Pequeño Kairós, primero de los dioses terrenales,
primera de las piedras sufrientes, voy a darte
la historia verdadera, el tiempo justo,
la ocasión oportuna y propicia.
No te quiero detenido, con el peso
de la historia por inercia, por la angustia
del pasado por memoria. Tuya será
más allá de la Eternidad y los mútiples entes
de la Physis, que ha congelado el tiempo,
la porción razonable, lo uno
sin decretos criminales,
lo uno que no pierde su gozo.
13-1-1986 / El hombre extendido
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