Una comunidad fue lo que quise:
familia, hermanos, vecinos, amistades,
pequeño lugar al que he de llamar la patria,
hábitat al que clamar dulcemente
mi paisaje, nicho mío, ecología de mis ojos,
cercanía íntima con ecos.
El día llegó. En cierto modo, inesperado.
De la comunidad salí, con adioses fragmentarios.
Me secuestró el exilio, me chantajeó
la causalidad del poderoso, imperios interventores,
extraños, suplantadores, industriales, traficantes.
Bancos transnacionales, engendros globalizadores.
Miseria reinventada, desempleo, traiciones.
Se burló lo universal con su sarcasmo
y la historia, con su construcción de privilegios.
Me dijeron: La patria es la nación, borincano.
No fue poco lo que yo quise
y todavía lo busco dentro de mí mismo;
pero ya no es lo mismo, la patria no es
la comunidad íntima, nostálgica,
que se quedó conmigo. Hoy es la nación
(sí, la nación, la nueva idea con sus ultrajes)
cosida de retazos, una neutra y laica
confabulación que me distancia y me divide
en otros reinos, con banderas y engañifas estrelladas.
2-18-2000 / El hombre extendido
Tuesday, March 18, 2008
Adiós, patria
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