a Claudia
Ella, dulce, al parecer sumisa, bajita, poco agraciada. Raya en lo insignificante hasta que, de estampia, saca una luz que se vuelve poder persuasivo y palabra. El, grande, sensual, ruidoso, impredecible hasta que, de estampia, ante el querer seductivo de su gozo, comienza a mostrar lo indigno, caprichoso y desleal que puede ser o tiene en sí, sin poder quitárselo. Ella, defensora de la ley, se las pasa organizando defensas para sí y para otros. Se ha graduado con honores de abogada y ya litiga en la Fiscalía del Condado. El es un bueno para nada, sin carrera, sin ganas de descubrirse en un trabajo honesto. Son como el aceite y el vinagre.
Como él dice, «chiripea». Aunque, por cierto, es muy distinto al obrero indocumentado de las calles. Ni a ratos se preocupa. Ella lo ha ayudado y él ahora tiende sus redes. Supone que la tiene en sus manos. Por intenso lance en la cama, sacándole suspiros de amor y aliento, la fea, estofona de lentes, se lo agradece. Es el primero que la designa viva para el sexo. En gratitud, lo inmigra y tramitó hacerlo ciudadano como ella.
A ser «inmigrante sin documentos», él adjudica su existenciario lleno de mediocridades y el carácter suyo, irresoluto ante los grandes retos; pero, «siempre machín», en la trivialidades.
Y la abogada ya está cansada. El se ha atrevido pedirle dinero, como si fuiera algo así... como esposo, o novio de compromiso, o pretendiente serio. Ante decían:: «Sólo nos estamos conociendo». Empezaron a hacerlo, en algo que parece íntimo, mas no ya en estos tiempos. Sexo. Ella le ha comentado. «Hueles a otra. No eres justo conmigo».
Las cosas han ido cambiando. Hay otro. Un abogado mueve tapetes a la fea y quiere arrancar esa sombra previa que se mueve en los predios de ella.
Todavía ella no figura si quiere tanto como al primero. Es honesta con él. Le menciona. «Es que existe otro hombre», quien a la sazón chiipea con una mujer casada, que le da dinero. Ya es obvio. La abogada sólo dio un préstamo de corto plazo. Y él pensó: «Tras fea, tacaña». No le presta su carro ni le compra uno. La del cornudo le compra ropa.
Y míralo: el chiripero infiel, quien la llama «mi fea», «eterna estofona libro en mano», recién fue descubierto en su delito por un marido engañado. Tonto, mira que deja calzoncillos en su casa. «O, más bien, un jacket y unos calcetines» que el marido bien supo que no eran suyos. Por su causa, le pegó a su esposa. Cortará por lo sano.
Pero al que le puso los tarros, después de localzardo, mandó a que le rompan las costilllas los dientes, toda la boca y la nariz que la dejen torcida. Por esto, al cabo de una semana, él necesita ayuda médica y legal y ha buscado a la tonta, la fea, la abogada. «Necesito tu ayuda, amorcito».
«Y, ¿a cuenta de qué?», le dijo secamente. Ese día la fea parecía miuy linda. El ni siquiera asistió a la inauguración de su bufete privado. No elogió el «new look» ni cómo ahora se viste. Cada día, lenta, pero sólidamente, aumenta su clentela y su salario, su esmero por ser alguien y salir de la grisura. Antes fue generosa y nada tomaba para sí. Ni sexo.
Mas el que fue el primero es un verdugo, mercenario y recuerda sus quincenas salariales de $4,000 dólares, pagados por el Condado; la grabó en su mente para pedir de ese cheque como si fuera suyo. Y por eso, ante un cheque ajeno, posó de estarse deprimido con su propia mala quincena. Como si no fuera ya bastante, que ella lo ayudara gratuitamente en trámites migratorios, se atrevió a sugerirle que le comprara un auto. «¿Cómo?». le dijo y todavía ella en él veía la luna. Posaba también de enamorado. Y ella, agradecida.
Ya no. Menos ahora que es tan obvio que la engaña y rueda el deshonor sobre un cornudo y, por carambola, ya no se vale que, por guapote, perdone lo enamoradizo y coqueto que es. Hay otros cachos colocados a ella. Mas ha despertado de los embelesos.
«Amorcito, necesito ayuda», dijo. Le dolía la cara por deudas de hospital y vergüenza y, a la primera mención de su típico «préstame, mi fea», ella le dijo: «¿A cuenta de qué? ¿Y sabes? ¡Ya no seré tu fea!»
13-06-1990
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MIS CUENTOS: El Pueblo en sombras / Cecilio el desobediente / El perro que enamoraba las hormigas / En ArgenPress / La Carlita / El niño que conversa con las aves / El corazón del monstruo / La tentación de Marta / El milagro de Navidad / Memoria del ultraje de Floris / Los corajes de Rick / Reflexiones antes de la caída / El acto de Cobita / El Gringo de Cubero / El masoncito arrastra'o / Los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica / La capitaleña / Las goteras / El reloj orgánico: 92701 / Tres cuentos espíritas de López Dzur / Crecer bajo la Mano Protectora / microrrelato / Fray Juan y el reloj orgánico / Indice / Novela de tesis / pedagógica
Como él dice, «chiripea». Aunque, por cierto, es muy distinto al obrero indocumentado de las calles. Ni a ratos se preocupa. Ella lo ha ayudado y él ahora tiende sus redes. Supone que la tiene en sus manos. Por intenso lance en la cama, sacándole suspiros de amor y aliento, la fea, estofona de lentes, se lo agradece. Es el primero que la designa viva para el sexo. En gratitud, lo inmigra y tramitó hacerlo ciudadano como ella.
A ser «inmigrante sin documentos», él adjudica su existenciario lleno de mediocridades y el carácter suyo, irresoluto ante los grandes retos; pero, «siempre machín», en la trivialidades.
Y la abogada ya está cansada. El se ha atrevido pedirle dinero, como si fuiera algo así... como esposo, o novio de compromiso, o pretendiente serio. Ante decían:: «Sólo nos estamos conociendo». Empezaron a hacerlo, en algo que parece íntimo, mas no ya en estos tiempos. Sexo. Ella le ha comentado. «Hueles a otra. No eres justo conmigo».
Las cosas han ido cambiando. Hay otro. Un abogado mueve tapetes a la fea y quiere arrancar esa sombra previa que se mueve en los predios de ella.
Todavía ella no figura si quiere tanto como al primero. Es honesta con él. Le menciona. «Es que existe otro hombre», quien a la sazón chiipea con una mujer casada, que le da dinero. Ya es obvio. La abogada sólo dio un préstamo de corto plazo. Y él pensó: «Tras fea, tacaña». No le presta su carro ni le compra uno. La del cornudo le compra ropa.
Y míralo: el chiripero infiel, quien la llama «mi fea», «eterna estofona libro en mano», recién fue descubierto en su delito por un marido engañado. Tonto, mira que deja calzoncillos en su casa. «O, más bien, un jacket y unos calcetines» que el marido bien supo que no eran suyos. Por su causa, le pegó a su esposa. Cortará por lo sano.
Pero al que le puso los tarros, después de localzardo, mandó a que le rompan las costilllas los dientes, toda la boca y la nariz que la dejen torcida. Por esto, al cabo de una semana, él necesita ayuda médica y legal y ha buscado a la tonta, la fea, la abogada. «Necesito tu ayuda, amorcito».
«Y, ¿a cuenta de qué?», le dijo secamente. Ese día la fea parecía miuy linda. El ni siquiera asistió a la inauguración de su bufete privado. No elogió el «new look» ni cómo ahora se viste. Cada día, lenta, pero sólidamente, aumenta su clentela y su salario, su esmero por ser alguien y salir de la grisura. Antes fue generosa y nada tomaba para sí. Ni sexo.
Mas el que fue el primero es un verdugo, mercenario y recuerda sus quincenas salariales de $4,000 dólares, pagados por el Condado; la grabó en su mente para pedir de ese cheque como si fuera suyo. Y por eso, ante un cheque ajeno, posó de estarse deprimido con su propia mala quincena. Como si no fuera ya bastante, que ella lo ayudara gratuitamente en trámites migratorios, se atrevió a sugerirle que le comprara un auto. «¿Cómo?». le dijo y todavía ella en él veía la luna. Posaba también de enamorado. Y ella, agradecida.
Ya no. Menos ahora que es tan obvio que la engaña y rueda el deshonor sobre un cornudo y, por carambola, ya no se vale que, por guapote, perdone lo enamoradizo y coqueto que es. Hay otros cachos colocados a ella. Mas ha despertado de los embelesos.
«Amorcito, necesito ayuda», dijo. Le dolía la cara por deudas de hospital y vergüenza y, a la primera mención de su típico «préstame, mi fea», ella le dijo: «¿A cuenta de qué? ¿Y sabes? ¡Ya no seré tu fea!»
13-06-1990
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MIS CUENTOS: El Pueblo en sombras / Cecilio el desobediente / El perro que enamoraba las hormigas / En ArgenPress / La Carlita / El niño que conversa con las aves / El corazón del monstruo / La tentación de Marta / El milagro de Navidad / Memoria del ultraje de Floris / Los corajes de Rick / Reflexiones antes de la caída / El acto de Cobita / El Gringo de Cubero / El masoncito arrastra'o / Los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica / La capitaleña / Las goteras / El reloj orgánico: 92701 / Tres cuentos espíritas de López Dzur / Crecer bajo la Mano Protectora / microrrelato / Fray Juan y el reloj orgánico / Indice / Novela de tesis / pedagógica