Thursday, March 05, 2009

El transportador


Un día naceré y seré muy hermoso como Quetzalcóatl, sin miserias sociales ni orgánicas. No sé cuándo naceré. Puede que sean tantos años que conozca a Ella, a la que hoy amo, cuando ya esté muy vieja, guanga y climatérica. Tal vez ya no me inspire el apetito que ahora me obsede. También él, su amante, estará viejo. Entonces, mi Ego mayor verá la precariedad real de todo lo visible. Es una lección que no aprendí en otras fases de mi evolución...

Recuerdo la última vez que tuve un cuerpo. Se construía la Gran Muralla. El matarife de Tamerlán destruyó a su paso la cultura china. Esclavizó a muchos pueblos. Tuve la fortuna de escapar y con otras pocas de mis gentes llegué a la Laguna de Texcoco... ¿Adivine para qué? Para edificar una ciudad. Una ciudad de puras ichpocatzintli, chamacotas con hermosura, todas cogibles, generosas de pechos, paridoras como Gaia... una ciudad de hombres de agua, ríos de tlacaxinachyo, el semen creador de la generación humana ic yolli, con corazón.

Me dediqué, desde entonces, a transportar a los enfermos a los pozos afóticos: a curar la demencia, la tristeza, el dolor... En pocos años, ví mi cuerpo reducirse a nada. Y me convertí en el vampiro del Lugar de las Sombras.


22-08-1982 / Cuentos para esoteristas y otras menudencias


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El amigo


Estás desorientado. Nadie te entiende como yo. Vives en una sociedad de nativos. No hay nadie interesante con quienes puedas conversar. Yo te comprendo.

Tengo muchos consejos para espabilarte. Te enseñaría, en primer lugar, sobre tus prerrogativas ante las maneras tradicionales y modernas de cultura. ¿Te sirve el náhuatl para algo? Ya se averguenzan de hablar el idioma entre ellos mismos. No. Debes irte a Europa; allá te apreciarán... Aquí no. Seguro.

La criada es una putarraca imbécil. ¿Ella te baña? Cuéntame. ¿Te toca la polla? Díme.


Ella sí es una india. Y ladina para más joder al tiempo que pretexta que te adora. Le conviene que vengas, como blanco o como extrenjero rico, no como negro... Ella piensa en la raza bonita, en hijos a los que nadie escupa por los ojos, o sean los rateros o siervos sin futur... porque, ¿quién civiliza si no el blanco, al que hoy llaman gachupín con desprecio? ... pero, en la práctica, al blanco le besan el culo... para él, las puertas abiertas, el reconocimiento. Al feo la desconfianza, la humillación, el maltrato como segunda clase... ¿Vas a tirar eso por la borda, maricón?

«Mentira, mentira».

¡Ay, llamarás a tu mamita como el faldero mariconcito, ay! Fue una simple pregunta y una más simple observación. ¿Te digo cuál es tu problema? Cualquier sanchopanza te manipula. Se aprovecha de tí. Imagínate hasta el indígena... ¡Qué lastima, qué injusticia!

Escucha. Dáme la cara, maricón. No te tapes el rostro para dirigirte a mí o si te estoy hablando… ¿Por qué te enojas conmigo? Somos amigos. Conversar es el comienzo de la amistad. Dos veces lo hemos hecho, ¿recuerdas? Dos veces y ahora es una tercera vez que conversamos. Hemos conversado. ¿Lo sabías?... Vamos a ser amigos. No lo somos ya porque eres muy altanero. Te escondes. Eres agresivo, te ocultas el rostro. Sinceramente me simpatizas por una razón únicamente. Una. Una. ¿Quieres saberla?

«¿Porque soy un nahualtin?»

¿Nahualtin? Olvídate. Apártate de esos cuentos de criadas de culo moreno, indias apestosas y superticiosas! Eso no es nada. Eres algo mucho mejor que todas ellas y sus nahualtines. Eres un jovencito muy guapo; ¿te has mirado en el espejo?

«Nunca, cruz cruz cruz».

¿Le tienes miedo a los espejos? ¿Mientes? Es tu error. Estás majo, mira qué pinta, lotario. Si lo hicieras, en vez de negar tu color y quererte indio, te darías cuenta que hay una chicuela que viene a verte porque le gustas. Ella es otra tarada, otra putarraca. Me dijo que eres tú el que le gusta mucho... No por indio, por blanco, por tu pajarito rosado, porque, siendo rico, eres tierno... Ojo, ojo, tierno es pendejo, manejable. Accesible a robarte y tenerte, apretando de tus cojones

«No, no».

Sí, que ye importe. Házte mosca muerta, pero, con pezuña y ponzoña... Te la puedes comer, gozártela. Se ha desarmado para tí. Simplificó tu dominio sobre ella. Puedes gozártela. ¿Sabes cómo hacerlo? Atiende, mírame... besa su boca, sus tetas, su ombligo... ¡Abrela, levántele el vestido! Dedéala, sin dejar de besar fuerte sus senos y su boca…

«No, no».

Mira, maricón. No tengas miedo. Son las delicias de la carnalidad... Hay gente muy afortunada: tú eres uno de ellas. Tienes la belleza del efebo griego. Estás con edad física, desarrollo suficiente, para que mates a palos, aunque seas tan pendejo...

«Soy ugly ugly ugly».

¿Quién te dijo? Estás acomplejadísimo, qué atropello. Ese es el problema: aislado, sin confianza, sin mentor que te sonsaque a ser atrevido... Y me gustas mucho, chiquillo. ¿O qué, prefieres acaso varoncitos? ¡Ya me dijeron ya me dijeron! que se aprovechan de tí y te dejas. Lástima, jilipolla... Las mujeres son más excitantes, más tiernas, más fieles, aunque sean una carga luego...

Un día yo fuí así, tímido. Sufría a solas. Me espabiló un ateo, masón, me dio una paliza, seguida de consejos... También yo, de vez en cuando, me comería un culito vírgen de muchachito... ¡Uno tierno como el tuyo! Así de fácil... Sí. Curas y masones son lo mismo. La belleza es inmoral, muchacho.

Aprovéchate, divo. No esperes que venga un cabrón y te rompa el cuero.


08-12-1981 / Cuentos para esoteristas y otras menudencias

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