El camino ya no es lo que fue.
Hoy son demasiadas pisadas y huellas borrosas.
La hojarasca cubre todo. Urgen las manos escarbadoras
y las pezuñas afiladas. Urge todo en la eras sin metarrelatos.
Hasta para el hombre extendido falta olfato.
No hay referencia racional ni una guía
ni un faro. El horizonte es una noche oscura
y una bala perdida y una fantasmagoría
de fríos súbitos y gemidos parciales.
El caminante tantea. Es todo lo que puede.
Escarba en tierra cuando piensa en las viejas
razones circunstanciales que antes llamó una pista
del olfato, instintos de un proyecto vivido.
El camino se ha vuelto polisémico.
No es fácil colegir un destino cuando todo
es fragmentario, ajeno, sin los mutuos valores
del que pensara una historia lineal, madre
de todos, unificadora de hablas y sentidos.
La ruta huele a dispersión y exterminio.
12-5-2002 / De El hombre extendido
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