Wednesday, April 08, 2009

La travesía



¡No resistí más estar ya sobre mis pies y caminar a oscuras! ¡Caminar, sin saber hacia dónde! Busqué el trecho del descanso. Avancé a esconderme en lo que parecíame un claro en el boscaje. Me tiré detrás de un árbol. Durante días no tendría la ventaja de una Luna redonda ni de estrellas. La última luz que ví fueron los faros traseros de la camioneta de los Rednitz. Tampoco la ventaja de una manta para protegerme del frío o de las picadas de insectos en la noche. O de ratas. Este fue uno de los días miserables que nos tocan. Hay que padecerlos irremediablemente: hoy nací para el frío. El hambre abofetea mi cara. Caminaré con cansancio y las tinieblas y la luz me acusarán. Hoy es un día de desaliento y miseria como no habrán otros días.

Llorar no fue tan inútil. Evité pensar en el sepelio. La decisión, el coraje (la valentía) y la vitalidad ya han sido atacadas y fue necesario mi esfuerzo de olvido. Un desafío me compele a olvidar mis destrozos. Aún no sé en qué consistirá mi remedio. Me siento robado de mi fuerza afectiva, de todo lo hermoso, el optimismo y la alegría por vivir. Dios no contó conmigo, al parecer, para que viniera sobre el luto este azote.

Sólo me he dedicado a caminar, al parecer, iba rumbo a Calafia. No hallé un rótulo que me informara una dirección feliz . Estuve tan cansado, al cabo de unos días, cuando ví el primer automóvil. Alguien me preguntaba, en inglés desde el carro, por dónde se va a la Sierra San Pedro Mártir. Todo desencajado, por el hambre y mi baja temperatura, emití unos murmullos que los viajantes interpretaron como idiotez o demencia.

Es frustrante no entender la geografía ni qué travesía local va hacia algún punto. He sentido que mi ignorancia es peligrosa y conlleva a soledad. «Cuando quieras conocer al mundo, llévate un kumuai de San José de la Zorra o de Juntas del Neji», escuché que una vez aconsejaron los Rednitz. Estos indígenas son buenos guías. Viajan y de Ensenada se conocen los secretos. Cada camino les habla.

Tal vez Adán Jr. y su pandilla me engañaron al describir cuál es el rumbo que me llevará a Tijuana. «Cuando veas helicópteros que clavan con sus reflectores las cercanías de la tierra que pisas, cuando veas un francotirador, tal vez de la border patrol, teme, cuando veas un convoy de camionetas de doble tracción, motoconformadoras y tractores y gente que construye o repara una oxidada valla de lámina, puede que estés en Tijuana».

Tijuana fue tierra de nadie, zona de guerra. Del diario de mi Padre, recordé referencias, particularmente, sobre la Tijuana de los primeros años... cuando mencionara los litigios del Abuelo con los gringos; del pasado sí que abundaron las referencias. Entonces, ciertos pioneros de la gabachada avanzaban hacia el Territorio de Baja California. Provenían, o se organizaban desde Los Angeles y, al fin, tomaban las nacientes ciudades de Tijuana y Mexicali.

19 de marzo de 1972
Para el primer decenio del 1900, por los contornos de nuestra aldea, inversionistas se interesaban en la compra de tierras. Lamentablemente, para casinos y cabarets. También inmigrantes inconvenientes los seccionistas... algunos si estaban inspirados en ideales socialistas, o en el anarcosindicalismo, poseyendo algún compromiso con la creación de una República Independiente, como la que pretendía el Partido Liberal Mexicano (PLM). Otros eran aventureros, asesinos y delincuentes extranjeros que, con el pretexto de obrerismo e insurrección, daban rienda a instintos criminales... Francisco Madero se rebeló contra Díaz, que con los menonitas fue cooperativo... Con la Revolución, la colonia vio peligros. Díaz huyó a Francia en 1911. La violencia nacionalista, o la que se instigara por invasores y gánsters, en el Norte de Baja California, impuso negociaciones.

Ese papel se lo asignó mi padre porque él quería que creciera la villa menonita y atrajo más pobladores que cualquier otro dirigente; pero el fraude electoral en desfavor de Madero, la Revolución y el bandolerismo, dificultaron la prosperidad y la paz. No hay esplendor adjudicable a una prosperidad alcanzada con vicio y sospechoso es el auge, cuyo símbolo en la economía es el Coliseo Juárez o La Ballena, anunciada como la Taberna Más Grande del Planeta. En 1926, el Coliseo Juárez fue el espacio abierto para peleas de box y gallos, carreras de cabellos y perros, kermesses y competencias atléticas. Dijo mi padre que el día de su apertura había más de 8,000 personas viendo cómo Jack Dempsey noqueaba a cuatro contrincantes en fila. Este fue el auge que, por carambola, produjo la Ley Seca, impulso de puritanos que limpian el Norte de vicio y ensucian el Sur, forjando acá un turismo fronterizo en base al licor que alllá no quieren, la sangre de gallos giros y la prostitución...


Este es el cuarto día de inútil caminar. Con señal de mi pulgar, pido aventón cuando veo un automóvil en mi rumbo. Cualquier lugar ha de ser bueno. Caminar ya no más. No sé donde estoy. Mi alma y mis pies se coinciden en el mismo dolor, la confusión, aunque el miedo... Sé acerca de mi algunas cosas, antes ignoradas: puedo comer hojas, explorar el sabor de raíces y bellotas antes no vistas. Sobrevivo con mañas de mascador. Para quien no ha salido de la ruralía del Valle de Guadalupe, ni tiene estudios, sobrevivir es conocimiento sabio, quehacer efectivo. Ensenada es inmensa y lo único familiar, por sus rótulos en carretera, son los viñedos de Cetto y Domecq... Me dijeron que buscara una ruta hacia el Ejido El Porvenir y, cuanto más alejado me hallara de la Autopista No. 3, buscara la No. 1, me apartara de El Tigre... Que busque, si vas a Tijuana alguna vez, lo primero, el Pueblo de Ensenada.

Me dormí, con mi cuerpo aún caliente. Lo ejercité en deambular. Unas imaginarias voces me hundieron en el sueño. Batallo, manoteo por instinto, semidormudo quizás, con mosquitos o garrapatas, o sabe uno qué bichom que me visitan la cara. Me quite una camiseta para mi rostro sufra tanto mientras duermo. Con ella también limpio mi sudor, me cuido del sol y su capacidad cegadora... Duermo: slguien habla sobre unas patrullas diseminadas «allá a lo lejos» y da el nombre al lugar, el Cañón de la Cabra. Y yo oigo que existe un mar, el Pacífico y jamás lo he visto. Me despierto, dentro de algún episodio cada vez más profundo de sueño, y dos personas, alguna de las cuales no ví jamás, conversan, y Mamá Claudia me piden silencio. Es mamá en otro mundo, tranquila está o la veo... Es el Gobernador de la Baja California, el más desconocido de todos los seres que veo. Fue nombrado por Obregón, su antiguo comandante en el ejército Constitucionalista. Combatió la rebelión de Huerta. Quiere hacer en Baja California una Reforma Agraria y que se respete al sindicalismo. El Abuelo asiente. Seguro, por el Abuelo lo sé; pero, ¿cómo? no lo entiendo. Mi abuelo defiende la mano de obra mexicana; pero, condena el vicio y los efectos de la Ley Seca en este lado de la frontera. Por lo visto, Abelardo Rodríguez no lo entiende tan negativamente como el Molokano. ¿Eres confiable?, según el Abuelo, un poco. Rodríguez combate a los Yaquis y Zapata y pregunta por enemigos, todo el tiempo. Recuerda la voz del Abuelo: «Pues usted, si hace lo justo, no tendrá enemigos, Gobernador». Quiere indicarle que no hay enemigos gratuitos; pero, Abelardo saca enemigos, fantasmas ocultos, diablos azules, hasta de debajo de las piedras. «Plutarco Elías cree que usted es un progresista. Un ruso bueno. Cuente conmigo para llevar caminos a su villa y ayudar en lo que sea; sin embargo, quite de su cabeza la idea de que todo el mundo es cooperador. O generoso. O agradecido. Hay rivales gratuitos que nosotros llamamos: ¡Culeros, hijos de puta!»

Desperté completamente en pánico como si identificara a una serpiente, a mis pies, que atacararía al fin de su siseo. Mi madre se ha alejado. No su onírica presencia. Una discusión que tuve alguna vez con Adán Jr., me despierta apresuradamente, se hace obvio que mentalmente la oigo y ya hay luz en el cielo. Y una consciencia de la miseria que me ha tragado: Mis ropas sucias, humedecidas por el rocío, el cuerpo adolorido, el hambre que cruje, y nadie a quien besar en la mañana. El recuerdo del sepelio. Y una orfandad que parece divina. Que se me ha cortado de la grey en que crecí. No sé cuentas horas han pasado.

23 de diciembre de 1975
Ninguna mística es mayor que el hambre, sacerdocio del pan y el vino, oscurecimiento del deseo -el afán de morir y vivir al mismo tiempo. ¡La experiencia del incierto bocado, el pan de dolores con que se nos maldice! La muerte es la vecina de la vianda. Entre la boca y el recto: ¡el reino de la angustia es tan activo te da lo mismo sus caminos que sus desandares: el espacio del ser se vuelve trápala y templo! Dios y el pan son el mismo consuelo.

Si falta el pan, Dios muere para el hombre. Dios es la cena y el reposo. En la boca comienza y en el ano termina. Dios -con misteriosa bioquímica- se jacta. Si falta Dios, por no comer, muere por completo la plegaria, la honestidad del salmo: «Tengo hambre». El sacerdote hambriento de las calles el pan de la vida predica. Hoy más que nunca, Castigador del bazo, terrorista del arcano de las tripas, te conozco. Le sé los cuatro principales nombres a Tu Rostro. Te veo en la desnudez cuando a la zapa como chucha te descubres y enciendes fogatas en suburbios y calientas tu aliento. No eres otra cosa que lo que se urge de alimento: (1) azúcar - bloques de carborihidratos, (2) aminos - desfile y cadenas de elegantes proteínas (3) eficientes almacenes de lípido; (4) y nucleótidos. Cuando te veo comiéndole las entrañas al mundo, muero en el trigo de los cielos y en el pan de nobles y te odio. Cuando te dispensas, con urgencia embriagante de energía, feliz como abundancia de placer y asueto, servido en cada estómago del ansia, te amo.


Despertar, a golpe de bostezos, me hizo caminar otra vez. Algún sucio poste con la señal de una ruta hacia Tijuana me hizo pensar, con más optimismo, que Adán Jr. no me había engañado del todo, sugiriéndome que me nortearía adrede. Parecerá idiota; pero, ya no estoy seguro de la fecha en que estamos. Algún día será de 1977 o del 1978. En Chichihuatl, donde estuvo la granja de papá, desde que el murió no existe el tiempo. El tiempo del reloj sólo los Rednitz y su círculo alemán lo saben. Todos los bávaros tienden a hacer calvos, excesivamente obesos, rigurosos en lo que ordan que sean otros lo que hagan. En mis sueños, los ágiles y delgados representan los minuteros. The minutemen. Los útiles. Los demás mandan.

Ya, para el mediodía, creí que un siglo suma unas pesadas horas como las vivas. El tiempo pesa un siglo sin Dios, en hambre. Y la ciudad tan lejana aún. ¿Qué necesidad hay que sea Tijuana? Ya sé que hay rumbos diversos, aquí mismo en Ensenada.

«¿A dónde vas?», me han gritado.

Digo Tijuana y me contestan Tecate. Digo Tecate y responden Mexicali. Digo Mexicali y, al fin, Ensenada. El Malecón. El Puerto. Pasó un automóvil tan velozmente por alguna calle que miré desde riscos. Bajaré a la autopista, aunque sea escaso el tráfico. Conservaré tercamente el anhelo de que algún ruletero, sea mejor... turista, me halle y no se fije que llevo... sepa cuánto sin darme un baño, sin ver un río, sin contar ni un centavo... Por primera vez no me gusta cómo huelo. Ni ser pobre y comprendo a los cabrones Rednitz, toda su envidia a que tuvo más y lo presta o lo obsequia como quiere. Pinchi molokano, si en realidad... hubiese sido un Stroganoff, ni mi padre ni yo estaríamos tan jodidos... [Mejor no pienso en esta ira, mi estómago vacío, y el pasado molokacano, menonita, la mierda]...

¡Ay, si alguien coincidiera por algún desvío y diera conmigo! Que algún caminante o conductor me dijera: ¡ya estás cerca! ... tengo mi sed de milagro. ¡Ay, si pudiera decrecer el miedo a la Babilonia, porque lo que conozco de Tijuana no puede ser más triste. Adictos, ebrios, putas, maricas, ladrones... Más triste que aquello que mi padre, al meditar por escrito, dijera sobre el estado de posguerra de Varsovia, Berlín y Rotterdam. «Y Londres en ruinas, ¿lo imaginas?» ... Pero, ¡qué terco e incoherente soy yo! que al lugar donde mataron a mi padre voy, ¿ah? a fin de confirmar si es cierto que escribieron sobre él una canción, o corrido, o si hay en verdad la tal zona de «Agua Caliente». Si llegara a tal lugar, me bañaré... Serán unos manantiales de aguas termales y en una antigua propiedad del general Rodríguez, uno que fue hasta Presidente y le dio tratos amargos al Abuelo Molokano.

Tiene que ser terco alguien que va rumbo a Tijuana y no sabe dónde va, ni dónde queda el Norte o el Sur, y a quien la Tijuana que busca le parece una feria. O una paz porfiriana en la que el abuelo puso algo, ¿que será? Un mundo como Disneyland, que alguna vez miró de una tirilla del periódico, porque en ese mundo las ratas hablan y hay patos millonarios y perros muy tontos... todo es maravilloso o cómico en Disneyland. Una vez vio en el mismo periódico que existen rusos que han ido a la luna y que hubo tiempo en que se discutía, lo que ya parece tan absurdo, «la idea del esclavo por naturaleza», el nacido para una sola finalidad, obedecer y sufrir.

* * *
Ahora ya no lo piensa dos veces para recoger un diario que al parecer han lanzado fuera de un automóvil y se va despapelando por los aires. Quisiera avanzar para recoger alguna hoja; pero sus pies están hinchados y camina renco, como si doliera la tullidez en la imaginación . Le duele el frío aunque la temperatura sofoca, a quien no es él. ¿Qué día será hoy? No entiende por qué la fecha importa. Se esfuerza en saber, en ver señal y se siente triunfante porque bajó a un trecho de autopista por el trofeo de una página de diario.

Este es el chico, quien en su vida a la mejor ha clavado sus ojos una o dos veces a un diario, y este es el triunfo: Sospecha que un día será entre el 10 y 19 de agosto del 1977. Por lo tanto, infiere que Ensenada aún celebra su fiesta de la vendimia. Han de ser días felices para los Rednitz, porque sus uvas las vende a los Cetto en esta temporada y envía unas grandes cajas de uvas que se sirven por racimos en la Misión de Santo Domingo.

Si es la fecha, en travesía a caballo, a la usanza de vaqueros, la gabachada baja desde la Sierra de San Pedro Mártir. Cuando la misión de los dominicos existía, uvas de Bibayoff y Güeldres, quesos de los Arnol y Delfnij, eran los obsequios menonitas a la Misa al Santo Patrón; hoy todo se compra, se arrienda, se organiza con jaripeos, bailes y promociones.

Proveniente de un lugar que han llamado Sierra de San Pedro Mártir o La Montaña del National Park, a casi 240 kms. del sureste de la Ciudad de Ensenada, un camionero responde a la petición del muchacho. Tenía las botas en la mano; los calcetines sangrados y los pies hinchados.

«¿A dónde en Ensenada?»

«A donde pueda ir a bañarme, a una playa».

«Tú estás perdido, gabacho, ¿verdad?»

«Sí».

La dio tanta pena, al ver cuánto cojeaba, que lo dejó en La Primera. Le mencionó lugares como El Sauzal y Maneadero, donde podría recibir ayuda médica, aún cuando Simón dijo que no tenía dinero. Por la gentileza del camionero, bebió agua y comió de una torta de jamón con queso que él llevaba para merendar en el camino. Después de comer vorazmente, el chico comenzó a llorar y no paró hasta que lo bajó donde le dijo.

«You're one block away from Ventana al Mar (Window upon sea), la avenida, ¿ves la bandera mexicanota desde aquí?»

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