Saturday, May 31, 2014

DIARIO DE SIMON GUELDRES /. 11-15

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11. La extorsión y el secuestro


            Para perfeccionar mi expulsión y pedir documentos, que no hallaron... ¡sí llegaron los cuacos, hermanos falsos, rudos y groseros, cuando lo ceremonial acabó y me vieron rumbo a casa! Innecesariamente, me jalaron de la cama con violencia cuando ya estaba recostado. A empellones, los Redniz me subieron al interior de una camioneta después de arrastrarme por el traspatio de mi casa. Encendieron el vehículo y arrancaron.

            Dizque se me dejaría a las puertas de Babilonia.

            Adán, Jr., manejaba, su primo René, el Emo, dirigía una palomilla de golpeadores. Cinco cuacos, abusadores. Adán sabía que mi deseo fue ir a una ciudad, sea Tijuana o las muchas de las que supe su nombre, como Amsterdam o Almelo. Sólo su nombre. He sido como un niño que se perdió en medio de una selva y, a la muerte de sus familiares, nadie vino por él. Jamás he salido de Chichihuatl, la comunidad del aislamiento. Eso sí... me consuela que conozco a los Kumes, son capaces de hacerme una cabaña y colectar alimentos ara que yo coma.

            El objetivo del secuestro por los cuacos fue simple: Que yo no pasara una noche más entre los menonitas. Redniz, el joven, alegó que la Antigua Orden holandesa, con misioneros ácratas, como mi padre y mis abuelos, hizo mucho daño a la edificación espiritual del poblado en el Valle de Guadalupe. Tomó tal idea del Temible Bávaro y de su padre, Adán, Sr.

            Que la colonia tuviese una vida espiritual verdadera no desvelaba en lo mínimo a Adán Rednitz ni aquellos alemanes de su corillo, cónsonos a sus métodos. Echaban el cascabel a otro. Mentían. Guardaban su rencor, sin jamás confesarlo, y pasaban tal resentimiento a los hijos, van tres generaciones. Disfrazan su ambición con sermones y callada competencia. Ejecutan sus planes, no siempre con escrúpulos. El Temible Bávaro fue un asesino. Justificaban en Dios lo que no es de Dios.

            Y lo que colmó mi paciencia fue que dejaron de proteger a mi madre con la diligencia con que antes lo hicieran, cuando mi padre estuvo con nosotros, cuidándonos. Ni ella ni yo, al padecer, abríamos la boca para echar amenazas, o con quejas; sólo clamábamos al que juzga con justicia, al que enmienda los males. Pagamos el mal con bien, porque, somos menonitas de fe y verdad. Pero el dinero es necesario. El hambre acecha si no se te paga lo que te adeudan.

            Un día lo intenté. Echar de mí las coyundas con que me uncían los amos y los veedores; pero ví cómo empobrecimos y quedamos apartados de comunión. Sólo nos quedó el hambre y la soledad en medio de todos ellos, tan colectivistas y autojustificados. A tres años de la muerte de mi padre, yo traté de ser rebelde, de hacer oír mi voz. Quise ser el jefe de la casa. Trabajar duro en el campo, sin siquiera ir a la escuela. Nos robaban de cualquier lado. Al fin, me doblegaron y me trajeron otra vez a las propiedades que no son mías. Trabajé como pudo un niño en los viñedos de Rednitz cuando mi madre enfermó; no quiso la carga que Rednitz puso sobre mí. ––¡Mira qué pueblo, mamá! No nos quiere–.

            Me pidió que no juzgara a los hermanos ni a la villa por sus caciques... Entonces, murió antes que yo supiera cuán preocupada estuvo por mí... Aún así, sus palabras fueron: ––Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey–. Yo no cumplí del todo. Tengo una espina de rebeldía y no me la han podido sacar.

            Ni la almas puras y aguantadoras como Claudia pudieron. ¡Qué suerte que me sacan de aquí!

            Finalmente, tendré que afirmarlo.

            No habría soportado que los ojos de Fredrika me recriminaran. Si los ojos del padre de Pamela Arnol, o doña Susana, quienes fueron buenos conmigo, me despreciaran, dígase que ya conocí la muerte. Irme sin Pamela me avergüenza; yo muero... Esta desesperación me agoniza... Fue ingenuo que yo pensara, tras el sepelio de mamá, en lindas despedidas. Que tuviese el tiempo a mi favor. De momento yo me transformé en rebelde en víctima miserable. Era lo que tenía que pasar. Era ya lo que se pudo ver en los ojos, en los gestos, en la presencia mía. Por eso me adelantaron la largada.

            ––¿Con este pendejo haremos carajos?–, preguntó Adam, Jr.  ¡Cómo había cambiado que ya utilizaba el lenguaje que unos pocos años antes lo ruborizaba y temía!

            Me echaron a la basura y, envalentonarse así, ¿habrán asustado a los Arnol? ¿A Pamela? ¿A cuántos otros en la comunidad de los píos y los apendejados? [A ti no, Fredrika].

            Sólo en días de vida de mi padre, días en que leía para su diario, yo era el niño armónico, el fuerte, el ángel luminoso, que en el silencio del que escucha, se oye. Sentía que la familia de Gustavo Arnol me amaba, su esposa, todas sus hijas...

            Aquí, en una camioneta en veloz marcha, con el demonio al volante, recuerdo las evocaciones de mi maestra. «Nunca pierdas la calma, aunque veas que el pánico crece a tu alrededor».

            Vano que insista: ––No puedo, me llevó Pateco...

            Me pedía que imitara a mis padres, su bondad con la colonia, por ejemplo.

            En aquellas fechas de mi pubertad, Mamá Claudia y un par de sus hermanos arribaron a Ensenada con la oleada del regreso del benefactor Güeldres. El Großvater fue uno de los fundadores de la Empresa Colonizadora de los rusos y de la villa menonita del '20. Por esos años se fue; cada diez años se va, es lo que esperan; siempre vuelve.

            Algunos, muy pocos, fueron quienes lamentaban que haya venido.

*
                      12. ¿Me abandonan mis vecinos?

 

               ¿Qué pensaran sobre mí las familias que conocí y quiero?
            Hubo algunas, cuyos nombre son sólo referencias que obtuve por boca de mi madre. Aún así, las evoco. Con sólo decir sus nombres me sentía protegido. Como si dijera, si quiso a Mamá, también a mí me querría.  Unas veces, es imposible que estén aquí porque murieron par de años después de yo nacer o, como en el caso de una tía materna, cuando tenía la edad de tres años. La información oral siempre ha estado presente. Se apetece. Me gusta que me cuenten historias y se me hable de otra gente aunque ya no las pueda conocer.

            Otra de mis tías se regresó a Holanda con su hermano pequeño. Luego nos visitó dos veces. Conozco a las generaciones de mis coetáneos Rednitz, lo mismo que a los Arnol, Van Vandraken y Bülow. Hay fantasmas con legado; otros son de carne y hueso. «Los fantasmas son históricos: son energías y karmas», decía Mamá Claudia; porque, para aparentar sabiduría, más de una vez lo dije:

             ––Los fantasmas no existen. Usted a mí no me echa miedo–.

             ––Sí, Existen hijo. Quiero que con el tiempo leas a Evola... Tu Abuelo Molokano lo conoció en vida y como fantasma, después de muerto.

            Me quedé tieso por intenso escalofrío. Mejor me callo.

            ––Pues es lo mejor.

            Sin embargo, sólo un día después verifiqué el Fantasma Rednitz. Un hombre pervertido por gente que ya no existe y él me estuvo echando miedo. Utilizaba el nombre de todos los muertos en mi genealogía, en la suya, en la de otros propietarios holandeses y bávaros de la aldea. Mencionó a... los Stroganoff, a los Van Vranken, a los Bibayoff de 1903...

            Sean o no, digno de materializar su energía y fantasmas, me llevo ciertos recuerdos.

            ¡A mi Großvater  se le enterró en la villa rusa de Guadalupe con alabanza y en dignidad ante unos pocos! Así él lo quiso.

            Del pueblo ruso, ya no quedan sino ruinas, el museo y terrenos baldíos, e infinidad de gente que deseaba comprar a sus dueños... para cultivar más viñedos y sumar a la Ruta del Vino. Y así ha sucedido lotes de innumerables de que lo fue de los Güeldres, como inicial experimento de una colonia, se vendieron a lo hoy o son la Viña de Liceaga, cercana a San Antonio de las Minas. Compraría también una familia de apellido Samarin. A 25 minutos al noroeste de Ensenada, por la carretera hacia Tecate, el Stammvater molokano tenía un terreno de alpiste, sembrado para cultivar leche pura. Fue el primer proyecto científico de mi padre, Iván, que viendo la suerte de otros terrenos, advirtió que San Marcos se encaminó a ser el corazón rural de los viñedos. O se siembra uva, o se tendrá que vender. Estos rusos traicioneros, con su alianza con Rednitz, venderán a los presionantes italianos. «Por lo menos, el sembradío de alpistle, yo me encargo y lo protejo, con una cláusula de proyecto especial», según dijo a su padre.

            ––Esto no lo conoce Rednitz, el saboteador interno de la Familia del Pacto. El alpistle, semilla poderosa de la tierra y que aquí crece, tan libre y agreste, tiene cualidades sanadoras. Posee inmensa recarga enzimatica y su contenido proteínico es aun mayor con aminoácidos que establecen, en consecuencia, enzimas que desinflaman y desintoxican el hígado, los riñones y el páncreas... Explotemos este regenerador pancreático y así ayudaremos los  diabéticos del área. Es muy recomendable y la leche con esta semilla es buena para la hipertensión por contener la enzima lipasa que elimina rápidamente la grasa del organismo, venas, arterias. Este remedio natural provene de Dios tal como se expresa en la Naturaleza... Hagamos menos cultivos de uva y más de alpistle... Las niñas en la colonia del Valle tienden a la obesidad apenas se casan. Los varones al colesterol alto, hipertensión arterial, colitis y sobrepeso... Estoy en consulta con laboratorios menonitas en Pennsylvania. Les recomiendo más estudios sobre el alpistle para que traten control de la gota y ácido úrico, arteriosclerosis,  gastritis y úlceras.

            ––Eres el médico, hijo.

            ––Sabes todo en exceso es malo... hasta el mucho queso menonita y los lácteos. Alpistle es otra cosa.

            ––Imagino a los Rednitz. ¿Qué no hará por conspirar contra el proyecto?

            ––Pero este es nuestro lote... ¿o no?

            ––Lo es todavía. Entonces, decide...

            Se inició, hace pocos meses, el Festival de la Vendimia, siempre será en agosto. Y un Bibayoff-Delgoff salió de la nada.

            ––Yo compro.

            ––¿Alpistle?

            ––No. Tus terrenos.

            En los últimos años, tras la muerte o el abandono de mi padre, será por 1975, vino el fantasma del amor. Me enamoré de Pamela. Escondido en un establo, yo le escribí unos estúpidos poemas, mis ingenuas cartas, mis ocurrencias... ya soñaba que, con la hija menor de Los Arnol, se admitiera un noviazgo que consolidara la alianza.

            ¡Ellos, si lo hubiera dicho, más que felices!

            Yo si tuve miedo.

            Más por lo escrito, que por lo visto, otros que vieron mi miedo se aprovecharon. Uno fue Adán, Jr.

            Se me acusó y se burlaron de mi tarea ilusiva de amarla. Se han reído los suyos y me ha asustado que yo no tenga hermanos que me apoyen. Que me animen en la complicidad para que sí la ame. A mi soledad la agredieron con ironías. Me hicieron sentir que no tenía derecho a enamorarme. Debo esperar tener no 13, 21 años; pero, desde los trece es que la amo. Y estoy tan solo que a mi propia madre pasó desapercibo. ¿Qué podemos hacer / nosotros / niños que amamos tan precozmente / niños que necesitamos abrazos y besos / y la complicidad de otra gente que valore lo bello / y en vez de prohibirlo / nos diga: Sí. Ve por tu pamela / ese dulce regalo...?

            Mamá bendijo un retrato pintado por Tamara de Lempscika.

            ––Esta niña de rizos, con el pelo amarilla, plateado, con una regadera en la mano, será tu amor de juventud. La nombré como la niña más bella del mundo.

            ––Mamá, dame el retrato para hacer un regalo.

            ––Sí. Ténlo.

            Y si bien salí de sus cercanías, expulso de la villa, le hice el amor antes de largarme.

            No pude decirle: ––Es Pamela. Ya le he visto fuera del retrato. No dije que la amé. Guardé el secreto.

            Averigué que el amor es salud. Y el sexo nos hizo saludables. No hemos sentido culpa. Me entristece que se me haya disciplinado por razones desconocidas que no son Pamela y sus primeras menstruaciones. No se habla sobre nada práctico y a Fredrika la hostigan y la declaran perversa, liberal, cizañera, contraria a Menno.

            ¡Ojalá no sea por  mi culpa!

            Sí. ¡Cuán lejos he llegado, cuán atrevido fue mi corazón y mi sexo! Fue mía, en espíritu y en carne... Y, cuando nadie vio y fuimos tan discretos, hace varias semanas, se comprobó su embarazo y, si es cierto que las penas matan y los desalientos precipitan las condenas, mamá se murió de pena. Y estoy en la aflicción con consciencia del daño que hice, sin la oportunidad de hablar. Los fantasmas no dejan. Obstruyen para que haya tormentas en los vasos de agua. Y la comunidad pregunta: ¿Cómo ha podido darse ésto, con dos chicos, que ni ruido hacían y que parecían invisibles?

            No es que seamos invisibles. Es que nadie ha querido vernos ni ayudarnos. Este síndrome fantasmal no deja ver ni oír. Todo lo trunca, lo deja a medias, sin concretas explicaciones. ¿Por qué me tuvieron que decir que me vaya? ¿Por qué a Pamela la han forzado a elegir lo que no quiere? ¿Acaso no fue claro que me ama?

            Las semblanzas de Fredrika, aún las escasas referencias al pasado de mi familia, no habrían sido suficientes para atenuar mis curiosidades. Es la frustración que tengo, quiero saber más y no sé cómo. ¿Seguirán dejando que crezcan los fantasmas: los nudos de lo incierto? ¿Quién hará el exorcismo investigador? Ahora sólo quedo yo... He desconocido, por obstrucción de todos, que tengo derechos y que se me deben muchas cuentas.

            ¿Me ayudarán si pregunto algo? ¿Puede ocultarse a la familia de Don Gustavo que yo soy quien deshonra a su hija? ¿Quién ha gestado el año? ¡Yo no! Antes con Pamela habría huido muy lejos... Si por mi fuera, a ese amor no renuncio...  ¿Existe algún documento que pruebe jurídicamente que existo? ¿Qué se puede hacer conmigo, qué otro daño, si ya me quitaron a Pamela y mis padres han muerto?

               Desde que mi padre no volvió a la aldea y pregunto por él, me han hecho sentir que vivo entre zombíes, muertos que nunca se entierran, tumbas que no declaran a quién tiene bajo tierra, en su foso... Esto es la villa: lugares de muertos vivos, fantasmas, como mi madre... los jefes de la villa, son sepultureros. Escarban lo que parece vivo; echan cal de olvido sobre los muertos-vivos...  Seres que amo vivieron con el sincero y profundo anhelo de «llevar la cruz» por amor a Cristo; vocación de misioneros. Esto me alegra y a la vez me entristece. No creo que pueda hallar quien hable, aunque mi interrogatorio lo haga a gritos. Por primera vez, siento que tengo la opción de regresar a donde fui expulso y preguntar por qué lo hicieron. Arreglar cuentas es mi pase.

            Y lo sé. No fui fiel a la autoridad de la Palabra de Dios ni virtuoso ante los ojos de la Familia de la Fe. A lo mejor hicieron bien con alejarme; sólo pedí que acepten que no los rehuyo. Me aislan. No sentí que nadie me buscara ni me ofreció cariño. Expulso antes que Rednitz llegara a patearne el alma, a pocas horas del sepelio de mi madre.

            Definitivamente, fue envidia. Envidia que atacó, en un principio, al Großvater, a su esposa, a Iván, mi padre, a Claudia, a Fredrika y, finalmente, a mi persona.

            ¡Qué absurdo que sea la tristeza de mi expulsión la que precipite alguna toma de consciencia; qué afortunado que la necesidad e haya evitado sucumbir en el ateísmo, el odio e ingratitud!

 

 

                          13. Fe, consuelo e irrereverencia


Estás en la Tierra, el mundo, y así quiero
que sea, hijita mía. Un ser social, armonioso y gregario.=
Llena de luz la recámara, pequeño Bien,
tesoro de la cuna. Sé mi lámpara y mi luz
para muchos candeleros.
Para cielo y tierra has nacido.

De «Teth, mi serpiente» [2013],
pág. 167


               La idea de que el amor por Mamá Claudia, Fredrika y Pamela, me han redimido, es consoladora; la idea de que las cartas, diario o notas de mi padre, son la oferta de como un nuevo evangelio, no irreconciliado del todo con la vivencia de Menno Simonis, me invita a pensar que tengo fe. Algo comienza a cortarse, a segmentarse para mayor pureza.

            ––¿Quién trajo aquí levadura?––, Rednitz pregunta. Habla en un púlpito. Convocó a una fatula Asamblea. El fantasma Rednitz. Grita con una voz que infunde temor en la gente. En todas. Menos en la mí porque soy logro verlo en lo que es. Perdón que lo diga de esta manera, Es un hijo de puta. El legado Dr. Güeldres («levadura intelectual»), mi padre, lo que me doy defensa, fue burlado por la oratoria de este viejo malsano. Entre las viejas familias que habían servído como Forgeher, o ushers, y se designaban, sin consenso, diáconos y ancianos), está el eje deliberativo de la Comunidad del Pacto. Ya ninguna entre ellas me serán mis aliadas, en caso de que estuviera presente. Se las compró con moneda de la maldad o el miedo.

            Mi deslindamiento con la colonia vino con violencia. ¡Me asaltaron (cuando estaba más perdido que Carracuca), confiado en mis esperas y en ver a Pamela, con sus padres, entrar a casa, ofreciéndome una oferta de boda.

            El momento clave de la expulsión fue cuando bajé la guardia. No esperé lo suficiente porque no pude. Tal vez orgullo. No quise ver a Mamá gran humillada. Ella se temía una acción como desesperada de mi parte y ... se murió para no verla, o tal vez anticipó que  sucedería y se murió en el adelanto profético.

            Fredrika evocó la bondad de Claudia Delfzij e Iván Güeldres. Sin mencionar por sus nombres a mis acusadores, reprobó la severidad con que plantearon mi discipulado y los planes que tendrían conmigo a partir de ese día. Se me privó de comunión (no porque yo lo solicitara), sino porque me excluyeron. Se garantizaron la mano libre para robarse todo y seguir oprimiendo al Molokon Stroganoff-Van Vranken-Gueldres... En mi caso, si no estoy con Pamela es porque irrumpieron los cuacos a mi casa, me golpearon y me tiraron por un camino apartado. Ya se cumple una tercera vez. Y, para ésto, el corazón de Mamá no resistiría. Alguna venganza se fraguó. Tal vez me toque ser el detonante. Le dijeron que los ataques no eran contra mí, sino contra su esposo infiel. Mamá ni yo podíamos creer que Papá fuera así.

            Ahora estoy untándome una pomada en mis pies. Están en carne viva. Caminé a patas por sector de una bahía, sobre la Avenida Reforma y Cortez. Entré, ya no sé con quien, a la Farmacia Del Sol y un médico ha dicho: ––¿Por qué te has hecho esto? ¿De dónde vienes, pobre muchacho?     

            Contesté  que vine de un oscuro cementerio, un lugar donde ya no había vida y que salí de una tumba profunda... Dí el nombre de la comunidad menonita. Dije que era una comunidad de blasfemos, ahora tomada por matones y sicarios.

            Para dar carrete a mi deshonroso paso por la Comunidad y el discipulado,  el día seguido al entierro y mi formal expulsión, zahiriéndome, Adán, Jr. testificó ante los presuntos Deliberadores de la Comunidad del Pacto. Simón fue peor fraude que su padre que, ya muerto, jovenzuelo de doble vida, apático. ––Y se armaba de ocurrentes frases y se defensa ante la familia de Arnol, pero no para  el rearmamiento moral y espiritual de la Familia del Pacto. Era flojo para el trabajo y se iba con los indios a beber licor, mientras su madre anduvo en agonía. 

            Y ante el Consejo Deliberativo, se hizo desfilar a todos sus hijos, incluyendo a quien enamoraba a Pamela y la parentela de ella y él.

            ––Lamento mucho que no entenderá: ¿Por qué la señorita Pamela se fijó en el hijo de un médico ateo y no en usted o en mí para su amor adolescente? En nosotros que somos cristianos si vanidad... Pero, el mal fue el Dr. Güeldres Van Vranken que, en el decenio del '30 y el '40, disfrutó una familia rica, ambiciosa e influyente, con los gustos consabidos, El abuelo y él fueron protegidos por Álvaro Obregón y, aún  antes, por el gobierno de Porfirio Díaz. El segundo simpatizó, como mi abuelo, con los molokanos; en cambio, el Abuelo pasó por la colonia Hegue, que representara el Reverendo Johan Loeppky y Benjamín Goertzen... No admitieron la vida austera de la Colonia. Eran par de burgueses indecentes. Eran modernistas... Hay quien, por defenderlo, dijo: Hombre de ciencia, al fin, el Dr. Iván Güeldres parecía fascinado por el hecho de que el estrógeno ejercía una poderosa influencia sobre las habilidades del cerebro femenino: es decir, en su memoria, concentración y en su sensibilidad. Alegó que tal hormona promociona un crecimiento de las neuronas femeninas, a su juicio; pero, al opinar sobre estas cosas con campesinos, cosa que nunca hizo, seguro que no comprenderían. Entonces, iba al aspecto práctico de manosear a las hembras de la comunidad y ya que publica artículos de ese asunto, le llamaba de Tijuana, de ciudades, e iba con ese cuento de las bondades del estrógeno a practicar fornicación... Tengo ideas de estas cosas porque adquirí informes. Cosas indecibles sobre lo que pensaba y dejó escritas para su hijo para que propalara estos cuentos como doctrina dentro de la comunidad.

            ––¿Qué tal si eso es cierto? ¿Qué autoridad tienes, muchacho, boquirroto, para dudar de lo que dijo un médico?

            ––Dudo de la calidad moral... no de la ciencia...

            Después como otro sabihondo, Emo Rednitz vino a jactarse con sus lecturitas de punk, o las alegaciones en la revista «15 a 20», o el magazine «Tú».

             ––No son revistas científicas–, ciertamente, era Fredrika, la maestra, quien dijo que los deponentes o acusadores, «a ustedes les conozco muy bien, como dos viciosos que desbalagarse por el Malecón de Ensenada, haciendo las mismas cosas que han criticado como hechas por el Dr. Güeldres que si tiene clientela en sus rumbos y no ellos...

             ––Si el Dr. Güeldres viviera, yo justificaría que hablaras contra él hasta por los codos, mas también doy derecho a él a que te riposte... Una vez dijo que los hombres actúan conforme a ideologías. Habría citado a Gramsci, o a los anarquistas que leía, con tanto discernimiento. «No hay organización sin intelectuales, es decir, sin organizadores y dirigentes. Una masa humana no se distingue y no se independiza por sí misma». es decir, sin organizadores y dirigentes. Una masa humana no se distingue y no se hace independiente por sí misma». Pero estoy ante un Emo acomplejado y, si alguna lástima tuve por  Adam, Jr, se acabó en la medida en que se metió en asuntos que no le competen y empezó a imitar a su padre, sostenedor de las prácticas de robo y acumulación que han dañado la Comunidad. No se atreve la comunidad protestar como en otros tiempos... En cuanto a mí, no pudo ser hipócrita como padre e hijos, los Rednitz y el entero Consejo Deliberativo que han reunido. Vayan todos a sus casas. Están perdiendo el tiempo. Hermanos, escuchan a una asamblea, con una sola familia y que echa hiel contra los ausentes, mira qué cobardía... desperdigar sus blasfemias para vilificar a los muertos, a otras familias que nos sirvieran bien e hicieron productivas y próspera a la comunidad... ¿Se prestará usted a legitimar la expulsión de un jovencito como Simón y al que se robe lo que es suyo, Don Gustavo? No veo aquí a uno solo que tenga la capacidad de organizar a nadie. No después de las recientes muertes... Lo que les compete a ustedes no es otra cosa que recapacitar...

            Doña Fredrika comentó en la fatula asamblea de cómplices, sobre otra idea sólida del médic, que sí, siendo cristiano, leía sobre política al punto que lo clasificaron 'ein Sozialist, ein Liberaler, ein Linker'. Lo dijo muchas veces: «Ich interessiere mich für Politik» y fue escándalo cuando aseguraba, en sus predicaciones, que la guerra, o los métodos violentos del poder, es la segunda tentación más fuerte después del sexo.

            El sabía utilizar el púlpito en la iglesia y sacar el máximo provecho del privilegio de dar un sermón porque él vio la comunidad de los menonitas en Ensenada moviéndose hacia la dirección de los alemanes como Rednitz. Y los doscientos molokanes rusos que llegaron a Baja California y se establecieron como Russische Gründerfamilie en el Valle de Guadalupe, de veras, fueron como los pre-reformistas de Lyon, como los originales fundadores del menonismo y los anabaptistas entregados a la fe. Los anabaptistas de Suiza y Holanda sufrieron años de persecuciones. Sabían organizarse con la resistencia pasiva y es el por qué Menno Simonsz, contemporáneo de Lutero fue exitoso.

            Entonces, sacó de una carpeta que se apresuró a llevar consigo, un diario de notas del Dr. Güeldres. Leyó una anotación fechada el 3 de diciembre de 1969:

            «Escribo para que sepas, cuando ya hayas crecido y aprendido a leer el alemán, hijo mío, que vivimos un tiempo tenebroso y las trincheras aún vigentes de la utopía comunitaria, van hacia el peligro… Antes, por causa de las guerras mundiales, había más compasión y connatos de corazones ablandado por la persecución y el sufrimiento… Había diálogo con las Juntas de Hermanos en nuestros grupos de resistencia cotidiana a la ignorancia y el fanatismo. No había obispado corruptos y los jefes intelectuales, ya ancianos, como J.F. Wiebe, Klass Heide, Johan Loeppky y Benjamín Goertzen, cuidaban lo que se hizo en México, de Ensenada a Chihuahua, de Hermosillo, Sinaloa a Veracruz… Insistían en que se educara a los pequeños, niños y niñas, como yo espero educarte, aptos para comprender la seriedad de los problemas de la vida diaria, la bondad del trabajo y las labores de campo, que son tan importantes como cuidar de los hermanitos menores y aprender a organizar la comunidad de los vicios y las presiones externas… Hijo mío, ora siempre en silencio, nunca jures en voz alta porque el tentador oye, y no es un ente metafísico, es el vecino y el que te ordena que alimentes sus cerdos, o cuides sus vacas… No discutas en público el concepto de nación, pero no lo rechaces. La política, válida y proactiva que quiero que practiques es la paz y el consenso».

            Después corrigió a los hijos de Rednitz:

            ––Es mentira que el tema de la fornicación haya sido para él priortario, consejos fueron que dio en privado. Como médico. De la poesía de William Blake, quien glorificaba la inocencia y la energía del deseo, el erotismo, «arrows of delight», habló con quien pudiera entenderlo. Cuando murió se apoderaron de sus libros y sus anotaciones. Te escuché como a un patán, hijo de Rednitz. No terminé de creer que te atrevieras... Was haben Sie gesagt?, cómo hablas y dices lo que ni sabes...

            ––Dije lo que oíste, lo que sabe todo el mundo....

            ––Ich verstehe Sie nicht.

            ––Dejo, Doña Fredrika … Que el doctorcito se iba por su jojoyo a Tijuana a matar la rata, a buscarse su puta...

            ––Was haben Sie gesagt? Mira cómo ya hablas. Utilizas un español irreverente que no es de cristiano...

            ––Pues dije lo que oíste... que se deleitaba con traguitos de Courvoisier, el cognac de Napoleón, y se le subían a su cabeza. Entonces, sería que hablaba de sexo y se iba a curarse la malilla, la abstinencia de un buen ano. Seguro que a picar el ojo de payaso… porque no creo que haya mujer entre los menonitas de Chichihuatl que le satisfaga sus indecencias.

            ––Um Gottes Willen!, exclamo yo. No quisiera responder en sus términos y en el lenguaje bravucón que hablas porque soy maestra y sé más español que el que imaginas. ¿Por qué me conversa? El que conversa así, tan sangrón y carrilludo, es un descerebrado. No parece educado en esta comunidad que aún se dice santa, apartada del mundo... Oh Gottogott!  Wer sind Sie?… ¿Crees que Pamela te preferirá?...  Das hier ist meine Freundin... No es con los güevotes que se gana el cariño y el respeto de Pamela...  Das hier ist meine Verlobte.

 *

                        14. Mi papá y sus diarios

 
Lo que necesito nunca está disponible.
Nunca acabaré de serme conciliado.
Me sala la identidad confrontativa.
               * * *

Y, claro está, yo sí veo de dónde vengo,
aunque no tenga la fe de un destino por futuro.
Yo soy la guerra viva de mí mismo
y esta constante ansiedad tan desdichada
que la gente tapa con mentiras…
De «Seth: El hombre bestia» [2014],
pág. 24 

 

               Sólo porque Mamá Claudia enfermó gravemente, a todos, mis pretendidos custodios, serví, ordeñé sus cabras, cargué como burro leña para sus casas, cajas de uvas para los Viñedos de Santo Tomás. Tuve quien señalara mis faltas a cada momento. Yo debía mostrar mi respeto y gratitud ante mis hermano espirituales y mayores; pero fueron amos, disciplinadores por el corrupto y codicioso premio de mi obediencia. A la postre, siempre fui desobediente.

            El niño armónico que describía Fredrika, «el niño de paz que Claudita nos ha dado», como dijo el Benefactor Molokano a su hijo, tenía su lado oscuro.

            ––No existe. Es un malcriado.

            Mi cuerpo se hizo fuerte, exteriormente saludable.

            En general, dijeron: «Simón crece con hermosura y con gracia ante Dios». Dí las gracias, pero me sentí, secretamente, esclavo de tareas ajenas y, en desfavor, no faltaron los que alegaron que soy un inútil, indigno del pan que me llevara a la boca y de la educación que adquiría en sus escuelas. Ese grupillo son los influyentes bávaros. Preadolescente, mi vida se llenó de sueños y, en cierto modo, de candor. Escapé varias veces pero volvía. Salí de mi hogar a los 17 años de edad.

            Me eduqué en la colonia menonita más que con el padre y la madre que perdí.

            A Mamá Claudia apenas me dejaron enterrarla. Con Fredrika fue otra persona que me amó y por quien acepté la doctrina de Menno. La escuché de sus labios y había más dulzura en su exposición que en la de otras bocas, predicadores y veedores que me dieron una perspectiva miserable del mundo y de la interacción con los demás.

            ––Inclusive de mi interacción contigo, Pamela.

            A mamá y a Pamela les faltó el valor de desertar. Lo propuse. Que confiaran en mí y me sonreían. La verdad es que carecí de las palabras convincentes para el sueño que forjé.

            ––¡Vivir juntos fuera de Chichihuatl, trabajar para ellas, para las dos!

            Vano entusiasmo. Llegué a pensar que yo sería capaz de dar techo y alimento a ambas, a mi madre y Pamela. Defraudé a Mamá cuando dije que tenía el derecho a robarme a la chica, de 14 años, y falté a la obediencia y virtud que me instruyó mi madre.

            ––¡Calla, hijo mío!–, fue lo que me dijo.

            Fue como si dijeran: no puedes, porque no eres un varón dotado de las virtudes del segundo David. Fue como si sintiera que me acusaran por no servir para nada. Y no tener nada, sino mis manitas de pubertario.

            En fin, para mi consuelo, Claudia Arhaus Delfzij [¡ay, Mamá si supieras!] no supo sobre mi desobediencia. No tuvo el tiempo para conocer todos los detalles de mi idilio. Oculté mis temeridades. Pamela y yo éramos muy jóvenes, acaso temerosos. A duras penas, yo aprendía a meditar, a planear. En verdad, debí ser un chicuelo, mas no tan inexperto como se me decía. Pamela me dio su confianza con la idea de forzar el paso a un nivel de respeto que yo quise y no había logrado... Soñaría despierto una que otra vez y sentí una rabia vergonzosa cuando mi virilidad se manifestaba y fui comparado con mi padre.

            ––Para ser un chico con decencia, es hombrecito. Se endurece su pajarito.

            La aldea me pidió no jurara por mis estúpidas verdades e inquietudes. Ni invocara el nombre de Dios en vano. El mero hecho de arribar a la adolescencia se tomó como una amenaza. Las niñas me miraban con cierta curiosidad.

            ––Er sieht sehr gut aus–, se dice sobre mí.

            ––Es ist schön–, asintió Pamela.

            Mamá no permitió que yo hablara mal de mi padre. A él lo aludí con amargura en ocasiones. Ha de ser difícil crecer sin el hombre que te da una genética agraciada y una visión que deja escrita, anticipada y sistemáticamente preparada para cuando valga, por la edad. El lo hizo. Escribió un diario de consejos para mí. Hasta con una ética cotidiana y consejos eróticos.

            Discutiría en sus méritos sobre qué es ser hombre, honrar el trabajo y la comunidad y hacerlo cara a cara para exigir lo que se merece, inclusive un amor privado, la pareja. Una de las cosas que Mamá protegió fue un libro que él anotaba y del que hizo que leyera lo siguiente. «La comprensión crítica de uno mismo se obtiene, pues, a través de una lucha de hegemonías políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, después en el de la política para llegar a una elaboración superior de la propia concepción de lo real».

            Me dijo que papá lo escribió para los dos porque, a lo mejor, un día tendríamos que irnos del Valle de Guadalupe. Las Sombras, los ángeles de los umbrales, echaban raíces en algunas gentes, para que se nos dificultara la vida. «Llegará el día en que tendrás que exigir, no sólo pedir». Estúpidamente, exigí a quien me amaba y no se trata de eso. Por el contrario, es a quien obstruye a quien hay que demandar. Huir de él o darle dura batalla. –No hay que ser confrontativo cuando se está en desventaja; pero, crece, ponte arriba y patéales el alma antes que te la patéen a ti–.

            Claro, entiendo. Adán Rednitz, hijo del Bávaro, es uno. Nacido en Ensenada, él adquirió las tierras de mi padre. Allí, donde tuvo sus corrales de gallinas, diez vaquillas y el consultorio médico de la aldea, se me dijo que yo no era tan escuincle, a la edad de 10 años, como para no aprender las tareas del granjero. Ese día me mintió directamente y yo le creí.

            ––Tu padre me ha pagado con esta granja. El se está dedicando al juego, al vicio, se ha endeudado conmigo. Los narcos son sus verdaderos enemigos; pero, él no desea escuchar mis consejos y yo no quiero preocupar a tu madre. La Hermana Claudia no merece que yo la entristezca.

            ––No creo que te haya vendido donde tiene su primera casa. La que hizo con sus manos...

            ––¿Quieres que te muestre las escrituras?

            Trabajé (¡y no fue necesariamente coser y cantar!), sino que encallecieron mis manos; pero ya siendo pubertario, me dediqué a acariciar el bello rostro de mi madre, aprender a su lado 'die Geschichte der Seele', y soñar.

            No comenté lo que Rednitz me dijo sobre los vicios y deudas de papá, porque ella «no merece que yo la entristezca».  Y menos sobre la venta. Si vendió la casa, no regresará jamás.


 *


                        15. Alternancia de los servicios


            Para que no me identificara con alguna tierra ni me atreviera a pensarla que es mía, o fue de mi padre alguna vez, yo trabajé en los viñedos de Rednitz, en los ordeños de las vaquillas de los Güeldres [ahora propiedad de Rednitz] y, siempre tenía un nombre diferente la granja a la que me enviaba, porque yo sería el peón de todos. Esperaron sus tancalotes llenos con mercadería: cada vez más acopios de uvas, huevos y quesos que apuntalaran los valores, servidos en Ensenada: trabajo, sencillez y familia. Habría podido ser feliz. Sí, yo aún creía en esos valores. Trabajar duro, uno de mis favoritos... pero quería bondad.

            Faltó que me amaran.

            En las granjas de la Familia del Pacto de Meno no hacía falta un soñador lleno de parábolas: yo era el perro con cencerro del que se burlaba el hijo de Adán Rednitz. Soñador fue el Molokon y se le pagó mal. Nadie siquiera fue a su sepelio y se le tuvo que enterrar en Guadalupe, en cementerio ruso, no como a mamá que murió entre los suyos y se quiso su tumba entre los neerlandeses... Pero ella no soñaba como perra con cencerro... Supo que me enamoré de la chica que uno de los Rednitz, más o menos de mi edad, separaba para sí, sabiendo él que ella me amaba sólo a mí. Y la familia del niño advirtió: ––Aleja a Simón cuando la visite; porque, esa hija del granjero Arnol, yo la quiere para Adán, mi hijo».

            Muerta mamá, fueron a ver a la maestra Fredrika y, en cierto modo, le dijeron lo mismo.  –No queremos que Simón se ilusione con la hija del granjero Arnol, porque es prometida de mi hijo Adán–. Se esperó que yo aceptara un piadoso donativo monetario para que salga de Chichihuatl y me abra camino en otros rumbos. La ayuda de los hermanos para el huérfano fue parte del complot sutil contra mí. En un sobre que leía en el exterior «Para el niño Simón Güeldres», había unos fajos de dólares que no me habrían sostenido ni una semana.

            Escupí el sobre, lo devolví con par de gargajo sobre los billetes y no lo acepté. Fredrika me abrazó y me dijo: «Eres un hombre». Me abracé al féretro y lloré porque no pude entender lo vacío de la sabriña. Sólo llegaron unos niños de la escuela de Fredrika.

            Cuando se investigó, en mi ausencia, por qué pudo darse esta distancia afectiva entre los adultos, si Claudia Arhaus fue tan buena, se alegó que se supo el embarazo de Pamela y que yo había sido el responsable.

            El feto murió, pero no la deshonra.

             ––Fue el castigo a Simón que se burló de ella.

            Por mente circulan, cuando me acuesto y desde entonces, muchos recuerdos de Mamá Claudia. Analicé si, en verdad, tenía una formación menos utópica que papá. O si soy menos pragmático. Pamela me dijo una vez:  ––Hay un problema. Los dos somos muy niños.... De mi madre recuerdo que provino de una familia de artesanos, gente de arte, como los Arhaus y Delfnij. Estudió Bellas Artes en Rotterdam y, finalmente, enfermería antes de radicarse en Ensenada.

            Me conturba la idea de si tendré profesión, o algo más sofisticado que me haga útil para el trabajo, o ganarme la vida, el día que no tenga tierras. Lo único que sé es que no prospero ni con tierras que fueron de mi padre. Y me planteo: ¿seré un niño armónico, un soñador o perro con cencerro? Ni una de estas cosas sirve aquí.

            El único peón que vale es el que es dueño de la tierra que cultiva o del ganado que arrea. Me han quitado la tierra.

            ¡Qué infeliz es mi destino!

            ––¿Cómo que estudiarás? ¿Con qué dinero?

            La mención de mis tías en Holanda llenó de ira al Viejo Rednitz

            ––¿Y que lees en las noches? Tú no sabes qué es un televisor, no has ido a un cinema, no tienes, como yo, cassettes, no sabes bailar... no sabes conversar lo que le interesa a la gente...–, añadió y pasó venia al hijo para que me hiciera migas.

            ––Y te ruborizas, te agüitas por nada y pareces un espantapájaros con ese oberol de tirantes... si llegaras a Tijuana, los paisitas se reirían de tí...–, me había dicho Adán.

            ––¡Y así quieres casarte, no la amueles! ¡Madura, pendejo!

            ––No me diga pendejo porque yo no soy su hijo–.

            ––Carajo, hasta irrespetuoso es el cabrón.

            También recuerdo la destreza de mamá al pintar. Cuando exigieron a Claudia que entregara a los veedores de la aldea, la cámara fotográfica de su esposo y todas las fotografías que él tomara, con motivo de su muerte y presunto asesinato, ella dibujaba su retrato de memoria y me dejó sus bocetos hechos a puro carboncillo. Ví muchos de sus esbozos: retratos de mi padre, guapísimo, perfiles de sus abultadas y crecidas patillas, sin bigote, la sonrisa permanente, labios finos y mejillas que se arrugaban en hoyuelos de coquetería y sonrisas inevitables.

            ––El sí era guapo, aunque malo contigo.

            ––Nada de eso. No vuelvas a decirlo–, lo defendió Mamá.

            ––Guarda los bocetos, puede que alguno de ellos sea testigo de lo que pasó. O el homicida.

            Los bocetos desaparecieron un día que los busqué. Y, este yo o no esté, el único que roba y hurga en la casa es el Viejo Rednitz.

            Mamá recordaba, sin dar señas de sentirse ofendida porque se dijera en la aldea que atraía a otras damas y que inclusive, por celos de una mujer, sería que un pistolero de la Mafia lo mató. De Iván Güeldres decía que transmitía una poderosa felicidad y seguridad en sí mismo. La educación amplió su encanto y valor. Era conversador y amable. El se olvidaba de la indiferencia que la colonia pedía ante asuntos del mundo. Lo enardecía la injusticia, reaccionaba a los golpeadores prepotentes y, asimismo, a quienes atacaban por la vía de la crueldad silenciosa. La indiferencia. Lavarse las manos ante el atropello es el más vil y cobarde de los pecados.

 

 

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