¡No resistí más estar ya sobre mis pies y caminar a oscuras! ¡Caminar, sin saber hacia dónde! Busqué el trecho del descanso. Avancé a esconderme en lo que parecíame un claro en el boscaje. Me tiré detrás de un árbol. Durante días no tendría la ventaja de una Luna redonda ni de estrellas. La última luz que ví fueron los faros traseros de la camioneta de los Rednitz. Tampoco la ventaja de una manta para protegerme del frío o de las picadas de insectos en la noche. O de ratas. Este fue uno de los días miserables que nos tocan. Hay que padecerlos irremediablemente: hoy nací para el frío. El hambre abofetea mi cara. Caminaré con cansancio y las tinieblas y la luz me acusarán. Hoy es un día de desaliento y miseria como no habrán otros días.
Llorar no fue tan inútil. Evité pensar en el sepelio. La decisión, el coraje (la valentía) y la vitalidad ya han sido atacadas y fue necesario mi esfuerzo de olvido. Un desafío me compele a olvidar mis destrozos. Aún no sé en qué consistirá mi remedio. Me siento robado de mi fuerza afectiva, de todo lo hermoso, el optimismo y la alegría por vivir. Dios no contó conmigo, al parecer, para que viniera sobre el luto este azote.
Es frustrante no entender la geografía ni qué travesía local va hacia algún punto. He sentido que mi ignorancia es peligrosa y conlleva a soledad. «Cuando quieras conocer al mundo, llévate un kumuai de San José de la Zorra o de Juntas del Neji», escuché que una vez aconsejaron los Rednitz. Estos indígenas son buenos guías. Viajan y de Ensenada se conocen los secretos. Cada camino les habla.
Tijuana fue tierra de nadie, zona de guerra. Del diario de mi Padre, recordé referencias, particularmente, sobre la Tijuana de los primeros años... cuando mencionara los litigios del Abuelo con los gringos; del pasado sí que abundaron las referencias. Entonces, ciertos pioneros de la gabachada avanzaban hacia el Territorio de Baja California. Provenían, o se organizaban desde Los Angeles y, al fin, tomaban las nacientes ciudades de Tijuana y Mexicali.
19 de marzo de 1972
Para el primer decenio del 1900, por los contornos de nuestra aldea, inversionistas se interesaban en la compra de tierras. Lamentablemente, para casinos y cabarets. También inmigrantes inconvenientes los seccionistas... algunos si estaban inspirados en ideales socialistas, o en el anarcosindicalismo, poseyendo algún compromiso con la creación de una República Independiente, como la que pretendía el Partido Liberal Mexicano (PLM). Otros eran aventureros, asesinos y delincuentes extranjeros que, con el pretexto de obrerismo e insurrección, daban rienda a instintos criminales... Francisco Madero se rebeló contra Díaz, que con los menonitas fue cooperativo... Con la Revolución, la colonia vio peligros. Díaz huyó a Francia en 1911. La violencia nacionalista, o la que se instigara por invasores y gánsters, en el Norte de Baja California, impuso negociaciones.
Ese papel se lo asignó mi padre porque él quería que creciera la villa menonita y atrajo más pobladores que cualquier otro dirigente; pero el fraude electoral en desfavor de Madero, la Revolución y el bandolerismo, dificultaron la prosperidad y la paz. No hay esplendor adjudicable a una prosperidad alcanzada con vicio y sospechoso es el auge, cuyo símbolo en la economía es el Coliseo Juárez o La Ballena, anunciada como la Taberna Más Grande del Planeta. En 1926, el Coliseo Juárez fue el espacio abierto para peleas de box y gallos, carreras de cabellos y perros, kermesses y competencias atléticas. Dijo mi padre que el día de su apertura había más de 8,000 personas viendo cómo Jack Dempsey noqueaba a cuatro contrincantes en fila. Este fue el auge que, por carambola, produjo la Ley Seca, impulso de puritanos que limpian el Norte de vicio y ensucian el Sur, forjando acá un turismo fronterizo en base al licor que alllá no quieren, la sangre de gallos giros y la prostitución...
Este es el cuarto día de inútil caminar. Con señal de mi pulgar, pido aventón cuando veo un automóvil en mi rumbo. Cualquier lugar ha de ser bueno. Caminar ya no más. No sé donde estoy. Mi alma y mis pies se coinciden en el mismo dolor, la confusión, aunque el miedo... Sé acerca de mi algunas cosas, antes ignoradas: puedo comer hojas, explorar el sabor de raíces y bellotas antes no vistas. Sobrevivo con mañas de mascador. Para quien no ha salido de la ruralía del Valle de Guadalupe, ni tiene estudios, sobrevivir es conocimiento sabio, quehacer efectivo. Ensenada es inmensa y lo único familiar, por sus rótulos en carretera, son los viñedos de Cetto y Domecq... Me dijeron que buscara una ruta hacia el Ejido El Porvenir y, cuanto más alejado me hallara de la Autopista No. 3, buscara la No. 1, me apartara de El Tigre... Que busque, si vas a Tijuana alguna vez, lo primero, el Pueblo de Ensenada.
Desperté completamente en pánico como si identificara a una serpiente, a mis pies, que atacararía al fin de su siseo. Mi madre se ha alejado. No su onírica presencia. Una discusión que tuve alguna vez con Adán Jr., me despierta apresuradamente, se hace obvio que mentalmente la oigo y ya hay luz en el cielo. Y una consciencia de la miseria que me ha tragado: Mis ropas sucias, humedecidas por el rocío, el cuerpo adolorido, el hambre que cruje, y nadie a quien besar en la mañana. El recuerdo del sepelio. Y una orfandad que parece divina. Que se me ha cortado de la grey en que crecí. No sé cuentas horas han pasado.
23 de diciembre de 1975
Ninguna mística es mayor que el hambre, sacerdocio del pan y el vino, oscurecimiento del deseo -el afán de morir y vivir al mismo tiempo. ¡La experiencia del incierto bocado, el pan de dolores con que se nos maldice! La muerte es la vecina de la vianda. Entre la boca y el recto: ¡el reino de la angustia es tan activo te da lo mismo sus caminos que sus desandares: el espacio del ser se vuelve trápala y templo! Dios y el pan son el mismo consuelo.
Si falta el pan, Dios muere para el hombre. Dios es la cena y el reposo. En la boca comienza y en el ano termina. Dios -con misteriosa bioquímica- se jacta. Si falta Dios, por no comer, muere por completo la plegaria, la honestidad del salmo: «Tengo hambre». El sacerdote hambriento de las calles el pan de la vida predica. Hoy más que nunca, Castigador del bazo, terrorista del arcano de las tripas, te conozco. Le sé los cuatro principales nombres a Tu Rostro. Te veo en la desnudez cuando a la zapa como chucha te descubres y enciendes fogatas en suburbios y calientas tu aliento. No eres otra cosa que lo que se urge de alimento: (1) azúcar - bloques de carborihidratos, (2) aminos - desfile y cadenas de elegantes proteínas (3) eficientes almacenes de lípido; (4) y nucleótidos. Cuando te veo comiéndole las entrañas al mundo, muero en el trigo de los cielos y en el pan de nobles y te odio. Cuando te dispensas, con urgencia embriagante de energía, feliz como abundancia de placer y asueto, servido en cada estómago del ansia, te amo.
Despertar, a golpe de bostezos, me hizo caminar otra vez. Algún sucio poste con la señal de una ruta hacia Tijuana me hizo pensar, con más optimismo, que Adán Jr. no me había engañado del todo, sugiriéndome que me nortearía adrede. Parecerá idiota; pero, ya no estoy seguro de la fecha en que estamos. Algún día será de 1977 o del 1978. En Chichihuatl, donde estuvo la granja de papá, desde que el murió no existe el tiempo. El tiempo del reloj sólo los Rednitz y su círculo alemán lo saben. Todos los bávaros tienden a hacer calvos, excesivamente obesos, rigurosos en lo que ordan que sean otros lo que hagan. En mis sueños, los ágiles y delgados representan los minuteros. The minutemen. Los útiles. Los demás mandan.
Ya, para el mediodía, creí que un siglo suma unas pesadas horas como las vivas. El tiempo pesa un siglo sin Dios, en hambre. Y la ciudad tan lejana aún. ¿Qué necesidad hay que sea Tijuana? Ya sé que hay rumbos diversos, aquí mismo en Ensenada.
¡Ay, si alguien coincidiera por algún desvío y diera conmigo! Que algún caminante o conductor me dijera: ¡ya estás cerca! ... tengo mi sed de milagro. ¡Ay, si pudiera decrecer el miedo a la Babilonia, porque lo que conozco de Tijuana no puede ser más triste. Adictos, ebrios, putas, maricas, ladrones... Más triste que aquello que mi padre, al meditar por escrito, dijera sobre el estado de posguerra de Varsovia, Berlín y Rotterdam. «Y Londres en ruinas, ¿lo imaginas?» ... Pero, ¡qué terco e incoherente soy yo! que al lugar donde mataron a mi padre voy, ¿ah? a fin de confirmar si es cierto que escribieron sobre él una canción, o corrido, o si hay en verdad la tal zona de «Agua Caliente». Si llegara a tal lugar, me bañaré... Serán unos manantiales de aguas termales y en una antigua propiedad del general Rodríguez, uno que fue hasta Presidente y le dio tratos amargos al Abuelo Molokano.
Tiene que ser terco alguien que va rumbo a Tijuana y no sabe dónde va, ni dónde queda el Norte o el Sur, y a quien la Tijuana que busca le parece una feria. O una paz porfiriana en la que el abuelo puso algo, ¿que será? Un mundo como Disneyland, que alguna vez miró de una tirilla del periódico, porque en ese mundo las ratas hablan y hay patos millonarios y perros muy tontos... todo es maravilloso o cómico en Disneyland. Una vez vio en el mismo periódico que existen rusos que han ido a la luna y que hubo tiempo en que se discutía, lo que ya parece tan absurdo, «la idea del esclavo por naturaleza», el nacido para una sola finalidad, obedecer y sufrir.
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