Acepto lo que venga
y sólo gozo aquello que comprendo.
Me acusan, sin embargo,
de errores temerarios
y de haber perdido el juicio
por ser incrédulo, cautelosamente descreído:
yo no inventé el espíritu
y, en verdad, no me he servido
de nada, tenerlo.
No me atrevo a decir que la materia
sea vestíbulo de gloria;
sólo que cuando la veo, la tomo,
la disfruto, la quiero.
Y sea lo que sea, estoy agradecido.
La materia es miseria y abundancia
y los cinco sentidos, una esperanza
que dolor me ha dado;
sin el espíritu vida tengo.
¡Estoy irremediablemente vivo!
Si Dios me quiere, bien.
Si no... ¡que siga su camino!
El hombre extendido
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