Carlos López Dzur [Narrador, filósofo e poeta Caribenho] / EL RUMBO DE MI LITERATURA / LIBROS ENB AMAZON.COM / El pueblo en sombras:
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16. El Dr. Iván
Güeldres y la doctrina de la hermosura
La que se
aferra al árbol de equilibrio
como relámpago
serpentino
que irrumpe de
los cielos rajados
de la Urania,
será mi amada.
La llamaré
Belleza, Tiphareth,
Clemencia,
cambio y sustento.
Sólo ella
transforma lo natural en divino.
El Yo sublime,
sin ella, no es posible.
La intuyo como
rédito de mi noveno día
en el viaje
mutuo del ascenso.
]
De «Teth, mi serpiente» [2013],
pág. 91
Según supo Mamá
Claudia con el tiempo, Iván defendió a una mujer golpeada en cierta cantina.
Que se metió donde no le llamaron, cierto.
––¿Y
quién justificará al menonita que entra a un congal? Nos está escrito en la
doctrina de Meno que nada debemos buscar fuera de nuestra aldea–, preguntaron
entonces.
Mamá
fue hermosa. Su rostro, en particular. Posiblemente, ninguna mujer a papá lo
atrajo más que ella. Y si bien entró a la cantina, no fue a procurar sexo, o
embriagarse.
––Hay
todavía bastante misterio en el asunto.
––Pero
yo está muerto, hijo. Ora por él y olvida los hechos, no sea que se inspire
venganza en tu corazón y por pistas desorientadoras , te veas en condena y con
peores caminos–, me aconsejó ella.
Cuando
supo que yo noviaria, interesándome en Pamela, Mamá se explayó para compartir
en torno a la maravillosa fisiología de la sexualidad y la idea del Molokon y
mi Padre de que «con los hermosos cuerpos femeninos, se emancipa la erótica de
los santos». Me dijo que era maravilloso oír a papá enamorarla con semejantes
ocurrencias, aunque, con rubor tranquilo, se quedaba callada. Con sus ojos
comunicadores, asentía a lo escuchado.
––Habló
pues sobre una sexualidad–, me dijo, ––que no he de confundir con lujuria ni
fornicaciones. Me alentó a que no
hablara contra mi padre ni menos creyera en lo que dice la gente que lo envidió
o lo conoció muy poco.
Me
dijo, además, que si él viviera, me habría instruido para que comprendiera lo que llamara la
«fisiología maravillosa de las hormonas». A juicio de Mamá Claudia, a flor de
piel se observa que tengo su bondad, su ingénita gracia hereditaria, quizás no
su alegría ni su espontaneidad, porque su muerte marcó mi carácter. No sé. Y el
trabajo desde niño en el campo.
¡He
sido triste, introvertido y limitado, sin él! Ella lo nota. Pero pese a
trágicamente inesperado de vivir sin él, tengo sus virtuales atractivos. No su
imponente estatura ni la diversidad de su cultura, pero «inspiras respeto:
––Tienes una inclinación al cultivo de ideas propias.
A
la sinceridad de mi padre la confundieron con rebeldía; de la mansedumbre
aparente, ya se sospecha que es un misterioso potencial, ¡el espíritu!
Cinco
años más joven que mi padre, mamá fue una raíz profunda que se hundía en
tierras espirituales, en suelos indescriptibles. Supe que crecía en fe, en
paciencia, en fondos oceánicos. La paciencia la perdí cuando mi madre murió y
no sé cómo me obseden ambos. ¡Pero la amé y, posiblemente, más que que a der Artz, Vater Iván!
Mamá
Claudia, al verme trabajar en rudos oficios del campo y después clavado en los
libros de mi padre, no se extrañó que a la edad de catorce me interesaran irme
del Valle. Sea a Tijuana, o los EE.UU., o la misma Holanda.
––Con
mi alemán y mi español, puedo salir a la ciudad y estudiar con mi padre; si me
hubiese dicho, hazlo, no me iría a menos que viniese ella conmigo. Adán me dice que parezco un espantapájaros.
Que no estoy a la moda. Que ni siquiera otra gente que no está a la moda viste
tan ridículamente como nosotros, ¿qué crees tú, mamá?
––Que
es envidia estúpida. ¿No me repites que Pamela es preciosa? Y ella no viste a
la moda. Ni sabe lo que es una minifalda ni sabe de modas... fíjate que es
maravilloso que veas belleza donde otro no la ve. No la ropa lo que hace al
hombre o a la mujer entes hermosos...–
Para
ir fortaleciendo mi sentido de independencia, Mamá Claudia, me habló sobre «la principal piedra del ángulo, escogida y
preciosa», la piedra viva, que se llama Sión y fue valiente al decirlo: la
Sión verdadera no es necesariamente una colonia, o una aldea. Es una palabra
del corazón, la misma que yo estuve buscando para decir Te amo, atiborrando un
cuaderno («Das Notizbuch») con
memorias sobre ellos, cartas enviadas y poemas, confesiones sobre un papel
porque me sentía víctima de escarnios, maltratos y prejuicios.
Cuando
mi madre me reveló que la piedra viva, la cabeza del ángulo, jamás me
permitiría quedar por siempre avergonzado, mis palabras se soltaron y los
edificadores que desecharon como indeseables los dones que había en mí
comenzaron a temer y alejarse.
––Cuando
te aíslan es porque te temen y respetan– me dijo.
Antes
que el diario se perdiera, recuerdo que leí la anotación del 5 de Octubre de
1975:
Es hostil
el sentimiento de creerse un vecino ejemplar, decente ciudadano. Es
pesadillesco decir con alguna jactancia ... ¡al fin triunfé, lo tengo casi
todo, útiles a la mano, la concreta excelencia del producto! ¡Cautela! pues de
pronto el ideal regulativo de la comunidad, su voz orientadora, revienta con
sus voces acusantes y la imagen más secreta y más querida por secreto empeño de
belleza y de cuidado, sale a flote; te escupe la cara... Por una curiosa
desviación, que es pasado al que diste la espalda y cariño que tuvo manos
ávidas y ojos feroces y ambiciosos, se te dice: ¡Ya se supo, vuelve y dile al
rey, aquí estoy y vengo a decir perdón y avergonzarme, ya se supo! El tenía una
niña y era preciosa como Claudia, y también otra señora (que no le amaba tanto
y lo encaró a las violencias, al orgullo ordinario, a los pequeños botines de
las irreflexiones, a las valentonadas de lo nuevo y precario). Bajo el
encubrimiento, todo fue tan infiel como el capricho, todo fue improvisado e
ingrato, ¡el pasado cuando vuelve es la tristeza; el presente lo vuelve
desperdicio! ¡Pero yo sólo soy el desperdicio suyo!
*
17.
¿A dónde me llevas?
Vagar
en el corazón es la soledad sin caminos. Es el desierto. Me obsedía esta imagen
cuando Adán Jr. me condujo en su camioneta a la salida más apartada de la
aldea; yo me metí al corazón como un refugio. Sabía que vivía externament un
secuestro.
Según
la noche avanzó fue más temible. Ni imaginé que había tal cantidad de abrojos.
Cosa distinta son las tierras en Chichihualt. Yo tenía el control instintivo de
sus caminos. Me aprendí de memorias los espacios para mis pisadas. En cambio,
este trayecto de hoy me pierde, me asoma a vulnerabilidad. A saber la amargura
de las distancias físicas y del alma.
Siempre
la Naturaleza me pareció muy hermosa; amaba los plantíos, los riachuelos, cada
avecilla y las bestias: vacas, burros, cabrillas... tuve inclusive mi
carromato, el buguie, aunque para
nada me ha servido, porque lo jaló un caballo percherón, que ya no es mío. El
Anciano Rednitz confiscó la propiedad que fuera de mi padre, él y sus
cómplices.
La
vida de Chichihualt es ardua. Es sudar y no tener nada. Es un aprendizaje
amargo.
La
bitácora de pensamiento güeldrerianos de papá cruza mi pensamiento.
Octubre
5, 1975:
«...
the life that endures, and preserves itself through death is the life of the
spirit. Spirit gains its truth only by finding itself in absolute
dismemberment»: G.W. F. Hegel
A lo que me refiero es tal vez a la
historia de perpetuas batallas, al reino donde la felicidad se vuelve una
quimera: el Estado más sabio cae y con él, sus provisiones y proyectos, sus
cálculos,su orden de paz o guerra, la virtud del hombre bueno y la alevosía del
hombre malo son sacrificadas.
A lo que me refiero es
al paradójico poder del golpe destructivo y sus celadas que al fingir su
concreta libertad y esencia activa, o lo que se plazca en la aldea llamar
espíritu, Geist, pájaro iluminado,
acosa bravamente hasta el tuétano que cruje con el sinsentido del fracaso y del
desmembramiento.
En
los andurriales que percibí, yendo en soledad por los caminos una vez que dejé
Chichihualt, yo tuve miedo. Tragué, entre las tinieblas, las noches más oscuras
que las noches, gemidos que saben a peligro, buitres en acecho, silbidos de
culebras venenosas. Y para mi caminar no llevaba nada. No tuve tiempo para
recoger algunas cosas y echar a un morral.
A
duras penas, recuerdo la conversación de mis captores. Fuera del pueblo de
Guadalupe, el de antiguos molocanos que se fueron al Valle Central, si algo me
convenía, sería que viajara a 20 kilómetros hasta la Ciudad de Ensenada, rumbo
al norte. «Sin duda, no querrá pasar por el Desierto de Calaviña y dormir
recostado contra los nopales». Escuché las risas. Y en su hablar en español de
mis captores, hay un gesto de rebeldía. Dentro de la secta de Meno, en la
escuela o en la iglesia, no lo hacen. Está prohibido hablar en español, ya no
en código escrito; pero, en la práctica.
Adán,
Jr. es uña y mugre con René, su primo. Han luchado, desde hace años, por formar
una palomilla. Es difícil entre jovencillos tan cuidados del mundo, en cierto
modo, tan espirituales como los define Mamá Claudia que habla de personalidades
trasparentes, espacios de impulsos cardinales.
––A
pie este pendejo se muere en el camino. Es molokano, cruzado con putas de
Almelo.
La
referencia a putas Almelo es vituperio a Mamá y, especialmente, en la misma
noche de su sepelio. Lo de molokano refiere posiblemente a mi abuelo a quien
llamaban el Defensor de los Molokanos y de la fugaz República Soviética de
Bavaria.
He
puesto mi otra mejilla. No sé por cuánto tiempo más. Los delincuentes me sujetan
por cualquier movimiento. René y Adán, Jr. se despachan con sus vulgaridades y
su común devoción por la punky-(EMO)tividad.
––Son
jojoyitos ponedores, como Pamela, ¿ah?
––Que
te aflojó la pepa, ¿ah, Simón? … pero lo vas a pagar.
Las
alemanas de Chichihualt son menos paridoras. Con la excepción de mi madre, las
holandesas han dotado un promedio de diez hijos al matrimonio. No optó casarse
cuando quedó viuda y fue por lo que asaltaron su casa con la manipulación de su
patrimonio y el mío.
––Ich bin bestohlen worden–, protesto
desde lo hondo del corazón.
––Por
no seguir la ley de las putas de Almelo, Claudia murió sola. Fue un
desperdicio, Simón. Ella sí fue un jojoyo y… petatlán. Valió queso.
Otro
de los malotes, primo de René, observa: –No quiso trato con la familia Rednitz.
Ahora en el Valle de Guadalupe quien controla es el alemán. La época de los
rusos y los neerlandeses valió Die Mutter.
––A
huevo–, riposta René.
Y
dentro del camioneta, volvieron a golpearme porque estaban cerca de dónde me
iban a tirar.
––Con
razón Hitler y la Lufwaffe [la Fuerza Aérea] les dio en la madre a los
holandeses antinazis, apretados hasta para dar el culo–, dijo René el Emo,
aludiendo a Holanda y tal vez al bombardeo de Rotterdam, la segunda ciudad
holandesa más importante en aquel tiempo.
––Los
holandeses valen queso.
––Bélgica
vale verga.
¿Para
qué presumen estas cosas René, el Emo, si tiene que comenzar, sobre todo, por
explicar el neo-nazismo punk del que se nutre? Si lo hubiese oído mi padre con
su burla de los crímenes nazis sobre Bélgica y Holanda, les habría sermoneado
duramente. En Rotterdam, no es sólo una buena parte de la ciudad lo que fue
destruído y los hogares de 78,000 personas. Se trata de 800 personas
asesinadas.
Mi
padre también lo explicaba: «Se trata del
principio mismo que a Chichihualt y al pueblo de Guadalupe da sentido. La
inhumanidad de la violencia. Al Valle de Guadalupe, no llegaron los primeros
adeptos a la secta molokana a crear negocios de quesos y cultivar viñedos. La
prioridad fue no verse sujeto, nunca más, al servicio militar, a la coacción y
la violencia».
En
este momento, cuando las costillas lastimadas por la tunda, me quitan
concentración, me alegra que me haya recostado con las botas puestas. Visto con
mi oberol, pantalones de pechera azul y una camisa negra, y mi pelo está recién
recortado. ¿Qué tal si no me hubiera vestido propiamente y me asaltaran con mi
imprevisión en su favor? ¿Qué tal si me golpearan aún más despiadadamente y me
tocara morir?
––¿Dónde
me dejarán?–, pregunté
––Donde
se nos pegue la gana, pendejo.
La tonta
idea de llegar a Tijuana fue mi único propósito, pero yo conocía otro mundo que
los olivares y viñedos de Guadalupe. Había oído decir que Tijuana es la ciudad
más grande y poblada del estado de Baja California. Su capital, según creo.
––Si
tienes prisa, lo más cerca es Calafia; pero Ensenada está a casi 70 millas al
Sur de Tijuana… cuando llegues a Ensenada, sigue al norte… y leerás un letrero
que dice 'Aquí empieza la Patria'.
*
18.
Cuéntamelo todo
Mamá Claudia,
cuando ya estaba enferma, sólo me conversó una vez sobre Los Rednitz (a los que
llamaba Regnitz). Fue un domingo, meses antes de morir.
Ella
tenía ideas que, por de pronto, consideré extrañas. Decía que no olvidara el amor
a cada cosa, a cada circunstancia, aplicado a todo, porque ese amor sobre el
que ella hablara era el verdadero Ser y lo que nos hace y hará cardinales y
transparentes. Para ella, el Ser no es una cosa neutra, sino algo que nos
busca. El Ser viene por nosotros y nos corresponde, como criaturas o almas
animales, hacer espacio para éste. Mamá dice que el Espíritu se recibe, que se
enciende como la zarza de fuego, y que la personalidad cardinal, transparente,
es la buena tierra, la Sión interior, donde ocurre tal epifanía. La Biblia es
un libro de metáforas sicologistas, esotéricas, en buen sentido, no pagano.
Dentro
de lo que deseara explicarme, había el juicio posible que emitiera contra la
Familia Rednitz y su explicación para mi queja de que ellos nos hastían. O
buscan para incentivar sus pleitos. En la escuela, por ejemplo. En las ya casi
desaparecidas Juntas de Hermanos de los Discípulos de Menno.
Supe
que los Regnitz que llegaron al Valle de Guadalupe son alemanes de Bavaria. Lo
fue el padre de Adán, Jr, y el Jefe Bávaro, motejado así en contraposición del
Abuelo Molocano. Vorläufer Gründer se
decía a los ancianos o jefes de la cepa fundadora, no estrictamente en
referencia a nexo de consanguidad. Se radicaron con la secta en el decenio de
1920. Mamá redondeó el decenio, fechándolo a los mediados del '20. Sin embargo,
tenía la seguridad del motivo por el cual llegaron. El primer matrimonio de los
Rednitz se consideró una víctima de la Abdicación de Noviembre, o la Declaración de Anif. El rey Ludwig III
liberó de obligaciones y juramentos al personal que servía a él y el Estado. En
ese momento, el abuelo de los Rednitz ostentaba una oficina militar. Lo que
advino, inmediatamente, fue un nuevo gabinete, con un tipo de gobierno
republicano, bajo el premier socialista Kurt Eisner.
Mamá
Claudia había escuchado a Iván Rednitz, padre, dando referencias del arribo de
la primera familia Rednitz al Valle de Guadalupe. Y ocasionaba curiosidad y
zozobra que dijera que el primero de los Rednitz fue militar y vivió los pocos
meses del Gobierno de Eisner. «Vivimos la época del terror». Otras familias de
Bavaria que llegaron muchos antes que los Rednitz se enteraron que Eisner fue
asesinado en 1919. Y en los años que subsiguieron a este derrocamiento violento
se originó una represión muy sangrienta contra los comunistas. Se estaba ya en
los preludios del Nazismo. Un advenimiento del poder totalitario, extremista y
homicida, que ella marcara con el hito del incidente de la Cervecería, el
Putsch de 1923 y la conversión de Munich y Nuremberg en baluartes del Tercer
Reich.
De
las notas del Diario una noche, me leyó lo siguiente:
11 de marzo de 1960
Con la Comunidad de
Chichihuatl, en Guadalupe, vivió un hombre que ha dicho en sermones en los
campos que, antes de hacerse pacifista, sirvió a la monarquía Wittelsbach en
Bavaria. Culpa, con mucha amargura, que el revolucionario socialista Eisner
fuese con su presión sobre el gobierno de Ludwig la causa de que perdiera el
empleo. La monarquía cayó en noviembre de 1918. El oficio del hermano de
Bavaria, ingresado al Discipulado de Menón, fue militar y tuvo un cargo
administrativo en el servicio castrense. Hasta la fecha, él parece un varón de
Dios, disciplinado para el trabajo, aunque ocasiona incomodidad cuando se
gloría de que su jefe en el ejército bávaro fue Anton Graf Von Arco, quien fue
condecorado por el régimen Nazi como héroe del movimiento. Nos parece
inapropiado que, a pocos días de que la Fuerza Aérea Alemana bombardeara,
varias ciudades holandesas y de los Países Bajos, el Anciano Rednitz predique
ante los menonitas holandeses que lo han acogido, sin preguntar sus
expedientes, sino confiando que es un hermano por devoción a los preceptos de
paz, misericordia y perdón... Anton von Padua Graf, recordado por muchos
alemanes de Bavaria como el asesino del dirigente socialista Kurt Eisner en
febrero 1919, no es digno de encomios en el Valle de Guadalupe.
Es hecho conocido que
Von Padua Graf fue un aristócrata, monárquico y autoproclamado anti-Semita, a
pesar de que él mismo tuvo ascendencia judía. El asesinato del judío Eisner
constituyó un acto de guerra racial en el que se validarían ciertas aspiraciones
ultranacionalistas. Con el asesinato de Eisner, un judío acomplejado de su
genética quiso probar que era valioso para cualquier grupo aunque se le
rechazara su membresía solicitada a la Sociedad Thule Society, en parte porque
es en parte judío.
Al proseguir con
su interpretación sicológica y espiritual de qué pudiera estar sucediendo con
el primer Rednitz, explicó;
––Aún
en la pasividad, en el lugar seguro donde se escondía, aquí en el Valle, Iván
Rednitz, padre de Adán, seguía siendo un soldado negativo, organizador de
impulsos que subrayan agresividad, destrucción y separación. Un representante
de la maldad temible, según la frase del Benefactor molocano. Fue el primer
gran divisor que se asentó en Chichihuatl y el modelo de su ideología los
enseñaba a los suyos para crear el grupillo bávaro.
Esencialmente,
su problema, sus conflictos internos y crisis existenciales, radicaban en un
simple hecho: no creer en la bondad fundamental de las personas.
––Es
redescubrir al hombre innatamente bueno, al ángel espiritual, lo que puede
convertir al menonita en exponente sincero del Reino de Dios en la Tierra. Y si
un ácrata ateo, como fue el benefactor Güeldres, pudo redescubrir al hombre en
la piedra angular de su Sión interna, en las doce puertas de la carne y en el
alma biológica y decir, «Gracias, Dios mío, que nos hiciste buenos, potencial e
innatamente aptos», todo el mundo tiene la oportunidad. El ateo Güeldres se
hizo molokano y, sucesivamente, menonita.
Iván,
padre, pidió a los Güeldres de la Admistración y al Obispado menonita,
hospitalidad y, en tales fecha, dijo que no huyó por razones políticas, que era
un estudiante de Leyes y dio simpatías a Eisner y al Partido Independiente
Social Demócrata de Alemania. «Tengo
mucho en común con usted, profesor. El amor a la ley, entre otras cosas».
Esta
fue la mentira; pero, la esposa de él, quien era más afable y con mayor
estabilidad emocional, conmovió a los Güeldres. En apariencia, fue más sincera
y declarativa sobre la razón para el refugio.
––Estamos
desesperados, señor mío... Sé humilde, Adán... No terminaste la carrera. Eras
brillante, con un buen empleo... ¿Sabe, señor mío? El sabe mucho. Fue
oficinista, con responsabilidades administrativas. Puede ser útil aquí. No
somos gente de campo; pero estamos en miseria.
––Comprendo.
––Hemos
sido perseguidos.
Güeldres
asumió equívocamente que el régimen represor de Eisner y sus partidarios lo
aterrorizaban.
Lo
que vendría en aquellos años, después del asesinato de Eisner, fue y había sido
razón suficiente para abandonar el país. Los Güeldres disciernen estas razones.
Las compadecen.
––Quédense.
Veremos cómo se les ayuda y ocupa.
De
las categorías de personalidad, los Rednitz son más que los inteligentes, los
planeadores extroversos. De mis ancestros, en contraposición, ella dice: –Dos
seres maravillosos porque eran Inteligentes, más perceptivos que curiosos, más
analíticos que reflexivos, más artísticos e ingeniosos que refinados y
sofisticados, bien informados más que cultos y más versátiles que originales,
pero, ¿sabes, hijo mío?... siempre compasivos y profundos, porque creen que
Dios honra al hombre bueno. Dios le abre el espacio para que sea Dios Quien les
infunda el Ser-espíritu, decía Mamá Claudia.
––Pero:
¿confiarán los Rednitz su Ego a Dios?–, le pregunto.
––Claro
que no. Creyeron que a Dios lo pueden engañar identificando la fe con lo que no
lo es, sino con la dependencia en sus rasgos de personalidad... Son
organizadores mundanos, líderes fuera del círculo de Dios, mentirosos, carentes
de escrúpulos, responsables en apariencia porque son obreros eficientes para la
maldad y el engaño. ¿Y qué hacen aquí? ¿por qué elijen una comunidad de 300
familias, aisladas y dóciles? Son planeadores, con el corazón deliberado por
sus causas, no la causa de todos. La comunidad ha sido el medio para su fin
egoísta y personal. Son prácticos, pero no concienzudos, parecen serios, mas no
confiables... ¿Es confiable la persona que afirma tercamente que el hombre es
malo por naturaleza y que no tendrá redención? ¿Tomó Jesús la cruz en vano? ¿Se
hizo humano en la carne y en el dolor del alma: para que simplemente se
burlaran de su sacrificio?
––Entonces,
Mamá, ¿desprecias a los Rednitz tanto como yo?
––No
he dicho que los desprecio, aún cuando nos produzcan ansiedad. Hablo sobre los
dos. Reconozco que son agresivos, con mucha sutileza; es un rasgo cardinal que
los distingue... pero pienso que sufrirán mucho más que nosotros, porque niegan
la realidad de lo que está dañado por sus actos. No son humildes. Han venido
ocultándose en un lugar que no les pertenece y no se hizo para eso. Esta
colonia menonita no es el medio natural para que vivan. Tendrán que transformar
la aldea a su gusto para que se queden. Es por lo que han luchado por el poder
comunitario desde 1920 y lo van a seguir haciendo. No van a cejar hasta
despojar de tierras a cada holandés, o a los rusos que dejaron la Villa de
Guadalupe y se mudaron con nosotros... En fin, yo creo que fracasarán y una vez
se queden con todo se aniquilará entre ellos...
Lo
que está claro es que el Abuelo bávaro no aprendió español. Su hijo mayor, sí.
Y tuvo seis hijos, al menos. Con gente que habla español, hace sus
desvergüenzas y los culpa. El ordena la desvergüenza y deja sin empleo a los
holandeses que pueden cumplir el trabajo desde dentro de la comunidad para
mantener su cohesión de grupo. Quien controla las oportunidades, controla el
poder y se vuelve el poder económico de quien no tiene propiedad.
––¡Mamá,
vámonos de aquí!
Es
obvio que, no en todos los seis hermanos Rednitz, hay el mal influjo del Abuelo
Bávaro. Algunos han desertado la aldea por antipatía con él, pero,
principalmente, porque los negocios de vino les tientan. Buscan las oportunidades
en otro lado. Y Ensenada necesita de estos expertos del Valle de Guadalupe, que
destilan buen vino y hacen quesos sabrosos. El ruso se regresa a la vida
humilde y anónima de Chichihuatl. El bávaro ambicioso toma la Ruta del Vino y
se va a Guadalupe. Allá despoja, con su codicia, y olvida que había sido un
hermano menonita y su visión de prosperidad no fue acumular por egoísmo y
sentido de grandeza ante los hombres.
No
es suficientemente irrebatible lo que yo sospecho. O tal vez lo que Mamá
Claudia no dijo, ––porque sólo a Dios corresponderá que lo diga y que se juzgue
más allá de las dudas––. Si el Abuelo bávaro de Iván, Jr. fue un militar,
adepto a Anton von Graf. merece castigo.
Y si peor aún, fue cómplice y las armas del gobierno monárquico las traficó
para que se hiciera resistencia a Eisner y se atacara a los comunistas, ese
papel que tuvo es fantasma del mal y la razón para que se le persiga y se le
castigue.
Un
instinto de auto preservación, impulso de vida en el peor sentido con que se
infiera el significado de vida, cuando estuvo recién casado, lo hizo mudarse de
país porque, como soldado reprimió a los militantes socialistas. Fue un
asesino. O el traficante de armas para los asesinos.
––¡Mira
donde nos metimos! Mamá, si tengo miedo,, es por tí».
––¿Para
qué tenemos un Dios, hijo?
Cuando
más destacó como criminal, ya no era miembro de la Armada. Se le dio de baja
con la Abdicación de Ludwig. Mas se quedó, con sus gestos conspirativos, al
lado de Von Padua Graf. Y, sin la necesidad de clandestinidad, traficaba y se
daba el lujo de buscar a sus viejos aliados en la Armada y visitar la cárcel
para favorecer a los homicidas. Opera con mañas de enemigo infiltrado y utiliza
su mujer dulzona y llorona, a sus hijos, a sus nietos...
––Así
llegó hasta tu Abuelo...
Sea
tal explicación el por qué ha sido la costumbre de los Rednitz entrar a la casa
de mis padres en el Valle de Guadalupe y al consultorio que el Dr. Güeldres
tuvo en Chichihuatl. Se infiltra, aprovecha noches y ausencias, aprovecha
sombras oportunas.
A
su regreso de Rotterdam y Almelo, pasada la guerra y la victoria sobre Hitler,
el Abuelo Molokano documentó sus sospechas sobre los Rednitz y su papel de
complicidad en el asesinato de Eisner.
En
una ocasión, lo expulsó y mandó a su mujer, la rogona... Terminó con lástima
por ella y por sus hijos.
––No
supo la maldad que tienen entre cuero y carne. En las entrañas, supongo.
––Hijo,
hay diferencias entre el que tiene la bendición de Dios y el que roba y no es
feliz con lo hurtado. Esa impulsión de su rapiña, su personalidad, es ya un
castigo. Te leo de algo que escribiera tu padre en días en eras un pequeñín:
12 de marzo de 1960:
«Lo hablé en dos o tres
ocasiones con el viejo Adán Rednitz. Su padre (Iván) había conspirado con
invasiones de morada y suficiente razón fue para que se lo expulsara de la
colonia. No digo que mis papeles valgan, al punto de clasificar como robo lo
que haya sido la intención del invasor. Digo que es inmoral que un Anciano
rebusque escritorios, archivos, cajones de documentos que no son suyos... Y,
por conversaciones que tuve con mi propio padre, una vez regresó de la
resistencia y organizó viajes de cooperación con organizaciones de refugiados
judíos, se han perdido una serie de fotos que él había adquirido. Las fotos las
escondió en mi casa y, con las mismas pensaba que enmendaría un error que
cometió a mediados de 1925. Entre 1920 y 1924, en la celda 70 de la Prisión
Stadelheim, estuvo recluido Anton Von Padua Graf, sentenciado a muerte...
eventualmente, con su sentencia reducida a cinco años, por un juez
anti-socialista y ultraconservador. El Anciano Rednitz, de los menonitas del
Valle de Guadalupe, aparece en fotos tomadas en 1925, visitando a Anton en la
prisión, por lo que la amistad con el asesino convicto parece estrecha. Una vez,
como segunda indiscreción de mi apasionado padre, lo advirtió: «Usted visitaba
en la prisión al asesino de Eisner, ¿verdad?» y, por supuesto, Rednitz lo negó.
«Sucede que las fotos no mienten. Las fotos que yo tengo» y tenía una carta de
alguna parentela de la mujer de Von Padua Graf, o de la esposa de Rednitz, que
también fue de la cepa de los Arco-Zinneberg... Dicho ésto, ya sé lo que
Rednitz y los Arco-Zinneberg temen a tantas millas de Bavaria. Crímenes, o
complicidad con los torturadores, sí, su vínculo con los Nazis».
Una frase de
Mamá Claudia, Pamela la adoptó y me placía al oírsela. «Cuéntamelo todo». Todo
lo que me hiera, lo tendría que decir a mamá. Todo lo que vea y no entienda. A
ella, por confianza, ir para que me absolva. Es una frase, no digo de perdón,
de consuelo. De fe en la bondad innata que he traicionado porque no me sinceré
del todo con mamá. Guardé mis mañas para desobedecerla.
Quien
es afable lo cuenta todo y no teme. Yo no soy tan afable. El ángel de la Sombra
me amarga, me sugiere el mal.
––Tén
una pequeña radio, dile a tu madre, obséquiala. Abba está de moda, escúchalos.
¿Qué necesidad de que tu madre lave a puño todo ese traperío de la familia y de
otras vecinas... cuando basta una carta a los Arhaus, a los Delfzij, y te
compran una lavadora eléctrica, una
nevera tan grande como la de los Rednitz, para que siempre tengas helados en la
casa y no andes sediento? Se necesita ser tan jodido, olvidado de Dios, para
que no hayas probado jamás la Cocacola ni hayas visto cubitos de hielo, excepto
los de las granizadas que caen ocasionalmente sobre los campos?––, ah, pero sé
que es diablo quien me habla así.
––¿Y
me dices cuéntamelo todo?
–Si
te cuento todo lo que el demonio dice, te echas a llorar, me abrazas y lloras y
me quemaría tu angustia...
Me
gustaba que ella me dijeran cómo soy, o cómo voy siendo. Que aplicara sus
categorías de personalidad para marcar la diferencia que me particulariza
frente a seres como Adán Rednitz..
––Te
hace afable para Dios el que eres cortés y cooperativo, más que desprendido y
flexible. Eres cálido más que indulgente y servicial; eres considerado, tierno,
bondadoso, todavía no lo suficientemente compasivo ni justo.
––¿Crees
que soy cariñoso?
––¡Qué
pena, hijo mío, que te sientas solo! ¡Ni siquiera eres abiertamente afectuoso
conmigo! Pero no es culpa tuya. Ni son cosas de genes ni de introversión
dañina... Eres muy jovencito aún para saberlo todo... pero cuéntamelo todo,
hijo mío. Yo te ayudo. Cuéntamelo todo... El cariño lo vamos edificando cada
día. No se da todo de una vez.
*
19. Memorias del Dr.
Güeldres sobre Claudia
Todos los que
quieren un Más Allá
de beneficios,
ajenos a méritos propios,
el mundo de
regalo, son peticionarios
de infiernos
atormentadores.
De «El Libro de anarquistas» [2014].
pág, 122
Dijo Mamá
Claudia (para que yo no sufra ninguna ambivalencia y confusión el día en que
defienda las memorias familiares) que ella e Iván nacieron el uno para el otro.
Son almas que unió la voluntad desde lo más transparente y cardinal del
servicio. Se hallaron en circunstancias difíciles y llegaron juntas de Almelo y
Amsterdam hasta Ensenada. Se enamoraron a primera vista. Se trataron como si se
hubiesen conocido desde remotas edades y eternidades.
Rememoro
la historia antes de que mis padres llegaran a México a mediados del decenio
del '40. Desde muy niña, Mamá estudió pintura y la artesanía de porcelanas
porque a eso se dedicaban sus padres antes de mudarse de Rotterdam a Almelo.
El
padre de Claudia nació en Rotterdam y allá tenía una mansión, residencia
principal, con vista a las riveras del río Nieuwe Maas. Allá él divorció a su
primera mujer y procreó tres hijos que Mamá Claudia no conoció, hasta que
cumplió catorce años, porque la separación del Abuelo Delfzij de su primera
mujer no fue agradable. Esta mujer con la que procreó los primeros tres hijos
fue vanidosa, orientada a los gozos materiales y al derroche. Mujer grosera que
acusaba al marido de ser ahorrativo y mezquino. El no lo era, en rigor, y el
hecho es que le dejó la residencia de lujo, la casi totalidad de lo que ella le
pidió, y aún una casa más pequeña que preparaba como sorpresa para su hija en
los costados del central Erasmusbrug y, en el horizonte, la vista del río,
probaría que no se ataba con cortedad su mano al dar. Y amaba a Rotterdam, su
ciudad natal, y la parte metropolitana más grande de la Boca del Rin {Rijnmond]
en el Sur de Holanda.
El
abuelo materno se enamora platónica y calladamente de las bellas. Le han
gustado las mujeres bellas y elegantes, no por lujuria de la carne. El las
compara con arte. Las identifica con diosas. Ha tratado con ese tipo de mujeres
que pueden comprar porcelanas y arte miniaturista. El ha vivido entre artistas
y joviales burghers, como los que,
con rápidas y vigorosas pincelas capturara Frans Hals e imitaran los artistas
que han pintado para las porcelanas de la Empresa Delfzij.
Nunca
fue tan feliz como cuando conoció a la señorita Arhaus: la pintora. Eran tan
juvenil como brillante, aunque pintaba poco y soñaba mucho. Eran un carnaval de
ideas a las que ninguno hizo caso, hasta que él se interesó. Lo flechó con un
encanto que sólo a él pertenecía. El fue quince años más viejo.
––Para
mí, no hay nada viejo. Hay ganas de vivir, o de morir.
«¿Usted
qué desea?»
Un
día él se dio la oportunidad de quererla y escapó a Almelo, se casó y, de
plano, que necesitaba ese incentivo porque su esposa lo tenía hasta la
coronilla. Quería dejarla más rápido que corriendo.
«Y ya, como lo había
exprimido, pensó que no tenía más».
Firmó
la petición de divorcio a ciegas, con celos sí... pero sin ganas de
reconsiderar que él pudiera quererla por los hijos y esperar un miklagro... y
Claudia Rosa Arhaus, la madre de Mamá, fue mucho más que lo que él deseara. Fue
ayuda idónea y no derroche y, sobre todo, alguien con quien pudo continuar una
vida sexual y romántica. Con Claudia Rosa Arhaus de Delfzij, reobtuvo una vida
íntima llena de amor, respeto, transfiguración, ternura y sexualidad
compensada, y como fue posible nacieron las dos hijas y el varón que crió en
Almelo y se trajo al Valle de Ensenada, con la mediación de Güeldres.
Al
abuelo paterno lo bautizaron el Cosaco,
porque era muy barbado, con el don de lenguas, la oratoria persuasiva y, claro
está, debido a que hablaba el ruso, el alemán, el francés, el inglés, como si
hubiese nacido mamándolos de cuna. El refinamiento artístico y la sensualidad
refinada, facilitó el despertar de la habilidad de comunicación intuitiva con
los mundos angelicales...
Mamá
Claudia nació en 1925, cinco años menor que Iván Güeldres y tenía esa genética
espiritual de los Arhaus, la de su madre Claudia Rosa. Y tenía el talento para
la pintura.
El
abuelo Delfzij nunca descuidó dar su cariño a los primeros hijos que dejara en
Rotterdam; pero les enteró de que se había casado por segunda vez. No fue esto
una razón de alegría para su primera mujer que terminó avejentándose por los
corajes y haciéndose tan amargada como para no disfrutar de todo lo que Delfzij
le dejara. Que era prácticamente todo lo que él tuvo en Rotterdam, lo que
heredara de su parentela tradicionalmente porcelanera. Y como castigo de sus
vanidades, fueron sus hijos, mismos que culparon a su padre rico, por pedir
mesura a su mujer en el uso del dinero, quienes hallaron que, con el bombardeo
del 1940, rehacer la vida, sin capital y sin patrimonio, sería doloroso.
12 de mayo de 1964
A solicitud de Claudia
Rosa Arhaus y casi 20 años de nuevas riquezas, hechas e incentivadas en el
curso del segundo matrimonio, con ella, a los hijos que él dejara en Holanda,
cede propiedades. «Nos quedamos con lo necesario para viajar a América y
comprar un terrenito que, tras la guerra, se compraba con irrisorias
cantidades. En Holanda, la etapa de reconstrucción sería mucho más cara... Te
recuerdo, hijo mío. Que yo no traje fortuna. Sólo la experiencia de la guerra,
mi título profesional y mi deseo de trabajar, aunque me escondiera en los
montes para hacerlo, para olvidar la guerra. La riqueza mayor que traje fue el
vientre de tu madre (Claudita) y la devoción al mutuo amor, a la alegría
creadora de los dos... Puede que te digan que el Molokano Güeldres fue rico y
fue mi mejor apoyo. Por gratitud a él, admito que es cierto; pero, de Amsterdam
a México, no pudo con carga que tuvo. La guerra es cruel y empobrece. Hemos
tratado de vivir de nuestro trabajo.
Ambos, hijo mío. Lo más
hermoso de esta comunidad y el apoyo que nos brindan los rusos es cada cual
trabaja que según su habilidad y se nos garantiza alimento y servicio médico.
Claudia Arhaus de
Delfzij conocía bien el negocio de las porcelanas, y le dijo a su marido que
tenía nuevas ideas de arte contemporáneo, alusivas a la vida holandesa, con que
se ilustrarían sus porcelanas. Y, de pronto Thomas de Keyser y Bartholomeus van
der Helst, retratistas, se unieron con Claudia Rosa para los negocios en Almelo
y funcionarios y personajes corporativos con mucho dinero requerían las
porcelanas de Delfzij; — ya, con los años, no se supo si preferir las escenas
campesinas, típicamente holandesas, antes pintadas por Adriaen van Ostade, que
las vanidosas solicitudes de los funcionarios y millonarios de Amsterdam y
Rotterdam.
En 1940, Claudia «la
Muñeca de Porcelana», la hija primogénita en el nuevo matrimonio de Delfzij,
cumplió quince años y habiendo muerto la primera esposa de su padre, la
llevaron a Rotterdam para que estudiara en la Willem de Kooning Academie, esto
es, la Academia de Bellas Artes en Blaak 10, y si bien los estudios de arte le
encantaban, desde dos años antes la hacían alternar su vida en Almelo con
clases de verano en la Academia. A los 15 años, cuando se le admitió con
propiedad, sin que entendiera por qué lo hizo, ella abandonó la Ciudad. Hizo la
travesía sola desde Rotterdam a Almelo. Dijo que fue la nostalgia lo que la
motivó a dejar la Academia. No hizo más que llegar a Almelo, después de varios
días de viaje, cuando el 14 de mayo, un ataque de la aviación alemana desangró
el corazón de la ciudad. Fue bombardeada sin piedad por los Nazis.
Si la adolescente se
hubiese quedado, tal vez habría sido una de las 800 víctimas alcanzadas por las
bombas. La hermosa casa de Delfzij y la planta de artesanos y su almacén de
invaluable porcelanería, ubicada en lo que hoy son los edificios de Mittal
Steel Company N.V., subsidiaria de Arceklor Mittal, de Luxembourg, quedaron
parcialmente destrozados. La casa resistió más.
Los hijos de Delfzij,
por primera vez, dijeron: «Somos pobres» y, en Rotterdam, de un día para otro,
y por meses y años, 80,000 personas estaban desamparados, buscando un parque,
jardín o rinconcillo entre los diques de Schielands Hoge Zeedijk para
guarecerse.
14 de mayo de 1962
«Me ha preguntado mi
amada Claudia si recuerdo, o reparo, en la fecha que es hoy. Es el aniversario
del Bombardeo alemán sobre Rotterdam. Es la fecha que a mi padre y a mí nos
hizo faltar al juramento que hicimos: ser pacifistas y luchar por comunidades
utópicas, al amparo de la Luz de Dios. La invasión alemana inspiró una feroz
resistancia en toda Holanda. El ejército holandés capituló se reportó lo
acaecido en Rotterdam y la amenaza de bombardeo a otras ciudades por la
Luftwaffe alemana... Sí, desde la cocina, Claudia recuerda cómo salvó su vida,
huyendo con una premonición de una ciudad que quedaría sin corazón, «Stad zonder hart».
Dejo en Das Notizbuch
unas palabras para nuestro pequeño que duerme con la inocencia de sus dos
añitos... Quiero que un día sepa que él es parte del milagro de que nos hayamos
salvado de la Segunda Guerra... Para ese tiempo, entre 1940 y 1944, yo hacía
estudios de Medicina en la Academish Medisch Centrum de la Universiteit van
Amsterdam... Ví a los jóvenes, aún a prometedores y brillantes profesores,
tomar las armas y unirse a la resistencia clandestina... Yo ví que lo hizo mi
padre, que en era un profesor de Leyes y Filosofía, en la misma facultad.
Ciertamente, me
sorprendió cuando llegué a su casa y lo encontré, limpiando un fusil del que
pensaba no separarse, hasta que la tierra húmeda y lodosa de Holanda no sea
rescatada de las alimañas...
«¿Papá que haces con
ese arma?»
Arriesgaría su vida
quien admitió la doctrina de Meno y ayudó a organizarse a los molokacanes en
Guadalupe y otros menonitas en Chihuahua... «No te preocupes». Lo que haces no
estás bien, le dije. ¿Has perdido el juicio?
«Mir geht es ausgezeichnet!»... porque en México se le espera y
dijo que aquel año de 1940 sería el último que regalaría al mundo, a la
historia profana, antes que de una vez y por todas vistiera el pantalón vaquero
de mezclilla y sus botas de labrador...
Hoy es un día de
milagros, Claudia, grito. Escúchame. Mi padre y yo regresamos y en medio, de
bombardeos y escaramuzas, él sobrevivió. Y nosotros y tu padre, que me entregó
tu mano, para que te buscara el camino con los menonitas. El sendero nos ha
salvado y, en medio de las balas y el miedo, los que nos quedamos en la
universidad, nos lanzamos a las calles, a la atención de los heridos... y en
las noches a leer los libros, a tomar exámenes, a responder a la Academia en
estado de emergencia... y recuerdo que llegaste, con dieciseis o diecisiete
años, a Amsterdam con tus padres, a buscar un edificio, en funciones desde
1880, que instituyó en tal hecha la Vrije
Universiteit de Amsterdam...
Claudia, tu madre, se
matriculaba en la universidad libre de los protestantes en el programa de
Enfermería...
¡Qué flexible son las
mujeres angelicales!
Me han hablado bastante
sobre ellas y ya conocí la que anhelara, como el porcelenero halló la suya, tu
madre, Claudita.... ellas, las mujeres angelicales, dominan la fuerza cósmica del
Tripura Sundari y nacen ya con el despertar de la comunicación intuitiva con
esos mundos del servicio y el consuelo... Amplificada la pureza de sus cuerpos
y sus mentes, ellas tienen las habilidades de curar a través del magnetismo,
con la mirada o la imposición de manos... Curan renunciando al egoísmo y la
violencia...
Vi a tu madre, hijo
mío, en Amsterdam, y no he visto una enfermera más hermosa, dedicada... y el
mismo día que la vi, atendiedo enfermos y heridos de guerra, le dije: «¿No te
gustaría ir a la Nueva Sión de la mano conmigo?»
Su respuesta fue sí,
pequeño Simón...»
*
=
20. Pamela Arnol, mi
madre y yo
Su casta desnudez iluminaba,
su labio
sonreía, su aliento perfumaba
y el mirar de
sus ojos encendía
una inefable
luz que se mezclaba
del arbor al
crepúsculo indeciso...
Eva era el
alma en flor del paraíso.
De «Eva», Manuel María Flores (1840-1885),
poeta
mexicano
No me culpes,
Pamela. El día que te ví y no pude contenerme y decirte: «Hoy me enamoraste»,
noches antes conversé con mamá y la inmensidad pictórica, estética, con que
observa a la gente. Ella me habló sobre los Arnol, tu bella familia. Los
evocaba como la artista que es y con las manías que tiene.
Dijo
que tus hermanas les recuerdan los rostros que pintaba Johannes Vermeer. Sabía
su referencia a «La Niña con pendiente de
perla». Así son ellas en la vida real, como esas niñas de los retratos de
Vermeer. Mas para aludirte, para describir con ese amor que mamá desde los
lienzos evoca, buscaba en su mente, en su experiencia estudiosa que data de sus
años en Rotterdam, cuando ella misma era adolescente, un artista especial y
recordó a una pintora de Varsovia. Son a sus rostros los que tú perteneces.
Tamara
de Lempicka pintó un cuadro [ Niña con Osito] que recuerda el estilo con que
ella pinta. Es el cuadro de Lempicka el que mejor capta muchos momentos
espirituales que pienso que has vivido, porque, ¿recuerdas? ... Mamá Claudia
cosió con telas una muñeca de trapo que tú amaste mucho. La aferrabas a ti como
la niña que Lempicka pintara, con el Teddy Bear en los brazos. Ella cita muchos
rostros de Tamara, títulos de cuadros donde hay algo tuyo; pero, no me culpes.
Es manía de mamá y su privilegiada memoria.
Cierto
es que un día que visité tu casa fue como uno de los días más íntimos de mi
erotismo adolescente. Ese día pensé en tu desnudez y tendría la sensibilidad, o
el erotismo estético, que tan distintivo es en mamá. Que todo lo observa
hermosamente orientador. Lee señales en las formas, descubre mensajes en libros
acumulados de arte, que le envía su hermana mayor que vivió entre nosotros y se
regresó, porque Chichihuatl la deprime. Ella dice que, a la mente hermosa, todo
se revela. Todo.
Ahora
recuerdo que Doña Susana Arnol, tu mamá, nos invitó aquel domingo a probar sus pancakes,
con sirup de maple y que, en el camino que va a la cocina, te hallé aún no
vestida del todo. No tenías las faldas habituales que te llegan a los tobillos,
ni tus zapatos de cordón. Te ví descalza con una regadora de latón. Ahora sé
que duermes con la muñeca de trapo que te hizo mamá Claudia. Que tienes un
ropón blanco que tiene vuelos en sus mangas cortas y que no se extiende más
abajo de la mitad de tus muslos.
Desde
esa mañana, tus muslos de pubertaria se me han grabado en la memoria. Tus piernas,
Pamela. No me culpes. Me pregunto si es saludable que yo sienta... «lascivia, cochina lascivia», porque
como tal lo describe el subjefe de los predicadores, Adam Rednitz, Sr.
Creo
que ese día ví cuán abundante es tu pelo rizado, cuán lindos son tus brazos,
cuán lozana eres en tus extremidades. Sin embargo, a los doce años de edad,
eres misterio para mis ojos. No creo que se abunden otros momentos, por ahora,
en que te pueda mirar como la niña de Tamara de Lempicka que con su manos
izquierda sostiene al Teddy Bear y con la derecha la agarradera de una regadera
de latón verduzco, yendo hacia donde tenga un rosal.
Este
diciembre, de 1972, cuando te sientes a la mesa, no sé si mi rubor me delate.
Sin que nadie me hubiese visto, yo sí te ví salida del cuadro de Tamara y, si
bien conozco tu carita, tus ojos azules, tu boca pequeña de muñeca, ahora
conozco un poco más... ahora te observo diferente. Eres más linda. Quizás en lo
que mi mamá no repara cuando habla de rostros femeninos, como la figura
existiera menos en los cuadros, hoy te ví de cuerpo entero.
No
sé, si en las fascinaciones de Mamá con la pintura, la Mille del Teddy Bear
será la misma Jovencita con Vestido Verde
que Tamara pintara en 1930. Es tan hermosa. Ya está su pelo, igualmente
amarillo, desoculto de la cofia, y su cuerpo se viste de sus formas
espléndidas. Con la mano, dobla el ala del sombrero blanco. Evita que el sol la
golpée, o la ciegue, para que sus ojos permanezcan abiertos.
En
ocasiones te he visto ese gesto, Pamela. Sólo que no vistes con un traje verde
tan ceñido. Tus senos aunque túrgidos, son pequeños. ¡Qué sensualmente
encantadora te imagino, si fuera cierto, que Tamara de Lempicka te ha pintado
para mí y la única pista que me da es Mille, vestida de blanco, y yo el Teddy Bear que le prometo desde mi
corazón! Si yo pudiera pintarte, lo haría... pero me temo que no tengo talento
para nada. Mis versos no te hacen justicia, amada mía.
Quisiera
decirte que, por lo visto del trasunto de tu desnudez, estoy tan feliz como si
me obsequiaras tu fotografía. ¡Ah, pero no se nos permite este tipo de regalos
mundanos! Ni siquiera que grabe tu voz en una cassettera. Ni que tenga una
canción que conozca y que hable de amor y que se pueda oír un Gran Te Quiero de
mis labios.
––¿Qué
puedo tener yo, qué regalarte?
Imagino
que este aislamiento es más intenso para Mamá Claudia porque la mitad de su
vida, por lo menos, la vivió en ciudades que ella menciona como «hermosas, pero
a veces tristes». Mamá Claudia dice que Chichihuatl es como un pedacito, reconstruido
con recuerdos, de Almelo o las casas de Groninga, Frisia y, ¿por qué no?
Amsterdam... pero, hay un vendaval silencioso de cronopios en el Valle de
Guadalupe y sólo con la imaginación se podrá recobrar la viveza, o la
intensidad de la belleza que hay aquí y es que, a base de muchas renuncias al
mundo, nos encerramos... negamos lo que en verdad queremos y queremos sólo la
sombra de lo que se está prohibiendo. «¿Dónde está la luz en este Valle?»
Mamá,
quien se afije muy pocas veces y se expresa con lágrimas, refleja una tristeza
que está en los cuadros que evoca. Ella dice que la fotografía que más ama se
hizo en el Renacimiento. Dice que Da Vinci la pintó cuando hizo su «Dama del Armiño» y que ya, que no
recuerdo a mi abuela, Claudia Rosa, consulte la belleza de «La Joven» que
pintara Sandro Boticelli. Se trata de un perfil de mujer con ojos verdes. Viste
una blusa roja, como no verás que ninguna mujer en el Valle de Guadalupe
utilice, porque «hemos olvidado la
alegría de los colores». Un día, si tengo tiempo, saco los libros que mamá
esconde del alcance de los Rednitz. Los mete en baúles. Le mete llave. Son su
riqueza privada, una parte sagrada de su vida. «No todo hay que decirlo», me ha
dicho a veces.
Claudia
Rosa cuidaba sus largas trenzas, se hacía un moño con su cabello abundante y
rubio. En la coronilla, se ponía una diadema con cuatro grandes perlas.
––Hemos
cambiado las perlas por rastrillos que necesitamos para arar la tierra, por
utensilios que en la cocina se requieren, por tarros para vaciar la leche del
ordeño; pero, ¿sabes, Simón? Las mujeres del Valle siguen muy bellas, como
Pamela y sus hermanas que parecen sacadas de los retratos de Vermeer.
––¿Tienes
muchos recuerdos de tu vida en Almelo?
––Los
más felices–, me dijo.
––Como
tus libros de arte.
––Sí.
Antes de que nacieras, yo pintaba bastante. Y miraba esos libros, ya no, porque
me lo sé de memoria.