He leído, papá, en uno de esos libros
de la India que posees, que existen
unos médicos celestes y los llaman asvines
y anotaste al pie de página,
«est(tudiar); creo en ellos».
Nasatya y Dasra, para la soledad
del bosque, y Surya es la carrera
por la vida, competir en fracaso.
Y siempre estando solo.
Entonces, díme...
¿qué más averiguaste? ¿cómo llamarlos,
hacer que vengan, porque
mamá está enferma
y los necesitamos?
02-09-1998
<>
Sospecha de niña
¿Qué quisiste decir, qué con eso
de que soy tu «pequeña saltamonte»?,
hembra que se asusta con las burkas
o velos fantasmales como hilos
de arañas que el macho enamorado tiende
cuando es escarabajo,
¿que somos muy miedosas?
¿Que no sabemos pensar que alguien
nos quiere antes de mostrarse
si no se urde primeramente
un velo o burka para tenernos asustada?
Sospecho, papá, que te gusta
jugar a los fantasmas y que casado
y con mi compañía, te sientes
solo..
02-09-1998
<>
El ser tras la burka
Siempre desciende un acya, llámalo
ángel (ha de ser algo divino en forma de persona,
majá purusha, alguien que nos instruye
y reside más allá de la tieniebla del bosque.
Tienen tanta luz en sus rostros que yo
me escondo, te confieso. Hago una burka
o, mejor decir, ese velo de araña
hasta que él, con amor me solicita,
que no siga escondido, «Padre del Saltamonte,
salta detrás del simulacro y aprende, Bhakti,
devoción, conmigo, pero no te escondas.
Voy a darte unos cuantos consejos».
No han sido doctrina de vacío siddhanta.
Son la dulce trampa de sus ecos
y te la doy como fe, a tí, niña mía
porque me dijeron que te eduque,
por igual, para merecer el ángel
y ascender a donde habita.
22-09-1998
<>
Lo que averigué
a Prabhat Ranjan Sarkar (1921 - 1990),
alias Shrii Anandamurti
Todos somos, de algún modo,
habitantes de los bosques, Gabrielita.
Nuestros bosques son el mundo debajo
de la Infinitud. Pero el Espacio es ilimitado
dentro y fuera de nosotros.
Para llamar a los hijos de Aditi,
a cada sabio que tenga su consciencia infinita,
para llamar a los médicos celestes,
uno tiene que meterse dentro del espacio,
dejar de ver el bosque, porque el bosque
es denso y compacto y muchos árboles
nos quitan la vista, ciegan el horizonte
y ni vemos abajo ni observamos arriba.
Averigué que, de querer,
viviríamos en doce dimensiones.
Llámalas Tus Doce Caminos para mirar
por dentro, para escuchar arriba.
Mitra, Aryaman, Bhaga, Varuna, Daksha y Amsa,
Marttanta, Surya (el sol, a quien yo más comprendo),
Savitri y Chandra, a quien llamo la Luna.
Averigué que al Saltamonte nervioso,
ágil y caprichoso, al que yo llamo el Alma
también es lo que designo el Bosque,
alma el bosque, hija del bosque
mi aliento, mi fuerza, mi alegría,
hija del bosque, la soledad de Surya,
hija y esposa, mis saltamontes,
mi sangre... ellos, los médicos celestes
me dijeron, házte domador, saca el carruaje,
vamos a transformar tu carroza
y llenarla con flores, flores más bellas
que las que hallarás en el bosque,
que es este cuerpo con patas, esta sed incompleta
a la que nacen alas, mas no hay manera de volar.
Somos los saltamontes que no encuentran
el espacio infinito. Nos atrapa el follaje tupido
y somos así, como caballitos que no tienen
espacio para el trote ni conductor
que le instruya a no temer si galopan.
Eso somos, hijos del miedo, la limitación,
la soledad, hija.
Por eso necesitamos
los asvines, ese pareja que nos dome,
uno que sea el majá purusha, el Acya
sobre el que mucho te he hablado,
otro que sea femenino.
Averigué que Nasatya y Dasra, médicos
como el Abuelo y tu tío, pero más sabios,
doman las energías nerviosas, el temor a lo oscuro,
la vida vital de las noches, llenan las soledades
de vespertinas alegrías y colman de alboradas
almas que se esconden tras las burkas del velo...
y sabes algo, el asvín que nos ama es un doble esposo,
aunque se vayan, se quedan...
Les gustan nuestros bosques, curan
lo mismo al árbol, que al saltamonte caído.
Ayudan a parir a las doncellas.
Dan la salud por medio de luces.
Conceden su caridad al miserable
y se adornan de lotos la cabeza
cuando están frente a las niñas,
hijas del bosque.
16-05-1998
Las zonas
___
Biografía / Entrevista / Carlos López Dzur / Indice Actualizado / Zonas del carácter / Indice: Heideggerianas / Indice: El hombre extendido / Indice: Cuaderno de amor a Haití / La Naranja / Cuaderno de amor a Haití / Entrevista a Alicia Fontecilla / Una guía desorentadora sobre los padres fundadores / Libertad y tiranía / Unión Hispanoamericana de Escritores: Carlos López Dzur / Teth mi serpiente / El Pueblo en sombras / San Sebastián del Pepino / Comevacas y tiznaos / Epica de San Sebastián del Pepino / El libro de la amistad y el amor: Indice / Rebeldía con esperanza: Entrevista con Carlos López Dzur / Indice: Canto al hermetismo / Reseña sobre la Obra de Carlos López Dzur: David Páez / Meditación del Ser / Como una amazona / Datos / Bibliografía pepiniana /
habitantes de los bosques, Gabrielita.
Nuestros bosques son el mundo debajo
de la Infinitud. Pero el Espacio es ilimitado
dentro y fuera de nosotros.
Para llamar a los hijos de Aditi,
a cada sabio que tenga su consciencia infinita,
para llamar a los médicos celestes,
uno tiene que meterse dentro del espacio,
dejar de ver el bosque, porque el bosque
es denso y compacto y muchos árboles
nos quitan la vista, ciegan el horizonte
y ni vemos abajo ni observamos arriba.
Averigué que, de querer,
viviríamos en doce dimensiones.
Llámalas Tus Doce Caminos para mirar
por dentro, para escuchar arriba.
Mitra, Aryaman, Bhaga, Varuna, Daksha y Amsa,
Marttanta, Surya (el sol, a quien yo más comprendo),
Savitri y Chandra, a quien llamo la Luna.
Averigué que al Saltamonte nervioso,
ágil y caprichoso, al que yo llamo el Alma
también es lo que designo el Bosque,
alma el bosque, hija del bosque
mi aliento, mi fuerza, mi alegría,
hija del bosque, la soledad de Surya,
hija y esposa, mis saltamontes,
mi sangre... ellos, los médicos celestes
me dijeron, házte domador, saca el carruaje,
vamos a transformar tu carroza
y llenarla con flores, flores más bellas
que las que hallarás en el bosque,
que es este cuerpo con patas, esta sed incompleta
a la que nacen alas, mas no hay manera de volar.
Somos los saltamontes que no encuentran
el espacio infinito. Nos atrapa el follaje tupido
y somos así, como caballitos que no tienen
espacio para el trote ni conductor
que le instruya a no temer si galopan.
Eso somos, hijos del miedo, la limitación,
la soledad, hija.
Por eso necesitamos
los asvines, ese pareja que nos dome,
uno que sea el majá purusha, el Acya
sobre el que mucho te he hablado,
otro que sea femenino.
Averigué que Nasatya y Dasra, médicos
como el Abuelo y tu tío, pero más sabios,
doman las energías nerviosas, el temor a lo oscuro,
la vida vital de las noches, llenan las soledades
de vespertinas alegrías y colman de alboradas
almas que se esconden tras las burkas del velo...
y sabes algo, el asvín que nos ama es un doble esposo,
aunque se vayan, se quedan...
Les gustan nuestros bosques, curan
lo mismo al árbol, que al saltamonte caído.
Ayudan a parir a las doncellas.
Dan la salud por medio de luces.
Conceden su caridad al miserable
y se adornan de lotos la cabeza
cuando están frente a las niñas,
hijas del bosque.
16-05-1998
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