15. En el submundo de la Rosa Salvaje
Cuando La Shakira gritó ante la posibilidad de que Gustavo tuviese una opinión sobre la música de su ídolo, que sea muy distinta a la asimilación con que el alumno se nutre, expresó la urgencia. La imagen original que él imita lo que mienta es una realidad que él falsea, mas no se atreve admitirlo. Tal vez su profesor entiende que no es honesto jugar a ser «como Shakira». Tal vez a él no, sólo al alumno corresponde que vea los defectos, la inadecuación de su mundo y diga algo sobre si se vale el sustituir su persona con el ídolo. Puede que sea él quien sepa si hace algo suficientemente bueno para sí con eso de querer ser «como Shakira».
El todavía no se ha entregado a su anulación del todo. Puede que sepa que vive entre ladrones; pero no les sabe ver el rostro. Gustavo imagina que la verdadera Shakira sí. Entre muchas otras fuerzas, imágenes, disyuntivas, vampiros culturales, Shakira es la serpiente. Tiene un conocimiento; pero, en sus letras de canciones, la serpiente ha sido traicionada. El es exponente, sabe Dios cuán débil y desfiguradamente consciente es, con respecto a lo que ella sugiere, que es la traición. Su alumno, sin embargo, necesita que sea otro quien le diga si es bueno el beso de Shakira. O no lo es. Ha de ser maravilloso que la vea distinta a una culebra que se contorsiona del modo que le gusta. «¿Seré yo quien deba decirlo, o invitarlo a la búsqueda?», se debate Gustavo ante el objetivo de motivarlo y hacerlo bien.
Por otra parte, la sicóloga que conversa en torno a cierto «histrionic personality disorder», que ha diagnosticado en su alumno, no puede decir mucho por razón de la confidencialidad de sus datos, mas coincide con Gustavo. «El niño tiene problemas de identidad». La Shakira necesita alguien que sea liberador; alguien que desprograme, o ponga freno, a lo que llena su Ipod compulsivamente. Su Ipod y comportamientos son el símbolo de su psiquis. La sicóloga confía que con más ayuda clínica el niño cambiará. El desorden de personalidad no significa que sea incompetente y tonto. «Aprenderá adecuadas destrezas sociales y puede cambiar, Gustavo».
Sólo un maestro puede sentir que La Shakira, el alumno, es una víctima. Todos sus opresores / ladrones / se autorizaron a devorar una parte de él, so pretexto de socializarlo. El lo permite. Ninguno le explica qué importante es razonar sus iniciativas, su individualidad, lo que es primariamente suyo, para que sea libre. El maestro puede. Gustavo es de los que tiene tal confianza.
En la industria de radio, en las disqueras, en los medios que mercadean a Shakira, como cualquier ídolo, o tianguis de celebridades, este alumno («La Shakira») es un consumidor. Un sujeto colonizado, programado para que vaya y se nutra, compre y dependa, de los productos del programador. Otro irán por otros ídolos. En vez de los adminículos de Shakira, querrán su frasquito de aroma, la marca de Thalía. La Shakira de salón de clases, está obsesionado por el envejecimiento que provoca el ambiente, el calor tóxico, el polvo y la brisa del día, la grasa saturada en lo que come o cualquier exceso o déficit de lo que consume para sentir fresca la garganta, y creyó, por este hecho, a la mercadería dermatológica «Resurgence» del Dr. Murad.
«Guarda todo eso», le dice Gustavo. Tiene que exhortarlo cada mañana.
La niñez histriónico-narcista está a la expectativa de cualquier programación que se prometa. Se complica así el trabajo del maestro.
«Te dije que aquí no quiero que te maquilles».
Mientras maneja rumbo a su casa, tras las 8 horas en el plantel, Gustavo ha recordado a «La Rosa Salvaje» y «Thalía». Son dos alumnas que, según van las cosas, serán consumidoras extremas del narcisismo cultural que incide en sus mundos y se suman al narcisismo innato de la juventud. El prefiere decir los submundos culturales a los que ella están creyendo más que en la influencia instructiva de la escuela.
Rosa, la alumna, le inspira lástima. Ya sabe lo que hay detrás de sus escritos en su Journal. Se explica su identificación, que data de muchos años, con la rosa del barrio, el personaje de Verónica en la telenovela. Por otra parte, es su queja que su madre es peleona. Ambos padres son intolerantes. Le prohiben noviar y no saben expresar su consejo de modo tierno, inteligente y persuasivo. Hablan como en la vecindad, como gente de la Bondojo y de los barrios del lumpen-proletarit. Sólo que, desde la SAHS, la prepa en que Gustavo la conoce y la educa, el lenguaje importado de «La Rosa Salvaje», Verónica Castro se lo sugiere glamorizado. Adquirió un lenguaje y actitud que no es conveniente. Ella se autoriza a utilizar tales jergas y comportamiento en la escuela.
«Si quieren hablar de ese modo, háganlo en la casa o en la calle; pero dénme una oportunidad de enseñarle un lenguaje más poético y más correcto. Así no pueden hablar, si es que quieren un diploma de la prepa y una actitud de ciudadanos que tendrán un empleo algún día para que sostengan sus familias y conozcan mejores amigos, personas, empleadores», le dice a Rosa y Thalía.
Y son muchas las niñas que desean ser «androjositas», cultivadas por las imágenes de la tele. Quieren ser niñas de barrio y mala vecindad. O quieren ese lenguaje. Cuando supo del caso particular de Rosa, la «niña salvaje» de su aula, fue debido a que creció su insolencia verbal. «Cada vez es más vulgar esa cabrona», decían las compañeras de clase, quejándose de cuán agresivamente se comporta en su salón y en todas las aulas y fuera de ellas. Creció el número de los reportes disciplinarios, sus ausencias, y todo, al parecer, porque se independizó de sus padres.
Le rentaron cuatro paredes y vive sola. Y se las arregló para trabajar en un MacDonald' s. Hamburguesas es lo que come hasta que le toca el almuerzo de la escuela. Rosa dijo a la sicóloga escolar que ya no tiene el problema de sus padres, «ahora soy libre». Siempre consideró que sus padres «me hacen menos, mwe asixian, prohibiéndome ser yo misma, espantándome los novios y amistades». No le dan el derecho a sus amores; «yo no quiero ser una esclava».
Gustavo no cree que esa independencia que ella presume sea real. Ni que haya procurado relaciones de amistad y noviazgos adecuados. Ella puede tener amigos / novios / si así lo quiere, «tener su amante» / pero él también le dijo: «En esta etapa juvenil de tu vida, búscate alguien que te oriente al presente futurizable: Que estudie contigo, que ambos se ayuden a terminar los estudios, adquirir ese primer diploma de la prepa».
Está viviendo sola. Rosa trabaja en la noche. Y decora sus pobres paredes con carteles de artistas, igual que La Shakira que añadió a Alejandro Sainz. La Rosa Salvaje tiene su vídeo-player. Ante la pantalla del televisor, se amanece viendo el final de la serie. La telenovela con Verónica Castro no se la pierde. Y la Rosita defiende a esa «vieja naca» con uñas y dientes. Cuando atacan a su ídolo, se embravece.
«¡Verónica se cree una chiquilla, quinceañera, y es una ruca! No sé por qué tú las admiras tanto. ¡Verónica Castro es una vieja tetona!!» y, con estos motivos que toma como agravios personales se encienden una gresca. Se pelea Rosa con Thalía, su co-alumna. Ha pasado par de veces en la clase. Se jalan los pelos y se tiran bofetadas y patadas. Y la Rosa es salvaje y Thalía, igualmente agresiva, pero más delicada. Más llorona. Si tiene la oportunidad de acertar un golpe al rostro de La Rosa, se jacta que lo acierta por igual sobre la cara llena de cirugías de Verónica Castro.
«¡Ella sí es una vieja cosida; la voy a mandar otra vez a que le rehagan los labios y le hagan más puntiaguda la quijada a Verónica! Ella no es tan linda como Thalía, mi ídola, que no necesita cirujanos plásticos!»
«Basta. No peléen por cosas tan tontas». Gustavo se lamenta cuando sabe que no son los términos para intervenir. No quiere insinuar que los artistas no son respetables en su adecuado sentido. Se pelearon una tarde por tan simples cosas. El maestro, en un aula vecina, les indicó: «Fuera de mi clase». Las mandó a la Oficina de la Directora; pero ellas no fueron. En el pasillo, frente a la puerta de Gustavo, a tres horas, de que tomaron su clase, están rivalizándose por la misma tontería. ¿Quién es más auténtica al dar voz populachera y humilde al barrio: si Verónica, «rosa salvaje», o Thalía, «maría, la del barrio»? María Mercedes, como se llame.
Y por solucionar estos pleitos o seudo guerras culturales, se patean. Se han tomado del chongo y se revuelcan. Y un maestro gringo está delante de la puerta de su aula. La cerró para que sus alumnos no vean este espectáculo de riña. Y él, cruzado de brazos, con el celular en la mano, sin hacer la llamada emergente para que vengan las guardias escolares. El se goza.
Ellas se revuelcan en el piso, atropellándose a gusto. Y, de paso, los cuerpos de las niñas, muslos y nalgas, al aire. No les importa cuando están en el afán romperse las blusas y humillar sus recursos pudibundos. Estas exponentes de nacolandia o de las gentezuelas puede que se hayan acostumbrado a tal nivel de adrenalina y reacción desvergonzada, moralmente reprobable, y el maestro gabacho de fisgón no expondrá su carrera, separándolas. Dirían que él las tocó con pretexto de intervernir en la riña para que no se lastimen. «Esto es cosa de mujeres», por lo que él sigue cruzado de brazos y La Rosa Salvaje surtiendo de bofetadas a Thalía.
Precisamente, con los lloros de Thalía y el sonido de su cabeza que choca y vibra en el suelo, es que Gustavo se entera. La algazara entró sonoramente por debajo de la puerta, a flor de piso, del salón de Gustavo, y éste sale.
«¿Qué escándalo es ése?»
Fue entonces cuando dejó su salón con la orden de que no salga ninguno. Vio que llegaba, con escante de pachorra, un par de guardias. El se inclinó sobre la Rosa Salvaje. «Detén ese coraje, muchacha», gritó. La nariz de Thalía sangraba y la otra, fuera de sí, surtía de golpes a la compañera. Se dejó llevar por un instinto de compasión, mezclado con coraje. Detuvo las manos de Rosa, apretándole un puño cerrado. Y ella, al fin salió de encima de su víctima. Cedió. Levantándose de encima de la otra, Gustavo vio la blusa desabrochada de Thalía y un seno que se asomaba. Ni siquiera la tocó ni miró fijamente la hermosura del seno. Su mirada se abocó a las rodillas de dos guardias que jalaron, violentamente, a la muchacha para erguirla del piso. Una de las guardias avanzó sobre Rosa, jalonéndola para llevarla a la Oficina de la Directora y la otra, arreglándole la falda a Thalía, dijo a Gustavo: «¿Qué hace usted inclinado y viéndole los calzones?»
Thalía se ajustaba la falda y quedaba en pie, afligida en llanto. Gustavo se atrevió a preguntar si estaba bien antes de volver a su clase.
«Fuck you! Hell no!», fue la respuesta.
Sonrió y dijo: «Thak you!»
Gustavo en la escena, menos de un minuto, dio por acabado el asunto y volvió a su salón de clases. Y entonces, La Shakira estaba exaltada, todo un manojo de nervios. Gustavo no tenía previsto tocar el tema que él trajo a la clase, pero no le quedó más remedio para ganar su atención y tranquilizarlo.
«¿Qué te puedo decir de Shakira? ¡Me gusta que sea una Mebarak! Creo que su primer apellido es ése».
«Sí. ¡Es Isabel Shakira Mebarak!»
«Es una muchacha hermosa, colombiana, barranquillera, y su nombre le hace mucha justicia, porque significa 'llena de gracia' por cualquier lado que se le mire. Con razón te gusta y me gusta».
«Orale, tícher».
«Y su nombre árabe es tan interesante como su significado en hindú, que concierne a la «diosa de la luz»... Imagino que, a los 14 años de edad, cuando grabara su primer álbum, «Magia», ya estaba en contacto con la luz que hay en ella. En su cabecita. Y es más la luz que tiene por causa de su nombre árabe que el que tiene por Isabel, su primer nombre castellano... Ella escarba más en su raíz étnica, en su Oriente, que, en los presentes cínicos, donde sólo observa peligros y pies descalzos, pobrezas e injusticias, drogas, un país con mucho narcotráfico... Es que descubrir la interioridad, a los 14 años, es algo bello y yo sé los he dicho a todos ustedes: esa belleza de juventud es un tesoro divino y, cuando Shakira lo descubrió, supo que es trascendente como la magia...»
«That was her first CD, right!»
«Lo que ocurre es que esa magia, o imaginación trascendente, ese tesoro de energía, perseverancia y generosidad, para cambiar cosas de la mentalidad del presente, por ser tesoro, es el botín que a los ladrones les interesa. Se lo quieren quitar a los jóvenes. Se lo pueden quitar a ella si no lo defiende... Esto es una regla, o una premisa, con que yo discuto el poema de Rubén Darío. Confío en los jóvenes que aprenden o descubren cómo preguntar, como ella hizo: «¿Dónde están los ladrones?»... Esa es la canción que, junto a una sobre «pies descalzos», cantas tú más que ninguna otra... A mí es a quién más le interesa saber por qué tú la repites, la bailas... ¿Qué significan esos ladrones por lo que Shakira pregunta en su canción y los que te mueve al cantar la letra al ella mencionarlos? ¿O es que, para tí? ¿Sólo un eco, algo rítmico, su sonido de moda al que Emilio Estefan acudirá con la estrategia de mercadeo? Porque, ¿con quién mejor que con una niña en la flor de su belleza, llenarse de dólares y grabarla y prmocionarla para que esté en las listas de los discos más vendidos, en Billboard? ¿Dejarías tú que le roben a Shakira el tesoro de sus preguntas, de su búsqueda? ¿Observas a Shakiras limpiando cosas, limpiando su presente, el lugar donde pisará? ¿Entiendes cómo ella protege su entorno, inclusive sus costumbres y el lugar desde donde abre la boca? ¿Ves eso?»
«No sé».
«Fíjate. ¿Donde tienes tú un servicio de lavandería? ¡Todos tenemos un 'Laundry Service'? La pregunta es: ¿que lavamos ahí? Y todos tenemos fijaciones orales; pero, ¿a servicio de quién? Todos pertenecemos 'a una raza antigua / de pies descalzos y de sueños blancos'... Te he oído cantar esa frase, pero, leí tu Journal, con alusiones a Shakira, y pudiendo explicar por qué te gustaría pertenecer a una 'raza antigua', la misma raza la que alude la cantante, no entiendo que quieres decir... Lo que haces es echar odio sobre los mexicanos, porque tú eres mexicano, no eres colombiano y no eres árabe... yo te diría, 'explícame' alguna vez, cuando vuelvas a darme el Journal, qué es la raza antigua, según sientes que Shakira la canta, qué son sueños blancos, qué es exactamente el polvo que a ella molesta y sobre los cuales no le gustaría poner su pie descalzo... porque yo entiendo que ella está preocupada con la limpieza, con el higiene... De eso es que habla, obsesivamente, con su servicio de lavandería... y me temo que no se trata de traer a la escuela, como haces tú, la mochila llena de productos de Dr. Marad. Ni siquiera atiendes a mi clase. Tu mente estará cantando a la Shakira original, pero...¿qué de...
Cumplir con las tareas,
asistir al colegio.
qué diría la familia
si eres un fracasado?
Házme el favor. Cántala para tus compañeros. Díle algo de los que pusíste en tu Journal sobre cómo se viste un chico / o una mujer / lo que quieras y lo que le piden o no le piden sus padres... Esta es tu oportunidad de homenajear a Shakira si tanto te gusta que te comparen con ella... dí una pequeña estrofa de «Pies Descalzos». Lee lo mismo que citaste en tu Journal... »
Ponte siempre zapatos,
no hagas ruido en la mesa.
Unas medias veladas
y corbata en las fiestas.
Las mujeres se casan
siempre antes de treinta
si no vestirán santos
y aunque así no lo quieran
y en la fiesta de quince
es mejor no olvidar.
Una fina champaña
y bailar bien el vals
y bailar bien el vals.
«Ven. Anímate. Leí esta canción por tí. No te has atrevido. Eso está mal. Es tu canción, un contacto tuyo con el verdadero 'servicio de lavandería' que estás buscando... Me habría gustado que hubieses leído y cantado la letra. Y hasta permiso tenía spara que bailaras como Shalira. Ahora me pregunto: ¿dónde dejaste tu pasión? Sin embargo, escucha... El tiempo está a tu favor porque eres joven. Eres un Divino Tesoro. Y con diecisiete años, tu edad, se tiene muchas oportunidades para volver a hacer las preguntas que Shakira se hizo, desde los 14. ¿Dónde están los ladrones? ¡Esos que convencen al joven a renunciar a los verdaderos paraísos y que condenan la serpiente a un destino malo, donde ya no pueden ser felices y hay que vivir con zapatos, siempre aplicada esa orden a los pies descalzos, 'ponte zapatos, medias veladas', ponte corbata, cásate aunque no lo quieras, obsésionate con la fina champaña, con el vals de los 15 años y mientras tanto, 'no hagas ruido en la mesa'... ¿Dónde está lo espontáneo, lo individual, tu sentido de autenticidad? ¡Vamos! ¿Tiene la juventud que estar sujeta, golpeada, robada, de la inocencia o la sabiduría de su héroe interno? ¿Queriendo ser feliz y robada de la posibilidad de serlo? Yo digo que no... no debe robada ni permitirse que se robe sólo porque no definimos, desde nosotros mismos, desde la juventud, cómo ha de enfrentarse a 'los dinosaurios / bajo un techo y sin escudo'?»
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