Sunday, April 06, 2008

Larga agonía


¡Qué tarde me dí cuenta!
El tiempo no lo es todo. El presente debe despertarnos
y los ojos, en la madrugada, mirar la providencia.
El Destino es el pasado y yo me entretuve
sin propósito, como un animal más que sobrevive,
como alguien que no sabe soñarte vívidamente,
agradecer amor profundo. El pasado me ha dañado
sin lecciones; el presente se ha escurrido
como agua entre mis dedos.

El futuro dudó de tu esperanza.
En las huellas dactilares tengo una culpa
como mugre; en el corazón hay una herida
que no sana... y ¡qué tarde me dí cuenta!
que la vida no debió ser escondite, lamento,
impotencia, miedo, cruel ilusión sin la fuerza
de mis pasos y los tuyos; por eso esta incertidumbre
que a ningún lado lleva, que no siente compañía.

Es que no ví el amor. Ví sus fantasmas yendo
y pasándome de largo; no ví un puerto seguro.
No te supuse un ancla. No ví esencia en el cosmos.
No te acepté los besos, Urano. Metí 50,000 años
de civilización en mi vida, en un puño cerrado.
No abrí la mano para recibir mi porción más genuina.
Admití lo pudrido y su tristeza, lo cruelmente entregado
y mi despojo. Llegué tarde y por el tedio del tiempo
por entrada y era una puerta de salida,
una bienvenida en la agonía.

¡Qué tarde me di cuenta!
La memoria es el pasado duro, el dolor
de crecimiento; el destino, la poquedad
del pensar-sido, un orgullo salvaje que no aprendió
tu nombre, por no ponerse en rodillas,
una vez más en rodillas...

Habría sido mejor que mirara a lo invisible
de tu Gran Amor que parecía dormido
y miré al tiempo, contado en los relojes,
miré a la vida que envejece, sin luces,
y a la muerte lamentosa, indeseada.

Ahora no tengo paz y necesito un comienzo.
Estoy enfermo de pasado, enfermo
de un olvido imposible; estoy con el cadáver
en vida, fracasado. Estoy pidiendo el milagro
de la vida, cuando el desgaste es hondo
y lacerante. ¡Ay, habría sido mejor
que te mirara antes del recuerdo,
que te sintiera antes del pasado!

12-9-1998 / El hombre extendido

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