Monday, September 29, 2008

La antilla despreciada




Tú no digas que no te quiere nadie.
Yo te quiero, Antilla.
Estás tan cerca del amor como el dolor.
El sufrimiento es lo más íntimo que existe.
Y tú bien que lo conoces. Lo tienes por nervio,
por la colleja sensible, epidermis de alma.

Tú no digas que no mereces nada.
Que escarabajos y cucarachas se hartan
del alimento que urges mientras padeces
hambre por el seco suelo, hambre de huracán
importuno, hambre por la sequía y el corazón
por igual en el desgaste; no digas
que nacíste para escapar de balas,
de matones, de funcionarios traicioneros.
De ton-ton-macoutes.

No digas que la piel es un destino de soledad
y desprecio. No digas que son razones
para que ninguno te ame.
Yo te amo. Escudriño detrás, abajo, encima,
por el lado, desde cada perspectiva posible
para no justificar que seas la antilla despreciada.

2.

Tú eres también aruhuaca y, por ende, de la ira
y la canoa, navegante, buscadora por 7,000 años
del lugar que te díste en el Caribe.
6,500 años antes del Colón dijíste:
Valgo y, ¿por qué no decirlo ahora?

¿Qué olvidaste? Te lo recuerdo
Quemaste La Navidad, el fortín amargo
del corazón empedernido. Escupíste
al invasor que vino a despreciarte.
La dignidad te hizo rebelde suficientemente
en los Cacicazgos del Quisqueya.

3.

Tú no digas nadie me quiere.
Yo te quiero, Antilla.
Desde el 5 de diciembre de 1492 te amo
porque, haya sido por tu gesto en el Fortín,
te esclavizaron, te brutalizaron
con las represiones.

Te dieron epidemias que no eran tuyas,
odios que tampoco lo fueron.
Te enseñaron a vivir en hambruna,
a cuidar a tus hembras del ultraje,
a forcejear con la crueldad de la matanza.

Eso es lo que yo amo de tí: que has sufrido,
pero sigues ahí, como una planta de maíz,
como mata de yuca, como ají,
yautía, hasta el ñame. Como anón y guayaba.
Amarga en lo externo, al parecer.
Mas creo que eres dulce, Antilla.

4.

Ayer y hoy, con pelo malo,
ayer con negros / libres / in jure,
esclavos de facto que se fueron a Nipe y Los Ramones,
a Cueto y Barajagua, ahora rauda como una jutía,
silvestre como las malangas, ahora tan humillada
(en la zafra, en los exilios, en las inmigraciones)
que a tí misma te imaginaste fea, desahuciada,
indigna de vivir, y cuanod bailas a Guedé
te entierras viva, dedicas a dioses-energías
y a Leas / santos de magia
tu presente sepulcro sicológico.

5.

Y según pasan siglos, más sufres.
Multiplicas el alma en la pobreza: alegas
que tienes 8 millones de infelices.
Son los no-amados, no-compadecidos,
siempre-olvidados del Caribe.

Y malvives con dos dólares al día y la mitad
de tu población analfabeta, desnutrida, en injusticia.
Y lo gritas a ver si alguien te oye:
Ni Dios mismo
nos ama, ni el país no quiere. No es posible
una antilla sin amor... Basta...


¡No lo repitas! Tú no lo digas.
Yo te quiero.
Estás tan cerca del amor como el dolor.
El sufrimiento es lo más íntimo que existe.

02-02-1997 / De Cuaderno de amor a Haití


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