a Charles Darwin
Un día se fue por rumbos de peligro
(¡ay, ese dios que se va y viene!
pero siempre regresa más divino)
hacia los sequedales y vio el dolor
del cáctus y las ortigas y el tormento
y, aún cuando supo sobre el éxodo ingrato,
bendijo su partida, su huyilanga ad nútum
y, al regresar, aprendió a paso de tortuga
que lo bueno es más agradable que lo malo
y se hizo duro como piedra y terco
y a la condición del suelo
llamó cimiento del sustento
y levantó las bellotas del camino
y supo que hay cosas dulces
en el fango y lo amó más
y el dios y el hombre comprendieron
porque hay, por el contrario,
los que no aman y maldicen
y pagan su dolor en karma
con cuchillos y aguijón
y son ellos, los mimes,
sangüijuelas, ácaros
del Erebo.
De Estéticas mostrencas y vitales
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