Tal vez te convencieron de que no cruzo los dedos
para verte, Afortunado, y es verdad.
No toco madera ni por lo malo ni lo bueno.
No invoco el número 7, si se dice tu nombre
con ludibrio, o si con ira te maldicen.
No te imagino ni habiendo sido tú corroborado.
No digo que fuíste latigado en la cruz, muerto
para ser dios en los cielos. Habría sido yo, acaso.
Te quiero ya como lo esperado y lo obtenido.
Te quiero para no tener miedo. Ni a tí ni a nadie.
Si cruzo delante de los gatos negros,
si rompo espejos y abro los paraguas en recámaras,
si el sombrero dejo sobre el lecho y la sal derramada
de algún pote, es porque te quiero y te juzgo
mi alegría, pese a toda torpeza.
Un esfuercillo extra lo hago donde me toque
(tengo que adorar no por impulso público
ni un afán de jactarme en lo oculto).
Es que me da gana... quererte.
Desde hace tiempo habría podido negarte
con la bocota mía, enseñarte con rabia
mis dientes, matar las mariquitas para que te enojes,
caminar bajo la escalera del ahorcado;
pero no. Anuncio el martes 13
que me gusta tu Sino, que tu fe me pone
azul y rojo, que tu rostro ha sido dulce y grato.
Te quiero como quien mató una marsopa
y ve que nada ocurre; soy quien disperso los alabastros
y después me siento y como el pan, entrelazado
al nombre del séterre, con mi fuerza moral
en beneficio de otros, en la confianza
de que en nada ofendo a ninguno.
Contigo estoy acompañado.
Contigo soy un niño, aún no corrupto,
por las supersticiones.
13-4-1999 / El hombre extendido
Tuesday, April 01, 2008
Sucede que te quiero
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