Carlos López Dzur [Narrador, filósofo e poeta Caribenho] / EL RUMBO DE MI LITERATURA / LIBROS ENB AMAZON.COM / El pueblo en sombras:
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11. La extorsión y el secuestro
Para
perfeccionar mi expulsión y pedir documentos, que no hallaron... ¡sí llegaron
los cuacos, hermanos falsos, rudos y groseros, cuando lo ceremonial acabó y me
vieron rumbo a casa! Innecesariamente, me jalaron de la cama con violencia
cuando ya estaba recostado. A empellones, los Redniz me subieron al interior de
una camioneta después de arrastrarme por el traspatio de mi casa. Encendieron
el vehículo y arrancaron.
Dizque
se me dejaría a las puertas de Babilonia.
Adán,
Jr., manejaba, su primo René, el Emo, dirigía una palomilla de golpeadores.
Cinco cuacos, abusadores. Adán sabía que mi deseo fue ir a una ciudad, sea Tijuana
o las muchas de las que supe su nombre, como Amsterdam o Almelo. Sólo su
nombre. He sido como un niño que se perdió en medio de una selva y, a la muerte
de sus familiares, nadie vino por él. Jamás he salido de Chichihuatl, la
comunidad del aislamiento. Eso sí... me consuela que conozco a los Kumes, son
capaces de hacerme una cabaña y colectar alimentos ara que yo coma.
El
objetivo del secuestro por los cuacos fue simple: Que yo no pasara una noche
más entre los menonitas. Redniz, el joven, alegó que la Antigua Orden
holandesa, con misioneros ácratas, como mi padre y mis abuelos, hizo mucho daño
a la edificación espiritual del poblado en el Valle de Guadalupe. Tomó tal idea
del Temible Bávaro y de su padre, Adán, Sr.
Que
la colonia tuviese una vida espiritual verdadera no desvelaba en lo mínimo a
Adán Rednitz ni aquellos alemanes de su corillo, cónsonos a sus métodos.
Echaban el cascabel a otro. Mentían. Guardaban su rencor, sin jamás confesarlo,
y pasaban tal resentimiento a los hijos, van tres generaciones. Disfrazan su
ambición con sermones y callada competencia. Ejecutan sus planes, no siempre
con escrúpulos. El Temible Bávaro fue un asesino. Justificaban en Dios lo que
no es de Dios.
Y
lo que colmó mi paciencia fue que dejaron de proteger a mi madre con la
diligencia con que antes lo hicieran, cuando mi padre estuvo con nosotros,
cuidándonos. Ni ella ni yo, al padecer, abríamos la boca para echar amenazas, o
con quejas; sólo clamábamos al que juzga con justicia, al que enmienda los
males. Pagamos el mal con bien, porque, somos menonitas de fe y verdad. Pero el
dinero es necesario. El hambre acecha si no se te paga lo que te adeudan.
Un
día lo intenté. Echar de mí las coyundas con que me uncían los amos y los
veedores; pero ví cómo empobrecimos y quedamos apartados de comunión. Sólo nos
quedó el hambre y la soledad en medio de todos ellos, tan colectivistas y
autojustificados. A tres años de la muerte de mi padre, yo traté de ser
rebelde, de hacer oír mi voz. Quise ser el jefe de la casa. Trabajar duro en el
campo, sin siquiera ir a la escuela. Nos robaban de cualquier lado. Al fin, me
doblegaron y me trajeron otra vez a las propiedades que no son mías. Trabajé
como pudo un niño en los viñedos de Rednitz cuando mi madre enfermó; no quiso
la carga que Rednitz puso sobre mí. ––¡Mira qué pueblo, mamá! No nos quiere–.
Me
pidió que no juzgara a los hermanos ni a la villa por sus caciques... Entonces,
murió antes que yo supiera cuán preocupada estuvo por mí... Aún así, sus
palabras fueron: ––Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al
rey–. Yo no cumplí del todo. Tengo una espina de rebeldía y no me la han podido
sacar.
Ni
la almas puras y aguantadoras como Claudia pudieron. ¡Qué suerte que me sacan
de aquí!
Finalmente,
tendré que afirmarlo.
No
habría soportado que los ojos de Fredrika me recriminaran. Si los ojos del
padre de Pamela Arnol, o doña Susana, quienes fueron buenos conmigo, me
despreciaran, dígase que ya conocí la muerte. Irme sin Pamela me avergüenza; yo
muero... Esta desesperación me agoniza... Fue ingenuo que yo pensara, tras el
sepelio de mamá, en lindas despedidas. Que tuviese el tiempo a mi favor. De
momento yo me transformé en rebelde en víctima miserable. Era lo que tenía que
pasar. Era ya lo que se pudo ver en los ojos, en los gestos, en la presencia
mía. Por eso me adelantaron la largada.
––¿Con
este pendejo haremos carajos?–, preguntó Adam, Jr. ¡Cómo había cambiado que ya utilizaba el
lenguaje que unos pocos años antes lo ruborizaba y temía!
Me
echaron a la basura y, envalentonarse así, ¿habrán asustado a los Arnol? ¿A
Pamela? ¿A cuántos otros en la comunidad de los píos y los apendejados? [A ti
no, Fredrika].
Sólo
en días de vida de mi padre, días en que leía para su diario, yo era el niño
armónico, el fuerte, el ángel luminoso, que en el silencio del que escucha, se
oye. Sentía que la familia de Gustavo Arnol me amaba, su esposa, todas sus
hijas...
Aquí,
en una camioneta en veloz marcha, con el demonio al volante, recuerdo las
evocaciones de mi maestra. «Nunca pierdas la calma, aunque veas que el pánico
crece a tu alrededor».
Vano
que insista: ––No puedo, me llevó Pateco...
Me
pedía que imitara a mis padres, su bondad con la colonia, por ejemplo.
En
aquellas fechas de mi pubertad, Mamá Claudia y un par de sus hermanos arribaron
a Ensenada con la oleada del regreso del benefactor Güeldres. El Großvater fue
uno de los fundadores de la Empresa Colonizadora de los rusos y de la villa
menonita del '20. Por esos años se fue; cada diez años se va, es lo que
esperan; siempre vuelve.
Algunos,
muy pocos, fueron quienes lamentaban que haya venido.
12. ¿Me abandonan mis vecinos?
¿Qué pensaran
sobre mí las familias que conocí y quiero?
Hubo
algunas, cuyos nombre son sólo referencias que obtuve por boca de mi madre. Aún
así, las evoco. Con sólo decir sus nombres me sentía protegido. Como si dijera,
si quiso a Mamá, también a mí me querría.
Unas veces, es imposible que estén aquí porque murieron par de años
después de yo nacer o, como en el caso de una tía materna, cuando tenía la edad
de tres años. La información oral siempre ha estado presente. Se apetece. Me
gusta que me cuenten historias y se me hable de otra gente aunque ya no las
pueda conocer.
Otra
de mis tías se regresó a Holanda con su hermano pequeño. Luego nos visitó dos
veces. Conozco a las generaciones de mis coetáneos Rednitz, lo mismo que a los
Arnol, Van Vandraken y Bülow. Hay fantasmas con legado; otros son de carne y
hueso. «Los fantasmas son históricos: son energías y karmas», decía Mamá
Claudia; porque, para aparentar sabiduría, más de una vez lo dije:
––Los fantasmas no existen. Usted a mí no me
echa miedo–.
––Sí, Existen hijo. Quiero que con el tiempo
leas a Evola... Tu Abuelo Molokano lo conoció en vida y como fantasma, después
de muerto.
Me
quedé tieso por intenso escalofrío. Mejor me callo.
––Pues
es lo mejor.
Sin
embargo, sólo un día después verifiqué el Fantasma Rednitz. Un hombre
pervertido por gente que ya no existe y él me estuvo echando miedo. Utilizaba
el nombre de todos los muertos en mi genealogía, en la suya, en la de otros
propietarios holandeses y bávaros de la aldea. Mencionó a... los Stroganoff, a
los Van Vranken, a los Bibayoff de 1903...
Sean
o no, digno de materializar su energía y fantasmas, me llevo ciertos recuerdos.
¡A
mi Großvater se le enterró en la villa
rusa de Guadalupe con alabanza y en dignidad ante unos pocos! Así él lo quiso.
Del
pueblo ruso, ya no quedan sino ruinas, el museo y terrenos baldíos, e infinidad
de gente que deseaba comprar a sus dueños... para cultivar más viñedos y sumar
a la Ruta del Vino. Y así ha sucedido lotes de innumerables de que lo fue de
los Güeldres, como inicial experimento de una colonia, se vendieron a lo hoy o
son la Viña de Liceaga, cercana a San Antonio de las Minas. Compraría también
una familia de apellido Samarin. A 25 minutos al noroeste de Ensenada, por la
carretera hacia Tecate, el Stammvater molokano tenía un terreno de alpiste,
sembrado para cultivar leche pura. Fue el primer proyecto científico de mi
padre, Iván, que viendo la suerte de otros terrenos, advirtió que San Marcos se
encaminó a ser el corazón rural de los viñedos. O se siembra uva, o se tendrá
que vender. Estos rusos traicioneros, con su alianza con Rednitz, venderán a
los presionantes italianos. «Por lo
menos, el sembradío de alpistle, yo me encargo y lo protejo, con una cláusula
de proyecto especial», según dijo a su padre.
––Esto
no lo conoce Rednitz, el saboteador interno de la Familia del Pacto. El alpistle, semilla poderosa de la tierra
y que aquí crece, tan libre y agreste, tiene cualidades sanadoras. Posee inmensa
recarga enzimatica y su contenido proteínico es aun mayor con aminoácidos que
establecen, en consecuencia, enzimas que desinflaman y desintoxican el hígado,
los riñones y el páncreas... Explotemos este regenerador pancreático y así
ayudaremos los diabéticos del área. Es
muy recomendable y la leche con esta semilla es buena para la hipertensión por
contener la enzima lipasa que elimina rápidamente la grasa del organismo,
venas, arterias. Este remedio natural provene de Dios tal como se expresa en la
Naturaleza... Hagamos menos cultivos de uva y más de alpistle... Las niñas en
la colonia del Valle tienden a la obesidad apenas se casan. Los varones al
colesterol alto, hipertensión arterial, colitis y sobrepeso... Estoy en
consulta con laboratorios menonitas en Pennsylvania. Les recomiendo más
estudios sobre el alpistle para que
traten control de la gota y ácido úrico, arteriosclerosis, gastritis y úlceras.
––Eres
el médico, hijo.
––Sabes
todo en exceso es malo... hasta el mucho queso menonita y los lácteos. Alpistle
es otra cosa.
––Imagino
a los Rednitz. ¿Qué no hará por conspirar contra el proyecto?
––Pero
este es nuestro lote... ¿o no?
––Lo
es todavía. Entonces, decide...
Se
inició, hace pocos meses, el Festival de la Vendimia, siempre será en agosto. Y
un Bibayoff-Delgoff salió de la nada.
––Yo
compro.
––¿Alpistle?
––No.
Tus terrenos.
En
los últimos años, tras la muerte o el abandono de mi padre, será por 1975, vino
el fantasma del amor. Me enamoré de Pamela. Escondido en un establo, yo le
escribí unos estúpidos poemas, mis ingenuas cartas, mis ocurrencias... ya
soñaba que, con la hija menor de Los Arnol, se admitiera un noviazgo que
consolidara la alianza.
¡Ellos,
si lo hubiera dicho, más que felices!
Yo
si tuve miedo.
Más
por lo escrito, que por lo visto, otros que vieron mi miedo se aprovecharon.
Uno fue Adán, Jr.
Se
me acusó y se burlaron de mi tarea ilusiva de amarla. Se han reído los suyos y
me ha asustado que yo no tenga hermanos que me apoyen. Que me animen en la
complicidad para que sí la ame. A mi soledad la agredieron con ironías. Me
hicieron sentir que no tenía derecho a enamorarme. Debo esperar tener no 13, 21
años; pero, desde los trece es que la amo. Y estoy tan solo que a mi propia
madre pasó desapercibo. ¿Qué podemos hacer / nosotros / niños que amamos tan
precozmente / niños que necesitamos abrazos y besos / y la complicidad de otra
gente que valore lo bello / y en vez de prohibirlo / nos diga: Sí. Ve por tu pamela / ese dulce regalo...?
Mamá
bendijo un retrato pintado por Tamara de Lempscika.
––Esta
niña de rizos, con el pelo amarilla, plateado, con una regadera en la mano,
será tu amor de juventud. La nombré como la niña más bella del mundo.
––Mamá,
dame el retrato para hacer un regalo.
––Sí.
Ténlo.
Y
si bien salí de sus cercanías, expulso de la villa, le hice el amor antes de
largarme.
No
pude decirle: ––Es Pamela. Ya le he visto fuera del retrato. No dije que la
amé. Guardé el secreto.
Averigué
que el amor es salud. Y el sexo nos hizo saludables. No hemos sentido culpa. Me
entristece que se me haya disciplinado por razones desconocidas que no son
Pamela y sus primeras menstruaciones. No se habla sobre nada práctico y a
Fredrika la hostigan y la declaran perversa, liberal, cizañera, contraria a
Menno.
¡Ojalá
no sea por mi culpa!
Sí.
¡Cuán lejos he llegado, cuán atrevido fue mi corazón y mi sexo! Fue mía, en espíritu
y en carne... Y, cuando nadie vio y fuimos tan discretos, hace varias semanas,
se comprobó su embarazo y, si es cierto que las penas matan y los desalientos
precipitan las condenas, mamá se murió de pena. Y estoy en la aflicción con
consciencia del daño que hice, sin la oportunidad de hablar. Los fantasmas no
dejan. Obstruyen para que haya tormentas en los vasos de agua. Y la comunidad
pregunta: ¿Cómo ha podido darse ésto, con dos chicos, que ni ruido hacían y que
parecían invisibles?
No
es que seamos invisibles. Es que nadie ha querido vernos ni ayudarnos. Este
síndrome fantasmal no deja ver ni oír. Todo lo trunca, lo deja a medias, sin
concretas explicaciones. ¿Por qué me tuvieron que decir que me vaya? ¿Por qué a
Pamela la han forzado a elegir lo que no quiere? ¿Acaso no fue claro que me ama?
Las
semblanzas de Fredrika, aún las escasas referencias al pasado de mi familia, no
habrían sido suficientes para atenuar mis curiosidades. Es la frustración que
tengo, quiero saber más y no sé cómo. ¿Seguirán dejando que crezcan los
fantasmas: los nudos de lo incierto? ¿Quién hará el exorcismo investigador?
Ahora sólo quedo yo... He desconocido, por obstrucción de todos, que tengo
derechos y que se me deben muchas cuentas.
¿Me
ayudarán si pregunto algo? ¿Puede ocultarse a la familia de Don Gustavo que yo
soy quien deshonra a su hija? ¿Quién ha gestado el año? ¡Yo no! Antes con
Pamela habría huido muy lejos... Si por mi fuera, a ese amor no
renuncio... ¿Existe algún documento que
pruebe jurídicamente que existo? ¿Qué se puede hacer conmigo, qué otro daño, si
ya me quitaron a Pamela y mis padres han muerto?
Desde que mi
padre no volvió a la aldea y pregunto por él, me han hecho sentir que vivo
entre zombíes, muertos que nunca se entierran, tumbas que no declaran a quién
tiene bajo tierra, en su foso... Esto es la villa: lugares de muertos vivos,
fantasmas, como mi madre... los jefes de la villa, son sepultureros. Escarban
lo que parece vivo; echan cal de olvido sobre los muertos-vivos... Seres que amo vivieron con el sincero y
profundo anhelo de «llevar la cruz» por amor a Cristo; vocación de misioneros.
Esto me alegra y a la vez me entristece. No creo que pueda hallar quien hable,
aunque mi interrogatorio lo haga a gritos. Por primera vez, siento que tengo la
opción de regresar a donde fui expulso y preguntar por qué lo hicieron.
Arreglar cuentas es mi pase.
Y
lo sé. No fui fiel a la autoridad de la Palabra de Dios ni virtuoso ante los
ojos de la Familia de la Fe. A lo mejor hicieron bien con alejarme; sólo pedí
que acepten que no los rehuyo. Me aislan. No sentí que nadie me buscara ni me
ofreció cariño. Expulso antes que Rednitz llegara a patearne el alma, a pocas
horas del sepelio de mi madre.
Definitivamente,
fue envidia. Envidia que atacó, en un principio, al Großvater, a su esposa, a
Iván, mi padre, a Claudia, a Fredrika y, finalmente, a mi persona.
¡Qué
absurdo que sea la tristeza de mi expulsión la que precipite alguna toma de
consciencia; qué afortunado que la necesidad e haya evitado sucumbir en el
ateísmo, el odio e ingratitud!
13. Fe,
consuelo e irrereverencia
Estás en la
Tierra, el mundo, y así quiero
que sea,
hijita mía. Un ser social, armonioso y gregario.=
Llena de luz
la recámara, pequeño Bien,
tesoro de la
cuna. Sé mi lámpara y mi luz
para muchos
candeleros.
Para cielo y
tierra has nacido.
De «Teth, mi serpiente» [2013],
pág. 167
La idea de que
el amor por Mamá Claudia, Fredrika y Pamela, me han redimido, es consoladora;
la idea de que las cartas, diario o notas de mi padre, son la oferta de como un
nuevo evangelio, no irreconciliado del todo con la vivencia de Menno Simonis,
me invita a pensar que tengo fe. Algo comienza a cortarse, a segmentarse para
mayor pureza.
––¿Quién
trajo aquí levadura?––, Rednitz pregunta. Habla en un púlpito. Convocó a una
fatula Asamblea. El fantasma Rednitz. Grita con una voz que infunde temor en la
gente. En todas. Menos en la mí porque soy logro verlo en lo que es. Perdón que
lo diga de esta manera, Es un hijo de puta. El legado Dr. Güeldres («levadura
intelectual»), mi padre, lo que me doy defensa, fue burlado por la oratoria de este
viejo malsano. Entre las viejas familias que habían servído como Forgeher, o
ushers, y se designaban, sin consenso, diáconos y ancianos), está el eje
deliberativo de la Comunidad del Pacto. Ya ninguna entre ellas me serán mis
aliadas, en caso de que estuviera presente. Se las compró con moneda de la
maldad o el miedo.
Mi
deslindamiento con la colonia vino con violencia. ¡Me asaltaron (cuando estaba
más perdido que Carracuca), confiado en mis esperas y en ver a Pamela, con sus
padres, entrar a casa, ofreciéndome una oferta de boda.
El
momento clave de la expulsión fue cuando bajé la guardia. No esperé lo suficiente
porque no pude. Tal vez orgullo. No quise ver a Mamá gran humillada. Ella se
temía una acción como desesperada de mi parte y ... se murió para no verla, o
tal vez anticipó que sucedería y se
murió en el adelanto profético.
Fredrika
evocó la bondad de Claudia Delfzij e Iván Güeldres. Sin mencionar por sus
nombres a mis acusadores, reprobó la severidad con que plantearon mi
discipulado y los planes que tendrían conmigo a partir de ese día. Se me privó
de comunión (no porque yo lo solicitara), sino porque me excluyeron. Se
garantizaron la mano libre para robarse todo y seguir oprimiendo al Molokon
Stroganoff-Van Vranken-Gueldres... En mi caso, si no estoy con Pamela es porque
irrumpieron los cuacos a mi casa, me golpearon y me tiraron por un camino apartado.
Ya se cumple una tercera vez. Y, para ésto, el corazón de Mamá no resistiría.
Alguna venganza se fraguó. Tal vez me toque ser el detonante. Le dijeron que
los ataques no eran contra mí, sino contra su esposo infiel. Mamá ni yo
podíamos creer que Papá fuera así.
Ahora
estoy untándome una pomada en mis pies. Están en carne viva. Caminé a patas por
sector de una bahía, sobre la Avenida Reforma y Cortez. Entré, ya no sé con
quien, a la Farmacia Del Sol y un médico ha dicho: ––¿Por qué te has hecho esto?
¿De dónde vienes, pobre muchacho?
Contesté que vine de un oscuro cementerio, un lugar
donde ya no había vida y que salí de una tumba profunda... Dí el nombre de la
comunidad menonita. Dije que era una comunidad de blasfemos, ahora tomada por
matones y sicarios.
Para
dar carrete a mi deshonroso paso por la Comunidad y el discipulado, el día seguido al entierro y mi formal
expulsión, zahiriéndome, Adán, Jr. testificó ante los presuntos Deliberadores
de la Comunidad del Pacto. Simón fue peor fraude que su padre que, ya muerto,
jovenzuelo de doble vida, apático. ––Y se armaba de ocurrentes frases y se
defensa ante la familia de Arnol, pero no para
el rearmamiento moral y espiritual de la Familia del Pacto. Era flojo
para el trabajo y se iba con los indios a beber licor, mientras su madre anduvo
en agonía.
Y
ante el Consejo Deliberativo, se hizo desfilar a todos sus hijos, incluyendo a
quien enamoraba a Pamela y la parentela de ella y él.
––Lamento
mucho que no entenderá: ¿Por qué la señorita Pamela se fijó en el hijo de un
médico ateo y no en usted o en mí para su amor adolescente? En nosotros que
somos cristianos si vanidad... Pero, el mal fue el Dr. Güeldres Van Vranken
que, en el decenio del '30 y el '40, disfrutó una familia rica, ambiciosa e influyente,
con los gustos consabidos, El abuelo y él fueron protegidos por Álvaro Obregón
y, aún antes, por el gobierno de
Porfirio Díaz. El segundo simpatizó, como mi abuelo, con los molokanos; en
cambio, el Abuelo pasó por la colonia Hegue, que representara el Reverendo
Johan Loeppky y Benjamín Goertzen... No admitieron la vida austera de la
Colonia. Eran par de burgueses indecentes. Eran modernistas... Hay quien, por
defenderlo, dijo: Hombre de ciencia, al fin, el Dr. Iván Güeldres parecía
fascinado por el hecho de que el estrógeno ejercía una poderosa influencia
sobre las habilidades del cerebro femenino: es decir, en su memoria,
concentración y en su sensibilidad. Alegó que tal hormona promociona un
crecimiento de las neuronas femeninas, a su juicio; pero, al opinar sobre estas
cosas con campesinos, cosa que nunca hizo, seguro que no comprenderían.
Entonces, iba al aspecto práctico de manosear a las hembras de la comunidad y
ya que publica artículos de ese asunto, le llamaba de Tijuana, de ciudades, e iba
con ese cuento de las bondades del estrógeno a practicar fornicación... Tengo
ideas de estas cosas porque adquirí informes. Cosas indecibles sobre lo que
pensaba y dejó escritas para su hijo para que propalara estos cuentos como
doctrina dentro de la comunidad.
––¿Qué
tal si eso es cierto? ¿Qué autoridad tienes, muchacho, boquirroto, para dudar
de lo que dijo un médico?
––Dudo
de la calidad moral... no de la ciencia...
Después
como otro sabihondo, Emo Rednitz vino a jactarse con sus lecturitas de punk, o
las alegaciones en la revista «15 a 20», o el magazine «Tú».
––No son revistas científicas–, ciertamente,
era Fredrika, la maestra, quien dijo que los deponentes o acusadores, «a
ustedes les conozco muy bien, como dos viciosos que desbalagarse por el Malecón
de Ensenada, haciendo las mismas cosas que han criticado como hechas por el Dr.
Güeldres que si tiene clientela en sus rumbos y no ellos...
––Si el Dr. Güeldres viviera, yo justificaría
que hablaras contra él hasta por los codos, mas también doy derecho a él a que
te riposte... Una vez dijo que los hombres actúan conforme a ideologías. Habría
citado a Gramsci, o a los anarquistas que leía, con tanto discernimiento. «No hay organización sin intelectuales, es
decir, sin organizadores y dirigentes. Una masa humana no se distingue y no se independiza
por sí misma». es decir, sin organizadores y dirigentes. Una masa humana no
se distingue y no se hace independiente por sí misma». Pero estoy ante un Emo
acomplejado y, si alguna lástima tuve por
Adam, Jr, se acabó en la medida en que se metió en asuntos que no le competen y
empezó a imitar a su padre, sostenedor de las prácticas de robo y acumulación
que han dañado la Comunidad. No se atreve la comunidad protestar como en otros
tiempos... En cuanto a mí, no pudo ser hipócrita como padre e hijos, los
Rednitz y el entero Consejo Deliberativo que han reunido. Vayan todos a sus
casas. Están perdiendo el tiempo. Hermanos, escuchan a una asamblea, con una
sola familia y que echa hiel contra los ausentes, mira qué cobardía...
desperdigar sus blasfemias para vilificar a los muertos, a otras familias que
nos sirvieran bien e hicieron productivas y próspera a la comunidad... ¿Se
prestará usted a legitimar la expulsión de un jovencito como Simón y al que se
robe lo que es suyo, Don Gustavo? No veo aquí a uno solo que tenga la capacidad
de organizar a nadie. No después de las recientes muertes... Lo que les compete
a ustedes no es otra cosa que recapacitar...
Doña
Fredrika comentó en la fatula asamblea de cómplices, sobre otra idea sólida del
médic, que sí, siendo cristiano, leía sobre política al punto que lo
clasificaron 'ein Sozialist, ein
Liberaler, ein Linker'. Lo dijo muchas veces: «Ich interessiere mich für Politik» y fue escándalo cuando
aseguraba, en sus predicaciones, que la guerra, o los métodos violentos del
poder, es la segunda tentación más fuerte después del sexo.
El
sabía utilizar el púlpito en la iglesia y sacar el máximo provecho del
privilegio de dar un sermón porque él vio la comunidad de los menonitas en
Ensenada moviéndose hacia la dirección de los alemanes como Rednitz. Y los
doscientos molokanes rusos que llegaron a Baja California y se establecieron como
Russische Gründerfamilie en el Valle
de Guadalupe, de veras, fueron como los pre-reformistas de Lyon, como los
originales fundadores del menonismo y los anabaptistas entregados a la fe. Los
anabaptistas de Suiza y Holanda sufrieron años de persecuciones. Sabían
organizarse con la resistencia pasiva y es el por qué Menno Simonsz,
contemporáneo de Lutero fue exitoso.
Entonces,
sacó de una carpeta que se apresuró a llevar consigo, un diario de notas del
Dr. Güeldres. Leyó una anotación fechada el 3 de diciembre de 1969:
«Escribo para que sepas, cuando ya hayas crecido y aprendido a leer el alemán, hijo mío, que vivimos un tiempo tenebroso y las trincheras aún vigentes de la utopía comunitaria, van hacia el peligro… Antes, por causa de las guerras mundiales, había más compasión y connatos de corazones ablandado por la persecución y el sufrimiento… Había diálogo con las Juntas de Hermanos en nuestros grupos de resistencia cotidiana a la ignorancia y el fanatismo. No había obispado corruptos y los jefes intelectuales, ya ancianos, como J.F. Wiebe, Klass Heide, Johan Loeppky y Benjamín Goertzen, cuidaban lo que se hizo en México, de Ensenada a Chihuahua, de Hermosillo, Sinaloa a Veracruz… Insistían en que se educara a los pequeños, niños y niñas, como yo espero educarte, aptos para comprender la seriedad de los problemas de la vida diaria, la bondad del trabajo y las labores de campo, que son tan importantes como cuidar de los hermanitos menores y aprender a organizar la comunidad de los vicios y las presiones externas… Hijo mío, ora siempre en silencio, nunca jures en voz alta porque el tentador oye, y no es un ente metafísico, es el vecino y el que te ordena que alimentes sus cerdos, o cuides sus vacas… No discutas en público el concepto de nación, pero no lo rechaces. La política, válida y proactiva que quiero que practiques es la paz y el consenso».
Después
corrigió a los hijos de Rednitz:
––Es mentira que el tema
de la fornicación haya sido para él priortario, consejos fueron que dio en
privado. Como médico. De la poesía de William Blake, quien glorificaba la
inocencia y la energía del deseo, el erotismo, «arrows of delight», habló con quien pudiera entenderlo. Cuando
murió se apoderaron de sus libros y sus anotaciones. Te escuché como a un
patán, hijo de Rednitz. No terminé de creer que te atrevieras... Was haben Sie
gesagt?, cómo hablas y dices lo que ni sabes...
––Dije
lo que oíste, lo que sabe todo el mundo....
––Ich verstehe Sie nicht.
––Dejo,
Doña Fredrika … Que el doctorcito se iba por su jojoyo a Tijuana a matar la
rata, a buscarse su puta...
––Was haben Sie gesagt? Mira cómo ya
hablas. Utilizas un español irreverente que no es de cristiano...
––Pues
dije lo que oíste... que se deleitaba con traguitos de Courvoisier, el cognac
de Napoleón, y se le subían a su cabeza. Entonces, sería que hablaba de sexo y
se iba a curarse la malilla, la abstinencia de un buen ano. Seguro que a picar
el ojo de payaso… porque no creo que haya mujer entre los menonitas de
Chichihuatl que le satisfaga sus indecencias.
––Um Gottes Willen!, exclamo yo. No
quisiera responder en sus términos y en el lenguaje bravucón que hablas porque
soy maestra y sé más español que el que imaginas. ¿Por qué me conversa? El que
conversa así, tan sangrón y carrilludo, es un descerebrado. No parece educado
en esta comunidad que aún se dice santa, apartada del mundo... Oh Gottogott! Wer sind Sie?… ¿Crees que Pamela te
preferirá?... Das hier ist meine
Freundin... No es con los güevotes que se gana el cariño y el respeto de
Pamela... Das hier ist meine Verlobte.
14. Mi papá y sus
diarios
Lo que
necesito nunca está disponible.
Nunca acabaré
de serme conciliado.
Me sala la
identidad confrontativa.
* * *
Y, claro está,
yo sí veo de dónde vengo,
aunque no
tenga la fe de un destino por futuro.
Yo soy la
guerra viva de mí mismo
y esta
constante ansiedad tan desdichada
que la gente
tapa con mentiras…
De «Seth: El hombre bestia» [2014],
pág. 24
Sólo porque Mamá
Claudia enfermó gravemente, a todos, mis pretendidos custodios, serví, ordeñé
sus cabras, cargué como burro leña para sus casas, cajas de uvas para los
Viñedos de Santo Tomás. Tuve quien señalara mis faltas a cada momento. Yo debía
mostrar mi respeto y gratitud ante mis hermano espirituales y mayores; pero
fueron amos, disciplinadores por el corrupto y codicioso premio de mi
obediencia. A la postre, siempre fui desobediente.
El
niño armónico que describía Fredrika, «el niño de paz que Claudita nos ha
dado», como dijo el Benefactor Molokano a su hijo, tenía su lado oscuro.
––No
existe. Es un malcriado.
Mi
cuerpo se hizo fuerte, exteriormente saludable.
En
general, dijeron: «Simón crece con hermosura y con gracia ante Dios». Dí las
gracias, pero me sentí, secretamente, esclavo de tareas ajenas y, en desfavor,
no faltaron los que alegaron que soy un inútil, indigno del pan que me llevara
a la boca y de la educación que adquiría en sus escuelas. Ese grupillo son los
influyentes bávaros. Preadolescente, mi vida se llenó de sueños y, en cierto
modo, de candor. Escapé varias veces pero volvía. Salí de mi hogar a los 17
años de edad.
Me
eduqué en la colonia menonita más que con el padre y la madre que perdí.
A
Mamá Claudia apenas me dejaron enterrarla. Con Fredrika fue otra persona que me
amó y por quien acepté la doctrina de Menno. La escuché de sus labios y había
más dulzura en su exposición que en la de otras bocas, predicadores y veedores
que me dieron una perspectiva miserable del mundo y de la interacción con los
demás.
––Inclusive
de mi interacción contigo, Pamela.
A
mamá y a Pamela les faltó el valor de desertar. Lo propuse. Que confiaran en mí
y me sonreían. La verdad es que carecí de las palabras convincentes para el
sueño que forjé.
––¡Vivir
juntos fuera de Chichihuatl, trabajar para ellas, para las dos!
Vano
entusiasmo. Llegué a pensar que yo sería capaz de dar techo y alimento a ambas,
a mi madre y Pamela. Defraudé a Mamá cuando dije que tenía el derecho a robarme
a la chica, de 14 años, y falté a la obediencia y virtud que me instruyó mi
madre.
––¡Calla,
hijo mío!–, fue lo que me dijo.
Fue
como si dijeran: no puedes, porque no eres un varón dotado de las virtudes del
segundo David. Fue como si sintiera que me acusaran por no servir para nada. Y
no tener nada, sino mis manitas de pubertario.
En
fin, para mi consuelo, Claudia Arhaus Delfzij [¡ay, Mamá si supieras!] no supo
sobre mi desobediencia. No tuvo el tiempo para conocer todos los detalles de mi
idilio. Oculté mis temeridades. Pamela y yo éramos muy jóvenes, acaso
temerosos. A duras penas, yo aprendía a meditar, a planear. En verdad, debí ser
un chicuelo, mas no tan inexperto como se me decía. Pamela me dio su confianza
con la idea de forzar el paso a un nivel de respeto que yo quise y no había
logrado... Soñaría despierto una que otra vez y sentí una rabia vergonzosa
cuando mi virilidad se manifestaba y fui comparado con mi padre.
––Para
ser un chico con decencia, es hombrecito. Se endurece su pajarito.
La
aldea me pidió no jurara por mis estúpidas verdades e inquietudes. Ni invocara
el nombre de Dios en vano. El mero hecho de arribar a la adolescencia se tomó
como una amenaza. Las niñas me miraban con cierta curiosidad.
––Er sieht sehr gut aus–, se dice sobre
mí.
––Es ist schön–, asintió Pamela.
Mamá
no permitió que yo hablara mal de mi padre. A él lo aludí con amargura en
ocasiones. Ha de ser difícil crecer sin el hombre que te da una genética
agraciada y una visión que deja escrita, anticipada y sistemáticamente
preparada para cuando valga, por la edad. El lo hizo. Escribió un diario de
consejos para mí. Hasta con una ética cotidiana y consejos eróticos.
Discutiría
en sus méritos sobre qué es ser hombre, honrar el trabajo y la comunidad y
hacerlo cara a cara para exigir lo que se merece, inclusive un amor privado, la
pareja. Una de las cosas que Mamá protegió fue un libro que él anotaba y del
que hizo que leyera lo siguiente. «La comprensión crítica de uno mismo se
obtiene, pues, a través de una lucha de hegemonías políticas, de direcciones
contrastantes, primero en el campo de la ética, después en el de la política
para llegar a una elaboración superior de la propia concepción de lo real».
Me
dijo que papá lo escribió para los dos porque, a lo mejor, un día tendríamos
que irnos del Valle de Guadalupe. Las Sombras, los ángeles de los umbrales,
echaban raíces en algunas gentes, para que se nos dificultara la vida. «Llegará
el día en que tendrás que exigir, no sólo pedir». Estúpidamente, exigí a quien
me amaba y no se trata de eso. Por el contrario, es a quien obstruye a quien
hay que demandar. Huir de él o darle dura batalla. –No hay que ser confrontativo
cuando se está en desventaja; pero, crece, ponte arriba y patéales el alma
antes que te la patéen a ti–.
Claro,
entiendo. Adán Rednitz, hijo del Bávaro, es uno. Nacido en Ensenada, él
adquirió las tierras de mi padre. Allí, donde tuvo sus corrales de gallinas,
diez vaquillas y el consultorio médico de la aldea, se me dijo que yo no era
tan escuincle, a la edad de 10 años, como para no aprender las tareas del
granjero. Ese día me mintió directamente y yo le creí.
––Tu
padre me ha pagado con esta granja. El se está dedicando al juego, al vicio, se
ha endeudado conmigo. Los narcos son sus verdaderos enemigos; pero, él no desea
escuchar mis consejos y yo no quiero preocupar a tu madre. La Hermana Claudia
no merece que yo la entristezca.
––No
creo que te haya vendido donde tiene su primera casa. La que hizo con sus
manos...
––¿Quieres
que te muestre las escrituras?
Trabajé
(¡y no fue necesariamente coser y cantar!), sino que encallecieron mis manos;
pero ya siendo pubertario, me dediqué a acariciar el bello rostro de mi madre,
aprender a su lado 'die Geschichte der
Seele', y soñar.
No
comenté lo que Rednitz me dijo sobre los vicios y deudas de papá, porque ella
«no merece que yo la entristezca». Y
menos sobre la venta. Si vendió la casa, no regresará jamás.
15. Alternancia de los
servicios
Para
que no me identificara con alguna tierra ni me atreviera a pensarla que es mía,
o fue de mi padre alguna vez, yo trabajé en los viñedos de Rednitz, en los
ordeños de las vaquillas de los Güeldres [ahora propiedad de Rednitz] y,
siempre tenía un nombre diferente la granja a la que me enviaba, porque yo
sería el peón de todos. Esperaron sus tancalotes llenos con mercadería: cada
vez más acopios de uvas, huevos y quesos que apuntalaran los valores, servidos
en Ensenada: trabajo, sencillez y familia. Habría podido ser feliz. Sí, yo aún
creía en esos valores. Trabajar duro, uno de mis favoritos... pero quería
bondad.
Faltó
que me amaran.
En
las granjas de la Familia del Pacto de Meno no hacía falta un soñador lleno de
parábolas: yo era el perro con cencerro del que se burlaba el hijo de Adán
Rednitz. Soñador fue el Molokon y se le pagó mal. Nadie siquiera fue a su
sepelio y se le tuvo que enterrar en Guadalupe, en cementerio ruso, no como a
mamá que murió entre los suyos y se quiso su tumba entre los neerlandeses...
Pero ella no soñaba como perra con cencerro... Supo que me enamoré de la chica
que uno de los Rednitz, más o menos de mi edad, separaba para sí, sabiendo él
que ella me amaba sólo a mí. Y la familia del niño advirtió: ––Aleja a Simón
cuando la visite; porque, esa hija del granjero Arnol, yo la quiere para Adán,
mi hijo».
Muerta
mamá, fueron a ver a la maestra Fredrika y, en cierto modo, le dijeron lo
mismo. –No queremos que Simón se
ilusione con la hija del granjero Arnol, porque es prometida de mi hijo Adán–.
Se esperó que yo aceptara un piadoso donativo monetario para que salga de Chichihuatl
y me abra camino en otros rumbos. La ayuda de los hermanos para el huérfano fue
parte del complot sutil contra mí. En un sobre que leía en el exterior «Para el
niño Simón Güeldres», había unos fajos de dólares que no me habrían sostenido
ni una semana.
Escupí
el sobre, lo devolví con par de gargajo sobre los billetes y no lo acepté.
Fredrika me abrazó y me dijo: «Eres un hombre». Me abracé al féretro y lloré
porque no pude entender lo vacío de la sabriña. Sólo llegaron unos niños de la
escuela de Fredrika.
Cuando
se investigó, en mi ausencia, por qué pudo darse esta distancia afectiva entre
los adultos, si Claudia Arhaus fue tan buena, se alegó que se supo el embarazo
de Pamela y que yo había sido el responsable.
El
feto murió, pero no la deshonra.
––Fue el castigo a Simón que se burló de ella.
Por
mente circulan, cuando me acuesto y desde entonces, muchos recuerdos de Mamá
Claudia. Analicé si, en verdad, tenía una formación menos utópica que papá. O
si soy menos pragmático. Pamela me dijo una vez: ––Hay un problema. Los dos somos muy niños....
De mi madre recuerdo que provino de una familia de artesanos, gente de arte,
como los Arhaus y Delfnij. Estudió Bellas Artes en Rotterdam y, finalmente,
enfermería antes de radicarse en Ensenada.
Me
conturba la idea de si tendré profesión, o algo más sofisticado que me haga
útil para el trabajo, o ganarme la vida, el día que no tenga tierras. Lo único
que sé es que no prospero ni con tierras que fueron de mi padre. Y me planteo:
¿seré un niño armónico, un soñador o perro con cencerro? Ni una de estas cosas
sirve aquí.
El
único peón que vale es el que es dueño de la tierra que cultiva o del ganado
que arrea. Me han quitado la tierra.
¡Qué
infeliz es mi destino!
––¿Cómo
que estudiarás? ¿Con qué dinero?
La
mención de mis tías en Holanda llenó de ira al Viejo Rednitz
––¿Y
que lees en las noches? Tú no sabes qué es un televisor, no has ido a un
cinema, no tienes, como yo, cassettes, no sabes bailar... no sabes conversar lo
que le interesa a la gente...–, añadió y pasó venia al hijo para que me hiciera
migas.
––Y
te ruborizas, te agüitas por nada y pareces un espantapájaros con ese oberol de
tirantes... si llegaras a Tijuana, los paisitas se reirían de tí...–, me había
dicho Adán.
––¡Y
así quieres casarte, no la amueles! ¡Madura, pendejo!
––No
me diga pendejo porque yo no soy su
hijo–.
––Carajo,
hasta irrespetuoso es el cabrón.
También
recuerdo la destreza de mamá al pintar. Cuando exigieron a Claudia que
entregara a los veedores de la aldea, la cámara fotográfica de su esposo y
todas las fotografías que él tomara, con motivo de su muerte y presunto
asesinato, ella dibujaba su retrato de memoria y me dejó sus bocetos hechos a
puro carboncillo. Ví muchos de sus esbozos: retratos de mi padre, guapísimo,
perfiles de sus abultadas y crecidas patillas, sin bigote, la sonrisa
permanente, labios finos y mejillas que se arrugaban en hoyuelos de coquetería y
sonrisas inevitables.
––El
sí era guapo, aunque malo contigo.
––Nada
de eso. No vuelvas a decirlo–, lo defendió Mamá.
––Guarda
los bocetos, puede que alguno de ellos sea testigo de lo que pasó. O el
homicida.
Los
bocetos desaparecieron un día que los busqué. Y, este yo o no esté, el único
que roba y hurga en la casa es el Viejo Rednitz.
Mamá
recordaba, sin dar señas de sentirse ofendida porque se dijera en la aldea que
atraía a otras damas y que inclusive, por celos de una mujer, sería que un
pistolero de la Mafia lo mató. De Iván Güeldres decía que transmitía una
poderosa felicidad y seguridad en sí mismo. La educación amplió su encanto y
valor. Era conversador y amable. El se olvidaba de la indiferencia que la
colonia pedía ante asuntos del mundo. Lo enardecía la injusticia, reaccionaba a
los golpeadores prepotentes y, asimismo, a quienes atacaban por la vía de la
crueldad silenciosa. La indiferencia. Lavarse las manos ante el atropello es el
más vil y cobarde de los pecados.
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