuyos. Y, cuando te derroté en 1976, el pueblo dijo: «Más vale Caballo que cabalgue / que Gallito manilo». Eché la Estadidad Ahora a rodar, no como posibilidad futura, sí como necesidad inmediata. Bajé el desempleo y ¡ah, cómo disfruté esas victorias del 1976 y 1980 sobre tí!
«¿Con un margen de 3,037 votos? ¡No te merecías esas victorias!»
«Merecía aún la victoria que me robaste en noviembre de 1984 y si ganaste fue por la ñapa de 54,000 votos «melones», sinvrgüencitas de Rubén Berríos, pero, en esos instantes, desde Puerto Rico, yo era la consciencia del Caribe; yo, el único que hablaba sobre parar la amenaza roja, el marxismo, en Granada. En 1983, yo era el único con mi partido que decía a las fuerzas estadounidenses, 'con ustedes estamos' si hay que evitar la construcción de una pista de aterrizaje financiada por los soviéticos. Que no haya más Cuba ni más Nicaraguas en América Central... Yo, el único que dije a la CIA, desde 1981, si la Contra nicaragüense urge apoyo, dálo y Puerto Rico hace lo mismo».
«Tú eres la Mariam, mas en la niebla».
«No, Gallo. Sólo que yo no muerdo la mano de quien nos ayuda. No soy a GOP hardcore-Republican, pero, cuando la Administración Reagan necesitó apoyo moral se lo dí. 'Vendimos armas a Irán a cambio de rehenes', y con los beneficios pagamos a la Contra nicaragüense / anticomunista, se jacta Reagan, y yo no corrí a decir, como habrías hecho tú,'Reagan, eso es escandaloso'. Yo dije: Contigo y con Truman es lo mismo. Reagan, valiente... Tú esperaste hasta 1989 para pedir un plesbicito que autorizara a remozar el Corral Destartalado de la colonia y la limpieza de estructuras infectas, yo siempre empujé la anexión, aún antes que Roselló... que bueno que la gente se sienta, libre de hablar en inglés, apta para meterse en la política federal y aún a la hemisférica. Es es el deber que tenemos nosotros, en cuanto educados en el Este, en Yale o el Norte, con habilidad de decir: 'Esto quiero y lo pido de pie'. Las compañías que se establezcan en Puerto Rico, en aras de incentivos fiscales, que traigan empleos, que produzcan nóminas auténticas de empleados en la isla, y no nos vean como objeto de sus burlas. Una leve recuperación económica, en términos de los códigos de rentas 936, no es lo que Puerto Rico quiere ni merece».
«¡Eso no se vale! Esa puercada de descoyuntar el esqueleto de tu propio país al eliminar los incentivos fiscales y la estructura misma de la economía. No teníamos otra cosa. Ni materias primas ni agricultura ni pescada. Nada».
«¡Dilo, Gallina, ni libertad de hacer ni soberanía!», dijo Carlos.
Un silencio largo procede al rechazo de Cuchín el Gallito.
«¡No me aprietes más las piernas!»
«¡Suerte tuvíste que te dejé por regalo el tercer período de gobernador, ese año del '86!»
«¡Qué derrota te dimos!», se reanima Rafael.
«¡Pero no fue pela! Apenas una victoria luchada que ustedes merecieron».
«¡Qué derrota y aspavientos novoprogresistas en los tribunales para quiatarnos el triunfo!»
«Derrota la de Dorita cuyo enamora'o echaste al desierto que dejó la Armada en Culebra, cuando se fue en 1975».
«¡No metas a Dorita en ésto!»
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LAS HIENAS: Indice / 1. Las Vacas Gordas y la Muñeca de Trapo / 2. Lecciones sobre nuestros nombres / 3. El reino mágico de El Dorado / 4. ¿Qué te dieron a tí? / 5. Cuando iba a cerrar la puerta / 6. Traumas del Colegio Marista / 7. Derecho de antiguedad o de llegar primero / 8. Cómo se escocotó el soberanismo / 9. El líder del Chavito Prieto / 10. Coquito y los PNPeos / 11. El regalito 12. El chantaje / 13. Las amarguras de Aníbal y el primer discurso / 14. ¿Quién es el desquiciado que se sienta allí? / 15. Para el maquillamiento de todo lo viejo / 16. Lágrimas de Cocodrilo / 17. Shakira, mi hija y la Canción de los Cemíes / 18. El día de castrara a Urano / 20. El día que mataron a Filiberto / 21. Los sueños de matar moscas a patadas / 22. Exégesis de los días nefastos / 23. Magia y tragedia de las Gárgolas
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