A Ariadna, vírgen del fuego celeste
es la caverna del Olvido, donde Olam HaBa
penetra como un valiente hálito
y Ruaj con emocionadas ínfulas del alma.
No hay cochero con carruaje más hermoso.
No hay Caballos más ágiles para seguir
la pista, meta de esa luz que irrumpirá
liberadora. Se ha de entregar
la Unidad de la radiancia
a la caverna monstruosa del Invierno Oscuro.
Allí, donde la luz de Shekinah se vuelve
Ariadna, pisada de plata para fundar
las vidas inmortales, está el hilo
del hueso más precioso,
tu hilo sagrado, Mortal,
tu voz de resurrección
para el Olam HaBa.
11-02-2000
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Aquí se maldijo el mundo
«Elohay, neshamá shenatáta bi teorá»: Elohai NeshamáEsta es la Era del Olam Hazeh.
Oh, mi Dios, el alma que me diste es pura: Plegaria
Reflexión sobre el Comentario del Talmud, Ketubot 111ª
La presente realidad de los 260 huesos del mundo.
El capricho se hizo velo.
La impaciencia: resuello de las cerebraciones.
Se holló al hilo de plata, la pisada de Shekinah
en disyuntivas del hombre. Olam Hazeh
maldijo su novena hora en el Día de Creación,
en la porción de luz que fue dada durante Bereshit.
Y en vano, se arrepiente el varón que maldice:
«Oh, mi Dios, el alma que me diste fue pura»;
pero, se ha burlado el Teth de la hiedra bienhechora.
¿Quién dice 39 veces Tet-Lamed y se refiere
a Tu Nombre, Yod-Vav-Dalet, de Puerta
del Origen, única puerta adánica de HaShem,
quién te dice Heh-Aleph, seis veces para bendecirte
y quién Vav-Aleph-Vav, porque Tu Presencia
es también la Shekinah, tu androginia en el Ser.
Se ha profanado el Templo: la Unidad de la Cabeza /
la sabiduría de la Corona / desvinculado la obediencia
que se dan, armónicos, perfectos, los aspectos
de Hembra y Varón, se alzó el dominio
en la Décima Hora en el Jardín de los Perfectos
porque se taló el Arbol de los Iguales,
se cortó aquella fruta bajo el cráneo,
se tiró aquella semilla santa a la vía esofagaria
del desquite; excremento es la vida desde hoy
y se asaba carne y se filtraba el vino
y se daban honores ufanos
a seres vertebrados, caprichosos
e involucionarios.
Y lamentaba, hembra y macho, lo que había sucedido.
Ya no existe el Paraíso. La cercanía visible
ha sido marcada por aparatos sensoriales
y no ve ninguno sin que tenga ojos,
y no oye ninguno sin tenga un oído
y ya duele el balance y en el gusto existe
lo amargo y al olfato viene la peste.
Ya no hay Edén. Aquí se maldijo el mundo
y la Serpiente está llena de enojo. Muerde
y su mordida mata com veneno.
Y en los hijos hay envidia, y en las progenies
del mundo presente, Olam Hazeh, el malditose jacta:
su mundo fue maldito y no hay Abundancia
porque más que de memoria de condena,
se depende del recuerdo del gozo.
En la economía de la supervivencia,
hay bienestar precario y la ley es la acción menos costosa,
ser la bestia, el minotauro. En la undécima hora,
Adam fue expulsado del Jardín.
Vive entre cardos y algún nombre arbitrario
que no son los santos del Tet-Lamed del Paraíso
confiere a los ganglios nerviosos. El ya no organiza
con conocimiento, no observa como antes
aunque tiene sus ojos; no sabe lo que es rector
y sirve a interfases coordinantes entre lo que está
dentro de su cuerpo y el exterior del espacio.
Ahora es cerebral. Neshamá, la esencia de su alma,
sólo le sirve de respiraciones.
Maldita fue la Neshamá, hoy sólo es Neshimá,
ritmo del pulso defectuoso del aliento.
Ahora hay más sombra que luz.
Hay menos círculos abiertos y en el número
no hay orden; hay más moral que justicia
y para volver a la humildad del comienzo
el hombre se vuelve peregrino
y nada le sirve de Norte
y es, pese a su lenguaje, hijo de la mímesis.
Necesita más del cuerpo para representarse.
Aquí se maldijo el mundo y, ¡qué triste paradoja!
Lo tenía todo como apertura imginal
para la Dicha y el Sábado Eterno
del Reposo.
03-09-2000
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A mis hijos del Otoño
«... y en el otoño cuando las hojas caigan,
vendrá a tu vida otra nueva ilusión»:
Canción popular
del hombre, el alma viviente de los huesos.
Como una primavera eternizada,
el salmo de la unidad de la vida
al que HaShem designó con su nombre favorito,
Unidad, el Todo en todo,
Iejidá como el reino de sus hojas
en el Arbol de la Vida.
Alma de otoño, deja de llamarte Mortal
si todavía no sabes qué es la Vida, calma
y no quemes tus hojas en lamento
si no has mirado mi eterna primavera,
la voluntad de Jaiá.
Te hablaré sobre la amarillez que pigmenta carotenes
y el ocre de tus lutenoides, delicado protoplasma
de tus hojas; tú, lamentador de células,
nada sabes sobre el rojo de los antocianinos
que puse en tu tejido como púrpura.
[¡Por algo te llamé, primer Adam,
hombre de tierra roja!]
Te hablaré como el Jardinero que Sabe
de su Oficio / que conoce / la Tierra sembrada
porque creó el Edén, el jardín perfecto
para tu delicia y, desde él, te dio el secreto
de probables futuros.
2.
Tú elegiste la palabra. Es casi elegir el lamento
si palabra no signfica Mi Lenguaje y HaShem
tiene Su lenguaje; lo tiene aunque tú no lo escuches.
Lenguaje que embelesa, arroba con los colores,
lenguaje que no tiene abstracciones,
lenguaje que viaja por nanosegundos y se aferra
al tronco frondose de los árboles y respira
en otras dimensiones
y con ellas forja a Neshamá, tu Ser íntimo,
el pasajero; toda la Naturaleza es el Coche
y Todo el Universo, tus raíces.
Te la ofrecí la disyuntiva para que la ames en silencio,
pero has preferido un alma de otoños,
de Viento de los polos, el Otro Lado
del alma dulce de Mi savia, rica en azúcar
como son los arces, robles, sicómoros,
árboles de púrpura y escalata
donde puedas cobijarte
sin necesidad de que te ilumine la Serpiente.
Arce de azúcar, te escondes bajo otros árboles
y tus pálidas mejillas amarillas no enrojecen.
No desprecies mi sol, alma del otoño.
No prefieras la escarcha.
No prefieras el día nublado o los secos veranos.
Bella y saludable es la noche fresca
que no guarda el azúcar, sino que la comparte
con el Sol brillante. Que no me gustan los pálidos
porque a sus hojas las tira la escarcha
y los cristales de hielo que rompen
sus fibras leñosas y no adornan el campo.
No te lamentes, hijo del otoño, cuando venga
la lluvia escarlata y el oro de tus hojas
revolotée a ras de suelo.
Ojalá seas como el roble que aún en su invierno
viste con hojas del alma; permanece en follaje
dignamente. Los hijos otoñales, aquellos
con hojas caídas y mohosas, aprendan este secreto.
Con sus almas hago pilas de abono.
No las quemo, valiosO acondicionar hago
para mis jardines en el Universo, aún con ustedes,
pasajeros del Otoño, pero son ustedes
otoñales y envejecen porque así lo quisieron.
05-12-2000 / Teth / Indice acualizado
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