El asesino reventó su antojo y sólo escupe,
eructa roncamente. Se estremece porque algo cae
que no es él. Ha vencido sin saber qué depreda,
si soy yo o él, o si es su golpe.
Ya no es feliz porque su matar no es triste;
ya no es sólo instinto ni costumbre dormida
en sus engramas.
9-16-1990 / El hombre extendido
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