Nunca más.
Serás luz.
En mi saliva nacerá
tu nuevo nombre, Dulzura.
Creeré en tus senos de almidón,
en tu suave tersura de lípido.
Hijita, blanco japio,
¿cómo se verá tu cabellera
abundante en el viento?
¿Se mecerán tus pechitos
cubiertos de jaquetón
en la brisa, girarás como ondina
dentro del manantial,
coquetamente líquida,
seductoramente fluída?
¿Serás el pez sublime,
el más pequeño,
o el más inmenso y adorable?
2-5-1989
Los tres cuerpos del Sambogha
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