Como obseso demonio del sol
y, por soles desmentidos,
se aupó el hombre de gran vitalidad,
el héroe que rechaza la muerte
y las tristezas, el varón aprobado,
el que dice pirámides
y dioses inmortales,
el que no ve a ninguno
sino yéndose al traste, pero...
se ve a sí mismo, eternizado...
Bravo en la cuencas del Tigris,
dijo: La mujer no existe.
En Nínive, fue gestor de reyes
y por ello hizo alardes babilónicos.
El varón se extendió desde el Cáucaso.
Rebasó el Caspio y echó de manga
a las niñas de los campos.
Sacó ventaja de ellas y ahora existen,
pavitontas, en riesgo,
y son como la ramera de Judá,
nueras para la guasca,
a la puerta, esperan su infamia
lo mismo que su gozo)
y con Asarhaddón e hijos,
corruptores al mando,
invadieron a Egipto
e imitaron los látigos
de Asiria.
De Estéticas mostrencas y vitales
de Carlos López Dzur
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