Sunday, August 10, 2008

El desconsuelo





Por las mil y una formas del dolor,
se hipoteca el corazón al odio.
A mordiscos la libertad se suicida.
La sociedad se hambrea en resentimiento.

Dolor de falo erecto, dolor de vagina
que urge sus húmedas grutas para el visitante.
El dolor llegó primero, irremisiblemente.

La fornica para en el vientre
levantar la miseria y una fuente inmantada
de quebrantos. El la huele, la busca.
Le promete. La engaña.

Ella dijo: No sé y alcanzó una manzana,
discordia donde el dolor comienza; él dijo,
como marido entre los varones de la sangre,
No Puedo, y el dolor se intensifica.
Es más violento.

Ahora el dolor no acaba de matarnos.
Se da plazos de premeditado control
y recorosas recompensas; se da a pausas,
a largas nos come, se regodea en sus hábitos
porque somos seres caídos, separados,
insatisfechos de origen, y no queremos culpas
ni perfecciones místicas ni prohibiciones
donde un crimen espera y un desamparo repentino
desde Nod, al oriente, escribe su relato.

El dolor nos engaña. Carga una mula con víveres
y baja con nosotros la montaña hacia el risco
de la piel y sus espejos, el alma y sus encabezados.
Se vende tan poderosamente este dolor,
este dolor, este dolor, este dolor-deseo
en los supermercados, enlatado

con etiquetas y falsas indicaciones.

Sus mil y una formas de máscaras
son el carnaval con que poblamos
esta hambruna de deseos, el pan perdido,
el pan negado, el pan con el veneno de los días.

Y echamos la culpa a todo el mundo.
Nada del dolor queremos nuestro.
Causalidad ninguna en nuestros actos.

No es algo que vendemos.
Es algo que compramos bajo engaño.

Nada de calmarlo con amor si duele
de este modo. El dolor también
se llama Desconsuelo.


23-4-2002 / El hombre extendido

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