Para forjar un Becerro de Oro,
no aporté un quinto.
Cuando estuvíste ausente, Moisés,
y el mundo entero pensó que no vendrías,
yo propuse a mi Sublime Zorra
(esa que nunca sería lumia,
mangaza o lagartera,
esa que no arrastra tras si
a las monda vividoras)
ni necesita Edad de Oro
ni sexo con turistas
en las Saturnalias.
Yo la propuse, mea culpa,
porque no es la Durga feroz de la carne
ni la cara engañosamente dulzona
de la bota marcial y las fasces
y las banderas del que oprime
y sirve a la sinergia
y la gesta prusiana del injusto.
Yo creí en Ella y me temo
que la amo todavía.
09-12-1990 / Estéticas mostrencas
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