Saturday, May 31, 2014

DE EL DIARIO DE SIMON GUELDRES, 6-10

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6. La gente de la Otra Orilla

 
... fue llamado el punto denso, hielo sin conexiones,
ladrillo seco, sin ángulo, cabezota cuadrada,
geometría del rasero, en fin, ietzer herá,
en el palacio cerrado de tu cuerpo.
Como una muralla, me guardaste de él,
como un jardín cercado, dejaste
que cultivara en inocencia mis sentidos.
De «Teth, mi serpiente» [2013],
ps. 259-60 



               Se fue en momentos en que un rumor crecía sobre el asedio de la gente de la Otra Orilla.

            En la cultura de la guerra, hay maneras distintas de destruir a los niños de la paz y evitar los quehaceres que realizan. Cuando éstos no tienen la etiqueta de cristianos ortodoxos, más bien, herejéticos, cualquier pretexto sirve para obstruirlos y, en su persecución, no sólo colabora el Estado. Los católicos son los primeros que dijeron: ––Se está permitiendo una izquierda roja y anarco rusa en México.

            Cualquier gente se presta para convertirse en la piedra de tropiezo. Cuando son cristianos verdaderos, principalmente es obra del Estado que sean suprimidos y la misma Iglesia tradicional e institucionalizada, como aliada del Estado, participa. ––Los Niños de la Paz tienen enemigos, en la práctica, entre todas las capas de la población pagana. Y por esa razón, con los paganos, la gente del Otro Lado, nuestras relaciones deben ser cautelosas––, advirtió el molokano Güeldres.

            ––No debemos participar de la guerra porque sigue unas secuencias antihumanas. La guerra corrompe la verdadera raíz de la paz, que es una contemplación de armonía entre amigos y hermanos, cualquiera sea lo que es mejor. Incomprendida la naturaleza de la paz, se cree que de alguna violencia puede surgir la abundancia; pero no es justo ni traeré perdurable alegría o paz al despojar al vencido para tener su riqueza. La abundancia robada de otro trae el ocio, muestra que se vale no trabajar en la tierra, si puedo ir a arrebatar frutos de la viña ajena. La guerra trae vicio; baja la estima y el nivel de bondad del hombre. Por es la guerra la Madre de todos los vicios y pecados. Peor aún, se desata por motivos triviales y se justifica por tales motivos.

            La maldad viene con ropajes temibles y los sicarios se disfrazan para actividades diversas que, en esencia, son guerras: los aparatos represores del Estado, las mafias, las pandillas, los ejércitos, la delincuencia solitaria, o el delito organizado; pero a veces, la forma más común, viciosa y pagana, es la dulce perversidad de la indiferencia, el chisme, la diversión, el hedonismo del ego, las masturbaciones mentales, la ausencia de solidaridad, la cómoda vida privada y fascinaciones del individualismo, o la misma fe y erotismo mal canalizado––, añadía.

            Para explicar lo que llamaba el Otro Lado y, debido a que observó que los Ancianos Bávaros a instrucciones de los Rednitz, se rehusaban a darle el acceso que correspondía a la Admistración del Gobierno de la  Colonia, amparándose en su prolongada ausencia, dijo que si bien los molokanos cultivaban viñedos, ––hoy lo que se observa en el Valle es la Vieja Jerusalén de la Bacanalia–– y las tierras de ordeño se habían convertido en viñedos, como si Chichihuatl también fuese una sucursal de la familia Domecq. La prosperidad se ha cambiado por el progreso, en un vulgar sentido de capitalismo y materialismo. La guerra bajita del robo y la ambición venció por estos rumbos y los rusos no resistieron un cuarto de hora más que el adversario de la guerra que los sustituye. Acaso no sabían que la tenacidad vence sobre las delicadas razones y sobre los persuasivos disfraces, «aún sobre la Ciencia», me dijo alguna, si es el adversario quien nos  reduce al silencio, a la complicidad. Un arma de sutileza es atacar con el aburrimiento. O repetir normas que no despiertan el alma. Tenemos que vivir con una Intifada dentro, con una madrugada incitadora de que la meta no es la Abundancia para darnos al ocio, el vicio y el banquete...

            Y preguntó:  ––¿Dónde están los rusos, aquellos cuyos ancestros estaban en Tambov, aquellos que Porfirio Díaz, consideró en su Ley de Inmigración de 1883 y de Colonización de 1905, como colonos progresistas?


*

               7. Adán Rednitz y los Kumes

 

... pero un día, ya desnudos, enviaste
el orden sucesivo de los tiempos,
el orgullo de poder en la pirámide,
el camello que cruza los desiertos,
los mundos movidos por torsiones,
réplicas de amos, Roboam que permite
bajo la nube de gloria
a los idólatras y los que huyen
del trabajo, remolones...
 De «Teth, mi serpiente» [2014],
pág. 262 

 

            En los desiertos montañosos de Baja California, a treinta millas del Este de Ensenada, hay una ranchería de indígenas Kumeyaay. Viven en lugares tan remotos como La Huerta, en relación con el rancho de los indios Aldama que se relacionan a trueque por productos de las granjas de los menonitas. Los Kumes envían a sus más jóvenes individuos a las tierras que cultivan que cultivan los Rednitz. Estos han preferido la compra-ventas de cabras con los Kumes, porque con trueque se entretiene el alemán con ventaja y el indio es conforme y trabaja muy duro, repara las cabrerías y cercados del hijo del Bávaro.

            Con el español que aprendieron los Aldama y Kumeyaay, se entienden suficientemente para hacer negocios. A los indios, socarrones y curiosos, la villa rusa, la sucesiva villa holandesa y, recientemente, la acentuada predominancia de las casas alemanas, les llamó la atención desde principios de siglo.

            Con la adquisición de la Granja de los Güeldres, los Rednitz se han acercado a la granja de los Arnol, una de las familias menonitas más antiguas del Valle de Guadalupe. A la tercera generación, se le codicia porque Gustavo Arnol, nacido en la granja, tiene diez hijas hermosas y la más bella es Pamela. Sus hijas han ido casándose; pero las cinco más pequeñas están solteras y, a más viejo don Gustavo más hermoso legado de hembras procreaba en su esposa, tanto que se dudaba quién sería el padre de algunas de ellas.

            La señora prepara la sabrosa discada, carne preparada con cebolla, pimientos, tocino y salchicha guisada en un disco para arar, que aprendió cuando vivió en Chihuahua. Aprendió a preparar salsa, a la mexicana y comprar a trueque las tortillas de harina. Con la venta de galletas, con jalea de manzanas amarillas y textiles típicos, hay quien dice que los Arlon están entre los menonitas más ricos y laboriosos del Valle.

            El padre de Gustavo fue un gran minero en su natal Bélgica. Fue quien construyó los primeros pozos que mediante molinos de viento extraen el agua del subsuelo. A los Kumes le impresionó la tecnología que vieron de su tierra y hasta los jefes de las rancherías remotas, se pusieron en vigilia y en orden para saber de la Familia Arnol. Y todavía, don Gustavo, cuando ya el inventor fue enterrado, comparte lo que sabe. Dice que el Viento, no los molinos, son los amigos del hombre y de la tierra seca. El ha organizado su lechería y siente que el trabajo, sol a sol, lo ha bendito y lo hizo fuerte.

            Aunque trabajan para Rednitz, por temporadas, los Kumeyaay [a los que simplemente, mencionan como «Kumes»], los jóvenes indígenas manifiestan su curiosidad por los molinos de viento. Por generaciones, han preguntado por el Molinero Arnol. Los indios le creen un Shamán que trabajaría con el Espíritu del Viento y el Agua y, ciertamente, le profesan respeto.

            Adán, Jr. se siente un jefazo, cuando su padre lo hace responsable de la conducta de los Kumes y ante ellos los inviste de gran autoridad. ––Lo que mi hijo diga vale como si fuera palabra mía. Hijo mío es jefe–– y los Kumes y los Aldama entienden. Sin embargo, para Adán, Jr., hay una frustración. Los indios conversan con admiración a Gustavo Arnol.  El Molinero les brinda hospitalidad y los sienta a la mesa con sus propias hijas. Ninguno de los dizque brutos y salvajes le faltaría el respeto a ninguna de ella.  Son hermanitas, como en la carne y ángeles celestiales como en el espíritu, die schönsten Schwestern, himmlischen Engel.

            Antes, cuando Adán, Jr. no había nacido, hablaban con admiración del Dr. Iván Güeldres, que llegó a viajar a sus rancherías, como invitado de honor o en emergencias para dar servicios. No hay una reciprocidad que él entienda. Hoy por hoy, siendo su padre quien les da empleo temporario y les adquiere sus cabras, le tratan con indiferencia, si se compara con el entusiasmo que les inspira el Molinero Arnol, los Güeldres y el mismo «Niño Simón».

            Adán se figura que puede que los malandros del subdesarrollo, indios malagradecidos, de lo más que se admiran es de las mujeres de la aldea que, de por sí, siendo mexicanas por ley, las menonitas siguen vistiendo al estilo de la Pennsylvania Dutch. Acaba de leer un artículo en la revista «Tú» sobre los que dicen los Gringos sobre las niñas menonitas de México. Han evaluado, con peculiares juicios, que son las inmigrantes más hermosas del Hemisferio.

            Esto ha bastado para que su ego de (EMO)tivo punk se ofenda. Es otro mentís contra los criterios que sustenta su padre Adán Rednitz, Jr. que, a los 60 años, se ha llenado de arrugas. Todo el dolor y la mala voluntad que trajera el Bávaro lo ha introyectado en sí.

            Adán Rednitz, padre, ha contado en secreto a sus hijos lo que únicamente los Ancianos y la Junta de Hermanos, que ya se echa de menos en la Iglesia y en las Granjas, supo. Fue información que se manejó en su tiempo; pero que el Molinero Arnol no volvió a mencionar. Cuando vino a México en 1918, de seguro, se creyó que sería por causa de la primera Guerra Mundial. Mas, en realidad, él fue uno de los participantes sobrevivientes de la Huelga de Mineros de junio de 1917. La misma fue suprimida, con terror y violencia por un soldado alemán, el Mayor General Richard Karl von Tessmar.

            Durante la Primera Guerra Mundial, las fuerzas alemanas ocuparon a Luxembourg en 1914, pero, «el buen hombre no fue como esos Güeldres, vengativos, acuciosos, que son agentes sionistas, anti nazis; corderos pacifistas en apariencia; pero lobos voraces por dentro». Rednitz los ha acusado de presunto hostigamento. En una escena menos trascendente que la política. ninguna de la niñas de Gustavo, «el mejor de los vecinos y hermanos de los Discípulos de Menno», permitiría que un Rednitz con su legión de hijas. Y esto es tarea muy difícil porque es Gustavo y su esposa, Susana, quienes desean  casarlas bien. El candidato es cualquier varón que salga de la cepa de los Güeldres. De la mayor a la menor, cualquiera aunque La Consentida Pamela, la han separado para el Hermanito Simón. Ella lo dijo:  ––A él es a quien quiero––. Por de pronto, porque es el niño más hermoso de cuantos se han visto en los predios.

            ––Si de la belleza no se come. Parece una mujercita, con overol y tirantes.

            ––De una hermosa inteligencia, si se come. ¡Uy, qué envidia le tienes!––. Recrimina Pamela al Bobo Rednitz. ––Eres bruto como no hay dos.

            ––… pero también soy guapo.

            ––No, bravucón. Eres más bruto que atractivo. Y punto.

            No obstante, ambos saben muy poco sobre lo que ha pasado en la historia de la villa y trasciende estas frivolidades y persobalidades.

            ––¡Antes que se emparente con Gustavo Arnol y reciba por herencia lo que no se ha quitado ya de los Güeldres, en particular, los viñedos de Chichihuatl ––, dice un jefe perverso–– es preferible hasta matarlo! ¡Y que Dios nos perdone!

            ––¡Papá!–, se asusta el hijo al oírlo.

            ––¡Oye, hijo, atiende al poder verdadero, a cuando tu padre trabaja y lo que entre manos se trae para darte bienestar y buen gobierno! … porque si eres bastante inútil para ser mi heredero. No sacaste nada bueno de mi genética.  Eres más insignificante que un judío de exterminio.

            Desde el 23 de septiembre de 1965, cuando murió a la 85 años de edad el 'Príncipe Molokano de Dios', como lo describiera Paul Fataivich y su nieto Gabriel Kachiriski Kotoff, el odio y la codicia han crecido juntos en la familia. Adán Rednitz, el más odioso de todos, más que sus abuelos y su mismo padre que envidiaron al primero de quienes se llamó Creador de Paz / Patriarca de los Niños de Paz / en Europa. Claro está, la envidia viene por el aspecto de la riqueza manejada. Allá, en la Europa blanca se lo trató con mayor veneración que la que se le dio en Chichihuatl, donde se había olvidado que, desde sus días de estudiante en San Peterburgo, ni mencheviques ni bolcheviques, ni ortodoxos ni heterodoxos rusos, olvidaron su paso por Moscú y Rusia. Ni su paso por muchas partes de Europa, ni su paso por Canadá y México. El fue un hombre de mundo y un Niño de la Paz, con toda la autoridad con que nacen los organizadores natos, o los hombres de charisma que impresionaban a Max Weber.

            ––¡Sí, sí, no seas pendejo! Hablo de matarlos. Son gente estudiada y lista, mucho más que nosotros y ese mashiaj bellaco de Simón se va a quedar con todo!–.

            ––¡Pero de ahí a que haya que matarlo, padre!–.

            ––¡Se comerá a Pamela, la nena que quieres para ti! Bah, que todos queremos para ti, pendejo–. Sin duda, el padre estaba encabritado. 

 *


                        8. Un colono muy querido y su hija


               Cuando el Molinero Arnol vivía fue el más íntimo amigo y querido hermano que tuvo el Dr. Güeldres y mi abuelo. Por haber vivido la guerra, Aarlen / o la municipalidad de la familia Arlon, fue una de las primeras víctimas de la Invasión Alemana de 1914. Ese año ejecutaron más de un centenar de habitantes, a solicitud del Coronel Richard Karl von Tessmar. Y durante la segunda Guerra Mundial, la tierra de la Familia Arnol estuvo entre las primeras invadidas otra vez la Alemania nazi.

            No eran menonitas  pero, al conocerlo, el titular del Vorläufer Gründer  se lo trajo a México.

            Don Gustavo es el hombre, maravilloso hombre, que me ha subido a su carreta de latón, tirada por percherones, para que  sienta la alegría de un Domingo durante la Semana Santa. Lo recuerdo con su sombrero de ala ancha, sus pantalones con tiradores y sus  zapatos de labriego. A doña Susana, como a sus hijas mayores, las admiro cuando visten con sus cofias, los vestidos largos y botines negros. También Mamá Claudia no perdió la austeridad de sus costumbres; pero, como era artesana y cosía, sus vestidos fueron sabiamente diseñados por ella misma y la ceñían para que se respetara la hermosura física de su silueta. Sabía que la belleza externa es importante. La mujer bella es alegría y adorno para el hombre. Un hombre enamorado de lo bello no lo sujeta al rigor de una concupiscencia agresiva. Duerme en éxtasis a su lado. Deriva orgasmos cuando apenas la toca.

            Pamela es lista y muy hermosa. Me gusta. La maestra Fredrika de Bülow y Mamá Claudia han conversado que tiene la belleza de las antiguas doncellas de Treveri, más célticas que germánicas. Los holandeses llaman a la provincia belga de Luxembourg la Antigua Aarlen.  Y, me acostumbré a ver la belleza de Pamela, y bendecirla y escuché de sus labios, las confesiones de la mutua atracción.

            Le enseñe a decir en español que la amo y que me quiero casar con ella. Por lo menos, sería como una clave, para tener algo tan privado que no lo entienda si no ella y yo.

            ––Este es nuestro secreto.

            ––Sí–, dice ella.

            ––Si Dios lo quiere, un día me casaré contigo.

            ––Wen Gott es so will.

            Siempre reía porque se le acaba su limitado vocabulario en español. A todo cuanto salía de mi boca, en español, decía sí.

            ––Eres la muchacha más linda del mundo.

            ––Sí.

            ––Vamos a tener muchos hijos.

            ––Sí.

            ––Van a ser muy feos, pero tú lo querrás

            ––Sí.

            ––Más feos que tú.

            ––Sí.

            Para enamorar a Pamela, en ocasiones, Adán, Jr. se ha hecho acompañar con los más fornidos y adustos Kumes. Se ha presentado por los alrededores de su escuela y se ha despaseado cuando cree que a Pamela, o a sus hermanas, puede hallársele y  vérsele con semejante compañía. Y les presume que se casará con la más linda de cualquiera de las niñas que vea, todas con las caritas rosadas, los ojos azules, como los ángeles que ellos visualizan en las iglesias, o dibujados en estampitas.

            ––Así de hermosas son las belgas.

            Y los Kumas no entienden lo que él dice, porque Bélgica, belga, Holanda o holandesas, son referencias sin sentido. Lugares o gentes que no existen en su vocabulario.

            ––El Niño Simón, hermosa verga, para ellas.

            ––Valió madre platicarles.

            ––Niño Simón chuqui, chuquis.

            ––Mögen Sie es?

            ––Verga––, ríen los Kumes totalmente desorientados.

            ––Ich bin enttäuscht.

            La presunción fue incómoda. Ahora sabía que los Kumes le perdieron el respeto y se dedicaron a enseñarles el peor y más agresivo lenguaje que sabían. Fue a mostrarles el paraíso y se han reído de él. No puede asimilar la ironía, o que ha salido mal.

            ––Verga para ti, pitero de mierda–, y se iban riendo por el camino.

            Y aunque supo que no entendieron la diferencia de una belga y una verga... no se sentía capaz de instruirles, o rebajarse a explicarlo.

            ––Valió queso–, dijo, ––verga me vale todos ustedes, indios ignorantes.

            Les imitaba las risas.

            ––Verga, verga, me valen queso... ja ja ja.

            Hay que ser infeliz para que hasta los indios se mofen de él.


*

                        9.  El Großvater y su hijo

               La cultura no nos protege de nada. Los nazis son la prueba. Puedes sentir una admiración profunda por Beethoven o Mozart y leer el Fausto de Goethe, y ser una mierda de ser humano. No hay conexión entre la cultura con C mayúscula y tus opciones políticas o éticas (…) Nuestra sociedad se desliza por la memoria que le queda de haber formado parte de los buenos. Vive de los restos. (…) Yo no creo en la esperanza. No tengo esperanza en nada. Si nos fijamos en el mundo, todo es un horror. Ser una persona decente se pone difícil. En Occidente creíamos que habíamos encontrado un equilibrio, pero para el resto de la humanidad, la vida es una pesadilla:  Jonathan Littell

               Los Güeldres hemos caímos en desgracia. Soy la segunda o tercera apostasía entre misioneros que han deseado vivir en Dios. Es por la carne que caemos, o por devoción al conocimiento. Quedé huérfano de padre, casi a la edad de 6 años, sin nadie que me dijera qué pasó con él, si los mafiosos de Sinaloa y Tijuana lo mataron, o si sencillamente él abandonó a mi madre remordido por su desvergüenza. Mamá dijo que jamás regresó.

            Un corrido alega que lo fulminaron con veintenas de tiros.

            Una fuerza mayor, desconocida hasta entonces por mi espíritu, se desató contra mí por causa de esa muerte. No fue otra cosa que la realidad que existe fuera del espíritu; una realidad más impía y feroz que todo sentimiento que yo tenga guardado como contenido de mi alma. Este fue el choque de los mundos, la esfera menonita tan privada y la esfera de los perversos...


               Marzo 5, 1975: Este es el recuerdo que tengo de mi padre, el Dr. Güeldres, nacido en Amsterdam, Holanda: de manos fuertes, gran estatura; él mismo construyó la casa que vivíamos; todas las alacenas, taburetes para su consultorio, libreros, mesas y sillas, él las talló; con esa manos que trajeron al mundo a tantos bebitos, incluyéndome; él miraba con gran ternura, lo sé por sus fotografías, donde me sonríe. Supe que esos mismos ojos suyos vieron tantos partos; de las mujeres hermosas de los alemanes, de las pocas holandesas de la Antigua Orden Amish que hicieron migas entre hermanos de Chichihuatl y que se mudaron a la colonia en el Valle de Guadalupe... Mi madre fue una de ellas.

               El nunca usaba corbatas; vestía humildemente casi siempre; pero tenía finos trajes, demasiado grandes para mi talla. Cuando sentía frío, yo me envolvía en uno de ellos, uno que me gustaba... y yo me sentí orgulloso, cuando por algún viaje, él se engalanaba e iba al aeropuerto. Se ausentaba pocas veces, pero se ausentaba.

               Me gustaba mirar las fotos en que le rodeaban sus amigos, aún aquellos que terminé odiando por haberlo condenado... Tenía yo el pasatiempo de mirar sus fotos. Por ella supe cuánto me amó y cuánto amó a mi madre. Le dijeron vanidoso y que una cámara fotográfica es un objeto inconveniente, tentación que da el Demonio.

               Mi padre hablaba holandés, alemán, inglés y el extranjerizado español, lleno de los localismos de la frontera. Que aprendiera el caliche tijuanense fue cosa de escándalo. Tenía tantos amigos en la aldea como fuera de ella, y siempre que venían los gringos a Chichihualt, él era llamado como si fuese un alcalde, o conciliador de la Antigua Orden de Jacob Ammann.


            De lo que conozco y recuerdo de la vida con papá, nace mi afición a los libros, a imitarlo. Sé que el abuelo fue como él, barbudo como los jefes en la tradición. Papá si se afeitaba la barba.

            Es notorio que, desde 1966 a 1974, vivíamos en familia muy felizmente, aunque el Abuelo había muerto y tuvo oportunidad de ver mis primeros tres añitos de vida, Recuerdo que Mamá me cargaba en brazos en la iglesia y, me medio dormía, pues escuchaba la letanía de sus prédicas. Nombraba por nombres y apellidos a todos los hermanos. Se creía padre y abuelo de todo ellos, recordaba su procedencia. Me dijeron que su padre fue un Príncipe y que tenía un nombre que parecía marca de vodka.

            Sabía que papá era médico respetado. Atendía los partos en la colonia y le llamaban de otros pueblos. A veces, muy pocas veces predica en los Domingos las cosas liturgia. La idea no son predicaciones tan verborreicas. Se iba a un asunto práctico, lo administrativo, y que sea la gente la que festeje a Dios con cantos Había un espíritu de Paz y Amor, como en tempus de Acuarius y el jipismo. Entonces, decía mi padre que nuestra Iglesia y Comunidad mire hacia el Sol, aplicada en el trabajo, y hacia el Balance por la belleza, que es la armonía de los fines y es la Afrodita Celestial, El dejaba al Abuelo que explicara esas cosas.

            Mamá, con quien pasaba más tiempo, era comunicativa. Ya se había ido su hermana. La amargada. Siempre le escribía, «pendiente de tu niñito».  No me ha visto, pero se le dijo que nació / 1963 / como si pesara a otras almas que le rodean. «Juicioso y vengador como Némesis». Es Librano. Juzgará el balance de los cambios del porvenir. Y mamá, la profetisa solar, tan Leona, pintaba. Me tenía siempre a su lado, instruyendo cosas de la Comunidad desde los tres años y cuando cumplí la edad de 6 años, entré a la Escuela de Bülow, con la Hermana Fredrika. Era la única escuela de modo que ella me ha visto la cara, contínuamente, hasta 1974 durante seis años,

            Me dijo: ––Después de la Hermana Claudita, tu madre, no hay otra persona que te conozca mejor. Que haya visto tus potenciales y que, por tanto, te quiera más.

            A los doce años me dijo ésto. A esa edad comencé a trabajar en el campo, tan dura e intensamente como trabajaría cualquier adulto. Descubrí que, fuera del ambiente controlado de la Escuela de Bülow, mis amigos son pocos. Tuve compañeros. Percibí que soy solitario, tímido, apasionado; pero, así son los cristianos de la villa. Trabajan desde niños para ayudar a sus padres. El trabajo es su ética, su deber y si no hallan diversión en hacerlo, pues, se jodieron... Nunca me sentí mejor que ninguno de ellos. Son ellos los que me han separado de sus vidas, por aquello de que soy hijo de uno los colonos prósperos.

            ––Te ganaste un respeto, niño Güeldres.

            ––¿Pero no se supone que me traten como Hermano?

            ––Desgraciadamente, lo que vale es el poder. El poder define lo que es un hermano.

            ––Eso no es lo que dice la Hermana Fredrika,

            ––Tu maestrita es una ignorante [toda la intención se leyó de su labio, llamarla 'pendeja'].

            ––¡No!–– Rednik, el viejo, me vi correr aterrorizado a casa.

            Esta señal marcó mucho de lo que sería mi vida desde entonces. Era como si a la edad de doce años, en 1974, comenzara a conocer la parte brutal de la vida.

            En los últimos años, tras la muerte o el abandono de mi padre, en 1975, me enamoré de Pamela. Escondido en un establo, yo le escribí unos estúpidos poemas, mis ingenuas cartas, mis ocurrencias ante lo que ya soñaba que fuese mi noviazgo. Hasta ahora, por mi vida, no he realizado cosa más importante. No he desafiado otras incertidumbres y carencias. Sin embargo, con Pamela sentía el llamado a armonizar con algo.

            En el Templo, el sujeto que nos armoniza es Dios; en la práctica, hay que armonizarse con la gente, o con la Naturaleza, mediante el trabajo en la granja. La Familia del Pacto ahora tiene por líder a Rednitz y él dice:  ––El Poder es lo que nos armoniza. No se engañen. La palabra de poder viene del propietario. De quien les da  trabajo para que coman y se disciplinen. Parece materialismo, pero no lo es. Es la justicia. El Toro de Dios de quien a no todos es permisible tomar por los cuernos...

            Era el primer servicio al que asistía y oía su boca, tan vulgarmente autoritaria y materialista, como el día que ofendió a mi maestra. No dije nada. No lo perdono y no pienso volver al Templo y tragar sus sandeces. Y si, me lo demandara, le diré: «El menonita no admite coerción ni toro que quiera fajarlo con violencia. Mejor métase los cuernos del Toro por el culo»

            Comencé, por desgracia, perdiendo la familia desde joven, conociendo que hay hermanos del Pacto a los que  trataré como a familia. Unos porque son impenetrables, esquivos, como borregos asustado, sus almas son como liebres apagadas. Otros porque son una legión de sicarios antifraternos...

            Sí, ahora bien, me gusta la soledad y los animalitos del campo; pero, me han dicho que, sin cultura, no podré defenderme y me va a maltratar hasta quien no tiene un mínimo de la inteligencia natural que tengo... A los hijitos de éstos, en la edad de la inocencia que se tiene en primaria, ya les ví maleados, con miraditas torvas. La Hermana Bolow lo sabía.  «Ayúdame tú con esos niños. Dales de tu inteligencia con cariño. Sé dulce, son niños aún, niños con recelos». Entonces, a la edad de diez, era 'ayudante de maestro' y en el salón había otra alumna con tal categoría. Mi Pamela, mi niña de la Antigua Aarleen.  Vestía un traje de color violeta, no flores, nada, hasta los tobillos. Creo que, por las mangas tan anchas, nunca ví sus brazos. Sus manos que se asomaban blancas como nieve, o medio rosadas. Durante 9 años que asistió a la escuela, antes que yo, observé su sonrisa encantadora y ojos verdi-azules y, si es como me dijo, entró y conoció a la Hermana Bulow en 1966, «a poquito de morir Tu Abuelo, el Fundador».

            Creo que sí tuve varios amigos. Todas sus hermanas y sus primos.

            Eran cantarines los parientes del Molinero. Y me decían hermano porque así lo sentían. Agradecían a los Güeldres, ya fallecidos, el cariño que dieron a su padre. El médico que atendió partos y emergencias en la casa de los Arnol fue mi padre. Mas ahora no hay médico y mamá ya ha tenido que hacer de partera. «Y no hay pago», sino que se dice: «Gracias, Hermana» y mamá se va feliz, porque ha servido a otros.

            Existe el deseo por utensilios que gritan por su necesidad y me siento miserable si no los obtengo.

            Escribo y es una dicha que lo haga. Aprendo, me consuelo.

            Las primeras anotaciones en el diario se relacionan a la niña más bella del mundo. ¡Pamela! y es lo mejor que he tenido, la he disfrutado y hacerlo ha sido como empezar a echar a perderlo valioso.

            Yo quise pedirle perdón, hacerlo ante toda la aldea; pero nunca diría, sin mentir, que me arrepiento… No hallé otra cosa que alegría en quererla. Ella era el paraíso. Un ángel que, con sexo, se manifestó. Se fundó la vida ese día, el germen de mi vida verdadera, y me ví en carne, glorificado en ella. Pamela y yo hicimos el amor. Nos entregamos.

            Las veces que me sorprendieron en la tarea ilusiva de amarla se rieron, se asustaron. Me agredieron con ironías. Es decir, a su juicio, no tenía derecho a soñar con la niña más bella del mundo. Por suerte, en tales ocasiones, nunca robaron un texto que evidenciara el nombre de ella.

            Sin embargo, Pamela recibió algunas de mis declaraciones de amor. Ella sí sabía que yo la aludía. Ella fue esa niña.  Admitía serlo cuando me sonreía en la iglesia y me advertía en la distancia, cómplice de mi ensueño.

            Se necesita de bastante hipocresía para ir por la vida con una sonrisa en los labios, o para ser paciente y escuchar a otros, y estar íntimamente apabullado, insatisfecho, sediento, sabiendo que te acusan por el pasado del que no tuviste control. Papá fue más arriesgado que yo. El fue inquieto, física e intelectualmente. Dejó en casa muchas revistas de ciencia y teología, arte y poesía, enciclopedias y diccionarios y, si se lo permitieron, fue porque era el médico de la colonia.

            De ese legado personal, nunca supe si hubiese interesado que yo leyera, o lo guardara para mí. Me atrajo, a final de cuentas, porque ni teníamos televisión. Ni fui a cinema alguno hasta que fui expulsado de la aldea. En contacto con las lecturas, la dizque levadura y cizaña que trajo la familia Güeldres, una vida interior se forjaría sin darme cuenta.

            Y de algún modo tendría que observarse porque el clan juzgó que soy una fruta sana en apariencia; pero podrida por dentro. Nunca se murieron los recuerdos que tenía de Iván, mi padre y yo, ya ausente de Chichihuatl, me empeñé en preservar lo poco que se me dijo sobre él y comencé el diario, o el memorial de las cosas comunes.

            Siempre he escrito cantidades de tonteras. En la colonia alguien dijo que yo nací para escribir los salmos de mi siglo; pero, con un padre como el que tuve, que se fue a la Avenida Revolución a jugar y darse copas, tendrían que cuidarme con la Ley de Moisés, no con la Ley de la Gracia.

            Alguien habría que localizaba mis escritos. Los pasaría por fuego como si fueran pergaminos proscritos y adulterantes de la Opera omnia theologica de Menno. Un poema que mencionara a Pamela, hija del molinero, desaparecía. Todo lo que fue suyo y mío lo perdí... pero queda uno que otro poema con la culpa de haberla perdido. De la misma manera, todo lo que anoté de mi padre, de saberse, fue sospechoso.

            El recuerdo Papá se quedó conmigo como una de esas memorias que se han de guardar como tesoro, aunque ellos, hostigadores de la colonia, quemaran las fotos suyas, así como desaparecieron mis cartas a Pamela, amenazándoseme de que no la busque. A ella la apartaban de mi cercanía. Desde que cumplió la edad de 13 años, momento en que me enamoré, le dijeron que no me hablara. Que me huyera.

            Fue antes de que me sacaran a empellones de la villa.

            Me dieran varias golpizas en el trayecto y maldijeran a papá por pecador; ¿por qué yo habría de ser distinto?

            Pamela se comprometió con otro. La convencieron de que me aborreciera lo mismo que la aldea hizo, en repudio de papá. Ella no lo hizo cuando fue comprometida a casarse con otro, ella me buscó, y al fin le dijeron que vivía con una tribu de los Kumeyaay y que me dejaba el pelo, como ella, y vestía con su semejanza. Fue los kumes los que organizaron la cita y me hicieron la abalona, no ya de verla otra vez, lejos de la Comunidad Religiosa. La amé. Se entregó a mí y me dio la puñalada; «pero debo casarme porque, si no matan a mi padre o le queman las cosechan».

            Los Rednick manejan sicarios.

            Además no perdonaban que el Dr. Iván Güeldres, mi padre, diera tal ejemplo de fornicación a los aldeanos y a su hijo;  él, a quien todos llamaron el más sabio de los menonitas de Chichihuatl, en el Valle de Guadalupe, quedaría expulso de la aldea e indefenso ante los enemigos que hizo en un momento de debilidad, orgullo y ebriedad.

            Sí. Papá se enfrascó a puñetazos con narcos de Tijuana y venció. Sicarios que son los mismos con que Adán Rednick se involucra. Triste es todo con respecto a mi opadre. Echó una noche abajo toda su linda estampa de hombre pacifista. Fue que le quitó la mujer a un pistolero sinaloense; hasta lo aluden en un corrido.

            Ni aún, viéndole que llegara arrepentido, habría de permanecer en el Cuerpo de los Santos. Ahora, ¿cómo dar cara a mamá?

            Mi abuelo también fue un bohemio. Fue el primero de los misioneros y se dijo que abjuró su fe y se entregó ciegamente al ateísmo por causa del nazismo. El los combatió, hubo nobleza en el acto, pero lo ganó un rencor venenoso. Mi padre, por el deseo de ejercer la medicina, se libró de la milicia. Odiaba a los nazis que bombardearon a Holanda; pero el abuelo fue más duro. ––No te manches tú las manos en sangre––, le dijo.

            Me informaron que el día de mi nacimiento algunos vecinos que él convocó al festejo no sabían si estaba más contento por el hecho de tener al primogénito, que tanto deseara, que por el arresto de Adolfo Eichmann, capturado en el Congo Belga en 1960, y dos años más tarde ejecutado en la horca.
 
*

                                    10. La expulsión

 

Pero buena uva es el hijo puro
que se desviste en la pulpa de su estambre,
que se aferra a la rosa de tu liah...
Más allá de lo aparente se guarda
su semilla, cubierta en lo sagrado
de su desnudez. Desvestida
de la cáscara del mundo, está calata,=
contenida en lo interno de la vasija
y el morral, Ni anda tan sola.
De «Teth, mi serpiente» [2013],
Pág. 166 

 

               El círculo alemán de Adán Rednitz exigiría ¡el poder de la villa!   Es lo que han querido para sí y sus familias.

            Fredrika de Bülow, la única voz compasiva a mi favor, vecina fiel valiente en la aldea, advirtió que no es una en la recua. La comunidad es borregada. Y, siendo yo también distinto, me admira. Sabe que no se me engañará ni con los rezos silenciosos de los bávaros, que son menos honestos que el siseo de una culebra a punto de atacar, ni con abrazos en la esquina. No se me engañará con ademanes reprensivos ni con miradas de refilón. ––De él dependerá si la villa subsiste como algo más que un caserío––, dice Fredrika. Ella preguntó acerca de mi expulsión. No la justifica. Trabajé desde niño los campos, propiedad de mis padres. Que se me echara de la comunidad cuando más necesito del amparo congregacional no fue un acto cristiano.

            Había muerto mi madre cuando se tomó la decisión. Estaban comiéndoles las entrañas a un huérfano y, claro está, mi amada Pamela, se guardaba el secreto. ––Piénsalo de este modo––, me dio Fredrika, mi protectora, ––si ambos callaron su relación y su entrega amorosa, es mejor así, han salvado a la familia, el honor y su ancestro para la villa. Pero hicieron mal, demonios, saliste débil en la carne como tu padre.

            Ella luchó para que se me dejara ir al sepelio de mi madre. Supe que Pamela calló lo nuestro por las preguntas de Susana y otras de sus hermanas:

            ––¿Es cierto que te vas?

            ––No. Al menos que alguien me esté echando, ¿ah? Todavía no.

            ––Se dice desde hace semanas.

            ––... pero, ¿a dónde?

            El rumor había persistido sospechosamente por varios días. Fredrika me alentó a pedir cuentas en la sabriña. Y abrí mi boca en el foro. Cuando uno decide irse de un lugar, debe tener otro por destino. Es cuestión práctica, parte de uno saber acreditarse. Y ver qué tiene que sea propio, ¿lo tengo?

            Fredrika había ayudado a Mamá Claudia, con la administración, desde que cayó enferma. Ella compró el féretro. Ella escribió a mis tías y le dijo: ––Claudia se enterrará en la villa porque así dejó instrucciones, firmada por su puño y letra; así ha sucedido––. El día llegó. Lloré tanto al ver esa gente repartiéndose mis despejos. Tenía coraje cargado de rencor, sentimientos confusos y mucho luto, por causa de mi madre y Pamela. Necesitaba el coraje de defender propiedades y sentía que no las merecía.

            Escucha a quien me decía:

            ––Has un gesto de poder. Te toca. Habla.

            Ese día, con la edad de 16 años, me vestí con ropas blancas en espíritu y fui anciano ante la villa y los invité a enterrar a mi madre, según la costumbre menonita. Fredrika me sonrió y me dijo: ––No hablaste tan fuerte que lo que esperaba; habló tu corazón con sinceridad y con llanto. Ese fue el más grande discurso, pero llévate las notas de tu Abuelo y de tu padre; al menos, teóricamente te enseñarán a defender aquello a lo que materialente tienes derecho. Que Dios te cuide, chiquillo, pero no vuelvas si no vas a hablar. Arruina a esa gente siniestra. Saca la espada cuando vuelvas. Si no, ni te acerques––, me susurró.

               «¿Cómo persona alguna en este pueblo se atreve a tanto? Rumora o asegura, que me voy... ¿Pues a dónde? ¿Cómo anticiparon que me voy si no lo he dicho yo? ... si apenas el cadáver de mi madre espera, aún caliente, frente a ustedes, si alguno hay que quiera ayudar a enterrarlo... yo no puedo solo y nadie se me acerca, excepto la señora Fredrika... y me dijo: 'No te vas, no puedes irte...  hasta que no se me explique: ¿Qué se hará con la casa de mis padres y de qué legajos leeré para obrar como se debe?  ¿Qué se hizo con los bienes de los míos, a quiénes pediré cuentas? Esta villa es una sociedad donde la gente tiene derechos. ¿Cuáles son los derechos mío? 'Puedes irte, pero, hasta la para irte hay un trámite'... A ustedes, a toda la membresía de la Familia del Pacto, les pido: Vamos a enterrar a Mamá Claudia. No me dejen a solas con esto».

            Terminado el sepelio de Claudia Arhaus Delfzij, viuda de Güeldres, volví a mi casa y permanecí en ella, ahora casa vacía, sin la vida bella y deseada que animó sus paredes. Esperé a Fredrika. Al menos, yo pensé, que vendría a despedirse, o a acompañarme nuevamente. Ahora sí, caería contra mí la peor de las persecuciones. Me dejaron solo.

               Bueno, Fredrika querrá que esté a solas. Me dijo: –Ve y llora en tu casa. No aquí–. Lástima no. Amor siempre. Ninguno de quienes sólo son capaces de dar otra cosa que su miedo y su lástima se acordará de tí. ¿Pamela, mi novia? ¡Tanto tenía yo que agradecer a la maestra Fredrika, que le dije lo nuestro! ¡Ay, demonio bellaco qué haces con estos críos! mas no parecía tan enojada, peor es lo hubiera sabido mi madre... Y no llegó Pamela a casa, aunque si fue al sepelio de Mamá... (Luchaba mi causa sin yo saberlo)».



 

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