Para los enamorados, el primer Padre eres
en la Tierra, Abram y Sarai, la princesa.
Padre secreto tenemos en tí
y de la Garganta Azul, promesa,
que en Ur, tierra vieja, no se cumplirá.
Bajo lunas de Jesod caminarán
nuestros pies el dulce paso.
Tú mostrarás el rastro
y a buen viento irá la parva
y se preguntará: «¿Al vado o la puerta?»
A dondequiera que, por alianza cósmica,
se nos diga: Allá está la Ciudad Deseada.
Cuando digamos tu nombre o veamos
tu sonrisa, se acabará el pesimismo
e hijos seremos del valor perpetuo.
Se iniciará la marcha porque en secreto
te has quedado en nosotros.
Como claror de los montes serán
tus huellas y como antorchas de leña
de cuaba las estrellas en la noche.
Reposaremos viendo a nuestra madre
y cómo la miras justamente en su Alma
porque ella es devoción y fidelidad
y te sigue entre árboles de cayaya
y a todos nos da sombra.
Sus pies en las sandalias
son convicción de que el Reino
ya está en tí y en ella, tu princesa.
Y el camino será siempre
el futuro de la cósmica alianza:
tú en nosotros; Divinidad en tí.
No permitirás que oigamos
la palabra entristecida
porque ésta no hace justicia;
no alentarás el discurso hipócrita
de otros caminantes que dicen
que su rumbo es seguro.
Ellos no dan el camino y mueven
las caderas con coxalgia y creen en atajos.
Cuando digan que tu ciudad no existe,
ya no estarás oyendo; reiniciarás
el peregrinaje. Los troneras dirán
que no hay pueblo digno de ser llamado
Hefzibah ni comunidad en delicia;
pero dejarás dicho para quienes
entiendan: «Yo sé sobre los pueblos
que los truhanes buscan y cómo son
tales pueblos; allá no voy.
Mi epopeya es el Cambio
y la transformación,
Me alejo de pandavas.
Me distancio de los carceleros,
asignados pretores del nihilismo.
De la violencia que captura el alma
y la instrumenta para su dominio social
es que me alejo porque mis hijos
no crecerán entre divisores
ni en odio innecesario.
Niños dulces y cariciosos
como la paz son los míos, nacidos
en el vientre de los Cielos de Indra;
los refugió la Palma del Tzadik de Arriba
y los adornó con las Tres Joyas
del Despertar; en nada se parecen
a los niños autoritarios de otras ciudades
(con ojos que sueñan,los míos,
ellos que crecen para ser
los Enamorados del Mañana.
Al porvenir lo llaman Olam haBá
y en sus miradas veo el esplendoroso Jalón)».
Pero los hijos de los zaramullos
que su piel visten de crudillo y con canicas
de cayajabo gastan las horas,
dormitan en soñarreras y opio de alegrías
sin sentido, hijos de la pineal sin rumbo,
olvidaron el kyrón y miran con el iris extraviado
y nubarrones tienen en los ojos.
Todavía a ellos, no le llaman sus hijos.
De los Enamorados, padre secreto, eres,
Abraham. No los harás conocer
destino amenazante ni hipotálamo podrido.
Corazón que reverdece tendrán
para el paisaje, a donde quiera que lleguen,
para que no sean tebardillos lujuriando
en la vida ni rorros-juguetes humanos
en el Gran Oceáno del Devenir.
De Libro de la amistad y el amor
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