Recuerda que, por unas u otras razones, junto a otras niñas, fuen transportada aparte, aunque su destino fuese el mismo. Irían a uno de los caserones, habilitads para dormitorios y comedores de la Escuela México-España de Morelia. Como era el caserón más pequeño, se dispuso para las niñas, la cocina, la escuela del taller de costura, una salita que llamaron la futura «Biblioteca».
El camión entró por la parte oriente, donde está la Plaza de San Juan de Dios, al parecer, la que hoy se identifica como la Plaza Melchor Ocampo. No recuerda si la estatua que honra al estadista, se había eregido. Sí rememoró que un hospital tenía ese nombre: Melchor Ocampo. Y recuerda que bajó, con las otras niñas y según caminaban el hospital quedaba a sus espaldas.
La plaza tenía árboles sembrados en sus bordes. A la catalana, le trajo vagas memorias de Barcelona. Sin embargo, cuando alcanzó con su mirada unos edificios, no tan distantes al fondo y hacia el Norte, a pesar de que le dijeron: «Les daban la bienvenida», la pancarta semicaída y desdoblada por una violenta brisa, parecía como si, por enojo, la estropearan. O hubiesen decido que se caiga y se pierda. No se le quita de la cabeza que en España se compara al grupo de niños que arribó, con el buque Mexique, a niños en campos de concentración en Francia.
Ana Catana leyó otra pancarta en el edificio, aún más grande y amarrada a una pared, sobre la altura de dos puertas, de un extremo a otro: «Todas las elecciones son una farsa: almanzista, únete al sinarquismo». Preguntó en voz alta qué significa el sinaquismo y qué es un almanzista. Sólo le dijeron que la campaña presidencial comenzó y será reñida.
A las siete de la noche, a poco de haberse servido lo que fue su primera cena en el centro, leyeron la cartilla a las niñas. —Darse su lugar, evitar jugar con los varones, porque la edad no es garantía de protección ante criatutras perversas y lujuriosas, como son ciertos niños—. Le mostraron una habitación. Había como diez camas; sólo dos habían sido ocupadas; las niñas fueron solicitadas por familias católicas y caritativas, que las adoptarían, en su momento. —Ahora ya son seis con ustedes—. Todas para compartir una sección, donde había una ducha, tres lavamanos, tres bidets, con su toilet al lado. Se habló sobre cómo no desperdiciar el papel de toilet, tras la limpieza post-defecatoria, porque «está tardando y dificultándose la compra del papel de China». Cuando eso sucede, aún las niñas educadas en las buenas costumbres y progresos, utilizan o un trapo, o papel de periódicos viejo.
El vestido que Ana Catana había elegido para estos primeros días en México lo cuidó celossamente dentro de un morral, muy distintinto al que le dieron luego. Mas ella defendió estos vestidos, no más de tres, uno de los cuales eran su ropón de dormir y una enagua. Ahora vestía el mejor vestido, con fina tela y prendas interiores que delataban su clase. En ningún momento, ella hizo aspavientos de serlo. Si niña rica fue como inconvenientes, porque, a su padre lo asociaban con el Gorro Frigio. De hecho, así salió en una caricatura que un día, en Barcelona, vio en la prensa. Como pequeñita, no supo el por qué de lo que leyó. Leyó, sin entender, y le explicaron, que con la caricatura y unas parrafadas bajo el epígrafe se le recordaba a su padre que ser rico / goliardo / rentista y señorón / no va tan acorde con la vida política que él había iniciado: Marchiel Possé discursa sobre la libertad para las masas, la conveniencia de la democracia jacobina.
—Pero eso es una iniquidad y contrasentido, viniendo de usted, Señor Marchiel. Usted se ha olvidado de cuál es el Modelo Original y lo que debería imitar deliberadamente, como un tradicionalismo. Los cambios del mundo... deje que se dén, no los apoye. La Mano Invisible que gira el mundo es Dios. No copie los giros y malgiros de los humanos, copiando de malos modelos, por las generaciones sucesivas no perdonan... Corta memoria tiene la reacción de los revolucionarios jacobinos y muy larga y segura es la memoria de los tradicionalistas—.
A su padre le estuvieron diciendo traidor del Tradicionalismo. Fue el primero de los Marchiel-Possé que cayó en la herejía, tan abiertamente. El primero se puso una máscara de hierro sobre su rostro para no avergonzar a la familia. Estuvo cautivo Luis XIV, el omnipotente Rey Sol, por veintidós años
No se esperaba de los Marchiel-Possé, esposo de Soledad, padre de Ana Catana que ha tenido que abandonar la España azul, porque su padre se hizo republicano, guerrilero y repite las herejías que hicieron que el Du Junca, en su diario, registrara en 1698, que un De Marchiel fue transferido de Pignerol a la isla Santa Margarita, en la bahía de Cannes, y ese hombre «es más importante que el resto de los reos en la isla». Y la familia de ese hombre, que terminará en La Bastilla, es tradicionalista y ha comprado muchos predios en la Bahía de Cannes, asegurando que no sucederá más que un miembro de la familia copie mal el modelo que se le ha enseñado.
—El niega la personalidad de su clase, el Ego de su familia, el Ego de todos los individuos ricos. Es un rico que se niega a sí mismo. Niega su libertad personal y dice que el colectivismo de la nación, el Estado demócrata y social, es más importante que él. Eso es ponerse el gorro. O dejarse poner un sabenito... Que se engorre él, que le crea la revolución a Marx o al taylorismo, éstos últimos, con Henry Ford, constructores de la clase media. Esta clase que es la peor y más mercenaria de las clases, porque es una clase aspiracional sin inscripción política definida, le piden a la izquierda y a la derecha, a Dios y al diablo, piden a base de maldición y gesticulación de fe. La clase media y su modelo social burgués es el colmo de la hipocresía... —, se le dijo. Indiscutiblemente, que Ana Catana no sacó nada en claro. Fue lo citado, rigurosamente, lo que se le dijo: «Que su padre siendo adinerado, hijo de una sociedad opulento, que se había paseado por Francia, Alemania e Inglaterra, visualizó la consolidación de ese grupo emergente, a través de la sociedad de masas, y ves de reprender y destrozar su aparición en España, lo ayudó a crecer. Lo predicó. Elogió el que se copiara el modelo imperfecto de la Izquierda y se puso el Gorro Frigio / Jacobino / para que fuese la burla de los periódicos y de los anarquistas y de la gente que, por surgir de las capas más bajas de la sociedad, no entienden algunos postulados, claro está, los que el republicano De Marchiel Possé también puso en duda, yéndose con todo al tacho:
La familia de Marchiel-Possé no puede justificar el ateísmo, con su Divinidad la Impaciencia y la Polarización. Mucha secularización político-social es mala consejera cuando se desean cambios. Si.Los cambios son necesarios y la necesidades, aún no satisfechas, con cierta magnitud, revelan cómo han de satisfacerse los cambios. Dar poco a poco, porque dar con exceso es revolución que destruye lo bueno, junto con lo malo. No es que sobrevaloremos la tradición, o creamos que las normas y costumbres todas sean buenas. La esencia de nuestro pensamiento es que complacer, en exceso, el apetito de cambio, el apetito de revolución, entraña un peligro moral que ahonda el caos. Y preferimos ser, entonces, prudentemente contrarrevolucionarios, conservadores.
La mujer se ha parado frente a un pizarrón. Apunta las horas en que las niñas se levantarán, tendrán horas de alimento diario, asistencia a clases, ejercicios en el patio. Horas de lavandería y horas de limpieza en las instalaciones. Diagrama hábilmente ideado. Por observar a Ana Catana con más curiosidad que otras niñas, había quien notaba que todo lo suyo fue de mayor calidad y costo que lo que otras niñas del embarque trajeron.
Al plantear en tales términos, se referió a su corte de pelo, su dentadura, su cajoncito con cepillos, dentríficos, uno que otro potecito de aroma y su jabonera; sus medias y zapatos parecen impecables; el abrigo con que se protege de aires y alturas, es elegante, bonito, pero, han dicho enfáticamente para que se lo enchuten todas las niñas, que no se tolerará el robo y que la desobediencia será castigada y dibujó una cabeza, con orejas de burro y, tras borrar la imagen de la burla, arguyó:
—Aquí no hay ricos ni pobres. Aún tú, pequeña, vas a utilizar el uniforme. Aquí se te coserá la ropa y te darán zapatos. Aquí no hay mucho que dar, no estamos en una Feria de las Vanidades; pero tampoco éste es el Valle de la Humillación... No se insultará a la gente porque responda a un nivel social específico; sólo que aquí no se para bola al que viene de viborita, pa'cuaima, yo; y como este lugar no es necesariamente la iniciativa de una bola de rojetes y, ¿quién sabe si dure tanto como para que digan, caray si hicieron algo por nosotros? Lo que yo les pido es que jalemos parejos el mecate. La soga se puede partir y no hay por qué buscar culpables, o echar más responsabilidad algún pagapedos que la que tiene—.
Ha vuelto a dibujar una figura y le ha puesto un gorro frigio. La señora no tiene idea de que Ana Catana rememora a su padre. Se asoman lágrimas a sus ojos porque asocia la caricatura que viera a la edad de seis años, en vísperas de perder contacto con su padre, con la calaverita que ella dibuja con su tiza.
—A ninguno nos gustaría que éste sea nuestro destino. Unos huesitos despreciados... con un gorrito de burla en el Valle de la Humillación.
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El camión entró por la parte oriente, donde está la Plaza de San Juan de Dios, al parecer, la que hoy se identifica como la Plaza Melchor Ocampo. No recuerda si la estatua que honra al estadista, se había eregido. Sí rememoró que un hospital tenía ese nombre: Melchor Ocampo. Y recuerda que bajó, con las otras niñas y según caminaban el hospital quedaba a sus espaldas.
La plaza tenía árboles sembrados en sus bordes. A la catalana, le trajo vagas memorias de Barcelona. Sin embargo, cuando alcanzó con su mirada unos edificios, no tan distantes al fondo y hacia el Norte, a pesar de que le dijeron: «Les daban la bienvenida», la pancarta semicaída y desdoblada por una violenta brisa, parecía como si, por enojo, la estropearan. O hubiesen decido que se caiga y se pierda. No se le quita de la cabeza que en España se compara al grupo de niños que arribó, con el buque Mexique, a niños en campos de concentración en Francia.
Ana Catana leyó otra pancarta en el edificio, aún más grande y amarrada a una pared, sobre la altura de dos puertas, de un extremo a otro: «Todas las elecciones son una farsa: almanzista, únete al sinarquismo». Preguntó en voz alta qué significa el sinaquismo y qué es un almanzista. Sólo le dijeron que la campaña presidencial comenzó y será reñida.
A las siete de la noche, a poco de haberse servido lo que fue su primera cena en el centro, leyeron la cartilla a las niñas. —Darse su lugar, evitar jugar con los varones, porque la edad no es garantía de protección ante criatutras perversas y lujuriosas, como son ciertos niños—. Le mostraron una habitación. Había como diez camas; sólo dos habían sido ocupadas; las niñas fueron solicitadas por familias católicas y caritativas, que las adoptarían, en su momento. —Ahora ya son seis con ustedes—. Todas para compartir una sección, donde había una ducha, tres lavamanos, tres bidets, con su toilet al lado. Se habló sobre cómo no desperdiciar el papel de toilet, tras la limpieza post-defecatoria, porque «está tardando y dificultándose la compra del papel de China». Cuando eso sucede, aún las niñas educadas en las buenas costumbres y progresos, utilizan o un trapo, o papel de periódicos viejo.
El vestido que Ana Catana había elegido para estos primeros días en México lo cuidó celossamente dentro de un morral, muy distintinto al que le dieron luego. Mas ella defendió estos vestidos, no más de tres, uno de los cuales eran su ropón de dormir y una enagua. Ahora vestía el mejor vestido, con fina tela y prendas interiores que delataban su clase. En ningún momento, ella hizo aspavientos de serlo. Si niña rica fue como inconvenientes, porque, a su padre lo asociaban con el Gorro Frigio. De hecho, así salió en una caricatura que un día, en Barcelona, vio en la prensa. Como pequeñita, no supo el por qué de lo que leyó. Leyó, sin entender, y le explicaron, que con la caricatura y unas parrafadas bajo el epígrafe se le recordaba a su padre que ser rico / goliardo / rentista y señorón / no va tan acorde con la vida política que él había iniciado: Marchiel Possé discursa sobre la libertad para las masas, la conveniencia de la democracia jacobina.
—Pero eso es una iniquidad y contrasentido, viniendo de usted, Señor Marchiel. Usted se ha olvidado de cuál es el Modelo Original y lo que debería imitar deliberadamente, como un tradicionalismo. Los cambios del mundo... deje que se dén, no los apoye. La Mano Invisible que gira el mundo es Dios. No copie los giros y malgiros de los humanos, copiando de malos modelos, por las generaciones sucesivas no perdonan... Corta memoria tiene la reacción de los revolucionarios jacobinos y muy larga y segura es la memoria de los tradicionalistas—.
A su padre le estuvieron diciendo traidor del Tradicionalismo. Fue el primero de los Marchiel-Possé que cayó en la herejía, tan abiertamente. El primero se puso una máscara de hierro sobre su rostro para no avergonzar a la familia. Estuvo cautivo Luis XIV, el omnipotente Rey Sol, por veintidós años
No se esperaba de los Marchiel-Possé, esposo de Soledad, padre de Ana Catana que ha tenido que abandonar la España azul, porque su padre se hizo republicano, guerrilero y repite las herejías que hicieron que el Du Junca, en su diario, registrara en 1698, que un De Marchiel fue transferido de Pignerol a la isla Santa Margarita, en la bahía de Cannes, y ese hombre «es más importante que el resto de los reos en la isla». Y la familia de ese hombre, que terminará en La Bastilla, es tradicionalista y ha comprado muchos predios en la Bahía de Cannes, asegurando que no sucederá más que un miembro de la familia copie mal el modelo que se le ha enseñado.
—El niega la personalidad de su clase, el Ego de su familia, el Ego de todos los individuos ricos. Es un rico que se niega a sí mismo. Niega su libertad personal y dice que el colectivismo de la nación, el Estado demócrata y social, es más importante que él. Eso es ponerse el gorro. O dejarse poner un sabenito... Que se engorre él, que le crea la revolución a Marx o al taylorismo, éstos últimos, con Henry Ford, constructores de la clase media. Esta clase que es la peor y más mercenaria de las clases, porque es una clase aspiracional sin inscripción política definida, le piden a la izquierda y a la derecha, a Dios y al diablo, piden a base de maldición y gesticulación de fe. La clase media y su modelo social burgués es el colmo de la hipocresía... —, se le dijo. Indiscutiblemente, que Ana Catana no sacó nada en claro. Fue lo citado, rigurosamente, lo que se le dijo: «Que su padre siendo adinerado, hijo de una sociedad opulento, que se había paseado por Francia, Alemania e Inglaterra, visualizó la consolidación de ese grupo emergente, a través de la sociedad de masas, y ves de reprender y destrozar su aparición en España, lo ayudó a crecer. Lo predicó. Elogió el que se copiara el modelo imperfecto de la Izquierda y se puso el Gorro Frigio / Jacobino / para que fuese la burla de los periódicos y de los anarquistas y de la gente que, por surgir de las capas más bajas de la sociedad, no entienden algunos postulados, claro está, los que el republicano De Marchiel Possé también puso en duda, yéndose con todo al tacho:
La familia de Marchiel-Possé no puede justificar el ateísmo, con su Divinidad la Impaciencia y la Polarización. Mucha secularización político-social es mala consejera cuando se desean cambios. Si.Los cambios son necesarios y la necesidades, aún no satisfechas, con cierta magnitud, revelan cómo han de satisfacerse los cambios. Dar poco a poco, porque dar con exceso es revolución que destruye lo bueno, junto con lo malo. No es que sobrevaloremos la tradición, o creamos que las normas y costumbres todas sean buenas. La esencia de nuestro pensamiento es que complacer, en exceso, el apetito de cambio, el apetito de revolución, entraña un peligro moral que ahonda el caos. Y preferimos ser, entonces, prudentemente contrarrevolucionarios, conservadores.
La mujer se ha parado frente a un pizarrón. Apunta las horas en que las niñas se levantarán, tendrán horas de alimento diario, asistencia a clases, ejercicios en el patio. Horas de lavandería y horas de limpieza en las instalaciones. Diagrama hábilmente ideado. Por observar a Ana Catana con más curiosidad que otras niñas, había quien notaba que todo lo suyo fue de mayor calidad y costo que lo que otras niñas del embarque trajeron.
Al plantear en tales términos, se referió a su corte de pelo, su dentadura, su cajoncito con cepillos, dentríficos, uno que otro potecito de aroma y su jabonera; sus medias y zapatos parecen impecables; el abrigo con que se protege de aires y alturas, es elegante, bonito, pero, han dicho enfáticamente para que se lo enchuten todas las niñas, que no se tolerará el robo y que la desobediencia será castigada y dibujó una cabeza, con orejas de burro y, tras borrar la imagen de la burla, arguyó:
—Aquí no hay ricos ni pobres. Aún tú, pequeña, vas a utilizar el uniforme. Aquí se te coserá la ropa y te darán zapatos. Aquí no hay mucho que dar, no estamos en una Feria de las Vanidades; pero tampoco éste es el Valle de la Humillación... No se insultará a la gente porque responda a un nivel social específico; sólo que aquí no se para bola al que viene de viborita, pa'cuaima, yo; y como este lugar no es necesariamente la iniciativa de una bola de rojetes y, ¿quién sabe si dure tanto como para que digan, caray si hicieron algo por nosotros? Lo que yo les pido es que jalemos parejos el mecate. La soga se puede partir y no hay por qué buscar culpables, o echar más responsabilidad algún pagapedos que la que tiene—.
Ha vuelto a dibujar una figura y le ha puesto un gorro frigio. La señora no tiene idea de que Ana Catana rememora a su padre. Se asoman lágrimas a sus ojos porque asocia la caricatura que viera a la edad de seis años, en vísperas de perder contacto con su padre, con la calaverita que ella dibuja con su tiza.
—A ninguno nos gustaría que éste sea nuestro destino. Unos huesitos despreciados... con un gorrito de burla en el Valle de la Humillación.
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